04 de Abril 2014
Por Fernando Mol
—Es precioso —dijo Claudette al contemplar su nombre en la colina dibujado con la luz crepuscular que se filtraba por los vitrales de una imponente catedral gótica.
—La construí yo mismo —agregó Yoshiro mientras señalaba la iglesia—, es para ti. El momento perfecto y el lugar perfecto, tal como lo habías soñado.
Claudette sintió dos licuadoras dentro de sus rodillas convirtiendo en gelatina hueso y cartílago por igual. El momento era perfecto, Yoshiro no podía imaginar cuánto, excepto por un detalle que la hizo levantar el tono de su voz:
— ¡Ahora no, por favor!
—Pero las flores, la colina, el atardecer. Todo está aquí, Claudette. Cásate conmigo.
—Perdón, es que mi hermana necesita la computadora.
Y al decir esto desapareció, no sutilmente como se habría evaporado un alma, sino de chingazo todos los bits. Ahora Yoshiro sólo podía ver a su avatar, vestido de etiqueta y abandonado al pie de la colina.
—Baka kusojiji —murmuró.
En el interior del templo, los últimos rayos del ocaso iluminaban la imagen de su amada Claudette. Yoshiro lanzó un beso a la pantalla y sintió cómo su mano temblaba por el parkinson al hacer clic en el botón de cerrar programa.
—Es precioso —dijo Claudette al contemplar su nombre en la colina dibujado con la luz crepuscular que se filtraba por los vitrales de una imponente catedral gótica.
—La construí yo mismo —agregó Yoshiro mientras señalaba la iglesia—, es para ti. El momento perfecto y el lugar perfecto, tal como lo habías soñado.
Claudette sintió dos licuadoras dentro de sus rodillas convirtiendo en gelatina hueso y cartílago por igual. El momento era perfecto, Yoshiro no podía imaginar cuánto, excepto por un detalle que la hizo levantar el tono de su voz:
— ¡Ahora no, por favor!
—Pero las flores, la colina, el atardecer. Todo está aquí, Claudette. Cásate conmigo.
—Perdón, es que mi hermana necesita la computadora.
Y al decir esto desapareció, no sutilmente como se habría evaporado un alma, sino de chingazo todos los bits. Ahora Yoshiro sólo podía ver a su avatar, vestido de etiqueta y abandonado al pie de la colina.
—Baka kusojiji —murmuró.
En el interior del templo, los últimos rayos del ocaso iluminaban la imagen de su amada Claudette. Yoshiro lanzó un beso a la pantalla y sintió cómo su mano temblaba por el parkinson al hacer clic en el botón de cerrar programa.
1er lugar del 6° Certamen Regional de Minicuentos CRIPIL Noreste 2007
Imagen de RAFTWET Jewell
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