martes, 30 de septiembre de 2014

¿CÓMO SE PONDRÁ MÉXICO EL CASCO AZUL?

30 de Septiembre 2014
El presidente Peña Nieto informó que el gobierno mexicano ha decidido participar de nuevo en operaciones para el mantenimiento de la paz



El miércoles pasado, durante su intervención en el debate inaugural del 69 periodo de sesiones de la Asamblea General de la ONU, el presidente Peña Nieto informó que el gobierno mexicano ha decidido participar de nuevo en operaciones para el mantenimiento de la paz de la organización, luego de una breve y simbólica participación a fines de los años cuarenta.

El anuncio es importante por varias razones. Como se ha comentado hasta el cansancio en los medios, esta participación, en principio, rompe con toda una tradición de política exterior y una doctrina de seguridad nacional y relaciones cívico-militares que sobrevivió a la alternancia del 2000. Es relevante también porque arrebata el tema al PAN, que en doce años no se atrevió a articular una propuesta en este sentido, al tiempo que acalla críticas muy importantes sobre la hasta ahora sospechosa responsabilidad global del país.

A la decisión, si bien pertinente, no se añade aun una explicación detallada sobre los objetivos, modalidades, procedimientos y mecanismos institucionales para esta participación. En la escasa información que fue publicada hasta ahora se advierte, en cambio, una ingenua presentación sobre criterios y condiciones para la que será una participación gradual. La participación mexicana, se subraya, se condicionará a la autorización expresa y a la existencia de un mandato claro del Consejo de Seguridad de la ONU, al consentimiento expreso y la cooperación del Estado en donde se desplegará la OMP, la conformidad con el marco jurídico nacional y la realización de tareas de índole humanitaria.

De las actuales operaciones de paz en el terreno, todas han recibido un mandato claro y expreso del Consejo de Seguridad pero no todas tienen como componente fundamental las tareas esencialmente humanitarias. Es claro que la verbalización de esta nueva política se hace de manera cautelosa para no levantar las cejas del grueso de los altos mandos militares pero da cabida a la pregunta de si se estará rompiendo realmente con la vieja tradición anti intervencionista. Las operaciones de paz han venido adquiriendo un rostro mutidimensional en donde, típicamente, la capacidad del Estado para proveer seguridad a la población y mantener el orden público se ha debilitado considerablemente y donde la generalización de la violencia es un riesgo latente.

La sociedad podría estar dividida por clivajes étnicos y religiosos, la infraestructura devastada y los impedimentos para una auténtica reconciliación nacional podrían ser extraordinariamente difíciles de vencer. ¿Qué significa que México sólo desempeñará tareas humanitarias? En términos generales, las OMP no avalan el uso de la fuerza salvo por propósitos defensivos. Sin embargo, es alta la probabilidad de eventos violentos que exijan una defensa efectiva.

En este sentido, vale la pena preguntarse, ¿cuál será la aportación de los efectivos militares mexicanos aún en tareas que consideren exclusivamente de carácter humanitario?, ¿cómo se tiene previsto organizar el entrenamiento de estos batallones?, ¿qué entidad del gobierno federal fungirá como coordinadora de esta participación?, ¿qué autoridad estará facultada para emitir las reglas de operación del destacamento mexicano en las mismas?, ¿se reducirá la participación de México a aquellas operaciones donde exista ya un cese al fuego?, ¿se prevé pasar de una política de compromiso moderado a una participación menos restrictiva? y más importante aún, ¿qué criterios deberá examinar el Senado para decidir si conviene o no la participación de efectivos militares en alguna OMP? Más allá de la controversia sobre si las OMP son un asunto esencialmente humanitario o más bien atienden necesidades apremiantes de reconciliación nacional, preservación de la paz, pacificación y construcción de instituciones, es clara la necesidad de responder a una pregunta adicional: si se reducirá al ámbito humanitario desplegado por contingentes militares en un contexto de determinadas restricciones ¿en qué se distinguirá esta participación de la aplicación del Plan DN III en otros países (recuérdese Nueva Orléans en 2005) y de la presencia de civiles y militares nacionales en tareas de reconstrucción y ayuda frente a desastres naturales en el extranjero?

Licenciado en Relaciones Internacionales por el Colegio de México y maestro en la misma disciplina por la Universidad de Leiden, Países Bajos. Asesor legislativo, analista e investigador especializado en política exterior y relaciones internacionales de México. Es miembro asociado del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI).

EL REDESCUBRIMIENTO DE LA MENSTRUACIÓN

30 de Septiembre 2014


Antiguamente la menstruación era un don a partir del cual la mujer generaba vida (física o psíquica). La sincronicidad entre el ciclo femenino y la órbita de la Luna alrededor de la Tierra revelaba el vínculo que une la menstruación con los grandes ciclos de la vida y el Universo. Esto hacía que nuestro cuerpo y nuestras reglas fueran sagrados.

Hoy, sin embargo, en nuestra civilización tecnológica, el aspecto sagrado de la menstruación ha dado paso al estigma, la incomprensión, la infravaloración, la alteración de nuestro sistema endocrino (anticoncepción hormonal) y recientemente el aniquilamiento de la regla (nueva píldora que reduce la regla a 4 anuales).

Hemos pasado del todo a la nada. Y una excelente forma de volver a recuperar nuestro poder es redescubrir, comprender, desestigmatizar y utilizar los verdaderos dones de la menstruación.

A continuación adjunto el artículo “El redescubrimiento de la menstruación y sus dones” (5 páginas) que publicó la revista Athanor y que es un resumen del documento “Menstruación, la sabiduría oculta” de el dedo en la llaga (45 páginas). Soy la autora de ambos.


Las mujeres occidentales del siglo XXI somos modernas, independientes, tenemos estudios y hemos conquistado el mundo externo, pero nos hemos desconectado del mundo interno: de nuestros cuerpos, nuestra esencia y de la Tierra. El avance de la mujer de las últimas décadas ha sido meramente intelectual, con la invasión femenina del espacio tradicionalmente masculino. Pero por el camino hemos dejado la compresión intuitiva y espiritual de nuestra naturaleza.

Hemos cedido a la sociedad dominante y a la medicina toda nuestra naturaleza y nuestros cuerpos: menstruación (píldora y otros fármacos), parto (excesivo intervencionismo y cesáreas), alimentación y cuidado de nuestros hijos (biberón, guardería desde los 0 meses, crianza sin vínculo) y menopausia (terapia hormonal). De hecho, ser mujer se ha convertido en una enfermedad muy rentable para los laboratorios que quieren tratar todos los procesos naturales femeninos con medicamentos.

REIVINDICANDO LA MENSTRUACIÓN
Nuestra sociedad solo subraya lo patológico de la menstruación: dolor, debilidad, estorbo, etc. Y por tanto lo que pretende es ocultar o manipular el estigma de sangrar. Aparte de la violencia y el miedo, nada ha sido tan eficaz para relegar a las mujeres a un lugar secundario como la degradación del ciclo menstrual. Y el tabú asociado al ciclo menstrual sigue hoy más vigente que nunca; por eso ahora nos ofrecen píldoras para exterminarla. Total, ¿para qué sirve? ¿No es solo un sangrado intrascendente e inconveniente? No, no lo es.

La gran verdad oculta es que la menstruación es muchísimo más que una manifestación física: es una fuente de creatividad, intuición, espiritualidad y conocimiento interior. Es por tanto una fuente de poder femenino. Nuestra guía interior nos llega primero a través de nuestros sentimientos y la sabiduría de nuestro cuerpo; no a través de la compresión intelectual. Y la sangre es precisamente lo que liga a las mujeres a la Naturaleza y lo que nos recuerda nuestra propia condición humana y divina. En la antigüedad, a través de este estado alterado de conciencia de la menstruación, las chamanas, curanderas y sacerdotisas aportaron a su comunidad su claridad y conexión con el mundo espiritual.

La regla es un prodigio biológico muy beneficioso para el cuerpo femenino. Dos importantes e influyentes estudiosas del tema son la famosa ginecóloga holística Dra. Northrup, autora del libro “Cuerpo de mujer, sabiduría de mujer” y Miranda Gray, autora de “Luna roja: los dones del ciclo menstrual”.

A nivel físico, la ciencia está descubriendo que los efectos son más y mejores de lo que se creía. Por ejemplo, actúa como un sistema de autolimpieza mensual, protegiendo el aparato genital femenino, reforzando las defensas del organismo gracias a los estrógenos naturales, etc.

A nivel psicológico, la menstruación tiene un importante papel en la forma en que procesamos información, en la creatividad y en la conexión con nuestro inconsciente. Está muy documentada la estrecha relación entre el psiquismo de la mujer y el funcionamiento de los ovarios a través de las hormonas.

LAS FASES MENSTRUALES
Podemos hablar de 2 grandes fases menstruales:

La fase folicular tiene lugar en el momento de la ovulación. Esta representa la creatividad en su estado máximo, una energía extrovertida y social. Las mujeres en esta fase somos fértiles en todos los sentidos y es una muy buena época para iniciar nuevos proyectos. Además, el aumento del nivel de estrógeno que conlleva la ovulación se ha relacionado con un aumento de la actividad del hemisferio cerebral izquierdo (fluidez verbal, pensamiento lógico) y una disminución en el derecho.

En muchas mujeres el deseo sexual está en su apogeo a mitad del ciclo y nuestro cuerpo secreta en el aire hormonas que se asocian al atractivo sexual. Nuestra sociedad de la acción acepta y aplaude esta fase y estas actitudes de la mujer.

Por el contrario no se muestra tan condescendiente ni comprensiva con la fase lútea, desde después de la ovulación hasta el comienzo de la menstruación, que representa un periodo de evaluación y reflexión que invita a reducir el ritmo, descansar y alejarnos de nuestros quehaceres diarios, algo socialmente mal visto.

En esta fase es cuando las mujeres están más sintonizadas con su saber interior, con lo que no funciona en su vida y con la capacidad de transformarlo. Los sueños son más frecuentes y más gráficos durante las fases premenstrual y menstrual porque hay más acceso al inconsciente. Y hay evidencias científicas de que antes de la menstruación se activa más el hemisferio cerebral derecho, el relacionado con la intuición, y disminuye la actividad del izquierdo.

La mente y el cuerpo se ralentizan de algún modo y replegamos la energía hacia dentro por efecto de varias hormonas, sobre todo la progesterona, que prepara el útero por dentro para recibir el óvulo fecundado. Nuestra sociedad juzga malas e improductivas la energía, emociones e introversión premenstruales porque es incoherente con el ritmo frenético imperante (que favorece el no pensar y el vivir sin consciencia, arrastrados por la masa). En cambio, en muchas culturas antiguas se respetaba muchísimo la capacidad para profetizar y comunicarse con los espíritus en esta fase. Por ejemplo en la asamblea lunar de los indios americanos las mujeres que menstruaban se reunían para soñar juntas y salían inspiradas e inspiradoras para los demás.

Este es, a grandes rasgos, el potencial que nos ofrece la menstruación si estamos atentas a escucharla y respetarla, pero realmente podríamos ampliar estas fases a cuatro y concretar más el tipo de energía asociada añadiendo a una vieja compañera del ciclo menstrual: la LUNA.

En la antigüedad los primeros conceptos de medida y tiempo hacen referencia al ciclo lunar y su paralelismo con el menstrual. ‘Menarquia’ proviene del griego y significa ‘primera luna’ y en latín se utiliza la misma palabra (mensis) para los términos ‘mes’ y ‘luna’, y de ahí deriva ‘menstruación’.

Muchas culturas medían el tiempo en noches y meses lunares. Incluso hoy en día la Semana Santa cristiana se celebra tras la primera luna llena después del equinoccio de primavera y otras fiestas islámicas o judías también dependen de la luna llena. Nuestro ciclo biológico y psíquico también va paralelo a las fases de la Luna y este vínculo está documentado científicamente en numerosos estudios. Los índices más elevados de concepción y de ovulación se producen durante la luna llena o el día anterior, y disminuyen durante la luna nueva, que es cuando a muchas mujeres les viene la menstruación.

Por otro lado, la luz también tiene su relación con el ciclo menstrual. Vivir bajo luz artificial gran parte del tiempo puede afectar a la regularidad del ciclo y llevar a sufrir síndrome premenstrual (SPM). En muchas mujeres el SPM empeora en otoño, cuando los días se acortan. De hecho, muchos síntomas del SPM son los mismos que los del trastorno afectivo estacional (TAE) y esta relación entre SPM y TAE es un ejemplo de cómo la sabiduría femenina está conectada también con las estaciones.

Combinando ahora la Luna y las estaciones con las energías del ciclo menstrual anteriormente descritas tenemos 4 ARQUETIPOS FEMENINOS presentes en las leyendas, mitología y cuentos populares: la doncella (luna creciente, primavera, preovulación, dinamismo), la madre (luna llena, verano, ovulación, amor), la hechicera (luna menguante, otoño, premenstruación, creatividad) y la bruja (luna nueva, invierno, menstruación, sabiduría). Miranda Gray y otras autoras detallan en sus libros el significado de estos arquetipos.

CÓMO ALIVIAR LOS TRASTORNOS MENSTRUALES
La información menstrual es reflexiva e intuitiva y nos la transmiten los sueños, las emociones y los anhelos. Cuando bloqueamos continuamente esta información, esta vuelve en forma de síndrome premenstrual (SPM). Que más del 60% de las mujeres sufran SPM es una consecuencia de no respetar nuestro cuerpo y su necesidad de subir y bajar como las mareas. El SPM es el precio de intentar domesticar y esconder nuestras necesidades e ir contra natura.

La medicina actual nos ofrece un arsenal de productos para el SPM: anticonceptivos hormonales, analgésicos, antidepresivos, etc., pero ninguno de ellos nos cura; tan solo reprimen y retienen los trastornos. Ningún fármaco aprovecha el nexo que une a la mujer con su útero a través del subconsciente, y todos tratan la menstruación como una enfermedad del cuerpo separada de la mente.

La dieta actual de alimentos refinados favorece el desequilibrio hormonal a todos los niveles y es el camino para muchos problemas femeninos. La Dra. Northrup recomienda eliminar lácteos, hidratos de carbono refinados, sal, cafeína, alcohol y carne roja, y apostar por los cereales integrales, legumbres, verduras, frutas y ácidos grasos omega 3.

Existe una larga lista de remedios naturales para aliviar los trastornos menstruales; de hecho cada tradición y disciplina terapéutica tiene los suyos. Algunos son: complementos alimenticios (germen de trigo, levadura de cerveza, vitamina B6, magnesio), fitoterapia (infusiones con diversas plantas antiespasmódicas y analgésicas), hidroterapia (baños de asiento calientes y fríos en la zona, baño caliente general con aceites esenciales de efecto calmante), cataplasmas con diferentes ingredientes, calor local, masajes, osteopatía, reflexología, shiatsu, acupuntura, remedios homeopáticos, flores de Bach u otros elixires florales y diferentes posturas de yoga que favorecen la elasticidad del útero.

RECONCILIARSE CON LA MENSTRUACIÓN
A pesar de los remedios apuntados, lo más eficaz a largo plazo es volvernos a reconciliar con la menstruación y respetar sus mensajes. Para ello podemos empezar elaborando un diagrama lunar, que es simplemente un registro diario de nuestro día del ciclo, fase lunar, sueños y estado de ánimo. Cuando lo hayamos hecho varios meses (para poder comparar y observar coincidencias), debemos reflexionar sobre la información que aparece y el tipo de energía asociada a cada momento del ciclo, y después comprometernos a obedecerla y aplicarla.

La mayoría de nosotras debemos empezar de cero con este tratado de paz menstrual, pero las actuales niñas y adolescentes lo tendrán más fácil si las madres/padres conseguimos transmitirles una vivencia positiva de la menstruación.

En el pasado lejano las tradiciones familiares, la explicación sobre la estructura de la sociedad y el papel que debemos desempeñar en ella pasaba de madres a hijos. La madre guiaba la personalidad de sus hijos para ayudarles a desarrollar sus aspectos intelectuales, emocionales, sexuales, creativos y espirituales a través de cuentos, arquetipos y rituales simbólicos. Desafortunadamente, y por diversas circunstancias, hemos delegado este rol en la escuela/sociedad, que ofrece solo una información anatómica y desenfocada de la sexualidad humana y de la menstruación exenta de cualquier tipo de espiritualidad y sacralidad. Las altísimas cifras de embarazos no deseados y abortos en adolescentes es una muestra evidente de que no existe conocimiento profundo sobre nuestros cuerpos, ni concepto de responsabilidad personal y trascendencia de nuestros actos.

Pero las madres y familias todavía podemos adentrar a nuestras hijas en la sabiduría ancestral y en una mayor conciencia sobre sus cuerpos y sus vidas recuperando los ritos de transición de una etapa a otra. Especialmente importante es el paso de la niñez a la pubertad, porque las experiencias de la primera regla quedan grabadas para siempre en la psique e influyen en cómo las jóvenes experimentarán los periodos en el futuro. Ejemplos de ritos serían: un viaje o excursión a un lugar que simbolice el paso de un punto de maduración a otro, un regalo especial de tránsito, algún objeto realizado por la madre, etc.

Las colonas y pioneras norteamericanas tejían una colcha patchwork como un álbum para registrar los acontecimientos familiares: nacimientos, pubertad, bodas, menopausia…, y esta pasaba de generación en generación.

También es verdad que, aunque las familias nos esforcemos en resaltar los aspectos positivos de la menstruación, los referentes femeninos que la sociedad y los medios de comunicación ofrecen a los adolescentes suelen ser pésimos y reflejan solo las expectativas y percepciones de un tipo determinado de hombres. Una de las próximas revoluciones sociales será difundir arquetipos que reconozcan la verdadera naturaleza femenina, que nos guíen hacia nuestra espiritualidad innata y no solamente hacia una fachada hueca de siliconas, dieta, estética y consumo.

DESAFIANDO AL ‘STATU QUO’
El despertar de la verdadera energía de la menstruación no solo afecta a nuestra intimidad personal sino que tiene importantes implicaciones sociales e incluso económicas. ¿Es compatible la vivencia de una menstruación positiva, útil y sagrada con el uso masivo de la píldora anticonceptiva u otros preparados hormonales sintéticos? La respuesta es no, porque estos no respetan nuestra naturaleza cíclica y nos roban la valiosa información de nuestro inconsciente.

La píldora no es ni imprescindible, ni la panacea, ni inofensiva. Hace creer a nuestro cuerpo que existe un embarazo alterando nuestro sensible sistema endocrino y esto tiene numerosos efectos secundarios físicos que afectan al conjunto del organismo; algunos de estos efectos son de gravedad (problemas cardiovasculares, hipertensión, debilidad del sistema inmunitario, depresión, cánceres, etc.). Y por supuesto, a nivel psíquico, estos preparados nos han desvinculado totalmente de la sabiduría femenina al impedir la comunicación interna entre nuestras hormonas, útero y ovarios.

Millones de mujeres están conectadas con la industria farmacéutica y no con el ciclo lunar y ellas mismas. Y pagando dinero y salud por ello. ¿Es eso liberación o una nueva forma de esclavitud? Criticar la píldora no significa ser antifeminista sino anti una concepción incompleta y falsa de las mujeres.

Afortunadamente hay vida más allá de la píldora y existen otros métodos anticonceptivos respetuosos con el ciclo femenino, eficaces y que aumentan el nivel de conocimiento del propio cuerpo. Además, la tecnología también ha llegado a la anticoncepción natural y venden dispositivos con microordenadores que almacenan los datos e indican claramente el estado de fertilidad. ‘Bioself’ (temperatura basal + método Ogino) y ‘Persona’ (análisis de dos hormonas en orina) son dos ejemplos.

Y, por supuesto, no podríamos abordar el tema de la menstruación sin hablar de los tampones convencionales, que la sociedad y la industria nos ofrecen como otra salvación para no ver ni estar en contacto con nuestra impura sangre. De la información que ha circulado los últimos años sobre los peligros de los tampones convencionales, el contenido en amianto se desmintió, pero no la presencia de dioxinas y rayón. Y existen numerosas evidencias de que los problemas relacionados con ellos no son ni anecdóticos, ni de poca gravedad ni inevitables.

Ambas sustancias, además de ser muy contaminantes para el planeta, están relacionadas con diferentes enfermedades como endometriosis, esterilidad, deficiencias en el sistema inmunológico, diversos cánceres y el famoso síndrome del shock tóxico, que sólo en EE UU afectó en los años 80 a más de 60.000 mujeres, de las que 38 murieron.

Es verdad que no existe consenso a nivel científico sobre las dioxinas, que el rastro de ellas en los tampones es poco significativo y que estos no se ingieren, pero ¿quién nos asegura su inocuidad cuando la vagina es la zona más porosa y absorbente del cuerpo y una mujer puede llegar a usar más de 10.000 tampones en su vida fértil? Nadie. No existen estudios a largo plazo sobre este tema.

Como en el caso de la anticoncepción hormonal, también existen alternativas verdes a los tampones comunes, pero apenas se difunden y todavía no son de uso mayoritario. Existen tampones ecológicos (de algodón 100% y no blanqueados), las esponjas marinas (Sea Pearls) y la copa menstrual (Moon Cup o Diva Cup), que es de silicona no alergénica y se adapta de forma perfecta a las paredes vaginales. No contiene sustancias absorbentes ni desodorantes ni blanqueadores y no absorbe las defensas naturales ni deja fibras en la pared vaginal. Es reutilizable, dura años y por tanto representa lo más económico y ecológico de este mercado femenino. Además nos obliga a ver el brillo de nuestra sangre menstrual al vaciarla y lavarla. No la esconde.

Como conclusión final expresar que para que toda revolución triunfe primero ha de ser interna. Ya es hora de continuar con la liberación femenina, enmendar lo que corresponda y recuperar lo perdido. La reconciliación de las mujeres con nuestra verdadera naturaleza es imprescindible en los actuales tiempos de cambio, porque Gaia y las mujeres estamos unidas. La sangre menstrual es el mensajero de los grandes ciclos del Universo y la portadora de información emocional, intelectual y espiritual vital para nosotras y nuestra sociedad. Ha llegado la hora de honrarla y no despreciarla. La Diosa ha regresado…



TRAMPAS MENTALES (Y COMO SUPERARLAS)

30 de Septiembre 2014
Trampamental

Tengo una mala y una buena noticia, como en los chistes. La mala, tu mente te engaña. La realidad la observas con unas gafas que llevan unos determinados filtros. Dichos filtros hacen que ante un mismo acontecimiento (un cambio, una mala noticia o un ruptura), haya personas que lo contemplen como una maravillosa oportunidad y otros, que se ahoguen en un vaso de agua. Los filtros son tan potentes, que actúan como trampas, que nos atrapan y que nos introducen en emociones no siempre agradables. Por eso, dependiendo de tus filtros o de tus trampas, sufrirás o disfrutarás con lo que haces. Ya lo hemos dicho: la mente es capaz de engañarse a sí misma hasta jugando al solitario. Ahora bien, la buena noticia es que eres capaz de cambiar los filtros y contemplar la vida de un modo más amable. La realidad no puedes modificarla (si te han despedido, te han despedido; si te han abandonado, te han abandonado…), pero sí puedes modificar la interpretación de la misma y, con ello, transformar tus emociones (tengo oportunidad de comenzar un proyecto de trabajo que me ilusione o existen nuevas experiencias en el amor que puedo comenzar a vivir…). En definitiva, puedes escaparte de tus propias trampas, aunque no sea fácil, como ya decía el gran Albert Einstein:


¿Qué sabe el pez del agua en el que nada toda la vida?


Es difícil pero no imposible. ¿Cómo puedes hacerlo? Cada vez que te asalte un pensamiento negativo, recapacita en qué trampas estás cayendo. En la medida que conozcas tus trampas mentales, podrás distanciarte de ellas. Es decir, si te viene a la mente: “Siempre me pasa a mí lo peor” en vez de introducir más leña al fuego y enfadarte con lo que te ha sacado de quicio, toma distancia y observa que estás generalizando. “¿Seguro que siempre te pasa lo peor? ¿Nunca te ha ocurrido nada bueno?” Verás que no es cierto. Que hay cosas buenas y otras no tan positivas. Pero la generalización te aleja de la realidad, te impide ver otras cosas más amables y lo que es peor, te puede llevar a emociones incómodas. Pues bien, veamos algunas de las famosas trampas con algún ejemplo y hagamos una tabla de gimnasia mental para alejarnos de ellas, como dice mi socia Marta Romo.

Generalizar (siempre, todo, nunca…)
Aquí se enmarcan las frases de tipo “Nunca me hablas cuando ves la televisión”, “Mi jefe siempre me ignora”, “O todos los italianos comen pasta dos veces al día”… Puede que sea habitual, pero seguro que hay ciertas excepciones.

Etiquetar antes de conocer
“Los españoles son toreros” o “Las rubias son tontas”, además de generalizar se está etiquetando y está claro que es erróneo, aunque por supuesto haya españoles toreros y rubias con poco cociente intelectual.

Catastrofismo
Cuando anticipamos cualquier acontecimiento de un modo negativo. Una frase habitual está relacionada con ¿Y si?... “¿Y si va mal toda la fusión?”, “¿Y si me equivoco?”… Date tiempo para comprobarlo y para equivocarte, pero no te agobies anticipadamente.

Leer el pensamiento de otros
“Seguro que ha pensado que soy un desastre”. Aquí es cuando se hace alarde de vidente o de echador de cartas. Imaginamos que los otros piensan de nosotros cosas peores de lo que realmente ocurre. También puede ser al contrario, si caemos en un cierto narcisismo. En cualquier caso, es presuponer y sufrir si es algo negativo.

Dramatizar
En este apartado se encuentra cualquier exageración del tipo “Todo ha sido horrible” o la queja constante. He visto auténticos profesionales que dramatizan para llamar la atención y lo que consiguen es generar emociones incómodas a su alrededor y a ellos mismos.

La hiperresponsabilidad
Caemos en esta trampa cuando nos sentimos los salvadores del planeta y creemos que nuestro mundo no puede continuar sin nosotros. “Yo soy quien debo hacerlo todo”, “Necesito tenerlo todo absolutamente controlado porque si no, ya se sabe…” El agotamiento que genera para uno mismo esta trampa es considerable.

El mundo del debería
Aquí sustituimos el deseo como una obligación que, además, nos hace sufrir: “Debería continuar esta relación”… en vez de reconocer que “necesito continuar esta relación”. Cuando hablas de lo que realmente necesitas, te sientes más fuerte para asumir tu decisión.

Como verás, hay trampas de todos los colores. En el fondo, una trampa es cuando generalizamos la realidad (“siempre tengo mala suerte”), la distorsionamos con interpretaciones extrañas (“la gente piensa que soy raro”) o porque solo contemplamos una parte de ella (“a nadie le ha gustado la conferencia”). Si eres capaz de observar tu trampa mental y de aterrizarlo, serás capaz de sufrir menos y, por tanto, de ser más feliz. Sin duda, es un buen deporte para practicar.


TE SEGUIRÉ BUSCANDO

30 de Septiembre 2014
Y el corazón, el distraído 
por la ilusión, por la elusión, el verte 
de prisa huyendo, movediza 
como el andamio de oro sustentado 
bajo techos de humo, se abandona 
—pues quién retiene la hermosura— 
el terror sagrado en que alborea.

—Rubén Bonifaz Nuño, Siete de espadas

te-seguire-buscando

Seguiré buscándote en todas las mujeres de cabello negro, largo y rizado. En las jóvenes de fino talle. En las que usan falda amplia y colorida, que caminan distraídamente. Aquí y allá he aislado el carbón de tu ceja, la perfecta hilera de tus dientes. Pocas veces he capturado tus delgadas manos que reían cuando conversábamos. Me he detenido en los aparadores de las zapaterías para mirar las alpargatas de tela y yute que calzabas. En los mercados he acariciado las delgadas telas de tus blusas. Por supuesto, en las multitudes, no dejo de escudriñar un sombrero de fieltro morado, el que destinabas a las jornadas de sol intenso. Con frecuencia evoco tu rostro, oscurecido por el ala del sombrero: el resplandor te daba de frente y tu paso era desgarbado, aunque tu deseo era mantenerte erguida. Me divertía la ocurrencia del sombrero, más propio para un día gris y frío. Parte de tu gracia juvenil eran esos hábitos de niña. Como aquel que tuviste esa mañana que fuiste por mí a la Facultad. Te encontré sentada en las jardineras, mordiendo una paleta de limón. Mis consejos sobre la salud se esfumaron cuando dijiste, displicente: “Se me antojó”. Tu cabello estaba húmedo, como aquella tarde de lluvia que recorrimos el desierto zócalo. Un paseo semejante al de un carrusel: dar vueltas para sentir el ligero vértigo del movimiento sin moverse del eje y provocar un aturdimiento parecido a la embriaguez. Aunado a la perturbadora visión de las gotas de agua suspendidas en las sortijas de tu pelo. La playera adherida a tus menudos pechos. Me preguntabas de mi pasado. No sé cómo llegamos al tema de las investigadoras que trabajaban conmigo en el seminario. Te comenté que fui la última en darme cuenta de que la mayoría era lesbiana.

—¿Y qué pasó con ellas? —preguntaste—. ¿Llegaste a algo?

—¡No! ¿Cómo crees?

—¿Por qué?

—Porque no me gustaban.

—Y yo, ¿sí te gusto?

No me lo había preguntado. Cómo esperar interpelación tan desvergonzada. Tú, la chiquilla linda que había conocido en un concierto de música clásica. Ahora supongo que me estuviste observando, detrás de mí, y sólo te acercaste cuando ya se había apagado la luz, para fingir que no alcanzabas a llegar a tu lugar. Debiste haber notado que estuve vigilante, esperando a alguien que nunca llegó. Al final me comentaste que tu amigo tampoco había venido; por supuesto, me ofrecí a llevarte a tu casa. Te rehusaste porque dijiste que vivías muy cerca y preferías irte caminando.

Te miré. Ya me había detenido en tus ojos y en tus labios, como se mira a cualquiera mientras se conversa. Y, sin embargo, te vislumbré con asombro. Era tan obvia la respuesta, tan rápida y fácil, como si me hubieras preguntando si me agradaba el perfume de las rosas.

—Sí. Tú sí me gustas —contesté con seguridad.

Nos reímos con la coquetería de las mujeres que se miran al espejo y se gustan. Me refiero al sentido del gusto, pero también hablo de la alegría.

—Tú también me gustas. Me pareces una mujer muy guapa. Elegante.

Iba a agradecer el cumplido cuando me sondeaste en un tono de secreta provocación:

—Pero, entonces, ¿te atraen las mujeres? ¿Por qué dices que las investigadoras no te gustaban?

—¡Pues porque son muy feas! —mi respuesta te provocó una sonora carcajada, como si mi sola expresión de alarma y espanto las hubiera descrito puntualmente.

Seguíamos dando vueltas en la plaza del zócalo. Nos quedamos calladas y, de pronto, como si en ese momento lo hubieras razonado, planteaste:

—Bueno, pues ya está: las dos nos gustamos, y si ni tú ni yo hemos andado con una mujer… Te propongo que… —detuviste el paso; rehuiste la mirada; pensé que terminando de decir la frase, te echarías a correr—. Que vivamos la experiencia.

Bendita lluvia que atenuaba la llamarada de mis mejillas. Que daba razón y pretexto al entumecimiento de mis pezones. Así, sin haberlo buscado, estaba en el umbral de besar y abrazar a una mujer: duplicarme.

Empezaba a oscurecer cuando me anunciaste que tenías que tomar el tren, que habías quedado de recoger a una amiga en el andén.

Me fui caminando, tiritando de frío. Mirando al suelo para creer que seguías a mi lado, con tus sandalias rezumantes. Alcé mi rostro al cielo de profundo azul oscuro. El alba de la noche sitiaba a un par de gatas en acecho.

Llegué a casa y no hallé refugio en la lectura ni en el calor del ron. Ni en la armonía de los cuartetos de Brahms. Mis dedos, sin reposo, recorrían el borde del vaso: imaginada boca. Y bebía tu saliva en la acuosa dulzura del ron. En la penumbra del estudio, rodeada del canto de los libros, levanté mi mano y la dejé descansar en la curva de tu cintura. ¿Me dejarías tocarla? Era posible que estuvieras jugando, que me vieras muy vieja, que los quince años que te llevaba te divirtieran profundamente. Qué miedo de hacer el ridículo. Terminé la botella. Desde esa noche supe que amar a otra mujer era más enloquecedor que seducir a un hombre. En la aurora vi el destello de tu húmeda cabellera; las gotas lisonjeaban, como yo, tu nombre: Rocío.

Muy temprano llamaste por teléfono, como lo habías prometido. Tu voz era aterciopelada, como la que suelo destinar a mis amantes, cuando los acaricio con la mirada o las manos. No quise responderte en el mismo tenor. Yo era la mayor, tu mayor. No caería en artilugio tan sencillo. Las trampas yo las pondría: veinte años de aventuras amorosas me lo permitían. Quedamos de vernos por la tarde en un bar del sur de la ciudad.

Ya estabas ahí cuando llegué. Tarde, como siempre. Ahí supe que no bebías ni fumabas. A sugerencia mía pediste una conga. Apenas se retiró el mesero, te asesté una pregunta de grueso calibre:

—Y cuando te bese, ¿no te va a molestar que huela a cigarro? ¿A alcohol?

—No… Ya me han besado.

Y nos reímos. De la estrategia largamente planeada en la interminable madrugada, había dado el primer paso. Declararte mi propósito sin ambages. Así, iniciamos el cortejo, la lenta exhibición de las armas y los mutuos encantos. Me gustaba mirarte en la penumbra de los bares, para encontrar la repentina luminosidad de tus ojos, la desnudez de tus hombros. También hallé fascinante el interminable duelo de miradas. Un hombre no puede desplegar la silenciosa y perspicaz atracción de dos mujeres que se descubren sin perder el control; al contrario, la siguiente mirada será más provocativa y prometedora. Tan penetrante como si estuviera sola ante el espejo, reflejando su propia contemplación. Y si a lo anterior agrego que, con frecuencia, tu rostro quedaba cubierto por el manto de tu cabello… Por segundos sólo podía ver una fracción de la boca o la nariz. Súbitamente, cuando tu mano lo hacía a un lado, se descubría la lozanía de tu rostro… Sin dejar de escucharte ni de observar cómo tomabas los licores que fui sugiriéndote. Creo que nunca bebiste uno igual porque me encantaba que te llevaras a los labios bebidas de espléndidos colores para enriquecer tu paladar y mi imaginación. Tú bebías los brebajes y a mí me hechizaban. Haciendo a un lado las frases elaboradas, una noche dejé escapar un gastado piropo:

—¡Divina! Como para comerte a besos.

A lo largo de dos semanas abordamos la gama de posibilidades a las que nos enfrentaríamos para que el mundo no se diera cuenta de que éramos dos mujeres que buscaban un sitio para amarse. Te decía, por ejemplo:

—Con un hombre es fácil entrar a un hotel, pero ¿con una mujer?

—Pues fingimos que andamos de viaje —a todo tenías una respuesta ágil, sencilla—. Eso sí, no podemos abrazarnos ni besarnos en la calle.

Ninguna de las dos mencionó su propio espacio. No quise llevarte a mi estudio porque no quería que mis pertenencias cobraran vida a partir de tu presencia. Ése era el único sitio de la tierra que era mío; todo había sido elegido por mí, para deleite de mis sentidos. Cuando te fueras, lo intuía, lo aborrecería. Solamente si decidiéramos vivir juntas… Y aquí siempre me detuve. ¿Cómo iba a enfrentar mi vida, al mundo? ¿Yo, la catedrática universitaria viviendo con una mujer? ¿Y la maternidad? ¿Y los hombres? Eran muchas preguntas. Yo pensaba que tú no indagabas nada porque los jóvenes sólo viven el día de hoy. El futuro está muy lejos y sólo es preocupación de las personas mayores.

El torrente de preguntas sepultó las que debí haber hecho. En mi descargo, puedo decir que el alud de conocimientos anuló mi capacidad inquisitiva. Por ti supe, por ejemplo, del apetito que enardece la vagina sin ser tocada. No te lo comenté, no quise engrandecer tu vanidad, pero una de esas noches —para cenar e idear el acercamiento sexual—, cuando me levanté al tocador, mi cuerpo era una brasa. La orina bañó, distendió mis labios adoloridos, entumecidos, palpitantes. Fue entonces cuando me arrepentí de todas las veces que había provocado el apetito de los hombres sin cumplirles; por travesura, porque podía gobernarme, mientras ellos se iban agarrotados y sufrientes. Eso no era nada comparado con las noches en que despertaría por la fuerza del orgasmo después de soñar que volvía a tener tu cuerpo desnudo bajo el mío.

Como ya dije, te busco en todas las mujeres que se parecen a ti. Pero nunca fui al templo donde te adoré. Jamás volví al parque donde nos amamos. Disculpa lo ridículo que puede ser traer a colación el verbo amar, pero no puedo referirme a ese acto de otro modo. Más estúpida es la frase hacer el amor. Pero eso hicimos. Yo lo hice. Y tú eras el amor hecho carne. En todo caso, achácales a los años mi cursilería.

Nos dirigíamos, lo sabes, a la librería más famosa de la ciudad. Veníamos del bar, y yo fumaba. No te extrañó que nos internáramos por el parque porque varias veces me acompañaste a que terminara de consumir el cigarro antes de entrar a los establecimientos. El jardín estaba en penumbras. Noche de primavera, intensa luz oscura. Te tomé de la cintura. Tu intento de soltarte me recordó al animal acuático que, resbaladizo, se aleja de la mano que intentó asirlo. Conseguí atraparte.

—¿No que no se podía? —giré tu cuerpo y tomé tu cintura con ambas manos.

Su brevedad me dio el tono en que debía ejecutar la melodía. Tu cuerpo no podía tocarse de otra manera sino con la suavidad y la cadencia de la flauta dulce. Miré la sorpresa en tus ojos; bajé los míos a tu boca. Nos besamos. Mis labios mordiendo un pétalo. No es afectada la metáfora. Toda la vida acariciando barbas y bigotes y mentón de varones… Y permíteme otra licencia: la claridad de tu mejilla con la flor del naranjo.

¿Cómo te explico que besar a una mujer es ser la otra? Un acto de prodigioso egoísmo. Dos mujeres tocándose son diosas; no por la perfección y la armonía, sino por la súbita omnipotencia que adquieren. Me percaté, en relampagueante sabiduría, de cómo, dónde, cuándo y cuánto acariciar. Mientras te besaba, deslicé mi mano bajo tu blusa. Sabía que no traías sostén; la plástica solidez de tu pecho no lo necesitaba. Mis manos eran el cuenco perfecto para contener esa energía que exige ser bebida, lamida. Recorrí tu espalda sin dejar de atender tus pezones, que salían al encuentro de mi lengua. Mis dientes mordiendo una textura de atenta rugosidad. Tu respiración empezó a perder el ritmo, y eso me fortaleció para halagar el cuello, las orejas. Cada territorio complacido se convertía en delirante despliegue de terciopelos y rasos y sedas. Eso sentía, pero en realidad estaba en la orilla del mar. Mis pies pisaban la arena y mi cuerpo tenía la temperatura del aire caliente, la brisa y el rumor del océano en mis oídos. Tus jadeos casi me obligaron a detenerme para escucharlos con atención. Acostumbrada al vigor, a la pasión masculina, me desconcertó el sonido, las resonancias que dejabas escapar. Te miré y tenías la cabeza echada hacia atrás. Tu cabello: caudal de olas. Te murmuré que subiéramos a la cima de piedra que estaba a un lado de nosotras. Era una pequeña pirámide; las escalinatas estaban construidas en forma de caracol, desgastadas; ascendimos, apoyándonos en piedras salientes y raíces. En la cúspide había un fragmento de césped seco. Ideal para sacrificar doncellas. ¿O quién tuvo la amabilidad de crear una isla que alejara a las parejas de cualquier mirada intrusa?

Por fortuna, traía una gabardina. La tendí y me acosté a tu lado. La falda era camino abierto a tus piernas. Para mi desgracia, estaba menstruando. Traía pantiblusa y pantimedias. Además, pantalón.

—Peor que cinturón de castidad —dijiste, con gracioso mohín, cuando intentaste introducir tu mano.

—Olvídalo —y la retiré.

Hice a un lado tu bikini, ya húmedo. Mis dedos se deslizaron por la viscosidad derramada a lo largo de los labios mayores. Fluyeron libremente por la absoluta depilación: núbil frescura de abril. Esa sola caricia era tan tierna, suave, que habría sollozado, como lloro de emoción ante la belleza. Me contuve porque temí espantarte, que confundieras la razón de mis lágrimas. Además, cómo perder el tiempo hablando, cuando tenía la oportunidad de regresar a la sal y rumor del mar. Para platicar en esos lances, estaban los varones; para atenuar su empeñosa sed de posesión inmediata.

Deslicé mi mano a tus nalgas mientras pensaba si te desabotonaba la blusa o si bastaría con levantarla. La rotunda curva de tu cadera me hizo olvidar mi indecisión. Mi mano diseñaba una sola línea de tu espalda a tu pierna. Nada detenía el trazo firme y decidido con el que te habían dibujado. No recuerdo haberte quitado la blusa. La falda sólo tenía un botón que, soltándolo, la abría. Mis labios recorrieron la orografía de tus pechos. Tocar y besar la turgencia era alcanzar la cima del placer primero: beber de la madre e inundarse de los olores que pacifican el ansia.

Ya sabía que cada vez que se regresa a los labios amados, a respirar su aliento, esa cercanía devuelve el sosiego que la distancia y el tiempo arrebata a los amantes. Conocía, te digo, del poder de esos elíxires, pero nacían del prolongado intercambio de la gracia y los efluvios, si la relación duraba lo suficiente para que surgiera esa adicción a los aromas y sabores del otro. Pero con besar tu boca hubiera bastado para hacerme tu esclava y obligarme a lamer la lluvia del suelo. Debiste prevenirme, detenerme, para que no acariciara los pliegues de tus labios vaginales.

Por ti sé que el Paraíso y Eva y la manzana y la serpiente es la historia de alguien que pretende describir el disfrute de succionar y lamer, olfatear y rozar la vagina de una mujer como tú: frutal, floreciente. Aclaro que el delirio no me nació del entorno de los árboles del parque ni del bálsamo de las gardenias sino del prodigio de tu cuerpo desnudo. Dicen que Adán y Eva, la primera pareja, comieron el fruto prohibido. Pero tu vagina me confirmó que sólo tú lo habías comido: a manzana sabías. A su jugo, a su carnosidad y piel.

Abrí tus piernas y me coloqué en medio. Lamenté que la indecisa luz amarillenta del farol me impidiera ver con claridad la gama de negros y fucsias que pintaban la gruta vaginal. El aroma salino me invitó a besar y lamer la entrada. Te apoyaste sobre las plantas de tus pies y levantaste la cadera para que tu vulva sellara mi boca. Mi lengua es la serpiente del relato bíblico. Enroscada, asomando cautelosamente la cabeza. Se va deslizando, lenta e imperceptible. Mi humedad fundiéndose con la tuya. Los fluidos lubricantes se adelgazan. Lengua que juega a ser lengua de sierpe: la enseña y la retrae y la mueve a los lados, despacio, resbalándose en la paredes y canales que van haciéndose a un lado para dejar abierta la caverna palpitante, que exige fuerza y rapidez y energía de víbora. Sé que estás pidiendo que mi lengua sea fulminante y viperina. Obedezco y mi lengua talla de arriba abajo la entrada, como si pretendiera ahondarla. En pago, recibo una pequeña emisión salina. Siento el primer estremecimiento, sutil. Tus labios se funden en uno solo. Cierras las piernas.

Me acuesto a tu lado y las vuelvo a abrir. Me miras extrañada. Te quiero besar pero me dices que no. Me sorprende tu negativa y me dices un poco apenada que no te gusta tu olor. No es el momento de explicarte las bondades paradisiacas de tus fragancias. “Es muy joven”, pienso. Tengo la impresión de que ya no deseas que siga porque creíste haber terminado, que un ligero espasmo es todo lo que había que alcanzar, al menos en esas circunstancias. Pero yo sabía que la erupción de las aguas profundas estaba por emerger.

La serpiente deja de enseñar la lengua y ahora mis dedos son la culebra misma: extensa y firme y enérgica. Mis dedos cruzan un río de agua mansa, de riachuelo que bordea las cascadas. Víbora que nada en diáfanas aguas. Húmeda, recorre la vereda hinchada de tus labios. Atisba en la cueva que guarda al clítoris. El dedo meñique: la punta de la cola que se inserta en el ano. Los dedos medio, anular y el índice: su grueso, ágil y reptante cuerpo. El pulgar: su cabeza, que talla el clítoris, con la premura con la que hubiera saltado sobre su presa. El reptil clava la punta de su cola, a la vez que su grueso cuerpo penetra una y otra vez la cavidad vaginal. Mientras, el pulgar, cabeza plana y ancha, acaricia el clítoris, con la deliciosa locura de una cobra que busca escapar. Y no puede porque el cuerpo es succionado por esa gruta resbalosa, jugosa y devoradora. La cola está atrapada, apretada en el delicado y jadeante ano. En ese clítoris que se endurece y exige la urgencia de la precipitación. Por eso, la serpiente decide concentrar su energía en el cuerpo; los tres dedos giran en el interior para que el ano sea abandonado a la par que el clítoris. Me muerdes los labios, tú, que no querías olerte. Debo haberte mordido también. Duelo de víboras. Un tenue olor a hierba mojada emana de tus axilas. Tu pecho se cubre de una pátina de sudor. Por supuesto, nunca cesa el rumor del mar embravecido. Furioso. Tu orgasmo llega en torrentes de varias precipitaciones. Cascada que va naciendo de abajo hacia arriba. El agua de tu eyaculación la extiendo por tus nalgas y cintura. Me recuesto y te abrazo.

Mi gabardina está mojada. Tu cara está cubierta por el cabello. Lo hago a un lado y beso tu frente húmeda, caliente. Miro tus mejillas arreboladas y el guinda de tus labios. Eres una niña que ha corrido demasiado y, sudorosa, viene a refugiarse a mi pecho. Por eso te abracé con infinita dulzura. Abriste los ojos. Te sonreí. Me miraste extrañada. Desviaste la mirada. Casi pude jurar que no esperabas verme. O no te gustó mi rostro transformado por la pasión.

—Perdón —murmuraste. Pensé que te apenaba la mancha de la gabardina. Pero el sexto sentido me hizo preguntar, con el temor de la piedra al vacío:

—¿De qué?

Te quedaste callada.

—Perdóname —y tu voz se quebró en un sollozo.

Te empezaste a vestir. Tuve el impulso de besarte, ayudarte.

—No entiendo. ¿Qué pasó?

Te levantaste. Con la mirada te pregunté qué había hecho mal. En silencio y con los ojos, me respondiste que nada. Y empezaste a descender.

—Mañana te hablo —dijiste.

Te dejé ir: muchas veces me alejé porque sí de los hombres que acababan de amarme. O porque un tumulto de razones me obligaban a alejarme de ellos.

Pero ya no llamaste ni esa mañana ni nunca más. Fue entonces cuando me di cuenta de que no sabía nada de ti, de que carecía de tu dirección, del número de teléfono. Esos son los datos primeros que anoto de un hombre que me interesa. No pensé que te fueras así, que tú sola te expulsaras. Y yo, que había comido del árbol del conocimiento, me quedaba sola y exiliada.

Meses después, estando en mi cubículo, escuchando la cháchara de las compañeras del departamento que platicaban en el pasillo mientras tomaban el café, como todas las mañanas, supe que vivías con una mujer y que desde hacía dos años tenían una relación de pareja. Y habían salido del país a estudiar un posgrado. Te mentiría si dijera que no quise saber más. En realidad dejé de escuchar. Así me sucede cuando el pasado ensordece la novedad del presente.

Te escribo esta carta como una más de las tantas que te he escrito a lo largo de diez años, la cual también destruiré. Yo no sé para qué redactar una historia que nadie leerá, pero será la última vez, lo juro, que rememore nuestra historia. La siguiente epístola estará armada de retazos biliosos. Por ahora, no quiero pensar en términos de dolor ni de las historias manidas de las que hablamos cuando nos mienten y abandonan.

El tiempo pasó y, sin darme cuenta, empecé a buscarte en todas las mujeres… Hoy, en la terraza del museo, pletórica de invitados extranjeros, una carcajada se impuso por encima de las demás. Tu risa diáfana que me llevaba a evocar el agua que despide la bruñida jarra de plata. Me acerqué, con el alma desbocada, a todos los grupos. No estabas. Y luego escuché un acento. Me acerqué a la salida, de allá venía la voz, pero no te vi. Me llamaste por mi nombre. Miré al fondo del balcón. En un segundo supe que la mujer, a dos pasos, de pelo rizado y entrecano eras tú. Pero con cuarenta kilos de más. Mi niña deformada. Su cintura, un tonel. Levanté la mano, como si me despidiera de alguien que estaba detrás de ti. Bajé la escalinata corriendo. Sabía que aunque salieras detrás de mí, no me alcanzarías. Llovía. Noche desalbada…


Josefina Estrada (ciudad de México, 1957) es narradora, periodista, profesora y editora. Ha publicado: Desde que Dios amanece, Virgen de medianoche, Joaquín Pardavé. El hombre del espectáculo y Ricardo Garibay. Antología, entre otros títulos.



"LA EDAD NO ME ESPANTA": MONICA BELLUCI

30 de Septiembre 2014
La actriz italiana Monica Bellucci dijo no temer al paso del tiempo ni a las arrugas, al cumplir hoy 50 años de edad.

 Foto: Wikipedia

“La edad no me espanta. Estoy viva, con buena salud, tengo dos hijas que adoro, por lo que diría que el balance es más que positivo”, declaró la actriz en una entrevista publicada por los medios italianos. 

Nacida en Cittá del Castello, en la central región de Umbria, el 30 de septiembre de 1964, Bellucci dijo estar trabajando para el cineasta serbio Emir Kusturica, que la dirige en la cinta “Sobre la vía láctea”, aunque confirmó que dentro de pocos días cambiará de set e irá a Canadá a rodar “Ville-Marie”, de Guy Edon. 

“La próxima entrevista sobre los años la daré cuando esté por cumplir 100”, ironizó. 

Con un pasado de modelo y musa preferida de Dolce & Gabbana, Bellucci debutó como actriz en la cinta para la televisión “Vita coi figli”, dirigida por Dino Risi, para después pasar a “La Riffa”, de Francesco Laudadio y a otras películas de Carlo Vanzina. 

La fama internacional le llegó, sin embargo, con “Malena”, de Giuseppe Tornatore, aunque fue en el set del “Appartamento” donde conoció en 1996 al actor francés Vincent Cassel, padre de sus hijas Deva y Leonie y del que se separó en 2013. 

Al preguntarle sobre su relación con su belleza, Bellucci reconoció que al inicio le servía como protección. “Es un instrumento de trabajo, obviamente, pero si se convierte en un fin en sí misma se vuelve un hándicap. El aspecto seductor puede convertirse en una máscara que impide a los demás conocer tu alma y ello no está bien para una mujer y mucho menos para una actriz”, señaló. 

Recordó que su abuela le decía que “para ser bella afuera hay que ser bella dentro” y aseguró que con el paso de los años ha ganado serenidad, además de que ahora se siente más contenta ahora que cuando tenía 30 años. 

“Tengo mucha energía, ganas de experimentar, de mejorar, luego de casi 25 años sigo amando este oficio que me impulsa a la busqueda personal”, declaró. 

Aunque reside casi todo el año en París, la actriz dijo estar lista para retornar a trabajar a Italia cada vez que se lo pidan, como ocurrió con la cinta “Le Maraviglie”, de Alice Rohrwacher, premiada en Cannes. 

Bellucci desmintió tener cuentas en Facebook o Twitter. “Los perfiles con mi nombre son falsos, Internet es un mundo aparte en el que se disecciona a las personas, me recuerda la peluquería de Cittá del Castello, donde se chismeaba de todo y de todos”, concluyó.

lunes, 29 de septiembre de 2014

EL NACIMIENTO DE BELLAS ARTES

29 de Septiembre 2014
Pensado como un monumento al centenario de la Independencia, el Palacio de Bellas Artes sorteó algunas complicaciones antes de convertirse en 1934 en el majestuoso espacio del corazón de México.


El Palacio de Bellas Artes cumple 80 años desde que fue inaugurado en 1934, pero su historia comenzó en 1904 como monumento al centenario de Independencia.


El proyecto fue ideado por el arquitecto italiano Adamo Boari, quien buscaba crear un espacio con arquitectura europea por encargo del presidente Porfirio Díaz.


La estimación de Boari era que sería construido en cuatro años a un costo de cuatro millones de monedas de plata.


Tras casi 20 años de suspensión de la obra por los problemas sociales de México, el arquitecto mexicano Fedrico Mariscal retomó el proyecto. 


El mármol blanco en los muros exteriores del Palacio de Bellas Artes es mexicano, de canteras del estado de Guerrero.


Artistas italianos, de Francia y España trabajaron en las esculturas que adornan el centro del Palacio.


Las esculturas del exterior están hechas con mármol que fue traído desde Italia para engalanar el proyecto. 


En el interior del Palacio, Mariscal sustituyó el estilo 'art nouveau' por el 'art decó', además de que agregó elementos nacionalistas de la época.


Finalmente el Palacio de Bellas Artes fue concluido en marzo de 1934, meses antes de su inauguración oficial el 29 de septiembre de ese año.


En la actualidad, el Palacio de Bellas Artes es una de las obras arquitectónicas más importantes de la Ciudad de México.


La Cortina de Cristal es la original fabricada en 1910 en Nueva York, considerada una pieza única en el mundo.


Luego de la inauguración, grandes muralistas como Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y Rufino Tamayo embellecieron las paredes del palacio. 


El acceso al Palacio es gratuito, y un día a la semana el público puede visitar libremente las exposiciones temporales.


CONSEJOS PARA REDUCIR TU HUELLA ECOLÓGICA

29 de Septiembre 2014
Mantener respeto al medio ambiente es fundamental para el futuro del planeta. La huella ecológica es la presión que cada uno de nosotros ejercemos en nuestro entorno.


Si quieres reducir aún más tu huella ecológica, te proponemos unos sencillos consejos que te ayudarán en esta tarea:

• Compra con moderación. Cuanto menos compres, menos residuos generarás, ahorrarás más dinero y tendrás menos dependencias materiales. 

• Utiliza electrodomésticos y bombillas de bajo consumo. Opta, si puedes, por viviendas bioclimáticas y aísla bien tu hogar. 

• Reduce el consumo de agua. Enciende tu lavadora cuando esté llena y utiliza programas de baja temperatura (se gasta un 90 por ciento más de energía lavando en agua caliente). Arregla las fugas (un grifo que gotea pierde 30 litros diarios). 

• No utilices el desagüe como papelera, ni derrames productos contaminantes o aceite usado. 

• Evita los productos con demasiado embalaje, sobre todo los de unicel. Antes de reciclar, recuerda los pasos previos de reducir y si es posible reutilizar.

• Recicla el papel y cómpralo reciclado 100% y libre de cloro. Reducirás sustancialmente el consumo de agua, petróleo, las emisiones de CO2 y evitarás la tala de muchos árboles.

• No tires a la basura productos peligrosos o tóxicos; llévalos a un punto limpio para su tratamiento correcto. 

• Compra productos locales y lleva tu propia bolsa a la compra. 

• Camina en la medida de tus posibilidades o utiliza la bicicleta y el transporte público en lugar del coche. Si no puedes prescindir del vehículo privado procura compartirlo y mantenerlo en buen estado para que consuma y contamine menos. 

• Evita los productos de un sólo uso (papel de cocina, servilletas, pañuelos de papel, cubiertos de plástico, máquinas desechables de afeitar…)




58 DESAPARECIDOS EN AYOTZINAPA

29 de Septiembre 2014

Todo lo que pasa en Ayotzinapa (en las cercanías de Iguala) es algo intolerable para la ciudadanía mexicana. Las autoridades locales dicen que no saben nada, al parecer fueron elementos de seguridad los que dispararon a civiles, no se sabe el paradero de los jóvenes desaparecidos… ¿qué está sucediendo con el caso Ayotzinapa?

Iguala le duele a México, a dos días de la desapariciones de los estudiantes y el asesinato de civiles, no hay grandes avances.

De los 17 lesionados de los 3 ataques en la comunidad, 9 fueron ya dados de alta y 8 continúan recuperándose.

Los más graves son el joven normalista, Aldo Gutiérrez Solano, quien está en coma, y Edgar Andrés Vargas, a quien le practicaron estudios y será trasladado a la Ciudad de México, pues necesita cirugía plástica ya que su cara quedó desfigurada casi a la mitad, al parecer, el gobierno del estado lo ayudará en esa operación.

Ayer se informó que fueron identificados dos normalistas que fueron encontrados asesinados. Uno era Daniel Solis, originario de Zihuatanejo; el otro era Julio César Mondragón, a quien le decían “el Chilango” por ser del D.F., a él lo encontraron desollado y con los ojos extraídos.


Recordemos que los jóvenes habían «tomado» dos autobuses (aunque versiones indican que estaban «boteando»). Además, otro autobús sufrió disparos, este vehículo transportaba jugadores de la tercera división profesional (se cree que fue confundido con un autobús de los estudiantes).

El Gobierno de Guerrero informó que policías y militares emprendieron la búsqueda de los 58 estudiantes normalistas de Ayotzinapa reportados como desaparecidos tras el ataque por parte de policías municipales el viernes en Iguala, en el que hubo 6 muertos y 17 heridos.

Según las autoridades, ya iniciaron una averiguación previa. Al parecer, 280 policías rindieron declaración sobre la balacera, 258 de ellos quedaron en libertad. La Procuraduría de Justicia de Guerrero señaló a 22 policías municipales de Iguala como los presuntos responsables de los ataques.

En las acciones participan estudiantes de la Normal Rural. Por otro lado, el domingo padres de familia y estudiantes emprendieron por su cuenta la búsqueda de los desaparecidos.
El alcalde de Iguala no sabe nada

En #AsíLasCosas entrevistaron al presidente municipal de Iguala, José Luis Abarca:

«Antes que nada quiero decir que estábamos en la plaza de las 3 garantías en el informe de actividades de la presidenta del DIF»

En ese momento:

«Me dice mi secretario de seguridad pública municipal me dijo que había estudiantes haciendo disturbios, que se habían apoderado de unos autobuses. Mi indicación fue que no cayeran en ninguna provocación»

El alcalde dice que donde él estaba (el centro de la ciudad), no se enteró de nada:

«Lo que yo vi es que ellos venían corriendo encapuchados. Me informaron que andaban golpeando y quitando las bolsas a las señoras… haciendo disturbios»

Según el alcalde, los estudiantes eran unos «rebeldes»:

«Ellos son muchachos rebeldes que les gusta provocar. Nosotros los conocemos, lo han hecho en varias partes del estado»

Aún así, dice que él no sabe nada de disparos, ni de desapariciones…nada de nada:

«Hasta donde yo tengo conocimiento a la mejor hubo por ahí algunos disparos. No se sabe si fueron ellos o alguien más al aire»

«Ignoró lo de los desaparecidos, no me han dado una ficha informativa oficial»

El alcalde insistió en su ignorancia sobre los hechos:

«Fue en diferentes partes de la ciudad. Yo solo sé del centro de la ciudad. Mis informes no me han dicho nada, yo no sé absolutamente nada»

«Ya hay policías detenidos. Estoy en comunicación con las autoridades estatales, pero no me han dado un informe de nada»

Es más, cuando le dijeron que los padres de la familia esperan una respuesta de lo ocurrido por parte de las autoridades, él se sumó (¿?):

«Yo también estoy esperando lo mismo (una respuesta de las autoridades)… Y que se castigue con todo el peso de la ley a los responsables»

«Yo creo que en el transcurso del día saldrá algo, en cuanto lo tenga, se los reporto»


Los padres familia están desesperados

Por otro lado, en el programa también habló un padre de familia de uno de los jovencitos desaparecidos, se trata del señor Epifanio Álvarez, padre de Jorge Álvarez, estudiante de 19 años que desapareció en los enfrentamientos:

«Yo soy campesino… pues desgraciadamente no llegó mi hijo aquí. Le tocó esta salida, el enfrentamiento»

Nadie en la comunidad sabe dónde están sus hijos:

«No se sabe nada de ellos. Según sus compañeros que se regresaron, que se escaparon pues (de los levantones)… (Ellos) decían que la policía los había arrestado a ellos. (Pero) no encontramos nada»

Es decir, ellos saben que los estudiantes desaparecidos fueron subidos a patrullas, eso dijeron los estudiantes. Las patrullas fueron identificadas por ellos como de Iguala, Guerrero, pero el señor fue a preguntar a la policía de ahí por su hijo y le dijeron que no sabían nada.

Sobre lo último que supo de su hijo, él dice que no sabe nada, pues el joven sale temprano en de su casa y no podía convivir con su familia hasta que regresaba a ella:

«Cuando él sale a la escuela, no tiene ni tiempo ni de saludar, después él llega a la casa y ya tienen tiempo de saludar»

«Yo soy de la Palma, Guerrero, tuve que mandar a mi hijo para allá (para que pudiera estudiar)»

Él ahora está muy arrepentido de mandar a su hijo a estudiar, pues, de haberse quedado en casa, por lo menos sabría dónde está:

«(De haber sabido que lo desaparecerían) Prefiero que no estudie»

Su familia hace el esfuerzo de mandarlo a la escuela, pues son campesinos y quieren que a sus hijos les vaya mejor. Pero ahora sólo no saben qué pasó con él:

«Yo estaría más feliz con mi hijo en mi casa. Sin está preocupación. Es como estar muerto en vida, es una situación horrible que uno no puede resolver»

«Nosotros quisiéramos que mandaran a la armada para que nos apoyaran. No sabemos dónde los tienen, queremos que los encuentren antes de que sea demasiado tarde… ¿comerán? ¿dónde estarán?»

Las autoridades les dijeron que fueran a investigar a Acapulco:

«(Dijeron) que vayamos a Acapulco a preguntar, pero no podemos ir, es muy peligroso. No podemos arriesgarnos a estar yendo para allá»

Por otro lado, las autoridades escolares tampoco han dicho nada:

«Desgraciadamente, de aquí de la escuela no ha habido reporte»

La situación ha resultado en una tortura psicológica para los familiares:

«Estamos muy desesperados, señor, de verdad. Que el gobernador nos ayude, todos tenemos hijos, yo no le deseo a nadie que le pase lo que me pasó a mi. ¿Estará vivo?, ¿ya lo matarían? Nosotros pensamos muchas cosas, estamos muy preocupados…mi mujer no ha comido en dos días»

Él no creen que los jóvenes se hayan perdido o estén escondidos. Él cree que son mantenidos contra su voluntad:

«Si no los hubieran agarrado, alguno de esos 60 alumnos ya hubiera regresado aquí»

Así que tenemos a padres de familia desesperados, a civiles asesinados, a un alcalde que no sabe nada y a casi 60 jóvenes estudiantes desaparecidos… Esto no se debería tolerar.