Edmundo Valadés o la generosidad
Valadés dedicó la mayor parte de su tiempo a difundir las obras ajenas, a compartir sus entusiasmos, a tender puentes hacia otras literaturas, a revalorar el pasado y a estimular a los que empezaban. Hay que sumar a sus columnas periodísticas, antes en Novedades, después en Excélsior, sus textos críticos sobre Proust —el extenso escritor predilecto de un fanático de la brevedad como Valadés— y, la novela de la Revolución, sus tres inagotables antologías: El libro de la imaginación, Los grandes cuentos del siglo veinte, Los cuentos de El cuento que uno conserva —a mano, para releerlas continuamente— junto a la Antología de la literatura fantástica y Cuentos breves y extraordinarios de Borges y Bioy Casares.
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