Hace casi un año te escribí para recomendarte “Severiana” porque un escritor a veces consigue la fortuna de crear una obra digna.
Este 2011 me ha sucedido un acontecimiento aún mayor. Imagínate saber que has escrito esa obra digna pero que pasan los años y no encuentra una casa editorial que sea su hogar. Es doloroso. Pero cuando al fin consigues romper el silencio y salir a la luz, hacerse pública, no hay felicidad más completa.
Esta novela –Georgia- ha encontrado al fin hogar (Fondo de Cultura Económica, colección Letras Mexicanas) y justamente eso quiere ser para ti.
Sé que no hay mayor subjetividad que una valoración hecha por el propio autor, pero te pido que confíes. ¿No se trata de eso la literatura, de pedir confianza?
Es una novela digna, lo prometo, y te cuento que ha esperado mucho tiempo para llegar a tus ojos pero sobre todo a tu corazón. Sí, amor, de eso se trata.
Se dice que existen diez, doce, quince, diecisiete temas en la literatura, tantos como dedos tenemos entre pies y manos; o dicho de otro modo, no más de aquéllos que cabrían en nuestras manos humanas (lo que podemos asir, acariciar, desgarrar) y en nuestros pies humanos (aquello hacia lo que solemos tender o de lo que debemos huir)
En realidad la literatura toda escribe un único tema: el amor, en su infinidad de variantes: La llegada del amor, la pérdida del amor, la búsqueda del amor, la maldición del amor, la celebración del amor, etc. Y creo que la totalidad de los escritores, tarde o temprano, somos deslumbrados por tal revelación y entonces damos la palabra – la nuestra, esa mínima aportación- a una colosal obra que bien podríamos llamar “El libro del difícil amor humano”.
Ha llegado mi turno. Y he escrito mi palabra: Georgia, para hundirme en las preguntas trágicas: ¿Por qué se acaba el amor? ¿Por qué cuando desaparece, parte de nosotros desaparece también? ¿Cómo pudimos haberlo salvado? ¿Podría suceder que el lenguaje amoroso estuviese enfermo y las mismas palabras amorosas que nos ofrecen la dicha también nos afrentaran con la desdicha? ¿Son culpables las mismas historias de amor por transmitirnos con su código narrativo una expectativa funesta, un fatalismo “natural”, un silencioso cementerio sobre el que caminamos con paso resignado: nuestro mundo plagado de tantos amores muertos como una noche invertida que no pende sobre nuestras cabezas sino que se halla enterrada a milímetros de nuestros pies? ¿No tuvimos en realidad todos y cada uno de nosotros la capacidad de aprender a amar de otra manera – subir al cielo estrellado - y la perdimos por falta de imaginación, osadía, humildad – caer al cielo muerto del amor humano-, porque no supimos o no quisimos darle la espalda a las palabras amorosas y a todas las historias de amor que nos precedieron? ¿No es nuestro propio final del amor un legado maldito para quienes vendrán después de nosotros: una herencia como condena, como maldición? ¿No pude yo hacer algo más por mi amor, por tu amor, por nuestro difícil amor humano? ¿No podría todavía hoy hacer algo?
Ojalá que puedas confiar en mí (Ricardo) para darle oportunidad a mis palabras (lo mejor que puede dar un escritor)
Cariñosamente
Ricardo y Georgia
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