viernes, 30 de julio de 2010

ENSAYISTAS Y PROFETAS de Harold Bloom: un texto con ausencias significativas.

Harold Bloom reside en Manhatan.

Seguramente en un P.H. muy pero muy alto, y será entonces la razón por la que a veces pareciera perder de vista otros hombres y otros nombres.

Bloom tendría que explicar tanto las presencias como las ausencias: El porqué omite sin más ni más en sus "cánones" a quién así lo decide: arbitrariamente.

¡Entérate! Haz clic en la fotografía.

EL LIBRO TOTAL: ¡Tienes que visitarlo!

Sólo cinco minutos de tu atención

para recibir horas inconmensurables de satisfacción

ADOLFO CASTAÑÓN, de largo e informado aliento, en Laberinto de MILENIO, edición 372

León Félix Batista


Una cartografía sensual y sensitiva
Adolfo Castañón
avecesprosa@yahoo.com.mx



Ensayo



Conocí a León Félix Batista en la Noviyork o Nueva York a principios de los años 90, metrópoli donde él ha vivido al menos tantos años como una mayoría de edad —18—. Fue gracias al poeta, maestro del monacato lírico José Kozer, quien no sé si fue su preceptor en Queens College pero sí en todo caso en el espacio de las imantaciones leídas y escritas. Por aquella época que ahora evoco como a una estación a la que llegan los trenes de esa época, las pasadas y las porvenir, José Kozer Katz, el jardinero de aquellas terrazas del verso y la prosa, preparaba en conjura con Jacobo Sefami, hebreo-mexicano y de Roberto Echavarren, insomne juglar rioplatense, una lección antológica, una analecta decisiva firmada, fraguada y cocinada por aquel tricéfalo de una sola sombra. La criatura o esperpento palabral sería una antología de la poesía neo-barroca o neo barrosa de la letra hispanoamericana, no exenta desde luego de intenciones exclusivas y excluyentes que instauraban por sí mismas un radio o constelación de genealogías presentes, pretéritas y porvenir. En aquellas páginas del Medusario se iba trazando uno como árbol genealógico o si se quiere un rizoma multipolar que abría con el mascarón de proa llamado José Lezama Lima y continuaba con las figuras de otras cariátides verbales como las de Severo Sarduy hasta alcanzar a los poetas rioplatenses Héctor J. Temperly, Néstor Perlongher, a los mexicanos Coral Bracho y David Huerta e incluyendo desde luego a los mencionados Echavarren y Kozer.
Era aquel Medusario un conjunto abiertamente cortante y se presentaba como una suerte de antología manifiesto inclinada a acentuar ciertas posiciones, a recalcar líneas de fuga lírica y formas de poetizar cuyo común denominador era un horizonte de ruptura y erosión de engarces consabidos, sobados vínculos y ataduras naturalizadas por la familiaridad que asocian en el idioma común y corriente, en la lengua servil y ancilar de todos los días sonido y sentido, forma y significado, asunto y técnica. Dicho con otra llaneza: aquel avatar de las Flores de varia poesía del siglo XVII actualizado a fines del siglo XX postulaba la idea de una poesía neo-barroca o neo-barrosa y con él una forma de enunciación y versificación, de prosodia y sintaxis como emancipada de anécdotas y tramas fáciles, ávida de desprenderse del realismo bobo y de la comodina convivencia de lo que podría llamarse naturalismo literario o realismo poético.

Ese libro-muestrario —como un catálogo de nuevos colores posibles— me parece ser un síntoma que aparece en el mundo de la poesía hispanoamericana en un horizonte paralelo, si no es que en el mismo, que el audaz pero bien peinado proyecto literario de este León Félix Batista que ya cuenta numerosos libros, ediciones, inclusiones en antologías, amen y a más de traducciones y versiones a los idiomas de Wallace Stevens, Eugenio Montale, Gustav Ekeloff y Paul Celan, lenguas a las que su obra ha sido parcialmente traducida.
Delirium semen, su nuevo libro, trae en su singular armadura o arquitectura un conjunto de alrededor de 125 textos —de una extensión estándar medio a un folio, que están repartidos alfabéticamente de la letra A a la Z— incluida la Ñ pero excluidas la CH —de chingar— y la doble LL de lluvia —como la lluvia de oro— en voces que se presentan como parodias o simulaciones de un diccionario de la lengua en que están imantadas estas viñetas o estampas, regidas o imantadas por la obsesión del erotismo en la lengua, del sexo en el verbo, de la carne en la palabra, variaciones o irradiaciones del logos espartilos que los Padres de la Iglesia o del Desierto identificaban con el VIENTO PARACLETO o PARACLITO y el Espíritu Santo.

El lector, sin embargo, ha de ser cauteloso, pues si el libro tiene forma de diccionario no es obra de referencia en el sentido técnico y ancilar ni se presenta como un léxico o una enciclopedia de técnicas tántricas, lúbricas o programadas lujurias. Delirium semen es ante todo una construcción etérea y lúdica, transparente y juguetona o si se quiere, un juguete verbal o hasta una caja de golosinas mentales, como parece apuntar Hernán Bravo en su saludo liminar. También se puede visitar como un parque temático o práctica como un parque de diversiones neuronales cuya materia y sustancia es el lenguaje y, atrás, o en su entre línea —o en su entre pierna— o nada más en su entre, está el recorrido sensitivo y sensual de la conciencia, la baraja asociativa del delirio que se da cuenta a sí mismo de sus ataduras, de sus ligas y lealtades.

En él, entre seminal y juiciosamente delirante, aflora como reflejo y salpicadura la comedia de la conciencia que se auto fecunda en el momento —y entiéndase momento en el sentido científico y físico— en que la lengua consciente e inconsciente se va midiendo y restando, equiparando y contrastando con los oficios jaspeados y ejercicios tornasolados del cuerpo como arcadia y utopía inalcanzable, del cuerpo deseado y proyectado en la superficie deseante de la prosa —estrofa.

Visto con una mirada hemeralope en el libro no hay en apariencia fábula, sino una suerte de cartografía sensual y sensitiva, mapas de la experiencia íntima y del experimento secreto, se reúnen una serie de apuntes escritos al borde de la experiencia o del experimento en la inteligencia de que el investigador y lo investigado, el pescador y la pesca, la presa y el cazador oculto son uno y el mismo. De ahí que haya una cierta pendiente, un plano oblicuo que auspicia la aparición de la primera persona, de la materia autobiográfica y de la sustancia confesional y aun confidencial. —No tengo otro designio que este dogma irracional, devenir de mi memoria—. Metamorfosis de la memoria podría funcionar como un sinónimo para titular este compendio del desarreglo metódico —delirio juicioso— de los espejismos de un cuerpo que aspira a estar presente en el momento mismo en que es muerto y despojado por su implícita y portátil otredad. Choque o fricción de constelaciones conocidas y de ignorados firmamentos, el libro de este León que podría llamarse Fénix para evocar las cenizas resurrectas por el delirio espiritual de este cuerpo ignorante de sus órganos. Los poemas son aquí como semillas fecundantes que estallan en el espacio del lenguaje.

Y pasan abrazándose bajo los arcos del entrenos, es decir, entre el poeta y su poema, el leyente y lo leído, las sombras sorpresivamente enamoradas de Venus y de Cadmo —santo fundador del alfabeto—, de Onan y de Anubis. Es ciertamente un libro que recuerda ciertas tradiciones de la alquimia medieval, y podría también denominarse “Breve Tratado de las Moradas Filologales” pero curiosa o sintomáticamente las voces sol y luna no encabezan ningún apartado, aunque los sagaces editores de Aldus al imponerle una elegante portada negra supieron ser obedientes al influjo opaco de Astarté: Delirium semen: opus nigrum.
Así, la red tendida por esta serie de jardines bonsai verbales, —cuya lectura, cuya contemplación allana una suerte de serenidad que sólo puede llamarse estética— remite también en la periferia asociativa a algunas obras que ayudan —me ayudan a mí, lector— a apresar mejor estos estuches o cajas negras como dicen en su prólogo Bravo Varela, o cajuelas de sastre —como yo prefiero decir— el diccionario de lo obsceno de Camilo José Cela, el diccionario de lo que en francés se llama lengua verde que cifran el idioma de la germania medieval practicada por François Villon y estudiada por Marcel Schwob, el libro erudito y caótico de Alfonso Sastre Lumpen Marginación (1980) jerga y jerigonza y este estallido poético y volcánico que es el gran poema vanguardista en prosa surrealista y dadaista del guatemalteco mexicano La pequeña sinfonía del Nuevo Mundo de Luis Cardoza y Aragón que abre, como recordará el lector, su envolvente poema con una declinación exhaustiva y una conjugación en cascada de las voces delirio y delirar.

Delirium es un yacimiento enunciado la mayoría de las veces en presente de indicativo y en primera y en tercera persona del singular. Su forma de enunciación oscila entre la bitácora personalísima y la ficha experimental del científico que va apuntando en su paleta la evolución o el movimiento de las especies observadas. Esta forma de enunciación expresa la unidad de estilo y aliento del poemario y es ciertamente reveladora de la intención unánime que templa y tensa esta suma de poemas que se presenta y es un todo indisoluble, es decir como obra: opus nigrum.

FICHA
León Félix Batista, Delirium semen, vocabulario erótico, Aldus, Ediciones Cultura, México, 2010, 141 pp.

El sábado, en Laberinto de MILENIO te espera la columna de Armando González Torres: ESCOLIOS

La autobiografía de un género

Armando González Torres
agonzale79@yahoo.com.mx

Escolios


Montaigne nació en Burdeos en una familia sobre la que pesaba un pasado de conversos, creció entre los rigores de la educación clásica y la vida del campo, fue un hombre ascético y mundano a la vez, conoció a Étienne de La Boétie, y sintió la fascinación y el pronto duelo por la amistad, se mandó hacer una biblioteca para su retiro del mundo, viajó por Europa batallando con sus cálculos renales, regresó a la vida pública para mediar en las guerras de religión, huyó de la ciudad cuando arribó la peste y dedicó gran parte de su vida a un raro género entre la confesión y la iluminación, que ahora se llama ensayo. Cierto, lo que se llama ensayo ya existe desde el mundo griego; sin embargo, su despliegue como género subjetivo y subversivo sólo se opera con Montaigne. Este hombre no sólo asombró a sus contemporáneos con algunas opiniones extravagantes, pues más allá de la sustancia de esos argumentos lo más importante es cómo los esgrimió y representó. Montaigne hace del ensayo un género original, experimental, que, como dice Liliana Weinberg, deslinda la búsqueda del conocimiento de los géneros con autoridad retórica (jurídico, teológico, científico) y propugna una búsqueda más libre, asociada tanto a la introspección como a la observación asistemática del mundo. Así, a diferencia de un género rígido del conocimiento establecido, el ensayo, tal como lo practica Montaigne, se caracteriza por la presencia de la primera persona, tiene una forma libre, más asociativamente musical que lógica (caracterizada a ratos por la yuxtaposición e intercalación de voces); admite la voluntad de estilo y el giro poético y busca mostrar más que demostrar.






El ensayo no es sólo una forma textual sino una actividad intelectual que se caracteriza por su grado de libertad y aventura (“No se atienda, pues, a las materias, sino a la manera cómo las expongo.”). ¿Hasta qué punto es más importante la exposición que los argumentos? Es un cuestionamiento que siempre ha acechado al género y que ha generado críticas y descalificaciones por parte de géneros más serios que pretenden asimilarlo y ayudarlo a redimirse. Lo cierto es que esta subjetividad y movilidad hacen al género del ensayo imprevisible, y lo dotan de una emoción particular, aledaña a la del poema o la narración, que es asistir al proceso de un pensamiento, al apareamiento de intuiciones inconexas, a la épica, tragedia y melodrama de la inteligencia. Pero ¿cómo se inventa este género portentoso? Un reduccionista podría decir que la creación de un género propio por Montaigne responde a circunstancias muy concretas de su vida: la pérdida de su amigo La Boétie, la experimentación en carne propia de la división religiosa y el hecho de vivir en provincias. Porque, de la manera más clara, en Montaigne, el ensayo nace como suplencia de la charla con un interlocutor dilecto, como mediación entre fanatismos y como pensamiento desde los márgenes.

MAÑANA SÁBADO "TOCA" Laberinto de MILENIO. Aquí lee un adelanto

Hombre de Celuloide

Entre el destino y el accidente
Fernando Zamora
Twitter: @fernandovzamora

Más que consolidar como director a Guillermo Arriaga, The burning plain confirma el fracaso de la promoción cultural de México. Algo hay muy podrido en el reino del IMCINE que los principales directores mexicanos han tenido que exiliarse. Y los que se quedan, o viven del hueso burocrático, de la televisión o de la publicidad. No nos equivoquemos visualizando al emigrante con sombrero y guarache, se emigra a todo nivel y, como ha escrito Yépez, el cine mexicano se está haciendo en inglés. Más apoyan Argentina o España al cine mexicano que el gobierno nacional.
Y sin embargo, ahí sigue el amor a la tierra. Ahí, en Burning plain, la escena en que el niño chicano señala al horizonte y suspira: “¡Allá está: México!” Guillermo Arriaga ha conseguido un interesante documento visual que, con la sencillez anecdótica y el barroquismo formal que lo caracterizan, atisba en las profundidades de este concepto: Frontera. También en Babel se hablaba de ello. Y es que frontera, no es sólo esa línea artificial que divide al primer mundo del quinto patio; hay una frontera que divide también al niño del adulto, al juego del asesinato; una frontera que divide idiosincrasias (gringo-mexicano), sexualidades (hombre-mujer) y cuerpos: “Se quemaron mientras hacían el amor”, explica un personaje, “se fundieron el uno en el otro. Para separarlos tuvieron que cortarlos con bisturí”. El amor, pareciera estar diciendo Guillermo Arriaga, disuelve toda frontera: el otro existe. Es un yo-con-ella (o un yo-fundido-con-él).
Un segundo tema me fascina en Burning plain: La cicatriz. Ella desabotona su blusa con vergüenza. Muestra a él, la cicatriz aparatosa que ha quedado donde antes estaba su seno. Y él amoroso desciende y besa la ausencia. Besa la cicatriz. “¿Por qué te gusta esa marca?” Pregunta ella en otra escena. Y él responde: “porque es la señal que ha dejado tu lucha”. Sí: toda lucha deja cicatrices. La cicatriz es producto de un trauma. El carácter está hecho de cicatrices (de traumas) y en inglés character y scar comparten la misma raíz.
Otra cicatriz es la que se hacen a voluntad los amantes jóvenes en la película. Estos, muy en la dinámica de otras historias de Arriaga, se conocen gracias a un “accidente”. El misterio está claro, en los límites entre accidente y crimen. Serán los mismos, tal vez, que entre accidente y destino. Porque si todo fuese accidental el accidente se volvería destino. He aquí el gran tema de Arriaga. Al poner a dialogar accidente y destino, pone a dialogar realmente el mundo nuestro (en el que todo es casual) con ese mundo griego en el que todo era causal. Las obras de Arriaga aspiran a ser el reverso de la tragedia griega. Si en aquellas el héroe estaba sujeto a la causalidad del destino, en las del mexicano, los héroes están sujetos a la casualidad del accidente.
Nadie escoge a quien amar. Y esta pareciera ser la consecuencia lógica de Guillermo Arriaga: el amor más que destino es un verdadero accidente.

Fuego (The burning plain). Dirección: Guillermo Arriaga. Guión: Guillermo Arriaga. Música: Omar Rodríguez López y Hans Zimmer. Fotografía: Robert Elswit y John Toll. Con: Charlize Theron, Kim Basinger, John Corbett y Jose María Yázpik. Estados Unidos, Argentina, 2008

sábado, 24 de julio de 2010

LABERINTO de Milenio. Ed. 372

¡NO TE LO VAS A ACABAR!
Armando González Torres, Eliseo Alberto, Elena Enriquez, Alicia Quiñones, Heriberto Yépez, José Luis Martínes entrevista a Enrique Krauze, Héctor de Mauleón, Xavier Velasco, Rogelio Cuéllar, Adolfo Castañón, Avelina Lésper, Fernando Zamora, Carlos Jordán, Iván Ríos Gascón, Eusebio Ruvalcaba...

viernes, 23 de julio de 2010

Juan Villoro: su editorial en Reforma



Amigos feudales
Reforma.com
Juan Villoro
23 Jul. 10

"¿En qué parte del pasado vives tú?", me preguntó Pablo Emilio Betancourt. Guardé silencio. Mi amigo tomó un sorbo de café y precisó su interrogante: "Todos circulamos por otras épocas. Acuérdate que Chacho quiso ser un libertino del siglo XVIII. ¿Dónde te ubicas tú?". Vi las migajas que habían quedado en el mantel, como si ahí buscara una respuesta. Pablo Emilio sonrió con superioridad y explicó que se había sumido en el feudalismo. "Al principio me asombró que eso fuera posible; ahora ya me acostumbré y comienzo a disfrutarlo", agregó.

Había llegado el momento de pedir la cuenta. Él no se dio por enterado: en la Edad Media no había facturas con IVA.

Pablo Emilio prolongó la sobremesa con una curiosa historia. Todo empezó con un trámite para obtener una licencia de construcción muy específica. Sabemos que las oficinas públicas se dedican a mitigar la velocidad. En esos recintos de las horas lentas, la eficacia depende de cerciorarse al máximo de que todo esté en regla. La lógica burocrática exige que la resolución de trámites sea muy inferior al número de solicitudes: los infinitos asuntos pendientes realzan la legalidad del que se resuelve. El desajuste aritmético garantiza que hay control.

La intrincada burocracia ha producido el oficio de coyote, uno de los más estables de la corrupción mexicana. A cambio de una cuota, un hombre se aburre por ti haciendo trámites. Aunque tiene cómplices en cada ventanilla, también a él lo hacen esperar (la celeridad causa sospecha).

Pablo Emilio no quiso ahorrarse las colas para tomar una ficha, los pasillos estrechados por pilas de legajos, las secretarias dedicadas a la minuciosa tarea de pegar calcomanías en sus uñas. "Así pasé al feudalismo", dijo, extrañamente satisfecho.

Detalló su descubrimiento. Cada oficina es un castillo regido por funcionarios. Hay un rey que no se molesta en firmar, dos o tres príncipes dueños de sellos decisivos, duques y condes que conocen las cláusulas más molestas de los expedientes y una decena de marqueses que vigilan las ventanillas atendidas por una muchedumbre de plebeyos. A todos les dicen licenciados. Quien piense que los plebeyos integran la más baja esfera social no conoce la Edad Media. Estar dentro del castillo es un privilegio: la auténtica ralea vive fuera de la muralla.

Como abundan los aspirantes a entrar a la ciudad feudal, cada burócrata tiene un mozo dedicado a llevar papeles de un escritorio a otro y traer tortas con chorizo de extramuros.

Los trámites no se definen por su contenido sino por un código heráldico: el sello de un duque supera la firma de un marqués. En este sistema de vasallaje, el expediente 2347/B4 es imbatible porque B4 significa que esa letra y ese número fueron tecleados por la secretaria del rey.

Para obtener su permiso, Pablo Emilio no requería el código B4. Un príncipe le bastaba. Probó las vías de acceso normales, dispuesto a esperar lo suficiente (llevó consigo Vida y destino, de Vasili Grossman, que tiene 1104 páginas). Cuando llegó al final, donde los personajes recuperan la "furiosa felicidad de vivir", seguían sin atenderlo. Había atravesado la batalla de Stalingrado y fortalecido sus brazos de tanto sostener el libro ante la inerte vida mexicana.

Entonces fue a otra ciudadela donde conocía a otro príncipe y pidió que lo ayudara a franquear las puertas. Una llamada sirvió de sobre lacrado: Pablo Emilio entró a palacio.

Presentó los equivalentes contemporáneos de los certificados de sangre y linaje: el blasón del IFE estaba tan en regla como el del CURP. El príncipe recibió la carpeta. No la abrió porque para eso existen los subordinados. Las facultades de un noble dependen del linaje; puede obedecer al rey o al remoto emperador de Los Pinos, no a un documento.

El príncipe habló con mi amigo en la agradable y elaborada lengua de palacio. Resultó que tenían amigos comunes y compartían variadas aficiones. Pablo Emilio actuó con alcurnia, como si no necesitara nada. El resultado de la cita fue otra cita (concertada con el vasallo superior que lleva la agenda principesca y agradece el honor de que un visitante vuelva).

"El licenciado es un tipazo", dijo mi amigo mientras se vaciaba el restaurante. De entonces a la fecha habían comido varias veces y hecho excursiones para cazar y montar a caballo en cotos exclusivos. También se habían visto con sus familias. El licenciado le había regalado una escopeta pavonada, se mostraba cada vez más solícito y afectuoso, tomaba la iniciativa para las reuniones, pero no mencionaba el trámite pendiente.

"¿No te va a dar la licencia?", pregunté. Pablo Emilio me vio con dureza: "¿Sabes cuánto cuesta el permiso para cazar un borrego cimarrón? La semana que entra vamos a Baja California". Entendí que en verdad apreciaba el feudalismo. La relación con el príncipe era más importante que resolver el trámite. Si insistía en terminar el asunto, carecería de un pretexto oficial para volver a verlo.

Lamenté no ser parte de la Edad Media. Alcé el brazo y pedí la cuenta.

PEPE GORDON con su Cuaderno verde: EL CISNE NEGRO





En librerías:






EL CUADERNO VERDE

El cisne negro

Reforma.com

José Gordon
23 Jul. 10



Todos los cisnes, por definición, eran blancos. Sin embargo, en 1697, un explorador holandés descubrió en Australia la existencia de cisnes negros. Se volvieron metáforas de lo impredecible, de lo inesperado.

La aparición de lo impensable y sus efectos en nuestras vidas es el tema del investigador Nassim Nicholas Taleb en el libro titulado El cisne negro. Taleb detecta varios cisnes negros que han aparecido en nuestra cultura: desde el Internet y la computadora personal hasta los ataques del 11 de septiembre. No estaban en el horizonte de nuestras expectativas, de lo históricamente registrado.

En el territorio de la ciencia, el descubrimiento insólito, sin ninguna lógica aparente, recibe el elegante nombre de serendipia, por no decir chiripada. Este término fue acuñado por Hugh Walpole, el hijo del Primer Ministro de Inglaterra bajo Jorge II. En una carta que escribe a un amigo el 28 de enero de 1754, señala que le sucedió un extraño juego de coincidencias que merece un nuevo nombre: "Este descubrimiento es de un tipo que llamo serendipia, una palabra muy expresiva. No tengo otra mejor. Te la voy a explicar: la vas a entender por inferencia mas que por definición. En una ocasión leí un cuento llamado Los tres príncipes de Serendip: cuando sus altezas viajaban, siempre realizaban descubrimientos -por accidente y sagacidad- de cosas que no estaban buscando".

Estos personajes vivían en lo que hoy es Sri Lanka. Serendip era uno de los nombres árabes de Ceylán. El libro al que se refiere Walpole era una colección de relatos orientales. En el ensayo Serendipia, una palabra llena de gracia, el Premio Nobel de Química Roald Hoffmann, reconstruye la cadena del azar que asombró a Walpole. El novelista y cuentista inglés le confiesa a un amigo, que admiraba a una mujer que había vivido hace un siglo y a la que sólo conocía a través de una pintura: Blanca Capello (1548-1587). Ella fue la segunda esposa del duque Francesco de Medici de Florencia. El amigo de Walpole toma nota. Trece años después lo sorprende: consigue el cuadro y se lo envía de regalo a Londres.

Walpole está fascinado. Decide ponerle un marco digno con un rótulo que tendrá en un lado el escudo de armas de la familia Capello y en el otro el de la familia Medici. Sin querer, en un libro veneciano de 1578, encuentra dos escudos de armas de los Capello. Uno de ellos tiene una flor de lis agregada a una esfera azul. ¡La flor de lis era el emblema de los Medici! Por serendipia, por accidente, de manera imprevisible, descubrió el diseño que él tenía en mente. El duque de Medici le había añadido la pequeña flor al emblema de la familia Capello como reconocimiento de la alianza del matrimonio.

Los hallazgos inesperados siempre se encuentran más allá de lo que podemos imaginar. En el libro Los sonámbulos, Arthur Koestler planteaba que muchos de los grandes innovadores en el conocimiento se tropezaban con sus descubrimientos como si estuvieran caminando dormidos. Algunas de estas historias han conducido al Premio Nobel. Un ejemplo de ello ocurrió en 1965: dos radioastrónomos que montaron una gran antena escuchaban con desagrado un ruido similar al de la estática de un radio con mala recepción. ¿Sería la causa el excremento de los pajaritos? Limpiaron el plato. Sin embargo el ruido persistió. Les tomó un buen tiempo darse cuenta que lo que estaban escuchando eran los restos de la radiación cósmica dejada por el Big Bang que dio origen al universo. Penzias y Wilson habían encontrado un cisne negro en el cielo oscuro.

Al reflexionar sobre estos fenómenos, Hoffmann plantea que lo importante -después de que ocurre la serendipia- es estar abiertos a la posibilidad de una conexión imprevisible. La sicóloga Caro Kimball subraya que para ello es esencial cultivar el hábito de no descartar ideas "locas".


pepegordon@gmail.com

jueves, 22 de julio de 2010

AVANCE Laberinto de MILENIO: Braulio Peralta y Fernando Zamora

Braulio Perlata, de águilas, nichos y cuevas...¡entre otros!
Además, el texto inteligente de Fernando V. Zamora.
Son adelantos de Laberinto de MILENIO.





A salto de línea
Toledo, el águila real y algunas adivinanzas
Braulio Peralta




Hagamos honor al nombre de esta columna:
1. Comencemos con una pregunta: ¿es cierto que está prohibido darle a la directora del Instituto Nacional de Bellas Artes, Teresa Vicencio, críticas negativas a su labor profesional, o simplemente es un rumor de pasillo? Las malas lenguas comentan que su área de información sólo pone en su bandeja aquellas notas o columnas donde el nombre de la funcionaria sale indemne de rozaduras mediáticas. Se aceptan apuestas o, de preferencia, confirmación de los hechos. Claro, también desmentidos.




2. Carmen Parra pinta el águila real, símbolo de la bandera nacional, animal en peligro de extinción. Además: un fotógrafo italiano ha estado captando las imágenes donde el animal posa para la pintora, extendiendo sus alas al viento, mostrando su belleza descomunal. Ahora con el Bicentenario, ¿no sería conveniente asomarnos a la historia de esa ave a punto de desaparecer de la faz de la tierra? Porque pareciera que las autoridades han olvidado las cosas esenciales: la bandera nacional está a punto de quedarse sin animalito vivo que pruebe que ese símbolo está “hecho en México”. Digo, con tanto quehacer en los festejos de la Independencia y Revolución se olvidan de lo fundamental. ¿No sería bueno mostrar esas fotos y pinturas en pleno Bicentenario? Y de paso defender a las pocas águilas reales que quedan en el cielo mexicano, ¿o no?




3. Nadie vio en ningún recinto público a Francisco Toledo en Oaxaca el 17 de julio, día de su 70 cumpleaños. Seguro, haciendo honor a su historia, la pasó con su familia, en corto, alejado de celebraciones y homenajes. Personaje impar de la cultura mexicana. Él y Diego Rivera han sido de los pocos pintores que han aportado a México gran parte de lo que la vida les ha dado como artistas. No construyeron museos para ellos, aunque sí, y con gran entusiasmo, para mostrar el trabajo de los otros. Saben el lugar que ocupan en el mundo de la plástica. Tienen su ego resuelto. No como otro que pretende saltarse las trancas legales y obligarnos a ponerle su nombre a la zona donde vive. ¿Adivinan quién es?




4. ¿Quién es el o la funcionaria cultural que está por encima de sus empleados al responder inmediatamente los correos que le llegan? Asombra su capacidad de respuesta. Y lo mejor: intenta solucionar asuntos rezagados por sus subalternos. ¡Y lo consigue! Como igualmente sorprende que en el último libro de Consuelo Duval, Frases de Consuelo, aparezca su nombre entre los párrafos consentidos de la actriz de La familia peluche y Por qué los hombres aman a las cabronas. No es difícil adivinar de quién se trata.




5. ¿Será? Que Alejandro González Iñárritu está buscando llevar al cine la vida del liberal del siglo XIX, el constitucionalista Ignacio Ramírez, El Nigromante, basado en el libro de Emilio Arellano. Ojalá, porque develaría muchas mentiras de la historia de México, como bien puede leerse en el libro —con documentos dados a conocer por la familia del prócer de la patria, resguardados por 100 años. Personajes como Díaz, Juárez, Altamirano y otros serían protagonistas de un filme alejado del oficialismo sobre las fiestas del Bicentenario, y muy crítico sobre la hipocresía de los mandatarios de la iglesia católica.


Coda
Cuando era responsable de una sección cultural, con tanto chisme, lo que hacía era intentar reportear con los aludidos para beneplácito de los lectores. Resultaban notas muy interesantes para la comunidad cultural.





Hombre de celuloide
El color de la granada
Fernando Zamora


Twitter: @fernandovzamora


En la inmensa biblioteca de tratados de arte que se han escrito, destacan dos particularmente: El sentido del cine, de Sergei Eisenstein y el Tratado de la pintura, de Leonardo da Vinci. Ambos trascienden el arte que analizan (cine y pintura, respectivamente) y los conectan con el todo de la vida misma. Leonardo, aconseja aprender a mirar las nubes, las grietas que se forman en las paredes; Eisenstein retoma el trabajo teórico de Da Vinci y acuña un concepto casi místico que a menudo se confunde con “edición”: montaje.





Pero la edición es al montaje lo que la redacción es a la poesía. No se trata en ella de “juntar palabras”, de darles una coherencia lógica. Se trata, también en el montaje, de crear un universo de significados capaz de trascender el entendimiento común, para adentrarse en el terreno de lo que sólo puede ser dicho poéticamente.





Del 27 al 31 de julio se estará presentando en la Cineteca Nacional la película Sayat Nova del poeta visual armenio Sergei Paradjanov.





Nova fue un trovador armenio que en el siglo XVIII, además de escribir canciones de amor romántico, sirvió a su pueblo en la negociación de libertades, civiles y religiosas, frente a tres imperios que luchaban por controlar el Cáucaso: Rusia, Persia y el Imperio Otomano.
En este filme, que más que narrar busca recrear estados de ánimo, Paradjanov presenta al poeta en su niñez y en el momento de su muerte: Nova fue asesinado por las armadas del Khan Agha Mohammed de Persia. Y en la pantalla esta imagen viene a presencia con un niño rodeado de libros cuyas hojas vuelan al viento. Intercortes y vemos al poeta adulto rodeado de velas rojas sobre las que vuelan, ahora, gallinas torpes y blancas que mueren con él.
Paradjanov es uno de los directores no-narrativos más importantes en la historia del cine. Junto a Walter Ruttmann, Maya Daren y Dziga Vértov, Pradjanov, además, ha influido notablemente en el imaginario de esa cima del arte que es Andrei Tarkovski.





Resultan interesantes los paralelismos entre Paradjanov, el cineasta y Sayat Nova, el poeta en esta película. Como Nova, Paradjanov vivió bajo el poder de un imperio intolerante que encontraba peligrosa la religiosidad del pueblo armenio. La censura soviética comenzó prohibiendo El color de la granada y terminó por encerrar al director en un gulag. Homosexual y cristiano, Sergei Paradjanov resultaba difícil de clasificar, difícil de entender, difícil de manipular: Era un hombre peligroso para el sistema.





Ciertamente El color de la granada es una película difícil. Uno tiene que leerla con el convencimiento de que el cine no sólo es arte narrativo. También es poesía, arte visual. Las imágenes del niño que lee poemas en las cúpulas de un monasterio, los telares, las comadres que gritan, el salvaje sonido de los hombres armenios, todo ello introduce al espectador que se lo permita, en un sueño despierto en que el color de la granada representa a la muerte violenta del cordero a punto del sacrificio.


El color de la granada (Sayat Nova). Dirección: Sergei Paradjanov. Guión: Sergei Paradjanov basado en los poemas Sayat Nova. Fotografía: Suren Shakhbazyan. Música: Tigran Mansuryan. Con: Sofiko Chiaureli, Melkon Aleksanyan y Vilen Galstyan. URSS, 1968

domingo, 18 de julio de 2010

sábado, 17 de julio de 2010

ECOS DEL HAY FESTIVAL, ZACATECAS: VILLORO, RUY-SÁNCHEZ, VOLPI...

SASHA SOKOL Y ALBERTO RUY-SÁNCHEZ

EN HAY FESTIVAL, ZACATECAS






CHARLAN ANDERSON Y VILLORO:




Hay Festival


Por Gerardo Romo
(17-Jul-2010). REFORMA

ZACATECAS.- El periodista Jon Lee Anderson sabe lo que son las heridas, tras su cobertura de guerras y conflictos en América Latina y Medio Oriente. De esas y otras vivencias conversó la tarde de ayer con el escritor Juan Villoro en el marco del Hay Festival.
"A Pinochet inevitablemente tuve que preguntarle sobre derechos humanos y los muertos que dejó su régimen", recordó Anderson, quien no ocultó que se siente latino por las innumerables historias que ha contado sobre este continente. Reportero en El Salvador y Honduras, se especializó en temas de guerra tras el 11-S.


"¿Cómo trabajas las preguntas?", le inquirió Villoro al periodista de The New Yorker.
"No es una estrategia como tal, es más intuitivo. Si sabes que una persona se va a cerrar tienes que encontrar la forma de atraerla", dijo.
Anderson recordó cuando hace años entrevistó en Brasil a un sicario adolescente, acusado de múltiples homicidios, que trabajaba para la mafia.
"Antes de entrevistar al chico narco de Brasil, me pidió consejos por un lío de faldas que tenía y eso me sirvió para entrar en conversación y conocerlo más como ser humano", relató.
El periodista aseguró sentir siempre miedo en las situaciones de peligro, pero ha sabido sobreponerse. "Pero uno puede errar y quedar mal, lo mismo pasa con los soldados, lo he visto con guerrilleros. Hay quienes sirven para eso y otros que no. Todo el mundo siente el miedo, pero si no logras controlarlo es mejor no ir (a una guerra), el miedo es contagioso".


El periodista nortemericano reconoció que el trabajo que más satisfecho lo ha dejado fue el perfil autobiográfico que le hizo a Gabriel García Márquez.
"Fue el trabajo más genial.
Lo vi durante siete meses, aunque en ese lapso enfermó de cáncer linfático, pero tuve que hacer un análisis profundo, pues me metí tanto a su historia que de ser un perfil se convirtió más en una biografía, incluso él (Gabo) advirtió alguna vez: 'por ahí anda un anglosajón diciendo que quiere hacer mi biografía'", recordó.


Villoro preguntó a Anderson sobre las "mentiras" de Ryszard Kapuscinski, descubiertas por su biógrafo Artur Domoslawski.
"Kapuscinski patentó despachos de información a destajo, escribió libros maravillosos pero reporteando su memoria", señaló el escritor.
A lo que Anderson agregó: "Kapu me decepcionó, pero su obra ahí queda. Si falseó información en aspectos de su vida en conversaciones con otros, al final quién no lo ha hecho".
"Hay escritores que tienen derecho a escribir sin verificadores", remató Villoro.

Anderson lamentó las muertes de periodistas mexicanos a causa de la violencia provocada por la guerra contra el crimen organizado.
"Es una situación condenable, repudiable, tienen toda mi solidaridad. El Gobierno debiera contar en el Poder Judicial con un equipo que persiga a los que matan periodistas, pero es lamentable que en América Latina los gobiernos no pongan atención a eso", señaló en entrevista posterior a la charla.
El periodista consideró que el problema de la violencia y la muerte en México es producto de la ausencia de un estado de derecho. "Sería bueno que la sociedad misma reclame, que sea un asunto de intereses muy propios. Estamos hablando de sociedades que carecen de un estado de derecho pleno y el subtexto de lo que ocurre en México es que 20 mil personas pueden morir en unos pocos años. Es curioso que no haya un fin a eso, es un reflejo de la impunidad, esto no vino de la nada", concluyó.

Cuestión de derechos

Jon Lee Anderson, autor de El dictador, los demonios y otras crónicas, consideró que los periodistas deben exigir a la autoridad respeto a sus derechos, como lo hacen otros gremios.
"Tenemos que concientizar a la opinión pública sobre lo nefastas que son las muertes (de periodistas o cualquier ciudadano). Los reporteros tienen que amarrarse bien los pantalones y exigir sus derechos y el respaldo judicial cuando reciben ataques, pero es una cuestión de reeducación en un Estado que anteriormente estaba acostumbrado a comprar a los periodistas, no a respetarlos. Esa noción de la prensa libre e independiente es muy nueva y está costando vidas".
Así lo dijo :
"Prefiero tener personajes que fuentes (...) Prefiero tener heridas abiertas que cicatrices, yo creo que lo que se guarda se vuelve tóxico después de un tiempo".
Jon Lee Anderson
Periodista


"Kapuscinski patentó despachos de información a destajo, escribió libros maravillosos pero reporteando su memoria".
Juan Villoro
Escritor



Evocan su inicio en la literatura

Por Gerardo Romo
(16-Jul-2010). REFORMA

ZACATECAS.- En una amena tertulia literaria, Javier Cercas, Sergio Ramírez y Jorge Volpi, con la interlocución de Juan Cruz, contaron su travesía por las letras, que los ha hecho combinar imaginación con realidad para saber que "otro mundo es posible".

"¿Cómo empezaron a imaginar?", fue el anzuelo que Juan Cruz lanzó a sus compañeros para iniciar con un viaje por anécdotas, recuerdos y reflexiones.

"No tengo idea, supongo que es la insatisfacción, pues si estás satisfecho con la realidad difícilmente puedes imaginar otro mundo", dijo el escritor español Javier Cercas, quien no pudo evitar mostrar su "satisfacción" por el triunfo de la "furia española" en el mundial.
"El mejor jugador del mundo es Xavi Alonso, desde que ganó España tuvimos que sacrificar la literatura".

Jorge Volpi recordó que empezó a imaginar gracias a su padre, quien le contaba historias "censuradas" en versión apta para niños de las óperas y los clásicos del siglo 19, que confesó odiar. "Empecé a hacer un prólogo de una enciclopedia de 19 tomos de la Edad Media inexistente", recordó el autor mexicano.

Y el nicaragüense Sergio Ramírez, quien reconoció que para él escribir es tan vital como el agua para el pez, señaló que antes de hacer literatura pasó por el cine, las radio novelas, de donde aprendió a imaginar personajes a partir de reconocer voces, el cine y las historietas.
"Fui operador de cine a los 12 años, como el niño de Cinema Paradiso, en Nicaragua, un pueblo pequeño, tenemos un gran peso, el de Rubén Darío", dijo quien fuera activista de la Revolución Sandinista.

Tanto Volpi como Cercas coincidieron en que su ateísmo, al que llegaron luego de una infancia en educación con los Maristas, les abrió la puerta para descubrir nuevos mundos al saberse sin certeza alguna.

"Mis padres eran sólidamente católicos, pero creo que la vocación literaria y la pérdida de la fe van de la mano, a eso me ayudó Miguel de Unamuno, me ayudó a arreglármelas para ver un mundo que no está ordenado".
Los escritores coincidieron que el periodismo y la literatura buscan, ambas, la verdad, aunque de manera distinta.
"El periodismo busca la verdad concreta y factual, el poeta busca la verdad moral, universal, ambas son complementarias", dijo Sergio Ramírez.
Juan Cruz, como enlace del encuentro de 70 minutos, cerró así: "escribo para salir de la pena", al hacer suya una frase del mítico Mario Vargas Llosa.

Los escritores bajaron del panel entre aplausos, con una rosa entre las manos y entre saludos se dirigieron al fondo del museo Rafael Coronel, donde aguardaron a sus admiradores y les autografiaron las letras de su invención en estampa de libro y creación.

Laberinto de MILENIO edición 370

En Laberinto de MILENIO: página tras página: Chiras pelas (De Mauleón), Revelaciones (Rogelio Cuéllar), Bitácora psicotrópica (Xavier Velasco), Poesía:Sueño en Bogotá(Francisco Hinojosa), Escolios (Armando González Torres), Acerca de Olga Guillot (Eliseo Alberto), Prólogo a la Biografía de los BEATLES recién publicada en NYC, Bosque noruego: Beatles (Miguel Barberena), Amor mirándose al espejo: CHLOE de Atom Egoyan (Fernando Zamora), Heriberto Yépez, Avelina Lesper, Penélope Córdova, Evodio Escalante sobre Serge Fauchereau, Iván Ríos Gascón, Eusebio Ruvalcaba, Carlos Jordán...

¡Qué más puede pedir un lector culto! Tienes en tus manos la inteligencia por escrito:
¡Ahora sólo tienes que leerla!
Haz clic aquí y... ¡LISTO!


jueves, 15 de julio de 2010

Decálogos, mandamientos, credos, consejos y preceptos para oficiantes de la escritura

Una edición de referencia y disfrute obligados.
Tal y como lo enuncia Carlos López, es para "oficiantes de la escritura";
pero yo añadiría:
y para curiosos de la estética de la redacción.


"Toda mi vida he mirado a las palabras
como si las viera por primera vez"


EL ARTE DE ESCRIBIR, Ernest Hemingway.
Decálogos, mandamientos... CARLOS LÓPEZ, compilador.
editorial PRAXIS

Laberinto de MILENIO: avance: la columna de Fernando Zamora

CHLOE: Una película abierta a la imaginación y a las conjeturas

HAZ CLIC PARA VER EL TRAILER:

EN



Hombre de celuloide
de Fernando Zamora en Laberinto de MILENIO
Amor mirándose en un espejo
Twitter: @fernandovzamora
Si fuese cierto que, como afirma Luis Cernuda, el amor es tensión entre realidad y deseo, los celos serían la constatación rotunda de que hay amor en Chloe, la última película del armenio-canadiense Atom Egoyan. Durante una escena, cierta joven amante pregunta a la mujer de quien se ha enamorado: ¿Cómo te toca él? ¿Cómo te hace el amor? Ella responde: y la toca. La escena toda recuerda esas pinturas antiguas en que al amor se le representa mirándose en el espejo: la que desea se ha convertido en el objeto del deseo. Y en este intercambio de roles atisbamos una profunda reflexión en torno al amor, ese gran destructor. El guión fue escrito originalmente por Anne Fontaine una autora de Luxemburgo. Me parece que la historia nació para explorar el deseo femenino, ese que Elfriede Jelinek explora en The piano player. Tengo la impresión, sin embargo, de que Egoyan tuvo problemas para llevar esta tensión sexual (la de una mujer que ha llegado a la edad en que, en su casa, el único que hace el amor es el hijo adolescente) hasta sus últimas consecuencias, porque a diferencia de Exotica y Speaking parts en Chloe tuvo que trabajar con el mainstream hollywoodense. Esto es: los productores pensaron Chloe como un negocio, picante tal vez, pero que tendría que apoyar los valores familiares contra los que se han levantado autores como Jelinek. Así, una película que comienza teniendo empuje retórico y la mirada curiosa puesta en el amor en tanto ángel exterminador, una película que parecía querer llegar a las profundidades de Love & human remains del otro québécois, Denys Arcand, termina volviéndose un filme más de paranoia yanqui, esa que hemos visto en obras patéticas (Single white female) y que llegó a su máximo creativo con Fatal attraction. Supongo que filmar en Nueva York y con Liam Neeson y Julianne Moore, tiene sus costos.

Por otra parte, que Chloe es la obra de un cineasta de talla monumental, se constata en dos hechos: en la forma en que evade un grave error de guión (quien haya visto la película, sabrá que la prostituta no puede estar contando la historia en primera persona) y en el valor que da a cada detalle. No hay en esta obra un corte, un gesto que sobre; la cámara se mueve con delicadeza y el director va construyendo narrativamente a sus personajes de forma tal que crea en nosotros la ilusión de estar olisqueando personas reales, entrando en sus deseos, en sus rencores: en su miseria. Chloe es una película llena de deliciosos detalles: la mujer que mira desde el balcón, el sabor del vino blanco y sobre todo el roce y la promesa: el deseo de la piel, el sentido del tacto.
Una de las escenas que más me han inquietado en el cine de Egoyan es ésta: un hombre entra a un local de masajes y desesperado pide a la dependienta: “!Tócame! Hace años que nadie me toca”. Aquí sigue, en Chloe, esta sensualidad, este gusto por el placer de tocar. Tocar al amor, solamente, en la fría superficie de los espejos.


FICHA:
Una propuesta atrevida (Chloe). Dirección: Atom Egoyan. Guión: Erin Cressida Wilson basado en el guión Nathalie, de Anne Fontaine. Fotografía: Paul Sarossy. Música: Mychael Danna. Con Julianne Moore, Liam Neeson y Amanda Seyfried. Estados Unidos, Francia, Canadá, 2009

martes, 13 de julio de 2010

Las revoltosas

Todavía está calientito: recién salidito del horno


Debe estar ya en las mesas de novedades, si no, espéralo, ¡PREGUNTA!…
¡No te lo vayas a perder!
Cuentos de Adriana Abdó, Bertha Balestra, Erma Cárdenas, Ana Díaz Sesma, Sandra Frid, Ma. Teresa Gérard,
Rebeca Orozco, Beatriz Rivas y Javier Sunderland Guerrero

LABERINTO 369 de MILENIO PARA TOLEDO en la víspera de su 70 aniversario




Laberinto 369 dedica a Francisco Toledo en su 70 aniversario textos inteligentes y reveladores. Héctor de Mauleón escribe sobre nuestra incapacidad de preservar iconos. Braulio Peralta aplaude la creación del ceramista Gustavo Pérez. Tabula rasa resume gran parte del trabajo de Rogelio Cuéllar en donde, además hace homenaje a Carlos Monsiváis. Paralelamente, Cuéllar, relata su encuentro con Toledo y el estudio fotográfico incidental que de él hizo. Y mucho más, como siempre. Disfruta de tu fin de semana leyendo Laberinto, edición 369.

GENIALIDADES: Arte Poética de Edilberto Aldán

ARTE POÉTICA lo lees en RÁPIDAS VARIACIONES DE NATURALEZA DESCONOCIDA


ARTE POÉTICA


de Edilberto Aldán



No deja de sonreir mientras escribe la última palabra.

Aspira profundamente antes de colocar el punto final. Con un gesto suave deja reposar, al fin, el centenar de hojas. Exhala satisfecho.

Escribió la obra perfecta. Resta un último paso: las cenizas se elevan con el vuelo de los pájaros al atardecer cuando prende fuego al manuscrito.

Está listo para comenzar de nuevo.



Tomado de


RÁPIDAS


VARIACIONES


DE NATURALEZA


DESCONOCIDA





BIBLIOTECA MEXIQUENSE DEL BICENTENARIO


serie letras

GENIALIDADES: Simulacro de José E. Pacheco

Simulacro de José Emilio Pacheco
lo lees en:


Simulacro

Lo más importante de una obra
de arte es lo que no se dice.

Virgilio Ferreira

Arte de no decir, la telaraña que brilla
Como plata bajo el Sol de oro.
Su diseño parece abstracto.
Por su rigor debería
Estudiarse en un curso de arte.

La mente que concibió tal belleza
No puede ser despreciada
Aunque encarne en una alimaña
Que incita al exterminio a primera vista.

Sin embargo la obra no es arte puro.
Está comprometida con una causa feroz
Igual que la nuestra.

Es una trampa, un matadero sin sangre,
Un lugar de tormento donde no hay gritos.
Su limpidez, su gratuidad en apariencia
Y su espejismo de orden
No durarán mucho tiempo.

Cuando pase de nuevo por aquí encontraré
El laberinto mágico de urdimbres
Sembrado de cadáveres vacíos:
Los restos insepultos de las moscas
Que la araña atrapó en el simulacro

Para sorberles poco a poco
La amarga vida.

EL CUADERNO VERDE. JOSÉ GORDON. REFORMA

UN CASO EXCEPCIONAL QUE INVITA A LA REFLEXIÓN:


EL CUADERNO VERDE
Profesora imaginante

José Gordon REFORMA
9 Jul. 10

Termina el ciclo de secundaria de los alumnos de la escuela pública Ignacio Chávez, en Iztacalco. A las doce del día se congregan unas cien personas en el auditorio situado en la plaza Jesús Romero Flores, justo frente a la escuela. En las paredes hay huellas de lluvia y de grafitti. Los muchachos preparan los últimos detalles. Van a representar una obra de teatro escrita por ellos mismos.

Antes de que comience la función se anuncia que un grupo de estudiantes va a bailar la danza de los viejitos. No están muy acostumbrados al baile y al teatro, pero se ve que lo gozan. El público ríe. De pronto, se quitan parte de sus ropas, cambia la música y empieza un espectáculo dizque de strippers que recuerda al de la película Full Monty. Suenan los aplausos y las carcajadas. Los muchachos se descubren cómodos con la sensualidad de sus cuerpos. Juegan. Los familiares y amigos en el público están encantados. Ganan la frescura y el humor.

Poco después comienza la obra. Sobre el escenario se proyecta una fotografía que pone en claro que todo sucede en las calles de la misma colonia en donde estamos. Un grupo de estudiantes echa relajo, bromea. De pronto uno de ellos se pone serio. Dice que su mamá está grave, necesitan internarla en el hospital. Deben desembolsar cincuenta mil pesos que no tienen. El protagonista dice que debe salvar a su mamá. "¿Cómo le vas a hacer?", le preguntan sus amigos. "Pues hay que ir con el J.J.". Alguien lo trata de convencer de que esa es una salida falsa.

La fotografía en el fondo del escenario cambia. Aparece la puerta del Bar Bar. Luego se ve el interior de una oficina y siento que me adentro no en ese espacio sino en el interior de las mentes adolescentes marcadas por la brutalidad como noticia cotidiana. El J.J., rodeado de guaruras, le dice al muchacho que le prestará el dinero pero tendrá que devolvérselo y distribuir unos "dulcecitos". Los hilos se enredan de manera melodramática y acaban finalmente en tragedia. En el desenlace surge la pregunta: ¿Puede haber otro tipo de representación?

Cuando termina la obra, los muchachos me piden unas palabras. Ellos han participado en un taller de Imaginantes organizado por la profesora Luisa María Vázquez. Se han interesado en la lectura de libros a partir de cápsulas realizadas por Televisa, que capturan momentos en donde se enciende la imaginación de un creador. Hace unos meses adaptaron a obra de teatro el relato El principio del placer de José Emilio Pacheco. Les digo que su trabajo me conmueve. Están en un parteaguas de sus vidas. Vienen nuevos caminos. Sus profesores los han impulsado a continuar con su educación. Han sido tocados por la belleza y el arte, pero el entorno es muy rudo. Lo saben bien.

Les cuento una historia sobre la incidencia de la imaginación en nuestras vidas: un rey sádico ha decidido matar a un súbdito pero le dice que, "en su infinta bondad", no tomará esa decisión. La responsabilidad recaerá en el súbdito. Le muestra un recipiente en donde hay dos papeles doblados: uno dice "Vida", otro dice "Muerte". El súbdito tiene que elegir. Gracias a la familiaridad con la literatura, sabe leer al rey como si fuera personaje de un libro. Se da cuenta de que el rey le ha puesto una trampa. En los dos papeles está escrita la palabra "Muerte". ¿Qué hacer? Entonces viene el salto de la imaginación: elige un papel y se lo traga. Pide que abran el otro papel para que vean lo que él no eligió. Por supuesto, aparece la palabra "Muerte". Los muchachos ríen. Les digo que lo que viene no será fácil pero será mejor si va acompañado por la inteligencia, el estudio, la creatividad y la solidaridad.

La profesora Luisa María Vázquez observa con ternura a sus alumnos. Su amor por la literatura es un papelito de "Vida", un referente de imaginación y generosidad en el mundo que tendrán que enfrentar estos admirables chavos.

pepegordon@gmail.com

jueves, 8 de julio de 2010

TABULA RASA EN "BELLA ÉPOCA" DEL FCE

durante la inauguración de la exposición
Tabula rasa con fotografías de
Rogelio Cuéllar















Don Carlos Monsiváis q.e.p.d.
SILENCIOSO TESTIGO DE HONOR DE LA EXPOSICIÓN


El primer impulso de la creación, muchas veces misterioso, místico y fugaz, motiva el diálogo que el fotógrafo entabla con una centena de artistas que responden a la pregunta: ¿qué es el espacio vacío, el espacio en blanco?

TABULA RASA


Fuente de todo vacío y todos los miedos, un espacio en blanco es un lugar insoportable donde deslumbramiento y silencio conspiran atrozmente; pontífice torpe, tiendo sobre él un desmañado puente que me lleva sin remedio incapaz de ver, cegado por el vértigo hasta una nueva batalla, prodigio que se repite una vez y otra, de tal suerte que perdido, extraviado, sin más arma que el amor intento llegar hasta el siguiente, el siguiente, el siguiente y así por toda la vida.
Gilberto Aceves Navarro, 2005

El espacio en blanco es el primer viaje en el vientre de mi existencia. Es el viaje astral del cual me alimento de imágenes; de la Nada.
Ismael Guardado, 2004


En pintura no hay nada más espantoso que empezar y terminar un cuadro. El único gozo está en lo que existe entre el principio y el fin.
Gabriel Ramírez

La hoja (tela) en blanco es el vacío que enfrenta el clavadista de La Quebrada. Hay que medir la ola, tomar aire, concentrarse en el punto exacto, cerrar bien los ojos, dar el primer brochazo.
Voris Biskin, 2009


El papel y la tela en blanco para mí siempre han sido una provocación, un deseo de volcarme en ellos espiritualmente y decir algo de mis sueños.
Luis Nishizawa, 2008

Siempre amanecer. Prorrumpir, exclamar amanezco. Mientras en el fuero interno, todo amanecer un blanco. De la pupila que se posa y pasa por las manos de un ciego a la exhalación que impulsa el inabarcable deseo de poner nombre al color, al horizonte, al punzón que clave alguna —cierta— trayectoria, tuya, mía, a este paisaje. Éste. El que se cierra en blanco y se abandona a su velocidad propia, la del sonido; al alimento de la noche, el morir sin sueños. El que se abre desesperado al blanco inaudito de la espera: el golpe preciso de las manecillas que despojan de todo, todo esto, susurrando “te lo dije”, arrojando el cuerpo entero, cuerpo presente, a la única blanquísima zona del recuerdo, la primera y última in quietud, primero y último a sabiendas. Instante colgado de su cal y canto. De los brazos del árbol de la vida. Instante sujeto al fin y al cabo. A una frase. Una palabra. Un luto en blanco.
Pura López Colomé, 2008

A veces la hoja blanca, simple, sencilla, esa mancha, es más valiosa que después de haber sido repasada por la pluma del poeta. Para mí, que he corrido el riesgo de tropezarme con ese inconsciente, siempre ha sido la hoja en blanco la alberca en que, con gusto y entusiasmo, me voy a nadar.
Alí Chumacero, 2008



Cien imágenes, cien reflexiones sobre el acto de crear y de confrontar la página o el lienzo en blanco, ese espacio donde se vierten las imaginaciones, es la propuesta que el fotógrafo mexicano Rogelio Cuéllar presenta en Tabula Rasa, su más reciente exposición, inaugurada el miércoles pasado en la Librería Rosario Castellanos.

Uno de los últimos retratos de Carlos Monsiváis abre paso a esta muestra, imagen que se acompaña con un texto donde el escritor dio cuenta de su experiencia como espectador de las imágenes de Cuéllar.
Carlos Fuentes, Raúl Anguiano, Juan Gelman, Luis de Tavira, Daniel Lezama, Arturo Rivera, Ana Clavel, Arturo Buitrón, Francisco Castro Leñero, Irma Palacios, Magali Lara y Manuel Marín, son otros de los personajes retratados. Ellos, a su vez, han escrito una reflexión sobre ese espacio vacío dispuesto para el arte, la creación; textos que acompañan las imágenes exhibidas y de las que en esta página damos una muestra.





De El Boomeran(g), Julio Ortega y su Pase en profundidad

De Julio Ortega en El Boomeran(g)


HAZ CLIC Y LEE:


PASE EN PROFUNDIDAD
leer completo

Para mantener el humor, y a propósito de la abusiva presencia de Dios en los campos de fútbol, te dejo esta glosa, por si quieres prolongarla y mejorarla. Sólo hay una regla. La letra O de “dios” es un balón que circula (o rebota) entre los versos y tus manos.



Pase en profundidad


Los jugadores que entran a la cancha,

tocan el ardiente grass y se persignan,

¿esperan de Dios el milagro del gol?

Rinden su paso al azar pero la fe

eligen de un orden favorable.

Esa idea de orden asume la mirada

del Dios creador del hombre y del fútbol

que decide otro match a las 3 pm.

Salvo que Dios no haya previsto aún

usar cabeza y mano, foul o penal,

y esté el jugador librado al azar

de un pase en profundidad, dividido.

Nos repite el juego, pero cada match

Espera de Dios mayor certidumbre.

Y no, ¡oh Inconstante!, Tarjeta Roja.

(mas...)

sábado, 3 de julio de 2010