‘Cortázar de la A a la Z’,
un libro para cronopios devotos
Un
inclasificable y emotivo volumen recorre la vida y la obra del escritor
El
álbum íntimo de Julio Cortázar
JUAN
CRUZ Madrid 29 ENE 2014
Juan Carlos Onetti, Gabriel García Márquez y Alfredo Bryce Echenique
dijeron al unísono hace años que ellos escribían para que les quisieran más.
Julio Cortázar no lo dijo, pero lo consiguió. “Queremos tanto a Julio”, rezaba
una campaña editorial que recuperó su obra en los noventa. Y la devoción por el
autor de Rayuela, cuyo centenario se celebra este 2014, ha ido en aumento.
Acaso
el monumento más concreto de ese amor por Julio es un libro que ahora llega a
las librerías, Cortázar de la A a la Z. Un álbum biográfico (Alfaguara),
compilado por Aurora Bernárdez, viuda y albacea del escritor argentino nacido
en Bruselas (1914) y muerto en París (1984), y Carles Álvarez, que con ella ha
trabajado en estos años en la clasificación y publicación de cartas y otros
testimonios literarios de Julio Cortázar. El diseño es de Sergio Kern, que
interpretó, dice Carles Álvarez, el sentido del ritmo que tiene el libro, y una
aspiración: “Que se pudiera leer en el metro”.
Para
los devotos, una legión de cronopios, el libro es emocionante, y para los
lectores en general, incluidos aquellos que no han leído a Cortázar, es una
guía sentimental y literaria que tiene el valor de abrir todas las puertas a
todos los libros, actitudes y pasiones del autor de Historias de cronopios y de
famas. De la A a la Z, todas las entradas tienen la enjundia de sus propios
textos, algunos de ellos inéditos (hay uno que divierte a los antólogos, en la
Z, “Era zurda de una oreja”), además de testimonios (también inéditos, como una
hermosa carta de Lezama Lima sobre la identidad de las novelas u otra misiva de
su traductora al francés, Laure Guille Bataillon, escrita cuando Carol Dunlop y
él hicieron su famoso viaje por la autopista). A Aurora y a Carles les
emociona, entre otros testimonios del propio Cortázar, el poema que este
escribió a la muerte de su abuela. Entre esos testimonios hay algunos de un
hombre imprescindible en la historia de Julio Cortázar, Francisco Porrúa, el
hombre que lo descubrió, lo alentó y lo cubrió de sabias instrucciones sin las
cuales quizá Cortázar hubiera sido otro.
El
material ha sido compilado por Aurora Bernárdez, su viuda
Además,
este inclasificable libro incluye un álbum gráfico que cubre todas las facetas
del escritor y del personaje; hay una muy emocionante fotografía en la que se
le ve con su madre, en la actitud que luego se transparenta en sus emotivos
intercambios; y hay páginas muy hermosas (texto y fotos) de su larga relación
con Aurora Bernárdez, su mujer durante tantos años, y luego quien lo cuidó (hay
un testimonio del propio Cortázar también sobre esa dedicación) en los tiempos
más tremendos de la enfermedad de Julio. Finalmente ella ha sido, con una
devoción indesmayable, la que ha sostenido el porvenir de su obra una vez
muerto el autor. Carol Dunlop, el último amor de Cortázar, que hizo con él un
viaje metafórico recogido en Los autonautas de la cosmopista (publicado en su
día por su amigo Mario Muchnik), es otro eslabón sentimental cuidado con
detalle en esta particular antología cortazariana.
Es
también este libro singular (que prolonga “la enorme diversión de sus
libros-almanaques”, como dice Carles Álvarez en la justificación de la obra) un
homenaje explícito al sentido que tenía Julio Cortázar de la amistad; aparecen
ahí, por tanto, sus amigos más conocidos (los del boom, por ejemplo, Carlos
Fuentes, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa…, con fotos desconocidas y
gloriosas), así como aquellos que en algunos momentos de sus vidas fueron
cronopios inseparables, como Luis Tomasello, Julio Silva, los Jonquières…
Es
uno de los títulos editados con motivo de su centenario, que se celebra este
2014
Cortázar
fue un hombre de países (y de países heridos en algún momento, como Argentina,
como Chile, como Nicaragua, o como Cuba), y ahí están sus testimonios de sus
vivencias de trotamundos camusiano, un hombre extrañado pero también entrañado
en todas partes). De países y de ciudades: Buenos Aires, París, Barcelona… Es
tan minucioso el libro, tan lleno de broma, que incluye aún una entrada en el
diccionario dedicada a la letra R, que no pronunciaban bien ni Julio ni Alejo
Carpentier…
Dice
el coautor de la antología: “¿Por qué un álbum biográfico? Porque no podíamos
esperar más. La Internacional Cronopia reclamaba ya con demasiada insistencia
una nueva aproximación al escritor y al hombre. Lo previsible era otra
biografía, pero cómo olvidar lo que dijo en una entrevista en 1981: ‘No soy muy
amigo de la biografía en detalle. Eso, que lo hagan los demás cuando yo haya
muerto”.
Pues
aquí está esta especie de Julio Modelo Para Armar que está hecho con indudable
amor por dos destacados devotos para los devotos de Julio Cortázar.
Es
natural que en las fotografías la gente ofrezca rostros de felicidad. Es
notable que en este libro haya tantas caras que reflejen esa satisfacción de
vivir. Y no es raro, pues lo que Julio Cortázar le regalaba a sus amigos (y a
sus lectores) fue precisamente esa sensación de que la vida podía ser como
“salir a jugar”. Y con ese criterio Aurora Bernárdez y Carles Álvarez entregan
ahora este álbum para que los cronopios devotos quieran mucho más a Julio.
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