MANUEL ÁLVAREZ BRAVO
1902-2002
“La palabra arte es
muy resbaladiza. Realmente no tiene importancia en relación con el trabajo de
alguien. Yo trabajo por placer, por el placer del trabajo, y todo lo demás es
asunto de los críticos”
ÁLVAREZ BRAVO EN PARÍS
MILENIO
MILENIO
El trabajo del mexicano Manuel Álvarez Bravo, considerado
como uno de los padres de la fotografía moderna, puede verse desde ayer en el
museo del Jeu de Paume de París, donde una amplia retrospectiva analiza las
reflexiones y poemas gráficos de un artista que pasó casi cien años detrás de
un objetivo.
A través de 152 instantáneas, la muestra Manuel Álvarez
Bravo (1902-2002), un fotógrafo al acecho intenta aportar una nueva mirada
sobre una obra sometida históricamente al “tamiz occidental” de la crítica para
“salir del camino trazado” y desvincularle de México para visitarle como
creador internacional, explicó la directora del Jeu de Paume, la española Marta
Gili.
Hasta el próximo 20 de enero, el público podrá descubrir un
recorrido artístico de Álvarez Bravo desde sus humildes inicios, cuando
capturaba fotografías de noche al terminar su jornada como funcionario
administrativo, hasta imágenes emblemáticas que han visitado los muros del
MoMA, el Museo de Bellas Artes de Nueva Delhi o el Museo de Artes Fotográficas
de San Diego.
La comisaria de la exposición, Laura González Flores, dijo
que esta quiere acercarse a Álvarez Bravo “no como alguien que muestra México,
sino que construye una visión moderna, crítica y autorreflexiva sobre lo que
está fotografiando, que casualmente es México”.
La experimentación, casi ininterrumpida desde que logró su
primer aparato fotográfico, en 1924, hasta su muerte en los albores del siglo
XXI, está salpicada de tomas que oscilan entre lo trágico y lo cómico.
Con motivos que se detienen tanto en obreros asesinados por
manifestarse o en damas de burdel como en temas abstractos que sirven para
tantear las características de diferentes volúmenes o las texturas.
El recorrido “presenta líneas de trabajo que permiten al
espectador ver la construcción de ese pensamiento en torno a la fotografía, que
es clásicamente moderno”, resumió González Flores.
Parte de esa modernidad emana del tiempo que le tocó vivir,
cuando las vanguardias artísticas se abrían paso en Europa, mientras en México se
configuraba la sociedad postrevolucionaria.
“Era un terreno propicio para el desarrollo de pensamientos
experimentales entre los (años) veinte y los treinta” porque “hubo una relación
entre los gobernantes mexicanos y los intelectuales que hacían la cultura”,
añadió la comisaria.
Esa mirada distinta y reconocible, que se ha instalado entre
los clásicos de la fotografía, proviene también de los vínculos de Álvarez
Bravo con la creación de artistas contemporáneos como el pintor Pablo Picasso,
el cineasta Luis Buñuel, o fotógrafos e intelectuales interesados por México
como Serguéi Eisenstein, Edgard Weston, Paul Strand, Leon Trotski o André
Breton.
Y también, como atestiguan las cartas manuscritas que
salpican la muestra de París, con la relación de amistad que le unió a maestros
como Herni Cartier-Bresson, aunque difirieran en sus métodos de trabajo.
“Álvarez Bravo no era un ‘street photographer’ en el sentido
pleno de la palabra”, explicó el crítico del MoMa Gerardo Mosquera, quien le
considera “el opuesto a Henri Cartier-Bresson, en el sentido de ese fotógrafo
que va con la cámara y trata de agarrar los momentos precisos, ese instante en
el que ocurre una imagen”.
Al revés que su colega francés, el mexicano “era un
individuo tranquilo, calmo, con paciencia... famoso por haber escrito en su
estudio una frase, como una especie de emblema, que decía: ‘hay tiempo’”.
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