Pensábamos que éramos una generación libre. Pensábamos que vivíamos en un continente moderno y prometedor. Pensábamos que pertenecíamos a un tiempo y a un lugar en el que todo sería más fácil, más abierto y más plural. Pero nos equivocábamos, pues desafortunadamente los viejos miedos y las más terribles guerras de siempre aún recorren nuestras venas.
Así lo demuestra un fino libro de poemas publicado por un chaval danés que sólo pretendía lanzar su personalísimo grito de rabia al mundo. Yahya Hassan tiene 18 años y es musulmán. Su historia es la de un refugiado palestino procedente de Líbano, cuya familia emigró a Dinamarca cuando él era pequeño. Como el propio autor relata en su poemario, a lo largo de toda su vida ha tenido que enfrentarse a situaciones violentas provocadas por las eternas contradicciones políticas y religiosas entre sus más cercanos y el país en el que habita.
Sus poemas retratan su infancia, ridiculizan la cabeza cuadrada de algunos extremistas y recuerdan el comportamiento horroroso de su padre: estos son textos que han llevado a que la poesía de Hassan venda más de 100.000 ejemplares solo en Dinamarca. Pero también a recibir hasta 30 amenazas de muerte por su contenido.
El poeta ha asegurado que muchos jóvenes musulmanes no le comprenden, porque para ellos el hecho de ser musulmán es una identidad casi estética. Algo más parecido a pertenecer a una tribu urbana o incluso a simpatizar con un equipo de fútbol.
Enemigos por todos sitios
Sin embargo, los problemas de Hassan no se acaban aquí. A pesar del aparente éxito entre la gran mayoría de los lectores daneses, su presencia continua en programas de televisión y artículos en la prensa nacional también ha molestado a la ultraderecha, y a ese gran número creciente de antiislamistas que los apoyan.
¿Cómo es posible, entonces, que la absoluta sinceridad de un adolescente pueda provocar tanto odio y contradicción? ¿Cómo ha llegado Hassan a convertirse en el enemigo público de dos extremos tan distintos?
La también joven escritora danesa Nanna Juul Lanng habló con nosotros y nos dio algunas respuestas al respecto:
“Dinamarca es un país extraño. Aparentemente está comprometido con su papel como Estado de bienestar, pero también es un país frío, un país en el que no es difícil acabar rechazados por la sociedad, un país dividido, un país tan viejo que aquí las palabras "derecho y el deber" se han convertido un mantra que además pone demasiado énfasis en esta última palabra.”
Para Nanna, el libro de Hassan no ha hecho otra cosa que remover una herida muy presente no sólo en su país, sino en toda Europa:
“Si no podemos hablar críticamente acerca de los conservadores daneses, ni tampoco de los musulmanes extremistas, entonces no podemos decir que vivimos en un país libre. Un país sin ideas no puede ser crítico, y la religión se basa en ideas. Aquí el ciudadano tiene miedo de ser políticamente incorrecto y de empeorar las cosas. Muchos optan por no hablar del Islam ni de las culturas islámicas, y entonces, pasa lo que estamos viendo: que el debate lo acaban dominando sólo los extremistas de ambos lados.”
Dice Nanna Juul Lanng que no conoce personalmente a Yahya Hassan, aunque comparte varios amigos en común. Su trabajo le parece admirable en espíritu, aunque también señala que su estilo es muy juvenil. Pero eso no es malo, porque Hassan tiene 18 años y es valiente, y en su pequeño cuerpo habita la verdadera fuerza de la que Europa presumía, pero de la que en realidad carece.
Escuchemos a este poeta. Leámoslo en alto por las calles. Sólo con gritos como el suyo podremos cerrar nuestras heridas.
Así lo demuestra un fino libro de poemas publicado por un chaval danés que sólo pretendía lanzar su personalísimo grito de rabia al mundo. Yahya Hassan tiene 18 años y es musulmán. Su historia es la de un refugiado palestino procedente de Líbano, cuya familia emigró a Dinamarca cuando él era pequeño. Como el propio autor relata en su poemario, a lo largo de toda su vida ha tenido que enfrentarse a situaciones violentas provocadas por las eternas contradicciones políticas y religiosas entre sus más cercanos y el país en el que habita.
Sus poemas retratan su infancia, ridiculizan la cabeza cuadrada de algunos extremistas y recuerdan el comportamiento horroroso de su padre: estos son textos que han llevado a que la poesía de Hassan venda más de 100.000 ejemplares solo en Dinamarca. Pero también a recibir hasta 30 amenazas de muerte por su contenido.
El poeta ha asegurado que muchos jóvenes musulmanes no le comprenden, porque para ellos el hecho de ser musulmán es una identidad casi estética. Algo más parecido a pertenecer a una tribu urbana o incluso a simpatizar con un equipo de fútbol.
Enemigos por todos sitios
Sin embargo, los problemas de Hassan no se acaban aquí. A pesar del aparente éxito entre la gran mayoría de los lectores daneses, su presencia continua en programas de televisión y artículos en la prensa nacional también ha molestado a la ultraderecha, y a ese gran número creciente de antiislamistas que los apoyan.
¿Cómo es posible, entonces, que la absoluta sinceridad de un adolescente pueda provocar tanto odio y contradicción? ¿Cómo ha llegado Hassan a convertirse en el enemigo público de dos extremos tan distintos?
La también joven escritora danesa Nanna Juul Lanng habló con nosotros y nos dio algunas respuestas al respecto:
“Dinamarca es un país extraño. Aparentemente está comprometido con su papel como Estado de bienestar, pero también es un país frío, un país en el que no es difícil acabar rechazados por la sociedad, un país dividido, un país tan viejo que aquí las palabras "derecho y el deber" se han convertido un mantra que además pone demasiado énfasis en esta última palabra.”
Para Nanna, el libro de Hassan no ha hecho otra cosa que remover una herida muy presente no sólo en su país, sino en toda Europa:
“Si no podemos hablar críticamente acerca de los conservadores daneses, ni tampoco de los musulmanes extremistas, entonces no podemos decir que vivimos en un país libre. Un país sin ideas no puede ser crítico, y la religión se basa en ideas. Aquí el ciudadano tiene miedo de ser políticamente incorrecto y de empeorar las cosas. Muchos optan por no hablar del Islam ni de las culturas islámicas, y entonces, pasa lo que estamos viendo: que el debate lo acaban dominando sólo los extremistas de ambos lados.”
Dice Nanna Juul Lanng que no conoce personalmente a Yahya Hassan, aunque comparte varios amigos en común. Su trabajo le parece admirable en espíritu, aunque también señala que su estilo es muy juvenil. Pero eso no es malo, porque Hassan tiene 18 años y es valiente, y en su pequeño cuerpo habita la verdadera fuerza de la que Europa presumía, pero de la que en realidad carece.
Escuchemos a este poeta. Leámoslo en alto por las calles. Sólo con gritos como el suyo podremos cerrar nuestras heridas.
“You don’t want pork meat,
may Allah praise you for your eating habits,
you want Friday prayer till the next Friday prayer,
you want Ramadan till the next Ramadan,
and between the Friday prayers and the Ramadans,
you want to carry a knife in your pocket,
you want to go and ask people if they have a problem,
although the only problem is you.”
La también joven escritora danesa Nanna Juul Lanng habló con nosotros y nos dio algunas respuestas al respecto:
“Dinamarca es un país extraño. Aparentemente está comprometido con su papel como Estado de bienestar, pero también es un país frío, un país en el que no es difícil acabar rechazados por la sociedad, un país dividido, un país tan viejo que aquí las palabras "derecho y el deber" se han convertido un mantra que además pone demasiado énfasis en esta última palabra.”
Para Nanna, el libro de Hassan no ha hecho otra cosa que remover una herida muy presente no sólo en su país, sino en toda Europa:
“Si no podemos hablar críticamente acerca de los conservadores daneses, ni tampoco de los musulmanes extremistas, entonces no podemos decir que vivimos en un país libre. Un país sin ideas no puede ser crítico, y la religión se basa en ideas. Aquí el ciudadano tiene miedo de ser políticamente incorrecto y de empeorar las cosas. Muchos optan por no hablar del Islam ni de las culturas islámicas, y entonces, pasa lo que estamos viendo: que el debate lo acaban dominando sólo los extremistas de ambos lados.”
Dice Nanna Juul Lanng que no conoce personalmente a Yahya Hassan, aunque comparte varios amigos en común. Su trabajo le parece admirable en espíritu, aunque también señala que su estilo es muy juvenil. Pero eso no es malo, porque Hassan tiene 18 años y es valiente, y en su pequeño cuerpo habita la verdadera fuerza de la que Europa presumía, pero de la que en realidad carece.
Escuchemos a este poeta. Leámoslo en alto por las calles. Sólo con gritos como el suyo podremos cerrar nuestras heridas.
FUENTE
MÁS DE NO TE LO CALLES
“Dinamarca es un país extraño. Aparentemente está comprometido con su papel como Estado de bienestar, pero también es un país frío, un país en el que no es difícil acabar rechazados por la sociedad, un país dividido, un país tan viejo que aquí las palabras "derecho y el deber" se han convertido un mantra que además pone demasiado énfasis en esta última palabra.”
Para Nanna, el libro de Hassan no ha hecho otra cosa que remover una herida muy presente no sólo en su país, sino en toda Europa:
“Si no podemos hablar críticamente acerca de los conservadores daneses, ni tampoco de los musulmanes extremistas, entonces no podemos decir que vivimos en un país libre. Un país sin ideas no puede ser crítico, y la religión se basa en ideas. Aquí el ciudadano tiene miedo de ser políticamente incorrecto y de empeorar las cosas. Muchos optan por no hablar del Islam ni de las culturas islámicas, y entonces, pasa lo que estamos viendo: que el debate lo acaban dominando sólo los extremistas de ambos lados.”
Dice Nanna Juul Lanng que no conoce personalmente a Yahya Hassan, aunque comparte varios amigos en común. Su trabajo le parece admirable en espíritu, aunque también señala que su estilo es muy juvenil. Pero eso no es malo, porque Hassan tiene 18 años y es valiente, y en su pequeño cuerpo habita la verdadera fuerza de la que Europa presumía, pero de la que en realidad carece.
Escuchemos a este poeta. Leámoslo en alto por las calles. Sólo con gritos como el suyo podremos cerrar nuestras heridas.
“You don’t want pork meat,
may Allah praise you for your eating habits,
you want Friday prayer till the next Friday prayer,
you want Ramadan till the next Ramadan,
and between the Friday prayers and the Ramadans,
you want to carry a knife in your pocket,
you want to go and ask people if they have a problem,
although the only problem is you.”
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