DRÁCULA
UNA SOLA PALABRA QUE PUDO ENGULLIR A SU AUTOR
BRAM STOKER
Héctor Porto para LA VOZ DE GALICIA. ES
Bram Stoker
(1847-1912), nacido en un pequeño pueblo irlandés hace hoy 165 años,se
convirtió en inmortal en el momento en el que engendró el personaje principal
de su gran obra maestra, Drácula. Oscar Wilde dijo de ella que era la novela
más bella escrita jamás y fue la propia obra y, sobre todo, el vampiro moderno
ideado por Bram Stoker en 1897, lo que, inevitablemente, eclipsó a su autor,
convirtiéndolo en el claro ejemplo de creador devorado por la criatura. Drácula
no fue solo una obra literaria de la época victoriana. Fue mucho más.
Desencadenó la pluma de Bram Stoker una efervescente pasión por el folclore
rumano, el ocultismo, los orígenes de este personaje de ficción marcado por su
cercanía a la muerte, a la sangre, a la enfermedad y al erotismo.
No es que
Bram Stoker sea un escritor merecedor de figurar en el top ten de la literatura
universal, pero sí tiene una producción apreciable como para ser tenido en
cuenta. Sin embargo, los cien años que han pasado desde su muerte -el 20 de
abril de 1912- no han añadido postergación al arrumbamiento. Bram Stoker ya
murió enfermo, olvidado y pobre en una pensión londinense mientras su novela
mayor, Drácula, se reeditaba con éxito razonable. El Drácula de Bram Stoker fue
uno de los mitos literarios que mejor ha arraigado en el imaginario colectivo
hasta el punto de que mantiene hoy plena vigencia y sigue generando nuevas
recreaciones artísticas y subproductos tanto culturales como de ocio. Max
Schreck fue el primer vampiro del cine para Nosferatu, el clásico que Friedrich
Wilhem Murnau realizó en 1921 sobre la novela de Bram Stoker considerada una de
las cumbres de la literatura gótica.
Dicen
sus allegados que en su último aliento Bram Stoker murmuraba «strigoi, strigoi»
(«espíritu maligno», en rumano) mientras apuntaba con el dedo a un lugar en
penumbra de la habitación. La escena recuerda a los tristes años finales del actor Bela
Lugosi (quien mejor puso rostro a Drácula), abandonado en una residencia y con
confusión de personalidad, que tan acertadamente homenajeó el cineasta Tim Burton
en su bello pero irregular filme Ed Wood.
Nacido el 8
de noviembre de 1847 en Clontarf, un pueblecito que entonces aún no había sido
absorbido por Dublín, Bram Stoker fue un niño enfermizo. Y en las largas horas
de cama, convalecencia y melancolía fraguó un carácter imaginativo y amante de
lo oculto, alentado por las historias de terror de tradición gaélica que su
madre le contaba para animar sus tediosos días. La invalidez llevó a Bram
Stoker a la voluntad de superación, pero fue esta propensión a la fantasía,
mezclada con el rigor que le proporcionaron sus brillantes estudios de
matemáticas en el Trinity College y desbordada por la fascinación que le
provocó en 1871 una obra de la pareja de dramaturgos franceses
Erckmann-Chatrian, la que lo conducirá a abandonar su seguro puesto de
funcionario local en Dublín (como lo fue su padre). La impresión que le produjo
a Bram Stoker la interpretación de sir Henry Irving en aquella representación
teatral lo alentó a publicar su primer trabajo como crítico en prensa y, de
ahí, a conocer a su admirado actor. Poco tiempo después, este le propuso que
ejerciese como su agente y secretario y finalmente mánager del Lyceum Theatre,
tarea que obligó a Bram Stoker a trasladarse a Londres, donde se instaló con su
esposa, la actriz Florence Balcombe (la misma que fue novia de Oscar Wilde,
buen amigo del escritor).
Bram Stoker
y Henry Irving, el tirano
Bram Stoker
se convirtió así en mánager, confidente y hasta esclavo de Irving, a quien
terminó dedicando buena parte de su vida (alrededor de 30 años). Es más, su
actitud tiránica se cree que pudo inspirar, como personalidad vampírica, la
construcción de Drácula. De hecho, dicen que el motor de la escritura de la
novela fue un desafío del actor a Bram Stoker.
Eso sí,
vista la fuerza de sus imágenes, el andamiaje del libro tiene mucho que ver con
los conocimientos que del mundo teatral adquirió Bram Stoker. En el poder de la
atmósfera, y de su personaje (que revisita la figura de Vlad Tepes, el
Empalador), reside precisamente la clave del éxito. Bram Stoker fue miembro de
la sociedad secreta The Golden Dawn, como lo fueron Yeats, Conan Doyle, Machen,
Haggard, Meyrink, Blackwood o Crowley, quien con su espíritu libre y sus
polémicas dinamitó el ocultismo de esta fraternidad de magia ceremonial.
Bram Stoker
y sus ensayos de Drácula
Al contrario
de lo que se ha dicho, la primera aparición literaria del gran personaje de
Bram Stoker no hay que buscarla obsesivamente en el relato El invitado de
Drácula. Este cuento, independiente y no desgajado del cuerpo principal como se
pensó, fue escrito de forma paralela por Bram Stoker mientras diseñaba su obra
mayor y trabajaba en las notas para acometerla, casi como un ensayo.
Dos años
después de la muerte de Bram Stoker, el relato fue incluido por su viuda,
Florence Balcombe, necesitada de dinero, en un volumen que reunía varias piezas
breves. Bram Stoker da cuenta de una aventura en los alrededores de Múnich del
invitado inglés de Drácula que movido por su escepticismo se adentra en un
valle en busca de un pueblo maldito para los habitantes de la zona, y lo hace
además a solo unas horas de la noche de Walpurgis.
No es el
único cuento notable del ramillete. Diría más, Bram Stoker tiene en El entierro
de las ratas uno de sus grandes hitos creativos más allá de la antología que
edita el sello coruñés Ediciones del Viento (siguiendo la versión original de
1914 y en una nueva traducción).
El invitado
de Drácula fue la única novedad editorial en España con motivo del centenario
de la muerte de Bram Stoker, el pasado mes de junio -ocasión que la Fundación
Luis Seoane aprovechó para para reivindicar el legado del escritor irlandés con
la exposición Drácula. Un monstruo sin reflejo-, si bien durante los últimos
años, con la resucitada fiebre por los vampiros, sí han ido surgiendo otras
obras relacionadas con el legado se Stoker. En el 2009, su sobrino biznieto
Dacre Stoker recuperó con Drácula, el no muerto el origen del mito con una
visión «más actual» y aseguró estar así cumpliendo el deseo secreto de su antepasado,
«mantener viva la historia». Valdemar, además, presentó otra versión de Drácula
que incluye cuatro piezas reunidas por primera vez por el estudioso Peter
Haining. El sello especializado en literatura fantástica tiene además una
edición muy recomendable de Drácula de Bram Stoker, preparada por Óscar Palmer.
Drácula: el
origen del mito
Pero, ¿Quién
es Drácula? ¿Existió? ¿Es una pura invención de Bram Stoker o tiene
precedentes? Más allá de que Bram Stoker se inspirara en el asombroso príncipe
rumano (también llamado Vlad Draculea), que vivió entre 1431 y 1476 y fue
famoso por empalar a sus víctimas, Drácula no es más que un vampiro, una
criatura siniestra que se alimenta de la vida de otra, un cadáver que abandona
la tumba aprovechando la noche para succionar la sangre de los vivos.
Esta
palabreja (vampir) surge antes de Bram Stoker en letra impresa en Alemania,
pero ya en torno al año 200 Filóstrato el Viejo traza en Vida de Apolonio de
Tiana el primer esbozo de cuento de vampiros cuando relata la historia del
enamoramiento inducido de Menipo de Licia. Lo que resulta más complejo es
averiguar el origen de la figura, que se pierde en el rastro de los tiempos
antiguos entre demonios, muertos vivientes, fantasmas chupasangres más o menos
corpóreos, diosecillos de dudosa catadura... Así, como recuerda Jacobo Siruela
en el ensayo que abre la antología de cuentos que preparó sobre
Vampiros(Atalanta, 2010), las culturas china, babilónica, hebrea, islámica,
griega guardan un lugar para, sea cual sea su aspecto físico, sus
características, una criatura cuya existencia está indefectiblemente marcada
por la muerte, la sangre y un insoslayable componente erótico.
De la
tradición folclórica al cine
La
construcción del mito que popularizó Bram Stoker se va consolidando muchas
veces asociada a la aparición de epidemias, plagas, la peste, la superstición y
los miedos atávicos colectivos que favorecen su propagación entre el pueblo,
como el propio contagio hace con la muerte, la violencia y la locura. Un
escenario típicamente medieval que contaminaba el acervo popular en la Europa
oriental y que vino de perlas a románticos, ávidos de paisajes góticos para
componer sus historias de necrofagia, sexualidad, pecado y horror. Sin embargo,
no puede obviarse que la incorruptibilidad de la carne remite en el fondo a las
ansias de infinitud del alma y, recuerda Siruela, a aqueññas palabras de Cristo
que fueron y son, después de Bram Stoker, el sustento de la consagración de la
misa: «Aquel que coma mi carne y beba mi sangre tendrá la vida eterna». Tabú
demoniaco el ideado por Bram Stoker, la promesa de inmortalidad, contra el que
tanto advierte, pero tanto fomentó, la propia Biblia.
Una lenta
metamorfosis lleva al vampiro, hecho popular hace un siglo por Bram Stoker, a
ir abandonando los atributos animales (alas, garras, cola de pez, ojos
llameantes, similitudes con el murciélago) y lo acerca hacia una morfología
netamente humana (ojos inflamados, tez cerúlea, orejas puntiagudas, uñas
afiladas, cuerpo delgado y encorvado, rostro feo, labios gruesos y rojos,
dientes grandes y afilados). Es esta descripción la que refrenda Drácula, que
ayuda al vampiro a dar el decisivo salto a la literatura desde la oralidad de
raigrambre rural a la que lo confinó, demonizándolo, la Iglesia cristiana.
Bram Stoker
sentó el canon iconográfico al tomar la tradición folclórica y tamizarla en el
cedazo de los modelos de corte aristocrático creados por Polidori (secretario
de Byron) y Rumer. Una imagen que está muy próxima a la que Murnau le confiere
a Nosferatu en su filme de 1922, en parte gracias a la genial interpretación de
Max Schreck. Inspirada directamente en Drácula (el cineasta cambió el nombre
para evitar responder por los derechos de autor ante la viuda de Bram Stoker),
esta cima de la escuela expresionista alemana inaugura la fulgurante carrera
cinematográfica del personaje. La aportación posterior de Bela Lugosi (dirigido
en 1931 por Tod Browning) será definitiva en el esfuerzo por profundizar en la
humanización: la dignidad mortificada del héroe trágico acerca a Drácula al
seductor clásico, que ya en contadas ocasiones aparecerá como un ser abyecto y
horrendo. La recreación de Coppola de 1992, Drácula, de Bram Stoker, sí dará a
Gary Oldman esa tortura física de la transformación cual remedo del doctor
Jekyll y míster Hyde.
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