jueves, 30 de septiembre de 2010

DE LABERINTO 381, un tentenpié, mientras compras -Y LEES- la edición impresa el sábado 2 de octubre



EDICIÓN 381 (del sábado 2 de octubre)

A salto de línea

El cine, la grilla y el Oscar

Braulio Peralta

braulioperalta@yahoo.com.mx

Sin bien a la mayoría le parece una buena película porque refleja la realidad de México, difiero de la opinión porque El infierno, de Luis Estrada, está más cerca del realismo socialista, y muy lejos del neorrealismo italiano de De Sica. No es difícil decir esto si coincidimos que la realidad rebasa a la realidad ¡hasta que se convierte en película! ¿Y el arte, dónde queda?

Lo de Estrada es una fórmula que ha salido bien sobre todo en La ley de Herodes, y que descaradamente continúa como “cine de denuncia” sin pistas para entender el enredijo en el que está el país con el narco y el ejército en la calle. Nada se explica. El infierno es un sketch de estereotipos facilones. Una farsa divertida y trágica, sí, pero no la toma de conciencia del realismo crítico que exige Lukács. No. Logra el efecto contrario: eso somos. Así estamos. Jodidos pero contentos. Populismo cinematográfico, pues (no en balde el PRD lo toma como bandera de “conciencia”).

La gente sale creyendo entender la realidad del narco, como si bastara un guión eficaz y facilón: pueblo chico, infierno grande. Es una pena porque la película de Estrada estuvo cerca de despertarnos del marasmo. Lo perdió su estilo chocarrero. Pero ya ven: va a España a intentar ganar el Goya, en 2011. Qué bueno que no competirá con Gomorra, de Saviano.

Hidalgo hasta la médula

Al revés: a varios críticos de cine no les gustó Hidalgo, de Antonio Serrano, quizá porque los personajes hablan castellano, no inglés o francés. Quizá porque necesitaban a Depardieu o Hopkins interpretando al padre de la patria y no al extraordinario actor que es Demián Bichir, creíble hasta la médula. Si la hubieran elegido para representarnos para los Oscar, Bichir hubiera regresado con el galardón. Pero ni siquiera estuvo en la lista de la Academia de Ciencias Cinematográficas.

Lejos del acartonamiento, Serrano apostó por la libertad de la vida privada del sacerdote excomulgado por la Iglesia católica por su lucha independentista y pensamiento afrancesado. De Hidalgo sabemos muchas cosas, pero poco de lo que la película nos cuenta, lo que tiene un valor digno de elogiarse. Tartufo, de Moliére, prohibido en la época es el ejemplo ideal para contarnos las atrocidades de la Inquisición y el pretexto para que el curita enamore a Josefa Quintana.

Antonio Serrano conoce el lenguaje del cine y uno se asombra del paisaje y la historia del movimiento insurgente sin lecciones aburridas, impartidas en las escuelas primarias. No es poco. Serrano puede estar contento: se superó a sí mismo desde Sexo, pudor y lágrimas.

Creo honestamente que Hidalgo era la única con virtudes para convencer a los gringos para pegar en el mercado internacional cinematográfico. Así es la vida.

Y el Oscar es para…

En cambio la grilla de Alejandro González Iñárritu ganó con su película Biutiful, seleccionada para competir por los Oscar en Hollywood en 2011. Escribió cartas a medio mundo para llevar a los miembros de la Academia a votar para que su filme represente a México. Lo logró. Le ganó la grilla incluso a su amigo Diego Luna con su largometraje, Abel, aun cuando la secretaria técnica de la Academia, Silvia Gil, hizo lo imposible para que Luna ganara, utilizando la base de datos de la institución para enviar sus cartas de apoyo. Ni así.

Coda

Sí, ya sé que no soy crítico de cine. Pero nunca me atrevería a decir que Biutiful está “destinada a ser considerada entre las joyas de la cinematografía mundial”. ¿Será?




Corriente secreta

De segunda fila

Héctor de Mauleón

demauleon@gmail.com

Si uno busca en internet a Juan Sánchez Azcona, lo primero que aparece —casi lo primero que aparece— es un mapa de la Guía Roji que señala alguna calle de la colonia del Valle. En 1930, Juan Sánchez Azcona lamentó en un artículo periodístico el olvido en que había caído el revolucionario zacatecano Luis Moya, a quien las nuevas generaciones asociaban sólo con el nombre de una calle metropolitana de gran tránsito. Escribió: “El tiempo y la incuria convierten los merecimientos reales en el simple nombre de una calle”. Sánchez Azcona murió en 1938, un día después de entregar en El Universal su último artículo, y le ocurrió exactamente lo que había lamentado.

Pasados los fastos del Bicentenario de la Independencia, llenos de Hidalgos, Allendes, Aldamas y Morelos, vendrán los fastos del Centenario de la Revolución, atiborrados de Villas, Zapatas, Obregones y Maderos. Vendrá la disputa de los partidos políticos por la propiedad de los héroes patrios, y de nueva cuenta se echará por la borda la oportunidad de recontar y repensar, en esta fecha emblemática, la historia de México. Un síntoma de esa tendencia que todo lo reduce a discursos y juegos pirotécnicos, es el silencio que cae sobre los olvidados eternos: los reflectores seguirán llenando de esplendor a las grandes figuras y dejarán a cargo de la comisión que organice los festejos de la Revolución el siglo siguiente, a los grandes personajes que han ocupado desde siempre un sitio modesto en la segunda fila. ¿Han hecho los políticos, los funcionarios culturales, los encargados de los festejos alguna mención a Juan Sánchez Azcona, Enrique Bordes Mangel o Alfredo Robles Domínguez, por citar sólo a algunos? No. En la alcantarilla en la que el país se halla sumergido, la historia es un baile de máscaras cuyo fin es recaudar fondos para la elección siguiente.

En 1907, Sánchez Azcona fue el primer periodista que denunció la matanza de obreros en Río Blanco. En 1908 fundó el más solicitado de los periódicos democráticos, México Nuevo, lo que le valió la persecución del régimen porfirista (oficinas y prensas incautadas). Poco después dirigió la convención que lanzó a Madero como candidato a la presidencia, y en junio de 1910 tuvo que huir del país disfrazado de cura. Se reunió en San Antonio con Madero, y con un viejo compañero de andanzas, Ernesto Bordes Mangel, con quienes redactó el llamamiento a las armas conocido como Plan de San Luis.

Bordes Mangel era un defensor furibundo del movimiento obrero. Había fundado el Partido Nacionalista Democrático. Fue el primer convencido de la necesidad de armar un movimiento de violencia. “Más que en la renovación política soñaba en la renovación social”. Madero lo comisionó para traer a México los primeros ejemplares del Plan de San Luis: los repartió mientras la policía del régimen le pisaba los talones. Años más tarde Victoriano Huerta consideró su muerte como asunto de seguridad nacional y lanzó tras él a su tristemente célebre banda de asesinos (aunque Bordes Mangel salió con vida, murió, solo y perseguido, a los 49 años).

Alfredo Robles Domínguez, por su parte, figuraba entre los propagandistas del antirreleccionismo que planearon con Madero la revolución de 1910. Después de pasar un tiempo en Lecumberri se reunió con el caudillo en Ciudad Juárez y sumó al movimiento armado la adhesión de los revolucionarios del sur. Cuando Porfirio Díaz renunció a la presidencia, llegó a la capital con plenos poderes para hacerse cargo del gobierno: fue el encargado de organizar la apoteósica entrada de Madero a la ciudad de México.

Hoy, en el año del Centenario, la incuria convierte los merecimientos en simples nombres de calles. La de Bordes Mangel está en Iztacalco. A Robles Domínguez se le encuentra sólo en Vallejo.



Hombre de celuloide
El mensajero exterminador
Fernando Zamora
Twitter: @fernandovzamora



Ángel viene del griego “mensajero” y, aunque solemos identificar a los ángeles con las buenas nuevas, películas como El mensajero recuerdan que los ángeles son, también, destructores. Traen y llevan, entre la tierra y el cielo malas noticias. Ya lo sabía Lord Byron: que crear es una forma de destruir. Y que el más creativo de los ángeles es un exterminador.

El sargento Will Montgomery es un héroe de guerra que ha recibido, como culminación de su carrera militar, cierta misión que pareciera simple; incluso, luego de lo vivido en la Segunda Guerra del Golfo, pareciera anti-climática: El sargento ha de ir, de casa en casa, anunciando a los familiares de quienes han muerto en batalla, los detalles de su deceso. Vestido impecable, Montgomery toca a la puerta y destruye: anuncia el mensaje del exterminio.

Como suele suceder en toda película de “misión militar”, el sargento aprende los detalles de su trabajo con un jefe que tiene dos dosis de macho maldiciente y otra de soldado sensible que en el mundo civil no encuentra su lugar. Si Will ha vuelto apenas del Medio Oriente, Stone, su jefe, es veterano de la guerra de Vietnam. La suya no ha sido una guerra de regreso heroico y, amargado, el capitán ha visto de todo en este trabajo de ir anunciando la muerte. Woody Harrelson interpreta tan bien a este personaje oscuro y un poco loco que no es exagerado decir que es lo mejor de la película. Lleno de tics, el capitán Stone enseña al sargento que no debe conmoverse, que debe llegar antes que el periódico, antes de que el padre o la madre, la esposa o la novia del soldado muerto enciendan la televisión. Le enseña que no debe enojarse por más que haya familiares que, dolidos hasta el tuétano, vayan a gritarles. Ellos son sólo mensajeros, no el mensaje.

Montgomery, sin embargo (tal vez porque es más joven) suspira aún con la posibilidad de reconstruir una relación que le acabó la guerra. Inocente o iluso, Montgomery rompe los protocolos, los rituales perfectamente planeados y, en el colmo de las transgresiones, se enamora de una mujer que acaba de perder a su marido.

Lo interesante de esta película es que uno no pierde nunca el interés, que la narrativa no cae en complacencias inútiles y que Montgomery no se convierte en Tony. Al contrario, van creando juntos una amistad, casi sin querer, llevando de casa en casa la destrucción. Porque los protagonistas construyen en la medida en que van destruyendo y es ésta la metáfora que vale la pena pensar en un filme de sabor tan patriotero: que para construir un amor hay que destruir al que lo precede y que el amor destruye. El amor como ágape: dos hombres se hacen amigos, comparten lo que les duele y borrachos consiguen un pleito. El amor como filia: Montgomery enternecido, regala al hijo del soldado muerto, una bandera que el niño no sabe bien qué le produce y, claro, el erotismo. Esa necesidad imperiosa de la carne, del beso. Y es que el amor es el mensajero que crea. Justamente porque es un ángel exterminador.

El mensajero (The messenger). Dirección: Oren Moverman. Guión: Alessandro Camon, Oren Moverman. Fotografía: Bobby Bukowski. Música: Nathan Larson. Con: Ben Foster, Jena Malone, Eamonn Walker, Woody Harrelson y Samantha Morton. Estados Unidos, 2009


Dime qué pseudónimo usas

Heriberto Yépez

Archivo hache

En los premios literarios, el concursante debe ocultar su nombre.

En México hay dos tipos primordiales de pseudónimo literario: el jocoso y el heterodoxo.

Para ejemplo, la lista de pseudónimos del II Premio Internacional Letras del Bicentenario: Zapatitos Rojos; Jarín Fonz; Alicia Adora; Esa vez Bonifacio; Eleya de Llerena; Doña Pepa, la costilla de Hidalgo; El gancho rubio; El otro Wakefield; Su perrillo; Polifemo y El Charro Beltrán.

El monto de estos premios fue 25 mil dólares para primeros lugares; 15 mil para segundos y 5 mil para terceros. Con todo y dineral, los ganadores preferirían que su pseudónimo fuese ocultado. Todo pseudónimo es indigno.

Empero, prensa e institutos, o creen que el pseudónimo es una información relevantísima y por eso la publican, o la difunden para humillar a los literatos: que el mundo conozca tu pseudónimo literatoso es peor que ser desenmascarado en la Arena México.

Todo escritor sabe que el pseudónimo es ridículo. Muchas veces para ofuscar ese ridículo, paradójicamente, recurre al paroxismo. Por eso los pseudónimos chistosones.

En mi caso he firmado como “El Pato Lógico” que, concluí, tras años de abisal meditación, ¡era pseudónimo perfecto! Asegura que mantengas tu anonimato, jamás ganando.

Un mal pseudónimo puede arruinar tu carrera literaria. Si has concursado y dedicado horas a pensar qué pseudónimo usar, no eres paranoico. Título, índice y pseudónimo son los tres criterios reales de los jurados.

La otra tendencia dominante —poner un nombre algo raro, foráneo, irreal, digamos, Katrina Petrovskova— se debe a que la pseudonimia causa regresión psicológica, devuelve a la infancia, casi a los cuentos de hadas.

No sólo debido a que inventar nombres es un juego infantil muy común sino porque despierta la ilusión de ganar. Concursar infantiliza.

Una ceremonia de premiación literaria es como una asamblea escolar, donde, para colmo, anuncian tu bochornoso pseudónimo por un micrófono.

El pretexto burocrático del pseudónimo es proteger la identidad del concursante (evitar prejuicios en los jurados); la razón verdadera, aniñar escritores.

¿Qué es un pseudónimo literario? Un contrato involuntario entre la sociedad y el escritor, a través del cual los escritores revelan su alter ego.

Ya dicho esto, las dos tendencias de la pseudonimia literaria quedan explicadas: la personalidad secreta de los escritores mexicanos corresponde a la de bufones o soñadores.

En el futuro, algún ducho hermeneuta descifrará el significado cabal de los pseudónimos (que almacenan información acerca de la imagen interna y el lugar que ocupan los intelectuales en las sociedades).

Pero, por supuesto, esta investigación indispensable no es un vericueto que pueda acometer alguien que hasta hace unos minutos se apodaba El Pato Lógico.

ANA CLAVEL en la edición 381 de LABERINTO de MILENIO

Esta escena NO sucedió en BERLÍN

Sin embargo aquí aparece Ana
"rodeada de literatura" latinoamericana.
Entre ellas, Margo Glantz, Premiop FIL GDL


¿Puede hablarse de que los escritores en lengua hispana están fuera del interés internacional? Invitada al 10° Festival de Berlín, que culminó en días pasados con la participación de Juan Goytisolo, Alberto Manguel y Élmer Mendoza, la escritora mexicana abrió esta discusión entre editores y escritores:
(Lista de participantes: http://bit.ly/azI1VZ )


La nueva literatura latinoamericana,
¿fuera de moda?

Ana Clavel
Ensayo
Para Rafael Pérez Gay

Berlín se iluminó de letras. Si durante el régimen nazi se prendían hogueras de libros en sus plazas, ahora fueron los libros los que incendiaron las miradas y el interés de niños, jóvenes y adultos durante la celebración del 10° Festival de Literatura de Berlín. Realizado del 15 al 25 de septiembre, el encuentro contó con la presencia de más de 270 autores de las más variadas nacionalidades, pero sobre todo de países de Europa del Este. No en balde el tema central del encuentro fue precisamente “La cultura y las políticas en Europa del Este: entre las sociedades abiertas y el nacionalismo, entre la tristeza y una nueva alegría de vivir”. Así pues, no es de extrañarse que la plana mayor estuviera encabezada por Vladimir Sorokin (Rusia), Yuri Andruyovich (Ucrania), Wladimir Kaminer (Rusia-Alemania), Ilya Trojanov (Bulgaria-Alemania) y Herta Muller (Rumania-Alemania).
Más de 30 mil asistentes, 232 actividades, un premio de 30 mil euros para el escritor alemán Thomas Lehr por “la originalidad de su creación en prosa”, un récord Guinness por el maratón de lectura ininterrumpida de 75 “Autores por la Paz”, más de 13 mil niños y jóvenes en actividades diseñadas ex profeso.

Presentaciones, lecturas, conferencias, discusiones, slams poéticos, videos, conciertos, exposiciones y espectáculos multimedia completaron el programa. Una nota de escándalo: el político alemán Thilo Sarrazin fue cordialmente “desinvitado” a participar. Un toque hollywoodense: la aparición de Elizabeth Gilbert, autora del best-seller: Ama, reza, come, cuya versión cinematográfica es estelarizada por la taquillera actriz Julia Roberts y el no menos galán, Javier Bardem.

El discurso inaugural corrió a cargo del escritor español Juan Goytisolo con una conferencia titulada “Espacio en movimiento. Cuando la topografía se transforma en tipografía”. Se rindieron homenajes al portugués José Saramago y al argentino Tomás Eloy Martínez. De hecho, Argentina será el país invitado de honor en la próxima Feria de Francfort pero aquí sólo estuvo representada por tres autores: Alberto Manguel, Alan Pauls y Marcelo Birmajer. La literatura latinoamericana se hizo presente a través de una decena de autores. Además de los argentinos mencionados, las escritoras chilenas Carla Guelfenbein y Lina Meruane, el peruano Antonio Encinas Marroquín, el colombiano Antonio Ungar, los mexicanos Élmer Mendoza y Ana Clavel.

Élmer Mendoza sostuvo un diálogo con el economista mexico-americano Edgardo Buscaglia, titulado “La economía y la cultura de la droga en México”. Por mi parte, participé en la presentación de una nueva antología de cuento latinoamericano: Schiffe aus feuer (“Barcos de fuego”), preparada por Michi Strausfeld, editora de más de 350 obras latinoamericanas en su paso por la afamada editorial Suhrkamp.

Aunque en alemán no suelen editarse ni mucho menos comentarse libros de cuentos, la antología recibió en los días del festival críticas elogiosas en Literarische Welt, suplemento literario de Die Welt, en el Berliner Zeitung y en varias entrevistas de radio. “Índices para la esperanza…”, me confía Michi Strausfeld. La intención de la compiladora fue abrir un espacio a la literatura latinoamericana actual que ha estado “fuera de moda” en el ámbito internacional, muy lejos de las glorias millonarias del Boom y sus epígonos. Salvo Roberto Bolaño que preside desde ultratumba su imperio hegemónico.

Recordé entonces un comentario de mi editor norteamericano, Jay Miscowiec, dueño de una pequeña editorial independiente de Minneapolis, Aliform Publishing, que ha publicado una docena de escritores latinoamericanos desconocidos en el mundo. En el pasado reciente Jay había concursado en su país por una beca de traducción de una obra latinoamericana. La institución al cargo era la National Endowment for the Arts, pero Jay no corrió con suerte: si uno revisa las más recientes emisiones de la NEA a través de su página oficial, hay muy pocas obras del ámbito latinoamericano. La percepción de mi editor es que se prestaba más atención a obras de otras literaturas marginales: los tiempos dorados del Boom habían terminado.

Pero, ¿puede hablarse en verdad de que la nueva literatura latinoamericana está fuera del interés internacional? Para abrir la discusión presento a continuación las opiniones de algunos amigos editores y de Hugo J. Verani, especialista en literaturas hispanoamericanas de vanguardia. Incluyo también las opiniones de la propia Michi Strausfeld, y los escritores Lina Meruane, Antonio Ungar y Marcelo Birmajer, con quienes compartí la presentación de Schiffe aus feuer en el Festival de Berlín que, por cierto, tuvo como subtítulo “Latinoamérica sin el realismo mágico”, en un claro intento por desenraizar la literatura actual de tierras macondianas y diversificar sus caos, sus intereses y preocupaciones.

Jay Miscowiec

No, la literatura latinoamericana no está fuera del interés internacional, pero no hay ninguna duda de que ya no tiene el espacio que tenía antes. Creo que en EUA hay ahora tanta diversidad que el poco espacio que existe en el mercado para la literatura extranjera ha estado llenándose con la literatura de todo el mundo. Y... me da pena decirlo, pero hay también un sentimiento antilatino en Gringolandia ahora con el Tea Party y la ley de Arizona y la “talk radio”, que no trabaja en favor de la literatura latinoamericana.
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Editor y director de Aliform Publishing de Minneapolis

Marisol Schulz

La literatura latinoamericana como generalidad sí está fuera de moda en el escenario internacional, lo que no quiere decir que no se lea a autores latinoamericanos. Ahora mismo en Estados Unidos hay un auge de los libros de Roberto Bolaño, autor que se ha vuelto un best-seller. Lo mismo ocurre con autores de otros países, pero son casos aislados y no se agrupan en un movimiento literario específico. Esta situación la atribuyo a que las modas en el ámbito editorial duran poco tiempo y ahora, por ejemplo, se leen historias de vampiros; hace unos años eran temas relacionados con el Código da Vinci o con niños magos. Como fenómenos editoriales, estas modas son poco trascendentales en lo que se refiere a la calidad y obedecen más a circunstancias comerciales y de marketing.
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Editora y exdirectora de Alfaguara México

Christophe Lucquin

No me parece que la literatura latinoamericana contemporánea sea una literatura que no atrae. En realidad no creo en una moda para la literatura. Es verdad que en Francia y en Europa de manera general estos últimos años han sido los de la literatura “negra” del norte de Europa: Escandinavia, Suecia, Islandia, entre otros países. En este caso se podría hablar de “moda” porque antes estos autores noreuropeos no existían aquí. Pero lo que hizo que funcionaran es el dinero que les han invertido para hacer una promoción muy importante. Como el género negro es un género que atrae tanto a los lectores de siempre como a los que no leen, era el jackpot garantizado. La gente lee cada vez menos. Sobre todo los jóvenes que nacen con una oferta tan importante de medios culturales que el libro se queda atrás. Yo creo que hoy en día un libro que tiene éxito es un libro que tiene una buena promoción. Creo que los editores en Francia prefieren hacer la promoción de un autor francés y no la de un autor latinoamericano porque el francés está hoy en día muy cerrado de mente. Le gusta todo lo que sea francés, tiene demasiado orgullo para abrirse al mundo. Ese es el problema.
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Editor y escritor francés

Hugo J. Verani
Respecto a la literatura latinoamericana me parece razonable pensar que ya no tiene el impacto que tuvo con el Boom, seguido de un “boomcito”. Muy buenos escritores, sin duda, Piglia, Levrero, Skarmeta, Pacheco, Peri Rossi, etcétera, pero que no han tenido la resonancia de los anteriores. Salvo Bolaño, no hay nadie que haya tenido mucha difusión en el mundo no hispano. ¿A qué atribuirle, además de lo anterior? Tuvimos unos treinta años de primera fila, de los 60 a los 90, es natural que venga un recambio, aunque ninguna otra cultura la ha reemplazado. Creo que el cambio se debe a la importancia que los estudios culturales le han dado a las minorías étnicas, a otras culturas marginadas, y eso naturalmente quita espacio y dinero para lo nuestro.
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Ph. D. University of Notre Dame, autor de Las vanguardias literarias en Hispanoamérica

Michi Strausfeld

América Latina, como continente, está recibiendo mucha menos atención que en las décadas pasadas —en cuanto a comentarios políticos, económicos, sociales; más bien se habla de las catástrofes: los muertos por el narco, los mineros chilenos atrapados, los terremotos, etcétera. Brasil es un poco la excepción: se le presta más atención, por ser un país BRIC, se habla de Lula y sus logros. Esta falta de interés general e información regular tiene efectos o daños colaterales para la cultura y la literatura: México fue el país invitado de honor en la Feria de Francfort en 1992, Brasil en 1994, después no ha habido ningún otro gran acontecimiento latinoamericano relacionado con la literatura en Alemania. Son muchos años sin tener un hype mediático (como lo está teniendo Argentina ahora porque será Guest of Honour en Francfort 2010) y faltan nombres nuevos que ya hubiesen “triunfado”. El único, Bolaño, lo hizo después de su muerte. Por lo tanto tenemos ahora algo como desinterés, como déjà vu: ¿dónde está lo nuevo en el continente? Siempre los mismos nombres: los conocemos y éstos tienen su público, pero no necesariamente cautivan nuevos y jóvenes lectores. Por ello es muy difícil hoy introducir nuevos autores, y adicionalmente está la reducción de páginas literarias y programas culturales en todos los medios, así como los cambios de marketing en las grandes cadenas de librerías. También han recibido mucho interés otras literaturas del mundo antes dejadas de lado (en Alemania, por ejemplo, los países de Europa del Este). Es decir: el desafío es grande para las nuevas generaciones, los nietos del Boom. Tengo confianza, sin embargo, en que gracias a la Argentina, Guest of Honour en Francfort 2010, algo va a cambiar, para bien, y ojalá sirva para despertar un renovado interés para los autores de todo el continente. De ahí el esfuerzo de la antología Schiffe aus feuer. Lo que desearía: que México también opte de nuevo por ser país invitado de honor en Francfort para repetir la presencia que tuvo en 1992. India ya ha repetido (1986, 2006), Brasil lo hará en 2013. Creo que sería muy importante.
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Editora de más de 350 obras latinoamericanas en Suhrkamp y antologadora de Schiffe aus feuer

Marcelo Birmajer

No creo que se pueda categorizar como de moda o fuera de moda la literatura latinoamericana, francesa o australiana. Hace ya varios años que Bolaño está de moda. Nació en Chile y vivía y murió en España. ¿Eso significa que la literatura latinoamericana está de moda? No me lo parece. En cualquier momento puede surgir una novela latinoamericana que se convierta en un best-seller mundial. Y también puede ocurrir que en los próximos cinco años no aparezca nada, ni exitoso ni bueno. La literatura no es como el clima, que puede predecirse según una serie de datos. Y en realidad, ni siquiera el clima puede predecirse. La literatura latinoamericana tiene la garantía de su pasado, pero es tan misteriosa y variada como el futuro.
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Escritor argentino

Lina Meruane

Pensar la literatura en esos términos es un despróposito, la literatura tiene muchas vidas y muchas vueltas. La reducción de la literatura a los mecanismos del mercado global o digamos del europeo es problemática, porque, uno, cada país europeo mantiene una relación, histórica y actual, distinta con las literaturas de nuestro continente, y dos, porque los escritores jóvenes no están escribiendo con el mercado en la cabeza. No se escribe a la medida del interés o del desinterés del mercado editorial internacional, y es esa libertad la que está produciendo escritores con visiones alternativas —y estilos alternativos— de la realidad latinoamericana. Y no sólo de la sociedad que a cada uno le toca sino incorporando exploraciones más cosmopolitas por un lado y exploraciones intimistas por otro. Eso me parece muy propositivo, prometedor incluso, es lo que mantiene nuestras literaturas vivas y posiblemente lo que haga surgir un nuevo interés en lectores también nuevos. Quizá esa relativa pérdida de interés haya tenido un paralelo en la pérdida de interés político por el continente, pero yo me pregunto si esa idea está magnificada o distorsionada. Hace no mucho escuchaba a jóvenes escritores españoles quejarse de que ellos seguían leyendo con mucho interés a los latinoamericanos, los que se publican en España y los que se encontraban en sus viajes por el continente, pero que los escritores latinoamericanos no los leían a ellos. España, por supuesto, es apenas un país más entre los países hispanohablantes, y uno siempre siente que no está al tanto con todos los escritores jóvenes de cada país, pero pienso que la mirada sobre este problema está siempre muy mediada por la experiencia personal e incluso cuantitativa. Pienso que abría que redirigir la mirada hacia la calidad de las escrituras actuales y apostarle a eso. Apostarle y seguirle apostando.
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Escritora chilena

Antonio Ungar

No creo que la literatura contemporánea latinoamericana esté menos de moda que la contemporánea árabe, hindú, china, africana o de cualquier otra región. Somos menos populares que lo que fueron escritores muy vendedores como García Márquez, Vargas Llosa o Carlos Fuentes, nada más, pero creo que dentro de unos veinte años algunos de nuestros nombres sonarán tanto como suenan los suyos. Los únicos escritores contemporáneos que están más de moda que los demás son los anglosajones, porque están respaldados por un aparato editorial muy poderoso.
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Escritor colombiano


El milagro de los panes
Cuando se habla de que la literatura latinoamericana actual está fuera del escenario internacional, se está pensando sobre todo en términos comerciales y de marketing. ¿Acaso no se vanagloriaba la agente catalana Carmen Balcells de haber ella “inventado” el Boom? Fue un momento coyuntural porque me parece que los lectores del mundo necesitaban recuperar una imagen del paraíso perdido. Esa nostalgia, sumada a una idea preconcebida y exótica de lo “otro”, permitió el milagro de los panes. La realidad que podemos ofrecer los nuevos narradores es múltiple y movediza, y para nada paradisiaca ni convencional. De hecho, creo que la literatura necesaria, que no tiene que ver con la literatura exitosa ni con la desechable, trabaja de un modo misterioso y casi siempre en silencio. Obras que me han marcado nunca han sido best-sellers. En todo caso han sido long-sellers, libros que van resonando y dialogando con sus lectores a lo largo del tiempo. Una editora me decía hace tiempo que no conocía escritores que no quisieran que sus libros se vendieran. Pienso que ahí está la confusión de muchos editores y no pocos autores: es muy legítimo pretender vivir del trabajo de uno, pero lo que realmente desea un escritor es que sus libros se lean. Tal vez suene demasiado idealista tener este tipo de convicciones en un mundo donde las editoriales globalizadoras se comen a las pequeñas, en el que la exigencia y el nivel de lectura se banalizan al grado de que la gente lee cada vez menos o sólo lee literatura complaciente, un mundo en el que nos flagelan la violencia y el horror cada vez más inmediatos. Tampoco considero que no valga la pena utilizar los recursos de democratización de la lectura que ofrecen los medios electrónicos y otros.

Pero un autor secreto como Felisberto Hernández, una autora discreta como Josefina Vicens nunca tendrán públicos masivos —aunque sí lectores de calidad, que los han convertido en escritores de culto—. Esto me confirma en mi convicción de apostar por las palabras de Italo Calvino cuando dice que se trata de hacerle lugar a lo que en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar. Pero además, hacerlo desde una propuesta literaria, verbal, estética, de escritura verdaderamente creativa, llámese como se llame, literatura latinoamericana, o subterránea, o “saltapatrás”.

Ana Clavel




Editada bajo el sello S. Fischer Verlag, la antología Schiffe aus feuer reúne a 36 escritores contemporáneos provenientes de Uruguay (Claudia Amengual, Henry Trujillo), Ecuador (Carolina Andrade), Perú (Daniel Alarcón, Santiago Rocagliolo, Iván Thays), Argentina (Washington Cucurto, Rodrigo Fresán, Patricia Suárez, Guillermo Martínez, Matías Néspolo, Pablo Ramos, Marcelo Birmajer), México (Álvaro Enrigue, Guillermo Fadanelli, Guadalupe Nettel, Antonio Ortuño, Ignacio Padilla, David Toscana, Ana Clavel), República Dominicana (Junot Díaz), El Salvador (Jacinta Escudos), Colombia (Jorge Franco, Pilar Quintana, Juan Gabriel Vásquez, Antonio Ungar), Chile (Alberto Fuguet, Alejandro Zambra, Lina Meruane), Cuba (Karla Suárez, Ena Lucía Portela, Alberto Guerra), Nicaragua (María del Carmen Pérez Cuadra), Bolivia (Giovanna Rivero), Puerto Rico (Mayra Santos Febres) y Venezuela (Slavko Zupcic).

AL VUELO de ROGELIO GUEDEA desde New Zealand

AL VUELO
Rogelio Guedea*

Blackberry

No tengo un blackberry, y no podría decir que envidio a quienes tienen uno. Pocos saben –o niegan- el peligro que esto –tener un blackberry- significa, sobre todo si está conectado a facebook, twitter, y puedes de paso navegar horas largas en internet. Todo esto es lo de menos. Lo demás –me doy cuenta- es cuando los otros saben que tienes un blackberry conectado a internet, con bandeja para emails, y no reciben contestación más o menos inmediata al mensaje que te han recién enviado. No podría estar en los zapatos ni del que recibe el mensaje, que sabe que el remitente sabe que ya lo has visto –a menos que sea entrada la madrugada-, ni del remitente, que está seguro que el destinatario lo ha leído y, pasadas dos o tres horas, tiene la certeza de que no quiere contestarle, y te está literalmente dando la espalda. Yo, que cada día soy más poco sociable, no podría vivir así. Nadie me creerá si digo que en Nueva Zelanda he llegado ya a la determinación de no contestar ni el teléfono fijo. Preferí mejor pagar el servicio de mensajes para que aquellos que desean contactarme dejen un mensaje, su recado y su teléfono. Ya les volveré la llamada, si no tengo más remedio. El asunto con el email me fascina porque uno puede simplemente decir: no lo recibí. Me está fallando mi servidor. Etcétera. Y no hay Dios que pueda rebatirlo. Pero con el blackberry la cosa se complica, porque aquel tiene otra arma: coger su propio blackberry y llamar para decir que acaba de enviarte un mensaje o un email y no has recibido respuesta, que qué pasa. Yo viviría helado, patizambo, siempre en la cuerda floja, y el solo hecho de pensar que alguien me hablará para reclamarme me hace –no se me tome a broma- enmudecer.


* Rogelio Guedea

Senior Lecturer

Spanish Programme Coordinator

Department of Languages and Cultures

University of Otago

95 Albany Street

9015

Dunedin, New Zealand

www.rogelioguedea.com

FALLECIÓ Tony Curtis. Inolvidable con Marilyn Monroe y Jack Lemmon:



Nueva York, Estados Unidos, 3 de junio de 1925 -
Las Vegas, Estados Unidos, 29 de septiembre de 2010

miércoles, 29 de septiembre de 2010

LA (IN)DIFERENCIA DE UN INSTANTE de PP ZAGA. Se presenta en Casa Lamm el 7 de octubre.

La (in)diferencia o la (in)capacidad
o la (im)posibilidad o...
Sorpréndete, sigue leyendo abajo:



Todo en un minuto

Porque si bien en este momento tú estás interesado leyendo, en el mundo otras 26 personas serán víctimas del terrorismo, una sola estará descubriendo una futura patente, 247 estarán naciendo mientras 102 estarán muertas; de ellas 12 morirán de cáncer, 17 de SIDA, se suicidarán otras 2 y una fallecerá de un accidente automovilístico.
Mientras sigues leyendo 930,874 personas estarán más entretenidas que tú teniendo relaciones sexuales, 102,396 serán homosexuales, 134,340 serán infidelidades, en 88 de ellas habrá un nuevo contagio de VIH y en 39 las mujeres estarán siendo obligadas.
No ha pasado un minuto, tu lees y al mismo tiempo están traficando a 4 niños con fines de explotación sexual y comercio de órganos, estarán a dieta 1,159,666,000 mujeres (solo el diez por ciento tiene sobre peso), cinco, 3 de ellas embarazadas, están siendo golpeadas, devaluadas y psicológicamente atacadas por sus padres o parejas (los hombres de la casa) y 19 personas morirán de hambre.
El promedio de vida de los habitantes del mundo es de 66 años, 34.5 millones de minutos y uno solo puede cambiar todo, eso significa que el minuto que tomaste en leer lo anterior fue trascendental y definitorio en la vida de 189 personas. Cada una de ellas una historia, una vida con nombres y apellidos, con pasado y a veces futuro, con diferente geografía y con algo en común: todas cambiaron en un mismo minuto.


Laberinto 381 de MILENIO leelo completo en http://bit.ly/9Mu5lm


http://impreso.milenio.com/Laberinto/Nacional/2010/10/02

EDICIÓN 381

A salto de línea

El cine, la grilla y el Oscar

Braulio Peralta

braulioperalta@yahoo.com.mx

Sin bien a la mayoría le parece una buena película porque refleja la realidad de México, difiero de la opinión porque El infierno, de Luis Estrada, está más cerca del realismo socialista, y muy lejos del neorrealismo italiano de De Sica. No es difícil decir esto si coincidimos que la realidad rebasa a la realidad ¡hasta que se convierte en película! ¿Y el arte, dónde queda?

Lo de Estrada es una fórmula que ha salido bien sobre todo en La ley de Herodes, y que descaradamente continúa como “cine de denuncia” sin pistas para entender el enredijo en el que está el país con el narco y el ejército en la calle. Nada se explica. El infierno es un sketch de estereotipos facilones. Una farsa divertida y trágica, sí, pero no la toma de conciencia del realismo crítico que exige Lukács. No. Logra el efecto contrario: eso somos. Así estamos. Jodidos pero contentos. Populismo cinematográfico, pues (no en balde el PRD lo toma como bandera de “conciencia”).

La gente sale creyendo entender la realidad del narco, como si bastara un guión eficaz y facilón: pueblo chico, infierno grande. Es una pena porque la película de Estrada estuvo cerca de despertarnos del marasmo. Lo perdió su estilo chocarrero. Pero ya ven: va a España a intentar ganar el Goya, en 2011. Qué bueno que no competirá con Gomorra, de Saviano.

Hidalgo hasta la médula

Al revés: a varios críticos de cine no les gustó Hidalgo, de Antonio Serrano, quizá porque los personajes hablan castellano, no inglés o francés. Quizá porque necesitaban a Depardieu o Hopkins interpretando al padre de la patria y no al extraordinario actor que es Demián Bichir, creíble hasta la médula. Si la hubieran elegido para representarnos para los Oscar, Bichir hubiera regresado con el galardón. Pero ni siquiera estuvo en la lista de la Academia de Ciencias Cinematográficas.

Lejos del acartonamiento, Serrano apostó por la libertad de la vida privada del sacerdote excomulgado por la Iglesia católica por su lucha independentista y pensamiento afrancesado. De Hidalgo sabemos muchas cosas, pero poco de lo que la película nos cuenta, lo que tiene un valor digno de elogiarse. Tartufo, de Moliére, prohibido en la época es el ejemplo ideal para contarnos las atrocidades de la Inquisición y el pretexto para que el curita enamore a Josefa Quintana.

Antonio Serrano conoce el lenguaje del cine y uno se asombra del paisaje y la historia del movimiento insurgente sin lecciones aburridas, impartidas en las escuelas primarias. No es poco. Serrano puede estar contento: se superó a sí mismo desde Sexo, pudor y lágrimas.

Creo honestamente que Hidalgo era la única con virtudes para convencer a los gringos para pegar en el mercado internacional cinematográfico. Así es la vida.

Y el Oscar es para…

En cambio la grilla de Alejandro González Iñárritu ganó con su película Biutiful, seleccionada para competir por los Oscar en Hollywood en 2011. Escribió cartas a medio mundo para llevar a los miembros de la Academia a votar para que su filme represente a México. Lo logró. Le ganó la grilla incluso a su amigo Diego Luna con su largometraje, Abel, aun cuando la secretaria técnica de la Academia, Silvia Gil, hizo lo imposible para que Luna ganara, utilizando la base de datos de la institución para enviar sus cartas de apoyo. Ni así.

Coda

Sí, ya sé que no soy crítico de cine. Pero nunca me atrevería a decir que Biutiful está “destinada a ser considerada entre las joyas de la cinematografía mundial”. ¿Será?




Corriente secreta

De segunda fila

Héctor de Mauleón

demauleon@gmail.com

Si uno busca en internet a Juan Sánchez Azcona, lo primero que aparece —casi lo primero que aparece— es un mapa de la Guía Roji que señala alguna calle de la colonia del Valle. En 1930, Juan Sánchez Azcona lamentó en un artículo periodístico el olvido en que había caído el revolucionario zacatecano Luis Moya, a quien las nuevas generaciones asociaban sólo con el nombre de una calle metropolitana de gran tránsito. Escribió: “El tiempo y la incuria convierten los merecimientos reales en el simple nombre de una calle”. Sánchez Azcona murió en 1938, un día después de entregar en El Universal su último artículo, y le ocurrió exactamente lo que había lamentado.

Pasados los fastos del Bicentenario de la Independencia, llenos de Hidalgos, Allendes, Aldamas y Morelos, vendrán los fastos del Centenario de la Revolución, atiborrados de Villas, Zapatas, Obregones y Maderos. Vendrá la disputa de los partidos políticos por la propiedad de los héroes patrios, y de nueva cuenta se echará por la borda la oportunidad de recontar y repensar, en esta fecha emblemática, la historia de México. Un síntoma de esa tendencia que todo lo reduce a discursos y juegos pirotécnicos, es el silencio que cae sobre los olvidados eternos: los reflectores seguirán llenando de esplendor a las grandes figuras y dejarán a cargo de la comisión que organice los festejos de la Revolución el siglo siguiente, a los grandes personajes que han ocupado desde siempre un sitio modesto en la segunda fila. ¿Han hecho los políticos, los funcionarios culturales, los encargados de los festejos alguna mención a Juan Sánchez Azcona, Enrique Bordes Mangel o Alfredo Robles Domínguez, por citar sólo a algunos? No. En la alcantarilla en la que el país se halla sumergido, la historia es un baile de máscaras cuyo fin es recaudar fondos para la elección siguiente.

En 1907, Sánchez Azcona fue el primer periodista que denunció la matanza de obreros en Río Blanco. En 1908 fundó el más solicitado de los periódicos democráticos, México Nuevo, lo que le valió la persecución del régimen porfirista (oficinas y prensas incautadas). Poco después dirigió la convención que lanzó a Madero como candidato a la presidencia, y en junio de 1910 tuvo que huir del país disfrazado de cura. Se reunió en San Antonio con Madero, y con un viejo compañero de andanzas, Ernesto Bordes Mangel, con quienes redactó el llamamiento a las armas conocido como Plan de San Luis.

Bordes Mangel era un defensor furibundo del movimiento obrero. Había fundado el Partido Nacionalista Democrático. Fue el primer convencido de la necesidad de armar un movimiento de violencia. “Más que en la renovación política soñaba en la renovación social”. Madero lo comisionó para traer a México los primeros ejemplares del Plan de San Luis: los repartió mientras la policía del régimen le pisaba los talones. Años más tarde Victoriano Huerta consideró su muerte como asunto de seguridad nacional y lanzó tras él a su tristemente célebre banda de asesinos (aunque Bordes Mangel salió con vida, murió, solo y perseguido, a los 49 años).

Alfredo Robles Domínguez, por su parte, figuraba entre los propagandistas del antirreleccionismo que planearon con Madero la revolución de 1910. Después de pasar un tiempo en Lecumberri se reunió con el caudillo en Ciudad Juárez y sumó al movimiento armado la adhesión de los revolucionarios del sur. Cuando Porfirio Díaz renunció a la presidencia, llegó a la capital con plenos poderes para hacerse cargo del gobierno: fue el encargado de organizar la apoteósica entrada de Madero a la ciudad de México.

Hoy, en el año del Centenario, la incuria convierte los merecimientos en simples nombres de calles. La de Bordes Mangel está en Iztacalco. A Robles Domínguez se le encuentra sólo en Vallejo.



Hombre de celuloide
El mensajero exterminador
Fernando Zamora
Twitter: @fernandovzamora



Ángel viene del griego “mensajero” y, aunque solemos identificar a los ángeles con las buenas nuevas, películas como El mensajero recuerdan que los ángeles son, también, destructores. Traen y llevan, entre la tierra y el cielo malas noticias. Ya lo sabía Lord Byron: que crear es una forma de destruir. Y que el más creativo de los ángeles es un exterminador.

El sargento Will Montgomery es un héroe de guerra que ha recibido, como culminación de su carrera militar, cierta misión que pareciera simple; incluso, luego de lo vivido en la Segunda Guerra del Golfo, pareciera anti-climática: El sargento ha de ir, de casa en casa, anunciando a los familiares de quienes han muerto en batalla, los detalles de su deceso. Vestido impecable, Montgomery toca a la puerta y destruye: anuncia el mensaje del exterminio.

Como suele suceder en toda película de “misión militar”, el sargento aprende los detalles de su trabajo con un jefe que tiene dos dosis de macho maldiciente y otra de soldado sensible que en el mundo civil no encuentra su lugar. Si Will ha vuelto apenas del Medio Oriente, Stone, su jefe, es veterano de la guerra de Vietnam. La suya no ha sido una guerra de regreso heroico y, amargado, el capitán ha visto de todo en este trabajo de ir anunciando la muerte. Woody Harrelson interpreta tan bien a este personaje oscuro y un poco loco que no es exagerado decir que es lo mejor de la película. Lleno de tics, el capitán Stone enseña al sargento que no debe conmoverse, que debe llegar antes que el periódico, antes de que el padre o la madre, la esposa o la novia del soldado muerto enciendan la televisión. Le enseña que no debe enojarse por más que haya familiares que, dolidos hasta el tuétano, vayan a gritarles. Ellos son sólo mensajeros, no el mensaje.

Montgomery, sin embargo (tal vez porque es más joven) suspira aún con la posibilidad de reconstruir una relación que le acabó la guerra. Inocente o iluso, Montgomery rompe los protocolos, los rituales perfectamente planeados y, en el colmo de las transgresiones, se enamora de una mujer que acaba de perder a su marido.

Lo interesante de esta película es que uno no pierde nunca el interés, que la narrativa no cae en complacencias inútiles y que Montgomery no se convierte en Tony. Al contrario, van creando juntos una amistad, casi sin querer, llevando de casa en casa la destrucción. Porque los protagonistas construyen en la medida en que van destruyendo y es ésta la metáfora que vale la pena pensar en un filme de sabor tan patriotero: que para construir un amor hay que destruir al que lo precede y que el amor destruye. El amor como ágape: dos hombres se hacen amigos, comparten lo que les duele y borrachos consiguen un pleito. El amor como filia: Montgomery enternecido, regala al hijo del soldado muerto, una bandera que el niño no sabe bien qué le produce y, claro, el erotismo. Esa necesidad imperiosa de la carne, del beso. Y es que el amor es el mensajero que crea. Justamente porque es un ángel exterminador.

El mensajero (The messenger). Dirección: Oren Moverman. Guión: Alessandro Camon, Oren Moverman. Fotografía: Bobby Bukowski. Música: Nathan Larson. Con: Ben Foster, Jena Malone, Eamonn Walker, Woody Harrelson y Samantha Morton. Estados Unidos, 2009


Dime qué pseudónimo usas

Heriberto Yépez

Archivo hache

En los premios literarios, el concursante debe ocultar su nombre.

En México hay dos tipos primordiales de pseudónimo literario: el jocoso y el heterodoxo.

Para ejemplo, la lista de pseudónimos del II Premio Internacional Letras del Bicentenario: Zapatitos Rojos; Jarín Fonz; Alicia Adora; Esa vez Bonifacio; Eleya de Llerena; Doña Pepa, la costilla de Hidalgo; El gancho rubio; El otro Wakefield; Su perrillo; Polifemo y El Charro Beltrán.

El monto de estos premios fue 25 mil dólares para primeros lugares; 15 mil para segundos y 5 mil para terceros. Con todo y dineral, los ganadores preferirían que su pseudónimo fuese ocultado. Todo pseudónimo es indigno.

Empero, prensa e institutos, o creen que el pseudónimo es una información relevantísima y por eso la publican, o la difunden para humillar a los literatos: que el mundo conozca tu pseudónimo literatoso es peor que ser desenmascarado en la Arena México.

Todo escritor sabe que el pseudónimo es ridículo. Muchas veces para ofuscar ese ridículo, paradójicamente, recurre al paroxismo. Por eso los pseudónimos chistosones.

En mi caso he firmado como “El Pato Lógico” que, concluí, tras años de abisal meditación, ¡era pseudónimo perfecto! Asegura que mantengas tu anonimato, jamás ganando.

Un mal pseudónimo puede arruinar tu carrera literaria. Si has concursado y dedicado horas a pensar qué pseudónimo usar, no eres paranoico. Título, índice y pseudónimo son los tres criterios reales de los jurados.

La otra tendencia dominante —poner un nombre algo raro, foráneo, irreal, digamos, Katrina Petrovskova— se debe a que la pseudonimia causa regresión psicológica, devuelve a la infancia, casi a los cuentos de hadas.

No sólo debido a que inventar nombres es un juego infantil muy común sino porque despierta la ilusión de ganar. Concursar infantiliza.

Una ceremonia de premiación literaria es como una asamblea escolar, donde, para colmo, anuncian tu bochornoso pseudónimo por un micrófono.

El pretexto burocrático del pseudónimo es proteger la identidad del concursante (evitar prejuicios en los jurados); la razón verdadera, aniñar escritores.

¿Qué es un pseudónimo literario? Un contrato involuntario entre la sociedad y el escritor, a través del cual los escritores revelan su alter ego.

Ya dicho esto, las dos tendencias de la pseudonimia literaria quedan explicadas: la personalidad secreta de los escritores mexicanos corresponde a la de bufones o soñadores.

En el futuro, algún ducho hermeneuta descifrará el significado cabal de los pseudónimos (que almacenan información acerca de la imagen interna y el lugar que ocupan los intelectuales en las sociedades).

Pero, por supuesto, esta investigación indispensable no es un vericueto que pueda acometer alguien que hasta hace unos minutos se apodaba El Pato Lógico.

De EL CULTURAL, Los escritores en las redes sociales...¡se enredan!


¿SE ENREDAN?




Muy interesante: los escritores que están en las redes y
cómo se promueven.

A SABINA BERMAN le tocó abrir la Feria del Libro de Aguascalientes con una conferencia; pero...¡WOW...QUÉ CONFERENCIA!

PARA QUÉ LEER EN MEDIO DE LA GUERRA

Texto -preciso- leído por Sabina Berman en la inauguración de la 42 Feria del Libro de Aguascalientes en septiembre del año 2010.


1.
¿Para qué leer en medio de la guerra?

¿Para qué leer a Aristóteles, a Miguel Cervantes de Saavedra, a Tolstoi, a José Vasconcelos, a Jaime Sabines, a Milan Kundera? ¿En medio de la guerra, para qué?

Que es lo mismo que preguntar: ¿para qué diablos hacer una feria del libro en medio de la guerra?

¿O para qué atender esta charla que inaugura esta feria de libros? ¿Para qué diablos escuchar las palabras de esta mamífera bípeda hablante que esto habla?

¿Qué autoridad puede tener ella, es decir la de la voz, si no tiene un mísero cuerno de chivo en ristre, ni 16 guaruras, o 16 sicarios –que hoy día es equivalente--?

¿Y para qué diablos me reúno yo con un ciento de otros mamíferos bípedos escuchantes en un salón? Un ciento de mamíferos bípedos sin armas –o eso espero--. Pobres almas desarmadas. Pobres ciudadanos sin otras armas que sus orejas y sus corazones y sus cerebros.

Sincerémonos: ¿para qué escuchar a una escritora desarmada preguntar ante esta congregación de inocentes la pregunta inevitable en esta cultura nuestra, la mexicana, asediada hoy, desde adentro, por las armas mortíferas?:

¿Para qué las palabras entre las balas?

(O la música o la escultura o la pintura o el cine: es decir, ¿para qué la cultura, es decir el cultivo de la inteligencia y la belleza, es decir para qué esta amistad civil que acá nos reúne, es decir esta curiosidad por el prójimo y por las palabras del prójimo que acá nos reúne?)

¿Para qué ahora, ahora mismo que el ejército acecha a un capo del narco resguardado en su casa de lujo en Morelos y otro capo da por celular la orden a un escuadrón de sicarios de atajar el paso de la caravana de sicarios de otro capo en una carretera de Sinaloa y acá en Aguascalientes una familia llora porque ayer en el centro a plena luz secuestraron a su padre y un auto ahora mismo en las afueras de esta ciudad se aproxima a un retén de soldados temiendo que no sean soldados, sino secuestradores disfrazados de soldados, o que sean soldados enervados que luego de catear su vehículo y dejarlo pasar le disparen desde atrás y el presidente esta noche, o mañana, nos anunciará otra vez por los televisores que estamos triunfando, que no seamos cobardes, que por qué, él no logra entenderlo, tenemos miedo?

Es decir, ¿qué pueden palabras en medio del sinsentido ruidoso de la barbarie?

¿Qué puede el ABCDario contra las balas hoy en México donde ahora mismo las pistolas apuntan a cualquier rumbo y disparan a cualquier rumbo y matan a cualquiera sin un plan y sin un sueño de futuro?

Que nadie se equivoque. En esta guerra nadie tiene una estrategia,
nunca nadie la tuvo, ninguno de los 4 ejércitos en contienda iniciales, que ahora son 7, que serán 9, la tienen. Y esta guerra parará algún día porque sí, sin héroes ni villanos ni ganancia, sólo destrozos, palacios municipales negros de hollín de algún incendio, familias con el hueco de un asesinado, más hoyos en las calles y más hoyos en las suelas.

2.
Para esto, en primera instancia, las palabras: para apalabrar lo que sucede sin ilusiones. Para saber que esto que vivimos se llama Anarquía. Anarquía, que deriva del griego: a, sin; arjée, gobierno: sin gobierno. Y en su segunda acepción significa: desorden, confusión o caos por ausencia o flaqueza o ineficacia de la autoridad.

Para eso sirven en primera instancia las palabras. Para atrapar lo grande en unas cuantas sílabas. Por ejemplo, para tener la palabra Anarquía en la mano como una brújula en medio del turbulento caos.

3.
Y en segunda instancia, para enlazar ese sentido a la sabiduría acumulada durante siglos por la especie humana en el lenguaje.

Quién sabe más palabras atrapa más mundo y tiene a su disposición
más inteligencia acumulada por la especie en las palabras.

Parafraseando a Aristóteles sobre la Anarquía. (Parafraseándolo 23 siglos después de que él lo apalabró y asintiendo a cada frase.) La Democracia se desorganiza en la Anarquía cuando los varios que mandan en nombre de los muchos no encuentran como unir sus diversos poderes, puesto que no reconocen la Ley. La Ley, que es lo único que pudiera unirlos.

O como parafraseó hace escasos 100 años a Aristóteles un hombre bajito, bajito únicamente de estatura física, Francisco I. Madero: “Lo único que puede suplir al Dictador es la dictadura de la Ley.”

Para eso también sirven las palabras, como dije antes. Para atarnos en un parpadeo a la sabiduría acumulada de la especie.

4.
Otra vez parafraseando a Aristóteles:

“Cuando en un Estado cada uno de los partidos quiere el poder para sí solo, reina la Discordia”, que conduce a la Anarquía.

“Cuando en un Estado cada facción quiere las ventajas sólo para sí, y espía y pone trabas a su vecino, reina la Discordia”, que conduce a la Anarquía.

“Cuando cada sector se esfuerza en hacer que los otros observen la Ley, pero nadie quiere practicarla, la Ley pierde su imperio” y reina la Anarquía.

5.
Para eso pues sirven también las palabras, en tercera instancia. Para describir las causas y los efectos del presente con las palabras de la sabiduría acumulada del pasado. Y para, en cuarta instancia, imaginar como modificar las causas y los efectos que sostienen un estado de cosas y convertirlo en otro estado de cosas en el futuro.

Para hacer una maqueta simbólica del presente y reacomodar sus piezas en la imaginación de un futuro, sirven las palabras.

Por ejemplo, leamos a Aristóteles ahora hacia atrás. Reacomodemos y corrijamos sus palabras para que ahora conduzcan de la Anarquía a una Democracia ordenada por la Ley. Pongamos a prueba el lenguaje y
veamos si algo escrito en la Grecia del siglo 3 antes de Cristo
nos habla así de fácil.

“Cuando en un Estado cada una de las facciones NO quiere el poder para sí sola, sino reconoce a las otras la legitimidad de su poder, reina la Concordia,
que conduce a la vida civil ordenada y armoniosa”.

Qué maravilla las palabras. Ya está solucionada esta Guerra. Por lo menos en nuestras palabras.

“Cuando en un Estado ninguna facción quiere las ventajas sólo para sí, y facilita a su vecino su prosperidad, reina la Concordia, que conduce a una Democracia plena”.

Qué alegría. Ya sacamos al buey de la Patria de la barranca del caos. Por lo menos en nuestras palabras.

“Cuando cada sector se esfuerza en observar la Ley, puesto que todos observan la Ley, la Ley gana su imperio y los ciudadanos se sienten complacidos porque sus intereses se cumplen sin mermar los intereses ajenos, y reina la concordia”.

Qué felicidad. Exactamente lo que recetaba don Francisco I. Madero a México hace 100 años: “Lo único que puede suplir al Dictador (o a la Anarquía, añado yo) es la dictadura de la Ley.”

Lo escribió don Francisco en un librito de 100 hojas que movilizó al país entero para derrocar a un dictador e instalar la Democracia. Y si don Francisco al cabo de 1 año de gobernar fue sacado de su automóvil por un generalote que le llamó “joto” y de inmediato contra un muro fue fusilado, no fue que se equivocó don Francisco. Se equivocó el generalote. Y el país entero.

7.
Más Aristóteles sobre la Concordia:

“Así la Concordia es una suerte de amistad civil”. Es decir, una actitud en cada ciudadano, benévola hacia el otro. Y una disposición amable en cada ciudadano y cada facción para proteger y aumentar el bien común.

No es casual que la palabra Concordia provenga de la palabra corazón. La Concordia es un estado del corazón. Un estado en que el corazón late tranquilo y se encuentra disponible a escuchar las razones
y las necesidades ajenas. Un estado de convencimiento del corazón
de que escuchar a los otros llevara a soluciones más amplias que las individuales, soluciones generosas donde todos quepamos.

La Concordia, otra vez ésta es la voz de Aristóteles, “supone siempre corazones sanos. Corazones que están por lo pronto de acuerdo consigo mismos, y lo están recíprocamente entre sí, porque se ocupan de las misma cosa: el bien común.”

8.
(Y acá es donde yo les debo proponer armar un partido político para llevar al poder el ideal de la Concordia. Cosa que no haré, porque aunque hoy en el México de la Anarquía lo duden casi todos, no todo es dirimir quién manda y quién obedece, no todo es política, y algunos estamos más pendientes de la salud de las palabras.)

9.
Qué semejante la postura del ciudadano en la vida civil regida por la Concordia, según lo narra Aristóteles, a la postura del individuo ante el arte.

Verídicamente un auditorio escuchando un concierto, está en Concordia, con el corazón pleno y atento hacia el origen de la música,
donde todos los corazones coinciden. O un público ante una pantalla o un escenario: está en Concordia, se ríe de lo mismo, suspira al unísono, es un solo cuerpo y no podría existir en mayor concordia.

Y un solo individuo leyendo un libro nunca está solo. Está con tres.
Consigo mismo, con el autor del libro y con el lenguaje, esa creación de muchos, de generaciones y generaciones.

Qué digo: un individuo solo, leyendo un libro, está en íntimo contacto con tres y con la decena de personajes del libro y con las generaciones que han acuñado una por una las palabras que lee.
En íntimo contacto: más íntimo que hacer el amor es leer. Donde los besos no alcanzan a tocar, tocan las palabras de un libro al lector.

Por lo tanto: cuando uno ve de lejos a una señorita leyendo un libro,
no se acerque: la señorita está con una orgía entre las sienes. Y cuando un nonagenario lee en su silla de ruedas bajo el sol, está segregando los elixires amorosos de multitudes.

10.
Por fin, para algo más sirve leer en medio de la Discordia. Y ésta última razón abarca a las antes dichas.

Jorge Luis Borges, siendo director de una biblioteca de miles de tomos, aislado en esa torre de marfil forrada de libros, despreciado por el gobierno peronista, empezándose ya a quedar ciego, lo apalabró así:
“¿Por qué tendría yo que estar al nivel de mi circunstancia, (ésta Buenos Aires fascista, acoto yo, ésta ciudad de monigotes ridículos, ladrones y asesinos) si puedo abrir un libro y leer a Shakespeare?”

Los jóvenes organizadores de ésta feria de libros me invitaron acá a Aguascalientes para decirles a ustedes para qué leer hoy en México.
En resumen se los digo así: para estar por encima de la guerra sirve leer en medio de la guerra.

Cuando abrimos un libro, una bondad silenciosa e invisible, una luz honrada, se posa a nuestro lado y nos protege. Un ángel desciende para estar a nuestro lado, cuando abrimos un libro, en medio de la guerra.