sábado, 15 de octubre de 2011

REGINA KALACH PRESENTARÁ EN LA FIL GUADALAJARA EL 30 DE NOVIEMBRE "ESPEJO DE MAREAS" JOSÉ (PEPE) GORDON Y EDILBERTO ALDÁN

el 30-NovEspejo de mareas
Salón Alfredo R. Placencia, planta alta, Expo Guadalajara
17:00 A 17:50 hr.





EL MOTIVO DE LA CELEBRACIÓN

JOSÉ LUIS MARTINEZ, BETO BUZALI,
TOÑO MARQUET, JAVIER MATUS

ASPECTO DEL AUDITORIO

INICIA LA PRESENTACIÓN: ADINA, PEPE, REGINA Y SANDY

TRES GENERACIONES: ESTELA, ALIZA Y ADINA


www.forojudio.com así la percibió: http://bit.ly/pBFsOt


www.enlacejudio.com así la captó:

El libro se presentará... http://bit.ly/mSJzwj

Poesía ¿para qué? por Victoria Dana http://bit.ly/pcvngQ




TEXTO DE PRESENTACIÓN A CARGO DE

ADINA CHELMINSKY

Damas y Caballeros. Amigos todos, bienvenidos.

Es para mi un verdadero placer ser parte de la presentación de “Espejo de Mareas”.

Para quienes no nos conocen personalmente tengo que hacer el descargo de responsabilidad que soy cuñada de Regina. Por lo que, desde hace unas semanas, la auto-presión por conducir una ceremonia digna de este libro, ha sido digámoslo: intensa.

Para mi horror cuando empecé a redactar estas líneas mi mano, consabidamente más rápida que el ojo, no se decidió por citar algo rítmico y profundo de Neruda o de Shakespeare o de Transtromer, sino de Warren Buffett, el mega billonario inversionista, no particularmente conocido por su calidez y sensibilidad.

Buffett siempre dice: “Invertir es simple pero no sencillo”…

Y lo mismo pasa con la poesía.

En teoría, todo se resume en 27 letras. Una delante de otra para formar palabras. Que se ordenan en líneas y luego párrafos. Bastante simple.

Pero nada sencillo es hacer que estas 27 letras se acomoden para poder, cómo bien decía Octavio Paz, “escucharlas con los ojos y verlas con los oídos”.

Leer poesía es indudablemente uno de los más grandes placeres humanos; le da contexto y sentido a la vida.

Pero escribir poesía, verdadera poesía, ha de ser un deporte extremo. Sólo para valientes. Porque en cada palabra desnudas tu alma y buscas crear la conexión más íntima, humana y verdadera con aquel que está del otro lado de la página, del otro lado del mundo, del otro lado de la historia. La poesía es el único género literario en donde una palabra vale más que mil imágenes.

“Un poeta, decía WH Auden, es antes que nada una persona apasionadamente enamorada del lenguaje”.

Regina nació siendo poeta, pues es apasionada en todo. Piensa con pasión, habla con pasión, actúa con pasión y escribe con pasión. Su entrega a todo lo que hace sólo se puede medir en una escala similar a la Saffir-Simpson. Un viento que irrumpe con fuerza creadora.

No creo que sea coincidencia que este libro se llame “Espejo de Mareas”. Regina y sus mareas, ambas fuerzas de la naturaleza. Ambas inexplicables (salvo para los científicos) pero inevitablemente necesarias la vida.

La creatividad de Jenny es justamente como esas mareas que empiezan como una ondulación suave, casi imperceptible, en la superficie del mar o en el fondo de la mente, y después rompen con estruendo en la orilla de la playa o en la hoja en blanco.

Fue así como nació este libro…

Dice Regina: Es difícil explicar la génesis de un libro de poesía. Este libro comenzó a gestarse desde hace alrededor de diez años. Escribía en una libreta negra y numeraba cada entrada. Además tenía rezagados algunos poemas que no entraron en un libro primero por falta de espacio. Poco a poco me fui dando cuenta de que había un hilo conductor entre los poemas numerados y los escritos anteriormente. Después de revisar y revisar los poemas, decidí que los escritos tenían cierto orden y que se podía seguir ese entramado. Al final, el poemario había alcanzado una unidad, al menos para mí. El libro, consta de varias entradas, o títulos. Se empieza con Abrir que es como el acceso a este mundo de “Espejo de Mareas”, sigo con El Extranjero, Los Dioses, Del Cuerpo y sus Cercanías, La Luz, Intervalo, Latido, Trazos, y Para Cerrar. He querido expresar por medio de la palabra mis fascinaciones, abismos, asombros y obsesiones. Asomarse a “Espejo de Mareas” es adentrarse en mundo íntimo de un ser humano que ha querido abrir una ventana al lector. Ventana donde se vislumbra un espejo que refleja mis propias mareas.

Para hablar más a fondo sobre el libro tengo el privilegio de presentar a tres personas apasionantes y apasionadas.

Primero a Sandy Bucay Capuano

Estudió sociología para comprender el mundo en que vivimos. Pero el atractivo por los mundos que imaginamos le era mayor. Y sabe que, en eso, la literatura lleva las de ganar.

Le gustaría que, aparte de un número, las casas tuvieran pintado un verso en su fachada. Discrepa de quienes argumentan que la memorización es una práctica didáctica infructuosa. Cree entusiastamente que la mejor gimnasia mental es aprenderse un poema de memoria. Además, confirmó que es el mejor bálsamo cuando escuchó a una sobreviviente del Holocausto explicarle a su nieta porqué se había aprendido tantos poemas. Para aquella mujer, la poesía era lo único que podía conservar cuando la despojaron de todo.

Actualmente vive más en el siglo XVI que en el XXI. Shakespeare es su pasión y busca contagiar a quien se deje.

También está con nosotros José Gordon

Pertenece a la especie de imaginantes bípedos. Es novelista, escritor de ensayos y traductor. Su trabajo en televisión como conductor del Noticiario cultural 9:30 y del suplemento literario Luz Verde, en Canal 22, fueron calificados por el escritor Augusto Monterroso como “dignificantes del periodismo cultural”. Escribe la columna de ciencia y arte en la Revista de la Universidad, espacio en donde también publica sus entrevistas; es asesor de la revista Muy Interesante que edita sus reflexiones sobre las paradojas del conocimiento científico y poético. Escribe y conduce las cápsulas televisivas Imaginantes (ganadoras en el New York Film Festival). En el Canal 22, conduce y dirige La oveja eléctrica, revista de ciencia y pensamiento en donde conversa con los más notables científicos contemporáneos.

Y, por supuesto, la autora…

Regina Kalach Atri nació en la Ciudad de México el 16 de octubre de 1953. Es una doble Libra en busca –y no siempre con éxito- del equilibrio.

Desde que aprendió a leer, como por arte de magia, la palabra ha sido motivo de curiosidad, dicha y consuelo.

Por eso dedica gran parte de su tiempo a leer y a escribir.

Participó durante más de ocho años en el taller de análisis de dramaturgia que impartía Hugo Argüellles. Realizó una maestría en humanidades en la Universidad Anáhuac, y ha participado en cursos y talleres vinculados a la escritura, la literatura y el proceso creativo.

Desde pequeña jugó, como tantos de nosotros, a al escuelita. Es por ello que durante catorce años dedicó su inventiva y su pasión a ser GuÍa Montessori. Hoy en día procura elegir todos los días un poema para enviarlo por correo y compartir su gusto por la poesía:“El poema de Hoy”. imparte cursos y talleres de redacción, literatura y mitología griega y publicó, anterior a este, el libro “Voces en el Alba” .

En fin. Mejor panel no podría estar aquí reunido. Mejor libro no podríamos estar presentando.

Jenny, es un verdadero orgullo para todos los aquí presentes poder ser parte de este momento. Uno de tus tantos, tantísimos éxitos. Dices que, como buena Libra, estás siempre en busca del equilibrio pero es justamente ese ligero desequilibrio es lo que te hace tan talentosa.

Detrás de cada una de las 27 letras que leemos, en infinidad de combinaciones, dentro de tu libro podemos asomarnos a tu pasión, tu entrega, tu perseverancia, tu fregonsismo (ya sé que no existe la palabra). Tu incansable lucha por dejar una huella, la tuya: propia e inconfundible, en el mundo….y, sobretodo, en la gente que te rodea.

Robert Frost decía que “Un poema empieza con un nudo en la garganta.”

Y con este nudo de emoción y orgullo, empecemos la presentación.



José Gordon escribió:

“Éste es un libro sobre la marea de la conciencia y el mareo de la percepción que se desdobla en sujeto y objeto en un juego de espejos («Que reviente mi canto de mar en tu mirada»).

Para recorrer este laberinto de luz, Regina Kalach nos propone seguir el hilo de Ariadna hecho de palabras que conducen al encuentro con el misterio del mito. El monstruo, como ya lo señalaron Borges y Cortázar, es lo que escapa a nuestros límites. Para iniciarse en sus misterios las «palabras de fosforescentes hilos» son seis: extranjero, dioses, cuerpos, luz, latidos y trazos. En estas estaciones, Regina explora las presencias más finas y sutiles para constatar que realmente existen («Los dioses descienden, te miran. A lo lejos sus voces resuenan inmutables»).

La clave de este asombro es el silencio, ese lugar que permite mirar las motas de polvo del aire como un sistema solar en miniatura y registrar el tintineo de una cuchara contra un vaso, sentir el tacto de las miradas y la sorpresa de habitar un cuerpo. Desde ese lugar Regina celebra el ritmo y la música del lenguaje que captura lo efímero y lo eterno: a las sombras de una jacaranda y a los pulsos del río donde nos espera nuestra historia más antigua, el tambor del tiempo sin tiempo.

Uno de los aspectos que más me fascinan de la literatura es descubrir desde dónde mira el escritor. La poesía de Regina se asienta en un encanto del mundo que no ignora a los erizos ni a la sangre, pero que al mismo tiempo tiene una delicadeza infantil, una sonrisa sabia que se alegra al compartir los secretos simples y maravillosos de la marea de la conciencia («Espejo de mareas»).”


SANDY BUCAY COMENTÓ:

El hilo de Regina

Según la Biblia, antes de expulsarlo del paraíso, D-os le ordenó a Adán labrar y guardar el huerto de Edén. Apenas cuatro versículos después, nos enteramos que le encomienda otra faena: “Formó, pues, Jehová D-os de la tierra toda bestia del campo y toda ave de los cielos, y trájolas a Adam, para que viese cómo les había de llamar; y todo lo que Adam llamó a los animales vivientes, ése es su nombre”, (Génesis 2:19). Una tarea nada trivial, pues nombrar lo que existe en el mundo denota, de alguna manera, crearlo. Así, el lenguaje surge en un espacio idílico, privilegiado. El resto de la historia lo conocen bien. Perdimos el paraíso; sí, pero heredamos la palabra. El mandato divino se convirtió en don terrenal.

Y ya que de herencias hablamos, a propósito de lo que hoy nos convoca, vale la pena traer a cuento lo que dijo el poeta cubano-mexicano recientemente fallecido, Eliseo Alberto: “sólo la poesía explica los milagros”. Regina Kalach lo sabe y –me consta– lo cultiva desde hace mucho.

Históricamente, antes de que los espejos fueran usados para reflejar una imagen, fueron instrumentos de observación del cielo y de los movimientos de las estrellas. Antes de mirarse a sí mismo, el hombre quiso mirar el cosmos. El espejo era un objeto que servía para especular. Porque “espejo” y “especular” provienen de la misma raíz indoeuropea (spek) que significa mirar, examinar. Una specula es un puesto o una torre de observación.

Desde su atalaya, desde su propio faro, Regina contempla y desata mareas en las que, como las subidas y bajadas marinas, asciende y desciende en una amplia inspección del mundo exterior y de su universo interior. Y especula en ambos sentidos; es decir, observa y reflexiona. Escudriña al mundo sin sacrificar los vuelos estéticos que el buen oficio demanda.

En su libro, conviven la prosa y el verso. Las palabras sirven para narrar y enaltecer; se tienden en la hoja cual alfombra que guarece nuestras pisadas o se disparan como manantial que aclara y fertiliza a su paso. Podrán comprobar que la tipografía es el santo y seña para no extraviarnos. Un regalo adicional para seguir amando los libros de papel.

Espejo de Mareas es un festín sensorial, un convite donde los sentidos se recrean y se sacian. En la sección titulada “El Extranjero”, escuchamos “el sonido de las brazadas sobre el agua” (19); sentimos con la escritora cómo sobre los cuerpos claros de los amantes sopla el viento suave (37) y nos insta a “tragar estrellas [y] saborear sus puntas” (39). Más adelante, en la parte dedicada al cuerpo y sus cercanías, y cuando en sus lindes se despierta la memoria, nos deleita con “el rumor de la hiedra que descuelga” (75) y descubre que “sabe a musgo el agua de la fuente” (81).

Como resaca de una de sus mareas, en ese tuteo profuso que igual nos arrima y nos exige, deja entre sus “Trazos” las siguientes líneas como refugio a quien encalló: “Arribas a la costa; llegaste a nado, sola, fresca y salada. Tanto mar. No sabes por qué, pero huele a rosas; el mar te trae perfumes de la tierra” (114). Este agasajo remata, en el poema “Nudos” con el recuerdo de los sabores que distinguen una infancia. Dice Regina: “Las voces que moran /en los umbrales de mi casa/ se van sazonando lánguidas; / vocablos de canela, azahar y hierbabuena” (127).

Como diría Rilke primero y luego Harold Bloom, la poesía cabalga con dos estribos: un poder expresivo y uno evocativo; es decir, genera emociones pero también plasma experiencias. El latido y la memoria –esa alborotadora de nostalgias– son los resortes del impulso creativo.

Espejo de Mareas es también un mosaico polícromo. Todo se realza con colores: con el azul cobalto o índigo, con los añiles oxidados, con la verde niña o los ojos glaucos y el rojo terciopelo, escarlata o aterrado. A Regina, los siete colores del arco iris le son insuficientes; hay que añadirles la gradación de los matices. Y sí, a veces, para que la fotografía despliegue todas sus tonalidades, la autora tiene que trabajar desde un cuarto oscuro.

Sus líneas pueden ser dardos. Oigan si no: “Que la perfumada pupila te conceda iridiscencias / Que se te abran los párpados silentes / Que reviente mi canto de mar en tu mirada.” (15). O pisadas de zancada larga, alivio para el ansioso, casi arrullo. Escuchémosla: “Nos tendemos en amor para el amor que fuimos hechos. Reconocemos en nuestras pupilas la nostalgia de estrella que se apaga y derramamos juntos nuestro dolor de carne, de sangre, de vivos.” (37). O uno de mis fragmentos favoritos: “Suficiente luz para llenarte, para mitigar los temores de la noche que te espera. Un rayo te protege. Como si te lo hubieras tragado, resplandeces”. (88)

Sus palabras, pulidas o ásperas, sirven también para el juego y la celebración, ya sea en aliteraciones que retumban: “grito, garganta, gruta” (30) o en voces estridentes: “respiras rojo, rojuras, rojeces, rojedad” (60). No busquen “rojedad” en el diccionario, no existe; ella lo acuñó. Regina es también, incontenible y venturosamente, demiurgo: crea y ordena el mundo.

Y en un empeño arqueológico por rescatar lenguas muertas, vuelve al primer tañido de la poesía: la música: “¡Yarorú, Yorarié, Yurubiá! Dioses a los que invoca mi corazón sin ramas, sin tallo, sin hojas”. (66)

El juego continúa. Entra a su habitación de espejos ataviada como aprendiz de brujo y en “Literarios” (131) hace desfilar ante nuestros ojos a múltiples quijotes, sanchos, antígonas y ximenas. Y es que la poesía también es magia. Con el abracadabra del poeta se abre cada palabra. Entonces, igual que un átomo fisionado, del verso estalla su energía encerrada.

Se desgranan los versos a ras de tierra, los que hablan de lo cotidiano, de los “desgastados bordes del mantel / que acaricio una y otra vez buscando alivio” (25) y después de una pausa, parece insistir en ese feliz maridaje entre lo rutinario y lo trascendente [“De mesas, ángeles y flores” (p.123)

En contraste, el acopio de versos exaltados es abundante. Desde el balcón de su mirador, la autora nos recuerda que estamos hechos de deseo o, en sus propias palabras, “de fuego y de tiniebla” (41), “hendidos por el último rayo de un sol / que nos salva de orfandades” (81).

La poesía es el lugar idóneo donde los contrarios cohabitan: no sólo las ambivalencias y contradicciones de nuestra condición, sino los instrumentos de su arte: la voz y el silencio. Como en la música, el silencio en la poesía es elocuencia de otro modo. Hay “tiempo de callar, y tiempo de hablar”. (Eclesiastés, 3:7). Leer a Regina Kalach nos encamina a una complicidad de doble filo: el entusiasmo frente a la palabra, y la perplejidad, el pasmo ante lo inefable.

Casi al final lanza una pregunta: “¿Qué harás con lo que no te atreviste a nombrar?” (116). La respuesta ya la dio antes: “su llamado pleno de silencios transita”. (33).

Las lecturas de los clásicos también han dejado su impronta. Para Regina, los mitos y los ritos constituyen un legado que sobrevive gracias a la palabra. Unos y otros brindan un sentido de comunión, de continuidad, de tradición inestimable que nos ligan en el tiempo y nos permiten residir en un espacio sin fronteras. Reconocer que en todo escritor hay voces interiores que le hablan, significa ser beneficiario del delirio más dichoso.

De su colección de espejos, Regina acude a sus predilectos y sentencia sin ambages poniendo a nuestra disposición... “espejos para contemplar o para asomarte a la otredad que trae su lastre”. (92)

Y todo esto ¿qué sentido ulterior tiene? No puedo encontrar mejor respuesta que la que dio el poeta norteamericano Wallace Stevens (1879-1955): “La poesía” –dijo– “es una extensión de la vida”. “El propósito de la poesía es contribuir a la felicidad del hombre”. No es casualidad que en su poema “Naufragio”, Regina haya elegido como epígrafe una frase de José Gordon: “Para que se sostenga, debe haber alegría”. Acaso el impacto de nuestros propios naufragios habría sido –si no evitado– sí mitigado con un verso, el hilo de Ariadna –de Regina– que nos rescata del laberinto.

La poesía no es sólo para los poetas, para los guetos intelectuales. Los poemas deben ser memorizados y compartidos en una sobremesa, leídos en voz alta, interpretados, declamados para quien necesita consuelo o merece aclamación; hay poemas que pueden ser las mejores plegarias antes de dormir. La poesía puede ofrecernos el mejor retiro en este mundo sin necesidad de abandonarlo. A un poema hay que internarse para vivir la vida de otra forma. No sólo para explicar los milagros, como decía Eliseo Alberto, sino para vivirlos. Pero qué mejor que la voz de la autora para animarnos. Como una puerta entreabierta, nos basta un guiño para habitar su poesía.

S. Bucay

Octubre 13, 2011.

N.R.: Los números entre paréntesis indican la página en ESPEJO DE MAREAS.


Beto Buzali añadió:

Para las ocasiones especiales, como de costumbre, Regina (¡ah, qué bonito nombre!), hoy escribo para ti de nuevo. Para mencionar acerca del tiempo y de la memoria, tan acostumbrados estamos ya de hacerlo que hoy ni sobra ni hace falta, simplemente así es.

Regina (¿ya te comenté lo bonito que es tu nombre?) tu libro, Espejo de mareas, quisiera fuese uno cuyas hojas nunca caerán: ni secas, ni frágiles.

Hoy te abrazo y me regocijo con que éste sea tu hoy y que tu hoy dure toda una eternidad y mi hoy sea una respetuosa reverencia a tu talento y elocuencia. Hoy no me importa ya nada los ayeres, apenas me importa el hoy: el que me alegra, demasiado: tu hoy y mi hoy. Hoy pienso en los próximos hoy que vendrán y me estremezco, apenas me queda una mueca que se parece a una sonrisa ante la memoria espejo de los hoy que llegarán: renovaciones y reconciliaciones. Pero si me abrazas, Regina (¡ah! qué nombre tan hermoso y elocuente)...si me abrazas no hay camino que no quiera andar: ya sin compromisos, sin arraigos, sin nacionalidad ni nombres: sólo nosotros, estas dos almas viejas que se deben tanto, el uno al otro y el otro al uno, desde la eternidad para la eternidad.


¡ EN BUENA HORA REGINA !

2 comentarios:

  1. La información y reflexión son excelentes. Pero, Pepe, ¿has intentado leer tu blogg en línea? Te invito hacerlo y no necesitar un perro lazarillo en el intento. ¡Qué colores tan agresivos! Ojalá puedas hacer algo por el bien de la salud visual de tus lectores.

    Saludos.

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  2. Tienes razón en cuanto a lo de los colores: El fondo negro requiere de letras brillantes.
    Veré otras opciones.
    Gracias por dejar tu comentario.

    Beto que no Pepe (aunque es un honor)

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