viernes, 31 de diciembre de 2010
jueves, 30 de diciembre de 2010
LABERINTO: En línea la Primera edición del 2011. ¡FELIZ AÑO NUEVO!
Feliz año nuevo
2011
Primera edición de 2011
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Hombre de celuloide
Frontera
Fernando Zamora
@fernandovzamora
Ajami es el nombre de un barrio árabe en Tel-Aviv, una ciudad que como México, Mumbai o São Paolo está hecha de contrastes económicos; la diferencia estriba, tal vez, en que a dichos contrastes, Tel-Aviv-Yafo (éste es su nombre oficial) incorpora contrastes históricos y políticos que dan al barrio un particular tipo de violencia. En Ajami, entran en contacto dos o más realidades fronterizas que a menudo se solucionan simplemente matando.
La trama de la película es suficientemente barroca como para justificar esos cambios temporales a los que nos tenían acostumbrados González Iñárritu y Guillermo Arriaga; pero no nos confundamos, son cambios que tampoco inventaron ellos, antes ya habían jugado con estas historias para armar Tarantino y (desde los años veinte) Carl Theodor von Dreyer. La cosa va así: el guionista nos regala un capítulo de la historia que más tarde se complementa con otro (uno que no necesariamente le sigue en orden temporal) construyendo, poco a poco, un guión temporalmente complejo que al final es coronado con una clave de bóveda que sostiene toda la estructura narrativa. Los medievales solían adornar estas claves o dovelas centrales que sostenían arcos y cúpulas, con las imágenes más hermosas. En forma similar, Yaron Shani y Scandar Copti, adornan su propia pieza de resistencia con el exquisito monólogo de un niño que, como Rimbaud, encuentra que la vida está en otra parte. El niño se llama Nasri, dibuja cómics para escapar de la violencia de un barrio en el que se cruzan todos los racismos, los odios y las diferencias culturales e ideológicas que (en un amplio panorama) hacen que el conflicto Israelita-Palestino sea lo que es. Sin embargo es importante aclarar que en la escritura de un guión, un conflicto, si realmente lo es, no surge del roce entre buenos y malos. Más grande es el conflicto cuando mayor razón y verdad hay en ambas partes. Justamente por eso la producción israelita ha sido tan cuidadosa en la creación de sus personajes; como Nasri, los directores y guionistas han dibujado a sus protagonistas árabes con verdadero amor; tanto que me han recordado aquella pequeña joya del cine Israelita que dirigió Eytan Fox y que se llamaba Ha Buah. En Ajami el amor no es erótico, sino filial. Nasri, el niño que dibuja cómics expresa en aquel final que me ha gustado tanto, que junto a su hermano se siente cómodo, protegido. Efectivamente, el detonador de esta película es el afán de Ilham el hermano mayor, por defender a su familia. Un mal entendido en un barrio como Ajami, en una ciudad de frontera, puede ser fatal. Y este es el tercer elemento que me gustaría subrayar en esta película: No sólo tiene un guión excelente y una puesta en escena tan inteligente que ha sido construida ahí mismo, con personajes reales (como Gomorra, de Matteo Garrone) Ajami es una profunda reflexión de lo que significa pertenecer a la frontera, una frontera entre el estado real y el estado ficticio, entre la democracia y la ley de los beduinos, entre el bien de la civilización y el salvajismo del desierto.
FICHA
Ajami (Ajami). Dirección: Yaron Shani y Scandar Copti. Guión: Yaron Shani y Scandar Copti. Fotografía: Boaz Yehonatan Yaacov. Con: Fouad Habash, Nisrine Rihan, Elias Saba, Youssef Sahwani, Abu George Shibli, Israel, 2009
Escolios
Ruido de fondo
Armando González Torres
Esos años dejaba la televisión encendida, mientras perdía el sentido con un licor barato o se agotaba con la lectura furiosa, nerviosa de un libro. Cuando, atormentado por la sed o una pesadilla, despertaba bruscamente, el escuchar las voces en la pantalla lo confortaba de su soledad, eran como los plácidos murmullos de una noche de campo, o como unos pájaros silvestres que le anunciaban el amanecer. El ruido tecnológico es un mecanismo defensivo contra el amenazante amago de introspección del silencio, contra ese mudo recordatorio del aislamiento y de la muerte. La modernidad, dice David Le Breton, en El silencio (Sequitur, 2006) es la época de la saturación acústica, del traca traca y el zumbido que invaden, con su fobia al silencio, la experiencia íntima y el derecho al recogimiento. El bullicio de los aparatos electrónicos, la palabra mediática, la información incesante irrumpen en la cotidianeidad y forman un continuo sonoro que exorciza el silencio, que desvirtúa la jerarquía y la intensidad de los mensajes y que comunica lo trivial y lo dramático con el mismo cliché y el mismo tono exaltado. En este aluvión de ruidos y avisos escandalosos, indiferentes al contenido, no parece existir espacio para la calma y el distanciamiento que permitan equilibrar la palabra con el silencio.
En su libro, revelador y perturbador, Le Breton realiza múltiples “aproximaciones” al silencio, desde sus usos sociales hasta sus derivaciones místicas. Para el autor, el ritmo de la sucesión entre silencio y palabra está a menudo normado socialmente y adquiere distintas significaciones. Tanto la velocidad o la pausa excesiva pueden ser inadecuadas en determinadas situaciones sociales y hay un “estatuto de participación” que norma, desigualmente por supuesto, el intercambio de la palabra, de acuerdo a circunstancias y jerarquías (de clase, edad y género). El arte de la urbanidad trepadora consiste en respetar esta economía de silencios y palabras: no ser el callado que se niega a participar en el convite comunicativo, ni el locuaz que altera la normalidad del intercambio. Pero si el silencio es un recurso social polisémico, también es una vía de conocimiento personal y espiritual. En este sentido, el silencio no es ausencia de ruido sino percepción de nuevas y más ricas manifestaciones sonoras, que restauran, por un momento, la unidad perdida entre el hombre y el mundo y le brindan un apartamiento propicio para la búsqueda interior o la comunión con lo divino. La iniciación ascética, por ejemplo, suele darse, más que con la prescripción oral, con la imitación silente, pues el silencio no prescribe, sino que autorrevela y libera. Para el ya iniciado, el silencio despoja del peso de lo material y profano y lo hace disponible a la revelación o la gracia de sus dioses. Sin pretender tanto, es posible hacer una pausa e imaginarse que, en cada instante de silencio escamoteado al ruido ambiente, se respira un poco de infinito.
Archivo hache
Mi Top Ten (menos dos) de libros 2010
Heriberto Yépez
hyepez.blogspot.com
Podría decir que los mejores libros que circulan en México-2010 son Dublinesca de Vila Matas; Blanco nocturno de Piglia; El sueño del celta de Vargas Llosa; El don de la vida de Vallejo o El Tercer Reich de Bolaño. Pero ninguno altera un ápice al arte de la novela ni son siquiera los mejores de sus autores.
Mi top ten no es espectacular o ameno. Son libros de conocimiento.
1: Mejor libro didáctico: Signatura rerum. Sobre el método (Anagrama) de Giorgio Agamben.
2: Mejor inédito: Una lectura de Kant. Introducción a la Antropología en sentido pragmático (Siglo XXI Editores) de Michel Foucault. Conecta al Foucault joven con el último.
3: Mejor reedición: ¿Qué es un autor? de Foucault (Ediciones Literales), con epílogo útil de Daniel Link. No pueden morir sin leer esta conferencia.
4: Obra maestra: Lógica formal y lógica trascendental. Ensayo de una crítica de la razón lógica de Husserl, que la UNAM alega que publicó en 2009 pero realmente circuló este año. Esta obra de Husserl está llena de planteamientos revolucionarios, disimulados por su tecnicismo. Una bomba para entender la razón humana.
5: Mejor póstumo: La cultura mexicana en el siglo XX (Colegio de México) de Carlos Monsiváis. Si hay un libro de Monsiváis que puede despertar debates, correcciones, anotaciones, es este compendio de 500 páginas. No lo tomen como un libro más de Monsiváis. Hay que debatirlo.
6: Mejor traducción: los dos tomos de Un peregrinar sin nombre. Ein Wallen, namenlos. Una antología conmemorativa (La Cabra Ediciones) del poeta y prosista Gottfried Benn, hecha por su José Manuel Recillas: imprescindible.
7: Escritor del año: Mario Bellatin, por atreverse a autopublicar su obra entera en Los Libros de Bellatin.
8: Cuando los escritores mexicanos pensamos en editoriales vienen a la mente las más grandes (transacionales) o las más sonadas (supuestamente independientes) pero si somos honestos es claro que la mejor colección que ha hecho una editorial mexicana en los últimos años ha sido la de una casi desconocida: Alias.
Alias se dedica a publicar escritos de artistas. Sus autores son Duchamp, John Cage, Lawrence Weiner, Robert Smithson, Gabriel Orozco, Cildo Meireles, Hélio Oiticica… lo mejor del arte contemporáneo.
Sus libros, además, son baratos, tienen buen diseño y en este 2010 publicaron el mejor libro y antilibro coleccionable del 2010: Una página de chistes de Ad Reinhardt: www.aliaseditorial.com
Alias no se ha equivocado en uno solo de sus 12 títulos. Cada uno es innovador teórica y escrituralmente, distinto a todo lo demás en el mercado editorial. Alias es la editorial mexicana más interesante.
La próxima semana diré cuáles alego que son los dos libros más enriquecedores del 2010. Adelanto: no son esas novelas convencionales que tanto le gustan a los reseñistas.
lunes, 27 de diciembre de 2010
JUAN JOSÉ MILLAS: EL SILENCIO
El silencio
JUAN JOSÉ MILLÁS 24/12/2010
Recibí un sobre sin remite con un montón de pelos cortos y duros, como los de las cejas, en su interior. Tuve miedo porque las partes del cuerpo asustan más que el cuerpo entero. Esto fue un lunes, creo. El viernes de la misma semana, cuando firmaba ejemplares de mi última novela en una librería, se acercó una señora que me pareció rara sin saber por qué. Lo averigüé enseguida: llevaba las cejas completamente depiladas. Me puse en guardia, claro, por si se tratara de la loca que me había hecho llegar aquel regalo, pero ni hizo ni dijo nada sospechoso. A la semana siguiente recibí un sobre con fragmentos de uñas. Tuve miedo de nuevo por las razones señaladas más arriba.
Poco después, firmando libros en otro establecimiento, una mano con las uñas exageradamente cortas depositó un ejemplar sobre la mesa. Al levantar la cabeza, comprobé que la mano sin uñas pertenecía a la señora de las cejas depiladas, que tampoco en esta ocasión se portó de forma sospechosa. Durante los siguientes días abrí el correo con aprensión, por si me llegara una oreja, un dedo, un diente, un ojo de cristal... No hubo nada, lo que fue en parte un alivio y en parte una decepción. Me molestaba que la historia acabara así, inconclusa, como la mayoría de las historias reales. Entonces, pasados unos meses, cuando ya había olvidado el incidente, estaba tomándome el gin-tonic de media tarde en la barra de un bar, cuando se sentó a mi lado la señora de las cejas depiladas y las uñas cortas, que se había dejado crecer las unas y las otras. Me preguntó si tenía un cigarrillo y le dije que no. Me pidió la hora y le di una cualquiera, la primera que me vino a la cabeza. Molesta, se levantó y se fue. A los pocos días recibí un sobre en cuyo interior no había uñas ni cejas, no había nada. Y entonces sí que pasé miedo de verdad. El silencio es lo peor.
domingo, 26 de diciembre de 2010
jueves, 23 de diciembre de 2010
FERNANDO ZAMORA en Laberinto 393: ¡SEPULTADO!
La soledad de la sepultura
Fernando Zamora
@fernandovzamora
La película Sepultado de Rodrigo Cortés, costó tres millones de dólares. Para una película hollywoodense, estamos hablando de nada, pero él con este dinero ha conseguido llevar al espectador a través de una historia de supervivencia dándose además el lujo de echar miradas sucias sobre las compañías que reconstruyen Irak, el FBI, el departamento de la defensa y en fin, todas esas instituciones que destruyeron la nación árabe para después reconstruirla con los billones de dólares que semejante empresa implica.
Desde la perspectiva del guión, Sepultado es un clásico: nos vamos enterando al tiempo justo, de las razones por las que este hombre despierta de pronto enterrado en un ataúd: ¿hubo una equivocación? ¿revivió? Suena un celular: ¡Primera vuelta!
La actuación de Reynolds transmite cierta claustrofobia, pero estamos hablando aquí de uno de los miedos más acusados en el ser humano: ser enterrado vivo. Para suerte del guionista, los enterradores le han dejado a nuestro héroe, una buena cantidad de gadgets con los que él podrá entretenerse: además del celular, tiene unos tranquilizantes, un encendedor, una lámpara de baterías (con el obligado falso contacto), unos lápices y un cuchillo. Repta por ahí, también, una serpiente.
Las luces sirven, claro, para variar la fotografía y desmarcar la obra de un cine que (no vaya a creerse) podía parecer “experimental”, pero Buried tiene todos los elementos del cine hollywoodense con todo y sus revelaciones predecibles.
El diseño de producción permite a la cámara moverse todo lo que el protagonista no puede y, en general, la película es más bien buena con todo y que deja, al final, un saborcillo a frivolidad. Pero no se me malentienda, no es que no valga la pena la hora y media en que vamos enterándonos de quién es este hombre que se agita frente a nosotros esperando ansioso a que suene el celular. Podría incluso escribir con un poco de cinismo que si esperar una llamada es algo desesperante, peor debe serlo cuando estás dentro de un ataúd. La frivolidad de la que hablo tiene que ver más bien con que el personaje siempre se mantiene distante de nosotros; lejano tal vez por sus circunstancias inusuales.
Recuerdo de niño haber escuchado historias terribles de enterrados vivos. Me preguntaba yo ¿acaso es posible un final más solitario y terrible? Creo que la clave del horror estaba en la soledad, pero Reynolds gracias al celular no se encuentra nunca realmente solo y termina por volverse un torturado más, uno que, pobre, resulta víctima de la guerra. Y sin embargo, Edgar Allan Poe escribió alguna vez que “ser enterrado vivo es, sin ningún género de duda, el más terrorífico extremo que jamás haya caído en suerte a un simple mortal”. ¿Por qué? Me preguntaría yo. Por esa soledad rotunda, ese delirio loco: toda existencia debe transformarse en una burla en ese espacio en el que apenas podemos movernos sin saber ni siquiera ¿es esto la muerte? ¿viviré así para toda la eternidad? Por más que es una buena película, esta verdadera claustrofobia, a mí Buried nunca consiguió transmitírmela.
Sepultado (Buried). Dirección: Rodrigo Cortés. Guión, Chris Sparling. Fotografía, Eduard Grau. Música, Víctor Reyes. Con Ryan Reynolds. España, Estados Unidos, Francia, 2010
HERIBERTO YÉPEZ EN Laberinto 393:
contra los Orgánicos
Heriberto Yépez
El cuestionamiento más severo que se ha hecho a los intelectuales mexicanos este 2010 lo hizo Carlos Salinas de Gortari en su libro Democracia republicana. Ni Estado ni mercado: una alternativa ciudadana.
Salinas arremete contra figuras como Sergio Aguayo, Lorenzo Meyer o Jorge Castañeda. Sin embargo, con quien más se encarniza es con el historiador Enrique Krauze, a quien fustiga de encabezar “la lista de intelectuales orgánicos afines a los gobiernos neoliberales que han presidido el país durante los últimos sexenios”.
Salinas critica a Krauze desde el terreno intelectual. Lo acusa de tener una metodología inválida y aun ignorar “el significado preciso del término ‘oligarquía’”.
Insiste Salinas en etiquetarlo “intelectual orgánico”.
La noción de intelectual orgánico es del marxista italiano Antonio Gramsci, quien la apuntaló durante su encarcelamiento político.
Ojo: Salinas emplea el concepto como si “intelectual orgánico” significara algo negativo, donde “orgánico” fuese igual a integrado, comprado o nocivo. Ese uso es erróneo.
Gramsci quería decir algo distinto; en un cuaderno de 1932, contrapuso “intelectual orgánico” a “intelectual tradicional”.
El intelectual orgánico es aquel que nace en el terreno de una clase social en el poder o que puede tomarlo. Digamos, funcionarios gubernamentales con función preponderantemente intelectual (voceros, jueces, etc.) o, por ejemplo, líderes de la clase proletaria o activistas.
“Intelectual orgánico” en su definición gramsciana no posee una connotación forzosamente negativa, como parece creerlo Salinas, que usa la noción incorrectamente, como si siempre fuese un insulto.
Al ex presidente le hubiese sido útil advertir que Krauze más bien cumple con el perfil del “intelectual tradicional”, aquellos que él mismo ironiza “hacen gala de autonomía” y que Gramsci describe como aquellos que se asumen en una “posición autónoma e independiente del grupo social dominante”.
Lo que Salinas ve en Krauze es un intelectual “tradicional”, esos que Gramsci solicita que sean reemplazados por intelectuales orgánicos que los propios trabajadores deben desarrollar.
Los intelectuales tradicionales, según Gramsci, se imaginan por encima de los procesos históricos y no aceptan (o no percatan) su identificación con la hegemonía. De haber utilizado adecuadamente la terminología de Gramsci, Salinas hubiese tenido que clasificar a Krauze dentro de esta categoría.
Si, en realidad, Salinas escribió o dictó ese libro, su imprecisión intelectual merma su argumento. Aunque, claro, pocos se darán cuenta.
miércoles, 22 de diciembre de 2010
De BABELIA, El Pais, LISTAS...LISTAS...LISTAS...(Javier Cercas) y LOS LIBROS MÁS DESTACADOS DEL 2010: ¿Estás de acuerdo? ¡Opina!
JAVIER CERCAS
La lista definitiva
JAVIER CERCAS 25/12/2010
Hace ahora un año, poco después de que más de medio centenar de colaboradores de Babelia eligiera el mejor libro de 2009, un crítico sostuvo que, cuantas más personas participan en la elaboración de ese tipo de listas, menos fiable es el resultado. A algunos este dictamen les pareció menos propio de un crítico que de un perturbado con tendencia a creerse Napoleón, pero a mí me pareció muy sensato: al fin y al cabo, los colaboradores de Babelia habían elegido como mejor libro de 2009 mi libro Anatomía de un instante. Este año, en cambio, no puedo estar de acuerdo con el crítico, porque el libro elegido es Verano, un deslumbrante experimento autobiográfico que figura entre lo mejor de la obra de J. M. Coetzee. Aunque, ahora que lo pienso, tampoco habría estado muy de acuerdo con el crítico hace dos años, cuando el libro elegido fue Chesil Beach, de Ian McEwan, y mucho menos hace tres, cuando lo fue Vida y destino, de Vasili Grossman. Por lo demás, como no soy un gran lector de novedades me sorprende comprobar que he leído siete de los doce primeros libros de la lista. Raro sería que, para adecuarla a mis gustos, no tuviera que suprimir ninguno de ellos, y muy natural que quisiera añadir alguno; para no salir de la narrativa extranjera reciente: Nocturnos, de Kazuo Ishiguro; o Demasiada felicidad, de Alice Munro; o Correr, de Jean Echenoz.
¿Tienen algún sentido estas listas? ¿Tienen alguna utilidad? En apariencia, a menos que uno sea Georges Perec y convierta las listas en la matriz de su narrativa, quizá no demasiado. Pero hay muchas cosas que no tienen demasiado sentido ni demasiada utilidad y en cambio resultan apasionantes. A mí, sin ir más lejos, las listas me encantan; en realidad, me pasaría el día haciendo y leyendo listas: la lista de los diez mejores libros y las diez mejores películas del año, la lista de los diez mejores libros y las diez mejores películas de la década, la lista de los diez mejores libros y las diez mejores películas del siglo. A veces, de tanto hacer y leer listas, uno se lleva sorpresas. Hará cosa de un lustro, una revista colombiana realizó una encuesta entre un buen número de críticos y escritores de la que resultó una lista de las mejores novelas escritas en español en los últimos treinta años; entre ellas, en lugar destacado, figuraba una novela mía, cosa que me alegró mucho, hasta que descubrí que una de las novelas que más me han gustado en mi vida -La aventura de un fotógrafo en La Plata, de Bioy Casares- ni siquiera figuraba entre las cien primeras elegidas, lo que me obligó a tirar aquella lista a la papelera. El crítico tenía razón: para elaborar una lista, cuanta menos gente mejor; en realidad, la única lista perfecta es la que uno mismo elabora, sobre todo si uno mismo es Napoleón. No obstante, yo creo que, hechas las sumas y las restas, es una buena idea convocar cada año a un número amplio de profesionales de la lectura para que den su opinión sobre los libros que han leído y contribuyan así a desenterrar, de entre el alud de los publicados cada año, el libro que está esperando a cada lector y le ayuden de ese modo a confeccionar una lista propia, que es la lista definitiva. Pero no la única: después de todo, eso que suele llamarse canon también es una lista, una gran lista que es el resultado del combate que a lo largo de los siglos libran listas tan pequeñas, azarosas y felizmente arbitrarias como esta que hoy publica Babelia.
55 especialistas eligen las obras más destacadas de 2010. Yeats, Piglia, Vargas Llosa, Guelbenzu, Talese, Judt, Pacheco, Zambrano, Giralt y Lahiri encabezan la lista
WINSTON MANRRIQUE SABOGAL - Madrid - 22/12/2010
Las memorias de uno de los grandes premios Nobel de este siglo, el poemario completo de un clásico del siglo XX y la novela de uno de los más importantes autores en español contemporáneos ocupan los tres primeros lugares de Los mejores libros del año de Babelia. Se trata de Verano, de J. M. Coetzee; Poesía reunida, de W. B. Yeats; y Blanco nocturno, de Ricardo Piglia. La lista es el resultado de una encuesta con 55 críticos y periodistas de Babelia, la revista cultural y literaria de EL PAÍS, que se realiza por tercer año consecutivo con medio centenar de especialistas. Toda la información se adelantará en Babelia este viernes 24 de diciembre, debido a que el sábado 25 no hay periódicos.
La lista completa de los diez primeros libros que son doce debido a un triple empate en el décimo lugar es la siguiente:
1-Verano, de J. M. Coetzee (Mondadori)
2-Poesía reunida, de William Butler Yeats (Pre-Textos)
3-Blanco nocturno, de Ricardo Piglia (Anagrama)
4-El sueño del celta, de Mario Vargas Llosa (Alfaguara)
5-El amor verdadero, de José María Guelbenzu (Siruela)
6-Retratos y encuentros, de Gay Talese (Alfaguara)
7-Algo va mal, de Tony Judt (Taurus)
8-Dublinesca, de Enrique Vila-Matas (Seix Barral)
9-Tarde o temprano. Poemas 1958-2009, de José Emilio Pacheco (Tusquets)
10-Esencia y hermosura. Antología, de María Zambrano (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores)
Tiempo de vida, de Marcos Giralt Torrente (Anagrama)
Tierra desacostumbrada, de Jhumpa Lahiri (Salamandra).
El artículo del libro ganador que publicará Babelia lo ha hecho el escritor y crítico irlandés Colm Tóibín, colaborador de publicaciones como The New York Review of Book, Irish Times y Vanity Fair. Para Tóibín, autor de Brooklyn (Lumen), el Nobel surafricano Coetzee logra en Verano "recuperar una actitud juguetona. Imagina que está muerto y que un biógrafo está tratando de reconstruir cómo era su vida en la época en la que escribió sus dos primeros libros, Tierras de Poniente y En medio de ninguna parte, entre 1971 y 1977. El biógrafo tiene que trabajar con sólo unos fragmentos de memorias; algunos quizá no son fiables. De modo que parte en busca de personas que conocieron a Coetzee en aquellos años y las entrevistas. La mayor parte de la novela consiste en las transcripciones de dichas entrevistas".
Mañana, en la edición de ELPAÍS.com, se publicará un especial con los libros elegidos: críticas de las obras más destacadas, los títulos agrupados por ocho géneros (los cinco primeros de cada uno), la lista de las votaciones de cada uno de los 55 especialistas que participaron y un análisis completo de la encuesta. Los libros más destacados de la encuesta tuvieron un tratamiento especial en Babelia, en su momento, con entrevistas, largas críticas e incluso, algunos fueron portada y libros de la semana. Por lo pronto, la continuación del listado de los 20 mejores libros del año, que son 29 debido a varios empates:
11- El mundo bajo los párpados. Jacobo Siruela (Atalanta)
12- Visión desde el fondo del mar. Rafael Argullol (Acantilado)
13- Hojas de Madrid. Con La Galerna (1968-1977). Blas de Otero (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores)
- Libro de los muertos. Apuntes 1942-1988. Elias Canetti (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores)
14- Notas al pie de Gaza. Joe Sacco (Mondadori)
15- Correr. Jean Echenoz (Anagrama)
16- Autobiografía sin vida. Félix de Azúa (Mondadori)
- Del lado del amor. Poesía reunida 1994-2009. Juan Antonio González Iglesias (Visor)
- Nunca fue tan hermosa la basura. José Luis Pardo (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores)
- Todo lo que tengo lo llevo conmigo. Herta Müller (Siruela)
17- Brillan monedas oxidadas. Juan Eduardo Zúñiga (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores)
18- Hoy no es ayer. Ensayos sobre la España del siglo XX. Santos Juliá (RBA)
- La experiencia totalitaria. Tzvetan Todorov (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores)
- Leviatán o la ballena. Philip Hoare (Ático de los libros)
- Una saga moscovita. Vasili Aksiónov (La otra orilla)
19- La idea de la justicia. Amartya Sen (Taurus)
20- La muerte del adversario. Hans Keilson (Minúscula)
La tercera parte de las memorias de Coetzee, Verano, el es cuarto libro del año elegido por Babelia en una encuesta con medio centenar de especialistas. Las obras de los años anteriores fueron: 2009: Anatomía de un instante, de Javier Cercas (Mondadori); 2008: Chesil Beach, de Ian McEwan (Anagrama); y 2007:Vida y destino, de Vasili Grossman. Veremos que nos depara el próximo año que ya promete grandes nombres, y, seguramente, grandes libros.
domingo, 19 de diciembre de 2010
A 100 AÑOS DEL NACIMIENTO DE LEZAMA LIMA TRANSCRIBO PEQUEÑO TEXTO DE OCTAVIO PAZ
"Leo Paradiso poco a poco, con creciente asombro y deslumbramiento. Un edificio verbal de riqueza increíble; mejor dicho, no un edificio sino un mundo de arquitecturas en continua metamorfosis…", escribió Paz a José Lezama Lima el 3 de abril de 1967 a propósito de la obra cumbre del poeta cubano.
ASISTE AL TEATRO DE LOS INSURGENTES: JUEGOS SINIESTROS. SALDRÁS MUY SATISFECHO
Dan Giménez Cacho y Yazpik cátedra de actuación en “Juegos siniestros”
“El público es quien gana tras el duelo de actuaciones que sostienen Daniel Giménez Cacho y José María Yazpik en "Juegos siniestros" (Sleuth), "thriller" teatral de Anthony Shaffer donde ambos imparten cátedra de actuación sobre el escenario del Teatro de los Insurgentes. Interpretan una de las obras más exitosas en la historia dramática que desde su estreno en Londres en 1971, se convirtió en un éxito inmediato.
Por enésima vez, Giménez Cacho deja constancia de su singular calidad interpretativa al encarnar a "Andrew Wyke", un afamado escritor de novelas policiacas; mientras que Yazpik sorprendió con la capacidad de su evolución artística como "Milo Tindle" y el "Inspector Doppler".
La ovación del público que abarrota la sala es para la inobjetable primerísima actuación de ambos actores; para la atinada dirección de Enrique Singer y la magistral escenografía de Jorge Ballina.
"Andrew" (Giménez Cacho), en el estudio de su hogar, escribe algunos diálogos de su siguiente novela de suspenso frente a su máquina de escribir. El timbre suena en señal de que su invitado especial ha llegado a la cita. Se trata de "Milo Tindle" (José María Yazpik), un hombre de ascendencia judío-italiana, seductor e ingenioso que desea casarse con "Sophie", la esposa de "Andrew".
El esposo engañado, contrario a lo que "Milo" podía imaginar, le ofrece su apoyo y amistad para que logre dar a su ex-mujer la vida a la que ella está acostumbrada:
"Estás con una mujer muy cara y ni mil cortes de cabello que hagas te alcanzarán para mantenerla. Como quiero cerciorarme de que te cases con ella para siempre y no regrese a mi lado, te voy a ayudar", le dice "Andrew" a "Milo", para luego proponerle que con su consentimiento y ayuda robe sus joyas. Incluso, le dará la factura para que pueda venderlas a un traficante conocido. Después, "Andrew" cobrará el seguro por ellas y podrá gozar del romance secreto que dice también mantiene.
En este juego siniestro, el público averiguará cuál de los dos personajes salió ganando o perdiendo, pues lo que comenzó como un encuentro cordial, de buenos modales y entre dos personas sensatas y coherentes aparentemente, brindando con whisky por el triunfo del amor, terminará con resultados fatales, luego de que el escritor buscó burlar la mente del amante de su esposa.
Su intención dará un giro inesperado cuando "Milo", dueño de una estética, esté completamente inmerso en el juego y la venganza, los celos, el poder, la manipulación y el engaño. Se trata de un libreto de humor negro que en 2007 interpretaron Michael Caine, Jude Law y Eve Channing a través del filme "Sleuth".
Fue la segunda versión cinematográfica de la historia, pues en 1972 Laurence Olivier y Michael Caine también la llevaron a cabo con excelentes críticas.
"El campo de batalla", la casa de "Andrew", fue construido por el reconocido escenógrafo Jorge Ballina (Muerte en Venecia) sobre un escenario giratorio que permite al espectador observar varios espacios de la casa: la sala, el estudio, la biblioteca, el vestidor, la fachada y los detalles de la decoración en la que abundan animales disecados y un tapete de oso.
El objetivo de Ballina fue construir una casa con movimiento para que dar la sensación del cine en el teatro y crear un mayor suspenso, misterio y acción.
De acuerdo con el director Enrique Singer, los histriones, a diferencia de la versión británica teatral que fue la original del texto, debieron ser muy explícitos en sus confrontaciones:
"Los personajes son latinos y no ingleses, pues necesitamos dar un mayor impacto. En la pieza teatral inicial, la violencia es muy explícita, pero está contenida y aquí necesitamos que sean más pasionales.
"Son dos entes masculinos entre los cuales la pasión y los celos pueden conducirlos a la muerte. Es un choque muy dramático y aquí manejaremos un temperamento más extrovertido, ya que en México somos mucho más sanguíneos", indicó Singer.
Se trata de una puesta sorprendentemente verosímil, tanto que acabas creyendo que cualquier giro, por inesperado que sea, lo creerás también.
Merece tu asistencia y aplauso.
Beto Buzali
DE SERGIO GONZÁLEZ RODRÍGUEZ PARA LOS LECTORES: LOS LIBROS DEL 2010. UN RECUENTO.
Los libros de 2010
Sergio González Rodríguez
19 Dic. 10
El libro del año: La sociedad sin relato, de Néstor García Canclini.
Novela: La prueba del ácido, de Élmer Mendoza; Sangre erguida, de Enrique Serna; Olvidar el futuro, de Agustín Ramos; En la vida triestina, de David Miklos; El retorno de los tigres de la Malasia, de Paco Ignacio Taibo II; Puedo explicarlo todo, de Xavier Velasco; Mi cuerpo en tus manos, de Rose Mary Espinosa; No tengo tiempo, de Arturo Vallejo Novoa; Hotel DF, de Guillermo Fadanelli.
Cuento: La marrana negra de la literatura rosa, de Carlos Velázquez; Señora Krupps, de Javier Fernández Aceves; Fiebre, de Daniel Krauze; El corazón es un gitano, de Rafael Pérez Gay; Sólo cuento, coordinado por Rosa Beltrán; Ese modo que colma, de Daniel Sada; El tiempo apremia, de Francisco Hinojosa; Caída libre, de Carlos Martín Briceño; Enfermario, de Gabriela Torres Olivares.
Crónica: D.F. Confidencial, de J.M. Servín; El derrumbe de los ídolos, de Héctor de Mauleón; Cuando me volví mortal, de Carmen Boullosa; El miedo ante el espejo, de Juan Villoro.
Ensayo: El XIX en el XXI, de Christopher Domínguez Michael; La brújula hechizada, de Mauricio Montiel Figueiras; Las islas de las tribus perdidas, de Ignacio Padilla; El arte de perdurar, de Hugo Hiriart; Islas y casi islas, de Bruno Hernández Piché; La increíble hazaña de ser mexicano, de Heriberto Yépez; Enseñanzas desbordadas, de Marisa Belausteguigoitia, et al.; Que se abra esa puerta, de Carlos Monsiváis; Papeles falsos, de Valeria Luiselli; Inmanencia viral, de Fausto Alzati Fernández.
Historia: De héroes y mitos, de Enrique Krauze; La revolución mexicana, de Álvaro Matute; La Castañeda, de Cristina Rivera Garza; La muerte entre los mexicas, de Eduardo Matos Moctezuma; Diré adiós a los señores, de Orlando Ortiz; El último brindis de don Porfirio, de Rafael Tovar y de Teresa; La insurgenta, de Carlos Pascual; México: Fotografía y Revolución, coordinado por Miguel Ángel Berumen.
Actualidad: Esclavas del poder, de Lydia Cacho; El general sin memoria, de Juan Veledíaz; Jauría: la verdadera historia del secuestro en México, de Humberto Padgett; La Santa Muerte, de José Gil Olmos; Los señores del narco, de Anabel Hernández.
Poesía: Morir mejor, de Feli Dávalos; Descripción de un brillo azul cobalto, de Jorge Esquinca; Sobre una hoja, de Gabriel Bernal Granados; La radio en el pecho, de Eduardo de Gortari; Población de la máscara, de Francisco Hernández; Libro del abandono, de Javier Acosta; Negro es su rostro/ Simiente, de Esther Seligson; Pastilla camaleón, de Julián Herbert.
Biografía: Granados Chapa. Un periodista en contexto, de Humberto Musacchio; Se llamaba Elena Arizmendi, de Gabriela Cano; Aquí está su pachucote... ¡Nooo!, de Rafael Aviña.
Humor: Historias desconocidas de la Independencia y la Revolución, de Trino Camacho.
Arte: El joven Orozco, editado por Adriana Malvido; Espejo en llamas, de Andrés de Luna; El arte de las ilusiones, de José Antonio Rodríguez; T.W. Adorno, de Jorge Juanes; Atrocitas fascinans, de José Luis Barrios.
Entrevista: La última entrevista a Roberto Bolaño y otras entrevistas a grandes escritores, de Mónica Maristáin; Catorce escritoras mexicanas frente a sus lectores, de Blanca Estela Treviño; La voz de los otros, de Ricardo Cayuela Gally.
Obras extranjeras: L'Ardore, de Roberto Calasso; La Carte et le Territoire, de Michel Houellebecq; El cementerio de Praga, de Umberto Eco; Teignmouth Electron, de Tacita Dean; Blanco nocturno, de Ricardo Piglia; Imperial Bedrooms, de Bret Easton Ellis; Obra poética, de J.M. Junoy; Requiem, de Sanford Kwinter.
El peor libro del año: Pobre Patria mía, de Pedro Ángel Palou, novela burocrática en la que monologa un Porfirio Díaz disfrazado de personaje de Carlos Fuentes: "fósil desenterrado, paleolítico, inmemorial. Soy blanco y oscuro. Verde y transparente como el jade. Opaco y luminoso. Soy, para mi desgracia, eterno... Soy el viento, el fuego, el agua, la tierra. Soy el sumo sacerdote, el yaha yahui, el águila-serpiente de fuego", etcétera. Lectura chatarra para supermercados.