Cine de la crueldad
Hombre de celuloide. Laberinto 384
(Checa al pié de este correo: Un final alternativo de "Los olvidados")
Fernando Zamora
@fernandovzamora
La inteligencia en México suele ser cínica. Por eso vale la pena que la Muestra internacional de cine se inicie con Los olvidados.
En su manifiesto para el teatro Antonin Artaud comenzaba diciendo: “No podemos seguir prostituyendo la idea del teatro que tiene un único valor: su relación atroz y mágica con la realidad y el peligro”. Buñuel en Los olvidados hace un cine de la crueldad. Por lo tanto no es extraño que en la primera secuencia de la película veamos a unos niños jugando a los toros. Como en la fiesta brava lo que estamos por ver es mágico. Y es atroz.
Hay algo de western aquí: un malo vuelve al barrio buscando venganza; algo de cine de gángsters y un dejo de melodrama: como si fuese la versión masculina de Santa, Pedro, por más que quiere, no puede ser bueno. Hay algo de neorrealismo italiano aquí, en la imagen de esta ciudad abierta. ¡Qué dolor de cabeza para Gabriel Figueroa!
Retratar a México así. Él que admiraba tanto a Paul Strand, a Tissé, a Gregg Toland, tuvo que condescender con Buñuel para recrear horrores que saben a Goya. Hay algo de Nouvele Vague aquí: en la simplicidad del amor que siente el Ojitos por Meche, en la amistad entre Pedro y Ojitos. Y hay, obviamente, surrealismo. Un “surrealismo mágico” que anuncia al Pedro Páramo de Rulfo que se publicaría cinco años más tarde: cae El Jaibo y los murmullos lo asaltan: “’ora sí te fregaron Jaibo, te dieron un plomazo en la mera frente, mira nomás al perro sarnoso, míralo: ahí viene. Ya caigo en el agujero negro, ya estoy en el fondo”. La obra, se ha visto, está llena de símbolos: cuando Pedro mata a golpes a las gallinas blancas (que lo representan a él), se suicida.
Se entrega al destino de las gallinas negras que representan al Jaibo, ese que, interpretado por Cobo, habrá de volverse Manuela, reverso de la violencia de género en el cine mexicano. De Posada a Daniel Lezama, de Santa a El lugar sin límites, Los olvidados está en la cumbre del gran arte nacional. Y resulta interesante por eso que, obnubilados por la propaganda del régimen post-revolucionario, tantos intelectuales la hayan criticado ferozmente cuando se estrenó en 1950. Sólo Siqueiros en aquel tiempo pareció entender la importancia de esta película, un filme de lucha social, en el decir de Glauber Rocha. Los intelectuales que criticaron la imagen de México que proponía “El Español” no entendieron nada. No entendieron que Oliver Twist se levantaba también contra esa pobreza, como lo hizo Víctor Hugo en su novela cuyo título resuena también: Los miserables. Complacidos con la imagen del “jodido pero contento” de Nosotros los pobres (estrenada dos años antes), la sociedad mexicana no quiso verse en la lucha entre Pedro y El Jaibo. Y por eso, cuando despertamos, los olvidados seguían aquí. Los acordes de Halffter nos lo recuerdan: que México, como Coriolano, por haberse olvidado de defender a los suyos no tiene perdón: Ya caes en el agujero negro, México.
Ya estás en el fondo.
Los olvidados. Dirección: Luis Buñuel. Guión: Luis Buñuel y Luis Alcoriza. Fotografía: Gabriel Figueroa. Música: Rodolfo Halffter. Con: Estela Inda, Miguel Inclán, Alfonso Mejía, Roberto Cobo, Alma Delia Fuentes y Mario Ramírez. España, México, 1950.
FINAL ALTERNATIVO DE "LOS OLVIDADOS" (haz clic)
"Como anunciando ya los tiempos de Calderón, el final alternativo de Los Olvidados, pretendía hacernos ceer que era posible la redención. Lo más rescatable de esta propuesta, el hermoso diálogo de miradas entre Ojitos y Pedro...Seguramente fue lo que más dolió a Buñuel dejar fuera, no así el regreso de Pedro..." FVZ
Honor a quien honor merece: también Octavio Paz fue de los poquísimos que la "defendieron", e incluso escribió un hermoso texto para presentarla en Cannes, donde ganó...para luego regresar a México a reestrenarse porque ya había sido "bendecida" en el extranjero, y entonces no podía ser tan mala...
ResponderEliminarSi, la diferencia es que Paz la "defendió" cuando ya había ganado en Cannes.
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