Cuatro fulgores
designio
Al entrar al
Paraíso te arrancarán los párpados. Es voluntad de Dios que la perfección de su
obra sea contemplada eternamente.
condena
La obsesión
por saber era tal que no le importaba quedarse ciego. Esa mirada febril fue la
que convenció al ángel que era un fuego en medio de la zarza que no se
consumía. El ángel le permitió el paso.
Ante Dios,
no cubrió su rostro, no tenía miedo de mirar. Le fue dado observar la tierra y
el tiempo infinito, a las bestias y su corazón paciente, a los hombres y todas
sus almas. Se retiró saciado, sin pestañear, dispuesto al castigo.
No sintió
cambio alguno, no llegó la muerte, tampoco el lento crepúsculo amarillo, no se
convirtió en sal. Lentamente comprendió: el mundo palidecía ante el recuerdo de
lo observado en los ojos de Dios.
ciclo
Del momento
final esperaba el torrente de imágenes que resumiría su vida, una fugaz
selección de las horas intensas y los seres queridos. Le sorprendió que fuera
una sola escena perfecta, la de su recuerdo más feliz.
Setenta
veces siete se abandonó al placer de la contemplación. Nada sucedía, excepto la
visión cíclica de ese momento único al que comenzó a cuestionar, al que miraba
ya con ojo crítico.
Hastiado,
comprendió, la repetición infinita de la imagen era apenas el principio, le
había sido negada la entrada al cielo.
voz
Ahora es mi
turno. Le entrego un muerto por cada ocasión en que desestimó mis llamados, la
cabeza de un enemigo por las veces que pedí su ayuda y me devolvió silencio.
Cabalgo
entre hileras descompuestas de hombres sin valor que intentan huir de mi
espada, que oscila apenas entre un golpe mortal y otro, que no se detiene ante
los gritos de clemencia.
Una voz
ocurre en mi cabeza y ruega que no siga, que me detenga. No la atiendo. Esta es
mi ofrenda, que Dios sienta lo mismo que yo cuando le rezaba.
Estos cuentos forman parte de
fulgores breves de largo insomnio, libro ganador del Premio Nacional de Cuento
Corto Agustín Monsreal, de la Bienal Nacional de Literatura Yucatán 2010-2011.
Sobre el autor:
Edilberto Aldán. Ciudad de México, octubre de 1970. Ha sido
burócrata, reportero, corrector, amante, editor, novio, coordinador de talleres
literarios, esposo, promotor cultural, incluso vendedor de closets; su
verdadera vocación es la de lector. Estudió en la Escuela de Escritores de la
SOGEM. Autor de los libros Viejos fantasmas con nombre (Premio Nacional de
Literatura Joven Salvador Gallardo Dávalos. ICA, 2002) y rápidas variaciones de
naturaleza desconocida (Certamen Internacional de Literatura Letras del
Bicentenario Sor Juana Inés de la Cruz. Consejo Editorial de la Administración
Pública Estatal, 2010). En La Jornada Aguascalientes es editor del suplemento
cultural guardagujas y publica semanalmente la columna Perdón por intolerarlos
y conduce el programa de televisión En Voz Alta. El Análisis. Le gusta contar
mentiras.
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