Hoy toca el turno a un poema mío. Debí haberlo enviado ayer. Ayer que llovió y fue de tarde todo el día. Aunque hubo grandes chubascos y este poema en prosa se refiere más bien a esos días en que llueve lluvia fina y no cesa. Hoy parece despejarse. Sin embargo, la sensación del poema perdura.
Llueve
Algo ajeno flota por encima de las cosas, las transfigura. Se distinguen algunos tonos verdes de humedad. Aquí y allá una gota se apoltrona en la parte posterior de tu alma. La bruma gris te envuelve.
Llueve siempre y de igual modo, agua frágil y constante. Te preguntas si alguna vez los días fueron distintos. Una luz temblorosa se filtra apenas. La lluvia empapa lo que toca, hace translúcidos los objetos. No incide en ti, se cuela. Te habita con pudor, con cuidado. Entre gota y gota, te da espacios de silencio. Persiste en tu memoria su fulgor plateado, como si no hubiera otra manera de ser del agua, excepto lluvia.
Otro tiempo, otro lugar; remoto. ¿Dónde? Paraje de autos y pinos. Escuchas otra lengua, la desconoces.
La lluvia continúa.
El tiempo lloviendo y llovido. Montañas negras, húmedas. Pátina de agua y niebla. Densas nubes se posan en sillones, dormitan, se derraman sobre alfombra y maderas; se alargan, te cubren. Agua que se vierte y acaricia cada estancia, cada cuerpo.
Escuchas un blues, la música te atraviesa, ritmos de la lluvia. Notas-gotas, se arrastran. Tú las sigues.
Todo el día ha sido de tarde.
Cae la noche, densa, oscura, sin estrellas.
de Regina Kalach Atri del libro Espejo de Mareas que pronto, muy pronto, estará en librerías
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