Armando González Torres
Escolios
Habría que escribir una historia de la bastardía intelectual, ese sentimiento de desplazamiento, no pertenencia o indignación ante un trato injusto que sirve como acicate para el trabajo y el pensamiento vindicativamente creativos. En la historia intelectual mexicana, el sentimiento de bastardía adopta los géneros de la réplica y la reivindicación. Los criollos, hijos ilegítimos de la Península, inauguran ese acendrado sentimiento y lo expresan en un protonacionalismo, aderezado con recuentos históricos, florilegios y bibliografías que muestran la valía de la patria en potencia. De las habladas y prejuicios de la metrópoli, surgen obras descomunales y figuras ejemplares. Por ejemplo, un deán de Alicante, Manuel Martí, en sus divulgadas Epístolas intenta disuadir a un discípulo de que viaje a las colonias, habla del páramo intelectual de esas tierras y dice que “en las Indias se comerciaban todas mercaderías menos libros”. Esta afirmación mortifica y enoja a muchos estudiosos americanos y un indignado sacerdote y erudito mexicano, Juan José Eguiara y Eguren (1696-1763), rebate el señalamiento mediante un recuento exhaustivo de la creación intelectual en sus territorios. Eguiara y Eguren (para un entrañable y muy literario perfil del individuo véase el estudio preliminar de Ernesto de la Torre Villar a la Biblioteca) intenta en latín una Bibliotheca Mexicana (1755) que brinda cómputo y noticia “…de los varones eruditos que en la América boreal nacidos o que, en otra tierra procreados, por virtud de su mansión o estudios en ésta arraigados, algo escrito en cualquier lengua dejaron…” La inconclusa Bibliotheca, con sus enjundiosos prólogos, es una auténtica obra de erudición afirmativa, de bibliografía militante que hace un balance de la producción intelectual doméstica, un manifiesto de identidad y un esbozo muy acabado del criollismo.
Ante el peninsular que desdeña a los indios y a los criollos, Eguiara exalta el pasado indígena y responde con nombres y números al infundio de la incultura criolla. Como un delicioso mecanismo de compensación, Eguiara y Eguren se atreve a señalar que el esplendor de la cultura indígena originaria, aunado a la semilla de los avecindados, crea un fruto más nutritivo que el de la agotada tierra metropolitana. Contra la caracterología de los climas que atribuye lascivia y pereza a los habitantes de las Indias, Eguiara explica que el suelo y el sol de estos lares dota a los nacidos o avecindados “de un ingenio agudo, delicado y vivo…” Eguiara comienza entonces a integrar el pasado indígena a una idea de nación mexicana que confluye con la tradición hispana y hace del intelectual criollo ese traductor privilegiado que es capaz de hablar de tú a tú con lo más granado del pensamiento europeo y, al mismo tiempo, de heredar y entender un pasado milenario. Hermosa génesis de ese discurso, más que bicentenario, que con pequeños matices han desplegado desde Fray Servando hasta Octavio Paz.
agonzale79@yahoo.com.mx
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