EL CUADERNO VERDE
Errores de montaje
Por José Gordon
En las películas de Juan Orol podemos ver a un héroe que entra a un edificio con un traje negro. Cuando sale del mismo -después de acabar con los gángsters- su traje ya es de color blanco. No se trata de ningún simbolismo sino simple y sencillamente del descuido, desinterés por la gramática del cine y falta de atención con que producía sus cintas. Sus errores de continuidad rebasan lo involuntario. Todo se ciñe a la producción del churro cinematográfico. No hay tiempo para segundas tomas. Va como va.
En el cine profesional para tratar de evitar los errores de montaje se crea el puesto de supervisor de continuidad. Su tarea es tomar los apuntes necesarios para saber, por ejemplo, en qué rincón de un cuarto asesinaron a una persona durante la filmación de un escena.
Así, al día siguiente, al reanudar la filmación el cadáver debe encontrarse exactamente en el mismo lugar. De lo contrario, en la proyección de la película veremos una especie de salto cuántico: el muerto aparece de pronto en otro lugar de la habitación sin razón aparente.
Lo paradójico es que a pesar del ejercicio riguroso de cuidado, la mente juega a ser Orol de manera involuntaria. A este fenómeno se le conoce como "ceguera frente a los cambios". Hay cinéfilos que se especializan en atrapar y coleccionar los errores de continuidad. Dos ejemplos: en la película Pretty Woman hay una escena en donde Julia Roberts está desayunando con Richard Gere. Ella toma un croissant que se convierte en pancake cuando le da una mordida. Por otra parte, en la primera película de El Padrino -tan escrupulosamente vigilada por su director Francis Ford Coppola- aparecen entre otros errores de continuidad el siguiente: el parabrisas del carro de Sonny, el primogénito del Padrino, es acribillado por el fuego de las ametralladoras. Cuando los guardaespaldas llegan al lugar de la escena el parabrisas está milagrosamente intacto.
De acuerdo con los psicólogos Christopher Chabris y Daniel Simons, la ceguera frente a los cambios ocurre porque es muy difícil cotejar todos los detalles visuales que se transforman de un instante a otro. Abarcarlos todos, tratar de ubicar los pormenores de lo que no ha cambiado, consumiría una pérdida espectacular del poder cerebral. El problema mayor para estos investigadores es que ni siquiera nos damos cuenta de que tenemos este tipo de problemas: tenemos ceguera ante la ceguera frente a los cambios. Ello nos da la ilusión de que con una supervisión adecuada no se nos irá la liebre.
Sin embargo, los errores de continuidad aparecen incluso en la vida cotidiana.
En un estudio muy interesante realizado por D. J. Simons y D. T. Levin en un campus universitario, un hombre con un mapa se acerca al sujeto del experimento y le pide ayuda sobre la ruta que tiene que tomar para llegar a la biblioteca. Mientras el buen samaritano estudia el mapa, pasan unos trabajadores que cargan una puerta de madera que se interpone entre los dos. En ese momento ocurre una sustitución. El hombre que pide ayuda es reemplazado por otro que tiene complexión distinta, ropa diferente y otro tipo de voz. Lo sorprendente es que cerca del 50 por ciento de los sujetos del experimento no detectaron el cambio.
Algunos manipuladores y personas sin escrúpulos se aprovechan de los errores de continuidad que tenemos. De ahí la importancia de los observatorios y lupas colectivas, de la presencia de proyectos como "Juan ciudadano" y diversos ejercicios para combatir la desmemoria y la ceguera ante los cambios.
Así, en los tiempos que corren podremos ver, a pesar de las dificultades que supone esta tarea, el cambio de traje al estilo Orol que hacen algunos políticos mexicanos que creen que no nos damos cuenta de los errores de continuidad.
pepegordon@gmail.com
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