jueves, 31 de enero de 2013

UNA ENTREVISTA, A PROPÓSITO DE LA NOVELA "ÓSCAR Y LAS MUJERES", LA MÁS RECIENTE DE SANTIAGO RONCAGLIOLO, EN LIBRERÍAS EN MÉXICO A PARTIR DEL 20 DE FEBRERO. ENTÉRATE:





Entrevista con Santiago Roncagliolo
Acaba de publicar su novela más reciente, 'Óscar y la mujeres'

"El culebrón es
el Shakespeare de América Latina"
Por ALBERTO OJEDA | Publicado en EL CULTURAL el 19/02/2013




Cuando un escritor confunde la vida con sus ficciones tiene un problema. Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) confiesa que lo padeció alguna temporada. Perdió de vista cuáles eran las referencias sólidas a las que debía aferrarse: su hijos, su mujer... Estaba más volcado en sus narraciones y las servidumbres promocionales de sus libros que en su propia familia. Al protagonista de Óscar y las mujeres (Alfaguara), su última novela, le sucede lo mismo pero multiplicado por mil. Es guionista de los culebrones más exitosos de América Latina pero en su esfera personal, sobre todo en su relación con el universo femenino, todo es fracaso. Cuando escribe se siente un demiurgo capaz de controlar cada detalle pero cuando sale de ese ámbito se pierde irremisiblemente. El escritor peruano despliega un ejercicio de autoparodia hilarante que invita a la carcajada ante las dificultades que tiene un hombre-niño para convertirse en un hombre adulto.

Pregunta.- Tres citas encabezan el libro. "El arte imita a la vida", Aristóteles. "La vida imita al arte", Oscar Wilde. "La vida imita a la televisión barata", Woody Allen. ¿Cuál le parece más acertada?
Respuesta.- La de Woody Allen, sin duda. La vida está llena de giros fallidos, de historias que no se cierran, o que nunca se abrieron bien. Dios es un guionista de telenovelas baratas, igual que Óscar, el protagonista de mi novela.

P.- En su caso la confusión de la realidad y la ficción es un síndrome grave. ¿En qué medida le sucede a usted también cuando escribe?
R.- Todos mis personajes tienen mucho que ver conmigo. Suelen ser una deformación. Yo también escribí culebrones. También viví inmerso en mis ficciones y en mi vida de escritor, viajando por medio mundo promocionando mis novelas. Me costó mucho darme cuenta que mi vida estaba en mi gente más cercana, en mis dos hijos, en mi esposa... Pero hubo un momento en que vi claro que debía convertirme en un adulto funcional. A Óscar le pasa lo mismo. Él es una autoparodia de mí mismo.

P.- ¿Cómo fue su experiencia de guionista de culebrones? ¿Le ha servido mucho para su carrera posterior como novelista?
R.- Los guionistas de culebrones no pueden permitirse el lujo de bloqueos creativos. De pronto, tienes que rellenar 40 páginas de un día para otro. Aunque estemos hablando de culebrones malos, es un trabajo duro... Además, tienes que cumplir con una regla de oro: la protagonista buena debe mantener la virginidad durante 120 capítulos. Algo muy complicado: en la vida real la pierden a los tres. Todo eso supone que tienes que manejar la historia para demorar la consumación del amor hasta el final. Después de hacer algo así, uno está preparado para escribir las historias más inverosímiles.

P.- ¿Sentía que era necesario dignificar el culebrón?
R.- El culebrón ya está dignificado por sí mismo. Es el Shakespeare de América Latina, el único género que hemos inventado nosotros y que cuenta nuestra historia del último siglo. En realidad, lo que yo hago es desdignificar el culebrón, porque Óscar escribe los de la peor especie, basados en clichés anticuadísimos sobre las mujeres y vida en general.

P.- El que sí ha reivindicado mucho las bondades del culebrón ha sido Boris Izaguirre...
R.- Boris es un fenómeno de la naturaleza. He trabajado varios años en radio con él. Es una de esas personas que si entras con ella en un lugar con gente consigue que nadie te mire a ti. Tiene un talento fascinante.

P.- ¿Entonces es Miami la capital del culebrón?
R.- Sí, es allí donde se facturan las telenovelas que luego se emiten por toda Latinoamérica. Es un lugar muy peculiar. Es Estados Unidos pero no es Estados Unidos. Es Cuba pero no es Cuba. Es un sitio perfecto para ambientar una comedia. Y me daba mucho juego porque yo sabía que Óscar odiaría Miami. Fíjese que es un tipo que no sabe conducir. Eso en Miami es como un suicidio.

P.- Ha dicho que la mejor literatura no se está escribiendo ahora para los libros si no para la televisión. ¿No es tirarse piedras a su tejado?
R.- Es así. Puede verse en series como The Wire, o Boardwalk Empire... Están superando incluso al cine, que es mucho más previsible y convencional y aburrido... Yo soy un contador de historias. No pienso en cuestiones gremiales.

P.- Óscar ofrece una visión de los hombres bastante deplorable. ¿Más piedras sobre tejado propio?
R.- Está claro que el hombre es una especie en decadencia. Desde que asiste a la liberación de la mujer no sabe qué papel debe ocupar en el mundo. Está muy perdido y asustado. Óscar tiene ese problema todavía más agravado porque sólo sabe relacionarse con las mujeres que él mismo diseña en la ficción pero con las reales todos sus contactos son un desastre.

P.- ¿Y cómo fue la comercialización por entregas en digital de la novela, al estilo de los folletines decimonónicos?
R.- Yo tengo bastante interés por Internet y sus posibilidades para la literatura. Ya hice en su día una novela colectiva junto a Fernández Mallo y Cristina Fallarás. También he tenido un blog. Esto me lo propuso la editorial y me pareció muy buena idea. Al fin y al cabo era fiel a la estructura de las telenovelas, que entran cada día en el salón de tu caso. Ha tenido mucho impacto en las redes sociales. Tengo muchos amigos intelectuales que piensan que Internet es el fin de los libros. Este experimento demuestra que se puede utilizar para promocionar un libro de papel. Los dos formatos no tienen por qué mutilarse. Pueden complementarse.






Óscar y las mujeres
Santiago Roncagliolo
  

Óscar Colifatto viste de riguroso negro y detesta la luz del sol, las calles frívolas y chillonas de Miami, los animales y los niños..., lo detesta todo menos a sí mismo. Maniático e hipocondríaco hasta el extremo, trata de mantenerse aislado del mundo para que nada ni nadie trastoque su monótona rutina como guionista de culebrones.

Ha de escribir una nueva telenovela que restituya su fama perdida, pero su creatividad se ve mermada a raíz del abandono —debido a un pequeño incidente— de Natalia, la mujer con quien convive desde hace seis años.

Una vecina explosiva e iluminada de los libros de autoayuda, el adorable perrito de ésta, un exigente productor de telenovelas, una prostituta enviada por este último para calmar el desamor y un hijo que tuvo trece años atrás se entrometen en su proceso creativo. Y en el centro de la trama, Óscar, uno de esos personajes maniáticos, patéticos y freaks pero al mismo tiempo entrañables que quedan en la memoria para siempre.


Comentarios:

«Tiene oficio y una mirada llena de fuerza.»
The Times Literary Supplement

«Un lenguaje poderoso y un estilo brillante y ágil.»
The New York Times

«Roncagliolo reinventa el realismo mágico con métodos modernos.»
Süddeutsche Zeitung

«Constatar la destreza de Roncagliolo para retratar la complejidad de la experiencia, con sus luces y sombras, así como para trazar conexiones entre las peripecias de sus personajes.»
Ricardo González Vigil, El Comercio (Perú)

«Roncagliolo posee un pulso seguro, con hallazgos constantes.»
Antón Castro, Heraldo de Aragón

«Un autor de escritura ágil y efectiva.»
Lluís Satorras, Babelia, El País

«Si una cosa caracteriza a Roncagliolo es la habilidad co la que se enfrenta a cualquier género así como su capacidad para salir indemne.»   Óscar Carreño, Quimera

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miércoles, 30 de enero de 2013

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lunes, 28 de enero de 2013

200 AÑOS DE ORGULLO Y PREJUICIO DE JANE AUSTEN. UN TEXTO DE ÁNGELES MASTRETTA.



CELEBREMOS LA LITERATURA:
200 AÑOS DE ORGULLO Y PREJUICIO



Orgullo y prejuicio de Jane Austen cumple 200 años hoy día 28 de enero, un bicentenario que bien vale como excusa para reencontrarse con una de esas mágicas obras que, a pesar de describir unas circunstancias humanas circunscritas a unas condiciones históricas y geográficas concretas, siguen emocionando y gustando a las generaciones posteriores. Es lo que tienen los clásicos…

Con motivo de este bicentenario de Orgullo y prejuicio, la editorial Alianza ha lanzado una edición conmemorativa en la que el texto de Jane Austen se enriquece con los grabados de Hugh Thompson. Esta versión española es la de José Luis López Muñoz, Premio Nacional de Traducción, nada menos.

Para los bolsillos más ajustados, Alianza también tiene una versión formato bolsillo: una edición más asequible de 9,90 euros, frente a los 22 de la edición ilustrada.

Otra de las ediciones clásicas de Orgullo y prejuicio en español es la de Cátedra, bajo al supervisión de José Luis Caramés.

Orgullo y prejuicio está considerada como una de las mejores novelas escritas en inglés y su autora como una de las grandes escritoras en lengua inglesa. Novela entretenida, de suspense, con un argumento construido de forma perfecta, un diálogo irónico y ágil, a menudo brillante, ataca los vicios sociales más clásicos (el egoísmo, la arrogancia, la avaricia, la hipocresía, el esnobismo...) y mantiene al lector inteligente con una continua sonrisa irónica.

Aún con el paso del tiempo son pocos los que hoy discuten su lugar entre las mejores novelas escritas en inglés, con la intención de ser publicada, lo que hace que pueda considerarse a su autora, Jane Austen, un tanto revolucionaria, y lo que es más, la primera de las grandes mujeres escritoras en lengua inglesa.

La obra trata de arquetipos universales que se asientan en los valores y en la conducta moral de los seres humanos, siempre en lucha entre la verdad y la falsedad. En este combate silencioso e irónico aparecen reflejadas las diferencias que existen entre la apariencia de las cosas, los medios a través de los cuales los objetos y situaciones pueden ser percibidos y la verdadera realidad.   FUENTE: ESTANDARTE.COM





EL PAÍS publica, de ÁNGELES MASTRETTA, un texto 

extraordinario:


EL SECRETO DE JANE AUSTEN


 HAZ CLIC EN: http://bit.ly/Wx4qdw


Primera edición de Pride and Prejudice:



Primera edición en castellano:


La parte más importante: Si no la has leído, ¡hazlo!   


sábado, 26 de enero de 2013

DE LEONORA CARRINGTON, ESCULTURAS Y PERSONAJES FANTÁSTICOS, HASTA EL 19 DE MAYO




Leonora Carrington, grandeza surrealista
El Centro Nacional de las Artes presenta una de las exposiciones más ambiciosas sobre el trabajo escultórico de la artista surrealista, reuniendo 29 de sus figuras.
Por AGENCIA REFORMA / BRENDA DÍAZ / MÉXICO
Publicada el 01/26/2013


Pocas veces puedes ver tantas esculturas de Leonora Carrington en un mismo lugar, con dimensiones variadas, de plata y bronce, sobre los distintos personajes que la artista surrealista creó en los últimos años de su vida.

Desde un hombre gato de 20 centímetros hasta una mujer pájaro de 3 metros de altura, los seres imaginarios que Leonora Carrington convirtió en esculturas causan la sensación de que uno se ha trasladado a un universo de ensueño.

Ahora, 29 de estas figuras se reúnen en un mismo lugar, que no es otro universo, sino el Centro Nacional de las Artes (Cenart), para conformar “Leonora Carrington y sus Personajes Fantásticos”, una de las exposiciones más ambiciosas sobre el trabajo escultórico de dicha artista surrealista.

Un hombre venado, un camaleón alado, embarcaciones fantásticas y misteriosas máscaras forman esta exhibición que se inaugurará el próximo miércoles a las 7 de la noche en la Galería Juan Soriano del Cenart.

“Las obras fueron creadas entre el 2009 y el 2011, la última etapa de la maestra trabajando. Ella era una persona con una gran creatividad, para ella no había un límite, y hasta los 94 años siguió creando”, detalla la museógrafa Beatriz Vidal en relación a las piezas en exhibición, ideadas por Carrington durante sus últimos dos años de vida.

“Sus piezas tienen un sello específico, hay una tipología como de zoología fantástica”, asegura Mónica López Velarde, crítica de arte.

Algunas de las piezas se exhiben por primera ocasión gracias a “Leonora Carrington y sus Personajes Fantásticos”, como las pequeñas figuras de plata tituladas “La Dragoneza”, “Gato de la Noche” y “The Palmist”. Esta última también se puede apreciar en bronce, tanto en 99 centímetros como en 3 metros de altura.   

“Elefanta”, “The Ship of Craner”, “Inventora del Atole” y “A Hug”, también forman la muestra, una de las más grandes realizadas en la ciudad en torno a las esculturas de Carrington (se exhibieron 10 en Estación Indianilla en 2011 y 17 sobre Reforma en 2008). 

La exposición también incluye una serie de 20 fotografías inéditas que muestran a “La Hechicera Hechizada” -como la llamaría Octavio Paz- trabajando con sus piezas y en la fundidora, además de otras que dan cuenta del proceso de elaboración de las esculturas.

Y es que, la acreedora al Premio Nacional de las Artes y la Medalla de Oro de Bellas Artes trabajaba muchas de sus piezas en la Fundición Artística Velasco, la cual también ha realizado piezas para Vicente Rojo, Pedro Friedeberg, José Luis Cuevas y Gunther Gerzso.

“Yo trabajé con ella durante 27 años, era muy divertido, pues empezaba a platicar sus anécdotas y hablarte sobre el personaje, te transportaba a su mundo”, comenta Alejandro Velasco, actual director de esta fundidora y dueño de las piezas en exhibición.

“Recuerdo que cuando ella hacía un personaje y diseñaba sus manos, siempre me decía ‘Alejandro, vea mis manos’. Tenía dedos muy alargados, muy delgaditos, y así siempre eran las de sus personajes”, añade. 

Asimismo, se proyectará continuamente un video creado por Canal 22 que relata la vida de Carrington, quien nació en 1917 en Inglaterra, y emigró a México en 1942, durante la Segunda Guerra Mundial.

Un imaginario profundo

Cuando era niña, Leonora Carrington escuchaba con asombro y atención las historias que le contaba su madre, las cuales estaban repletas de seres y eventos sobrenaturales. 

“Su madre era irlandesa y conocía bien la narración de la mitología celta, con esos seres que van desde las hadas hasta los gnomos. Fueron fantasías, mitos y leyendas que ella pudo asimilar como parte de su esencia”, explica Vidal.

“Su abuela materna le contaba historias de la mitología irlandesa, e incluso insistía en que su familia tenía vínculos sanguíneos con la antigua tribu mágica celta llamada la Tuatha Dé Danann”, agrega Susan Aberth, profesora del Bard College de Nueva York y especialista en surrealismo latinoamericano.

Estos personajes se quedaron grabados en su mente, y entretejidos con su interés por la magia, las ciencias ocultas, la astrología, el cábala y el tarot, se convirtieron en la semilla de aquellos enigmáticos seres que años después habitarían su obra. 

Va al Cenart

Atrévase a visitar un universo repleto de seres alados, máscaras y con una embarcación dirigida por animales y una mujer pájaro de 3 metros de altura.

Todos ellos forman parte de las 29 piezas que se exhibirán en “Leonora Carrington y sus Personajes Fantásticos”, a partir del próximo miércoles en el Centro Nacional de las Artes.

Es una de las muestras más ambiciosas en torno al trabajo escultórico de la artista surrealista nacida británica pero mexicana por adopción, ya que sus anteriores exhibiciones habían sido de 10 y 17 esculturas.

“Las obras fueron creadas entre 2009 y 2011, la última etapa de la maestra trabajando. Para ella no había un límite y hasta los 94 años siguió creando”, detalla la museógrafa Beatriz Vidal.

LAS CLAVES DE LEONORA

• Pertenece al surrealismo, que representa lo que se oculta en el subconsciente, y se vincula con la interpretación de los sueños. De ahí sus personajes oníricos.

• Los seres que Carrington concibió son un híbrido entre lo humano y animal. En sus piezas parece compartir, en iguales condiciones, un conocimiento mágico.

• Aunque las poses parecen de tipo ritual, ella no hacía referencia a un sistema de creencias en específico; buscaba despertar los sentidos a los misterios del universo.

• Sus máscaras reflejan su vínculo con el teatro, pues ella escribió obras, diseñó escenarios, vestuario y hasta títeres. 

• Algo que unificaba su obra era su interés por representar lo sagrado femenino, pues pensaba que era censurado por sistemas religiosos patriarcales.



jueves, 24 de enero de 2013

ACERCA DE JORGE IBARGÜENGOITIA, INCOMPARABLE SATIRISTA.




INSTRUCCIONES PARA LEER A JORGE. (El Universal, 20 01 13)


Hace casi tres décadas, el 27 de noviembre de 1983, una tragedia aérea acabó con la vida de Jorge Ibargüengoitia, a los 55 años. El accidente, ocurrido en Madrid, truncó la obra del guanajuatense, que este 22 de enero cumpliría 85 años.

En una significativa coincidencia, la vida de Ibargüengoitia comenzó el mismo año en que terminó la de Álvaro Obregón, cuyo asesinato despertó un vívido interés en el escritor y periodista, quien retoma las circunstancias del magnicidio en El atentado, una obra de teatro que, como otros de sus trabajos, satiriza episodios de la Revolución Mexicana.

Con una peculiar vena humorística, Ibargüengoitia parodió también la revuelta escobarista (en el ocaso de la gesta) en su primera novela: Los relámpagos de agosto, ganadora del Premio Casa de las Américas 1964. De la lucha de Independencia partió de la conspiración de Miguel Hidalgo para dar forma a la también novela Los pasos de López.

Pero el guanajuatense (22 de enero de 1928-27 de noviembre de 1983), quien llegó a la ciudad de México aún niño, no sólo desmitificó pasajes de la historia: su obra abarca infinidad de textos periodísticos que revelan su interés por los asuntos de su época.

Debido a la soltura con la que pasaba de un género a otro -teatro, novela, relato, artículo periodístico y cuento infantil- y al singular estilo con el que abordó varios temas, Ibargüengoitia es uno de los autores mexicanos que más ha influido en los escritores nacidos a mediados del siglo XX.

Con motivo de los 85 años del nacimiento de Ibargüengoitia, Juan Villoro, Fabrizio Mejía Madrid, Enrique Serna y Armando González Torres hablan del legado del autor.

El escritor Juan Villoro, coordinador de la revisión crítica de El atentado / Los relámpagos de agosto, sostiene: “Ibargüengoitia entendió, como nadie, que no hay nada más misterioso que la cotidianidad.

Uno de sus libros de crónicas lleva el apropiado título de Misterios de la vida diaria. Cuando se ocupó de temas históricos, reveló que muchas de las gestas que consideramos épicas se debieron a caprichos privados y arrebatos íntimos”.

No obstante la riqueza temática y estilística de la obra del guanajuatense, Villoro ha sostenido que Ibargüengoitia es uno de los escritores menos estudiados de nuestra literatura. Atribuye ese vacío a la solemnidad de la cultura mexicana y a que el humor no se valora como un atributo de la inteligencia.

“Esto ha ido cambiando; poco a poco, nuestro ambiente cultural ha ido entendiendo que la ironía no es sólo una manera de hacer reír, sino de hacer pensar”.

Fabrizio Mejía Madrid, narrador y cronista, coincide en que “Ibargüengoitia rompe con la solemnidad de la tradición literaria mexicana”. Esto, dice, al menos en dos aspectos: el humor y el uso de un lenguaje desparpajado: “El mismo Ibargüengoitia confesó que su modelo literario era Evelyn Waugh, quizás el más relajiento de los escritores británicos. En donde Juan Rulfo ve sombras y montones de piedras, en donde Octavio Paz ve árboles milenarios y explicaciones de la mexicanidad, Ibargüengoitia ve, en cambio, el sainete, el relajo y la chunga. Esa mirada impacta a las siguientes generaciones de escritores, comenzando, me parece, con Juan Villoro”.

Añade: “En Ibargüengoitia se combinan periodismo y literatura. El humor en sus artículos era el mismo que en las novelas, no hay diferencia. Cuando escribe Las muertas, sobre el caso de Las Poquianchis en lo que, ahora es el rancho del ex presidente Vicente Fox, declara que quiso hacer una novela como A sangre fría, de Truman Capote, pero que tuvo que ser humorística porque ‘los testigos, la policía, los jueces, todos, habían sido comprados’”.

Las muertas, inspirada en un sonado caso de lenocinio es la obra maestra de Ibargüengoitia, según varios críticos.

Para el narrador y ensayista Enrique Serna, “Ibargüengoitia era un narrador con una gran intuición para observar la ridiculez humana y la doblez del comportamiento social. Caracterizaba muy bien a sus personajes con unas cuantas pinceladas, y sabía urdir intrigas tragicómicas que bordeaban la farsa, sin rebasar las convenciones de la novela realista. Su enfoque irónico de la existencia y de la realidad mexicana en particular amplió los horizontes de la narrativa mexicana moderna”.

El poeta y ensayista Armando González Torres considera que Ibargüengoitia “deja como legado un tono de humor lúcido y crítico poco cultivado en la literatura mexicana”.

En relación con los recursos que empleó y los temas que abordó, sostiene: “Cultivó los más variados registros del humor, desde la burla abierta hasta el guiño irónico. Su mirada fue muy amplia y lo mismo se ocupó de ridiculizar la Historia de bronce que de criticar amenamente al mundo intelectual y sus vicios y mezquindades”.

De la ingeniería al arte dramático

Jorge Ibargüengoitia estudió ingeniería en la UNAM, pero en 1951 empezó la carrera de arte dramático. Entonces incursionó en la crítica y escritura de teatro como discípulo de Rodolfo Usigli. Así comenzó una carrera prolífica en el mundo de las letras, una obra de la que diversos escritores y periodistas se han nutrido.

Villoro, autor de ¿Hay vida en la tierra?, colección de textos periodísticos que “siguen la estela” de Ibargüengoitia, comenta: “Me gustaría pensar que he aprendido cosas de él, sobre todo en la vena irónica o satírica de algunos de mis artículos. Él es mucho más económico y directo, pero sin duda se trata de mi mayor modelo al escribir artículos que aspiran a ser retratos irónicos de nuestra realidad”.

Villoro, quien seleccionó y prologó la antología de crónicas de Ibargüengoitia Revolución en el jardín, dice que entre los autores que han continuado con la tradición de Ibargüengoitia está Guillermo Sheridan -quien ha compilado artículos periodísticos del guanajuatense en Autopistas rápidas, Instrucciones para vivir en México y La casa de usted y otros viajes-, y Mejía Madrid, quien confiesa: “cuando tengo bloqueos, leo una página de Instrucciones para vivir en México y me salen ideas de novelas”.

En contraste, Serna afirma que nunca se ha propuesto seguir el ejemplo de Ibargüengoitia, pues cree que es inimitable. “Yo tiendo más al humor grotesco y él era más sutil”.

Ibargüengoitia, quien siempre rechazó el mote de humorista y solía tener desencuentros con los asistentes a sus conferencias, fue un escritor riguroso que construía meticulosamente sus historias y personajes, según ha contado su viuda, la pintora inglesa Joy Laville, autora de las portadas de sus libros y Premio Nacional de las Artes 2012.




En Milenio, Jorge F. Hernández, escribió en su columna:


¡Ibargüengoitia, "forever"!


AGUA DE AZAR



2013-01-24 •



Hoy quiero celebrar los 85 años de eterna vida de Jorge Ibargüengoitia, sin importar que a finales de este mismo año tenga que lamentar que se cumplen ya tres décadas de su lamentable fallecimiento. Quiero celebrar en cada uno de sus cuentos la perfecta conjunción de chiste y chisme, sus crónicas incandescentes, sus novelas indispensables, sus artículos mordaces plenos de sarcasmo, ironía e ingenio, sus obras de teatro, sus ojos, papada, sombra, voz y cada uno de sus párrafos de la mejor manera posible: leyéndolo, y cada quien, a su manera, externando las razones de una deuda múltiple.

Mi primera deuda de sincera gratitud con Ibargüengoitia radica en la revelación de su irreverencia ante el pretérito. No en balde, una de las primeras y buenas reseñas que se publicaron sobre Pueblo en vilo, la obra maestra de mi maestro Luis González y González, la escribió precisamente Ibargüengoitia, por lo que, como lector y discípulo, debo mucho al entrañable escritor que nos confirmó que todos los héroes se ven mejor sin el bronce de sus estatuas, que nos enseñó que no todo lo grandote es grandioso, y que también nos hizo imaginar vívidamente al Padre de la Patria azotando de madrugada las puertas de un burdel, o el merengue tropical que tanto agria a cualesquiera de los tiranos latinoamericanos que se creen eternos y absueltos, y a todos los revolucionados de hace un siglo enfangados en un desmadre de mentiras épicas y traiciones institucionales.

Agradezco sinceramente al olvidado reseñista que reprobó la publicación de mi primer libro de cuentos porque le parecía que eran “demasiado ibargüengoitescos”; queriéndome ofender, me hizo el mejor elogio posible, pues efectivamente sigo fiel a la idea de que los relatos de La ley de Herodes se me aparecen en el espejo como joyas del género corto, además de que parecen anécdotas idénticas a las que heredo de familia. Quizá por aquí debí haber empezado: mi familia es de Guanajuato, y aunque la mayoría de mis parientes poblaron León (Donde hay muchísima gente, pero muy pocas personas), hubo un ayer en el que, por expropiaciones y reformas agrarias, mis abuelos tuvieron que cargar con todo y niños a la Ciudad de México. Por su muy temprana orfandad paterna y por esperanzas paralelas, Ibargüengoitia también tuvo que crecer a la sombra de sus tías, en la capital. Entonces, de niños, mi padre y dos hermanos mayores se hicieron no solo amigos, sino cómplices de Ibargüengoitia: cuando andaban de buenos, jugaban a las canicas, pero en la mayoría de sus locas andanzas practicaban el juego — ahora políticamente incorrecto— de La cruzada de las gatas. Armados con cascos de cartón y escobas en ristre, lanzaban cargadas como de caballería rusticona contra todas las sirvientas de azotea, nanas en Chapultepec o cocineras que venían del mercado con sus cantaritos de leche pura. Mi padre decía que una de las mejores puntadas que se aventó el niño Ibargüengoitia fue cuando le cambió los letreros a los baños en cierta tienda departamental de prestigio. En cuanto entraba alguna señora con urgencia mingitoria, y descubría jovencitos en el baño de damas, empezaba el regaño con “¡Muchachos facinerosos!” o “¡Pervertidos del demonio!”. El propio Ibargüengoitia se encargaba, bajo zapes, de enseñarle a la señora el letrero que los exculpaba. La dama en turno, al filo de orinarse, se disculpaba entonces con los niños y pasaba a alzarse las naguas y bajarse los chones en pleno baño de caballeros. Más de una vez se escucharon geniales alaridos femeninos (o alguna ronca sorpresa masculina) mientras los niños ya iban corriendo de salida.

Celebro de Ibargüengoitia sus novelas, que releo como si reviviera la época en que visitábamos las librerías esperando sus nuevos libros. Soy de la idea de que las muchas perfecciones envidiables que cuajó en Estas ruinas que ves (incluyendo sus dos finales), Dos crímenes y Las muertas transpiran —entre la admiración y la envidia— una contagiosa adrenalina por escribir, más allá del placer de su lectura. Celebro hoy, como siempre, que Dos crímenes sea tan perfecta novela, tal como la reseñó Octavio Paz en su momento, y me atrevo a importunar al fantasma de Truman Capote para afirmar que Las muertas, al abrevar del expediente verídico de las Poquianchis, es tan obra maestra como A sangre fría, entreverando bajo la clara sombra de la novela las virtudes y recursos de la crónica y el reportaje.

De literatura en periódicos también supo Ibargüengoitia marcar grandezas. Como un Chesterton de Coyoacán, era capaz de escribir como navegación accidentada en altamar el viaje en pesero hasta el Zócalo de la Ciudad de México, y como un Stevenson, perdido en islas del lejano Pacífico, nadie como Ibargüengoitia para detectar en cualquier aeropuerto europeo que ese misterioso fulano que lleva pantalón verde, calcetines naranjas y mocasines gastados no es un polaco disfrazado con la ya clásica combinación de los nacidos en Moroleón, Guanajuato, ¡sino que se trata, efectivamente, de un paisano despistado que precisamente nació en Moroleón, Guanajuato! Nadie como Ibargüengoitia para denunciar en tinta los abusos de quienes se creen muy-muy, los que van a por todas y además las ganan, los funcionarios corruptos, las secres gordas que estorban, los enredos de un burócrata.

Con el sarcasmo como conciencia, con ironía pensante, con sentido del humor —que no como los que se hacen los chistocitos—, Ibargüengoitia haría sonrojarse a cualquier y todo mamón que se creyera infalible, incólume o inmortal. Ayer, como hoy, nadie como Ibargüengoitia para poner en evidencia —por lo menos para avergonzarlos— a quienes se miran tranquilamente en el espejo con la conciencia más negra que la cara de Tezcatlipoca. Contra todos los injustos, él era un justo que subrayaba con gracia la desgracia de los soberbios, ésos que no habiendo cometido ninguna ilegalidad no tienen manera de disfrazar su inmoralidad o sus plagios constantes.

Ibargüengoitia era un quijotesco inventor de mundos imposibles que sabía mirar las muchas imposibilidades del mundo. A mí no se me ocurre mejor final para que hoy mismo comience a leerlo un nuevo lector, que alzarme como un Pípila y gritarle al mundo: ¡Ibargüengoitia, forever!



ALGUNOS TEXTOS DE JORGE PUBLICADOS EN LETRAS LIBRES:


EL GRANDE  -EL INCOMPARABLE- SATIRISTA









http://bit.ly/VasBhk

miércoles, 16 de enero de 2013

DOS CUENTOS. EL UNO DE MILORAD PAVIC, EL OTRO DE HARUKI MURAKAMI. AMBOS INDISPENSABLES.




Té para dos   
MILORAD PAVIC



El escritor les aconseja, queridos lectores, que no lean este cuento un miércoles y de ninguna manera antes del mes de mayo. Además, lo más conveniente sería que lo leyeran por las noches y en la cama. Descubrirán las razones por ustedes mismos. Aún debo decir que en este cuento no hay héroes; los únicos héroes aquí son ustedes, sus lectores.

Yo sé que, mientras escribo esto, mi ojo izquierdo mira el papel como el ojo de mi padre, y el derecho, como el ojo de mi madre. Tal vez por esa razón esto no resulta tanto un cuento como una especie de elixir de amor, y estos renglones se convierten en las instrucciones para el uso de dicho elixir.
Ustedes, no obstante, saben que la diferencia entre dos amores puede ser más grande que la diferencia entre el amor y el odio. Quizás por eso cada amor grande empieza con tres pequeñas mentiras y son justamente ellas, esas pequeñas mentiras, lo que tenemos que agregar al cuento como base para esta pócima de amor.

La primera de ellas, queridos lectores, sean quienes sean o se llamen como se llamen, será su nombre secreto, es decir falso. Así que el nombre de la lectora de este cuento será desde ahora Aseneta, como la esposa del hermoso Josefo, mientras que el nombre secreto del lector será Aristin como se llamaba un escritor del siglo XII.
Pero el elixir de amor aquí ofrecido podrán aprovecharlo, queridos Aseneta y Aristin, sólo si pasan por una iniciación especial, es decir, si logran alinearse entre los héroes de este cuento. Porque no todos los lectores de este texto podrán realizarlo. Por otro lado, tengan en cuenta que eso no es inocuo, porque la conversión del lector en el héroe de un libro le da la posibilidad al escritor de lastimarlo, incluso de matarlo, en cuestión de dos renglones. Sin embargo, nuestro objetivo aquí es el amor, y no la muerte, un elixir de amor, y no un veneno. Así que ármense de valor y escuchen las primeras instrucciones. Aparentemente, todo parece bastante fácil, es suficiente que en un futuro cercano mientan tres veces, pero también se necesita que algo ya haya ocurrido en su pasado reciente. Un evento aparentemente pequeño e insignificante, que, sin embargo, representa la condición para acceder a la pócima del amor.
Mis instrucciones seguirán por separado para Aseneta y después para Aristin, porque difieren dependiendo de su destinatario.

Instrucciones para Aseneta

1. Querida Aseneta,
Tal vez tiene usted unos maravillosos ojos negros que lanzan miradas aromáticas a su alrededor, tal vez siembra tras de sí sombras costosas y tal vez orina agua de colonia, como dijo una escritora, pero eso no le ayudará a llegar a ser la heroína de este libro. Lo puede conseguir sólo la lectora que antes del día en que empieza a leer este cuento haya perdido una llave. Una llave cualquiera. La llave del maletín de maquillaje, la llave de su auto, o de un departamento ajeno, da igual. Si eso le ha pasado está en buen camino y sólo usted puede considerarse la heroína de este cuento y la portadora del nombre falso de Aseneta. Ninguna otra. Las demás lectoras pueden tirar este libro, inclusive, porque él ya no se refiere a ellas.

2. Su siguiente deber, querida Aseneta, es soñar un sueño. Antaño los monjes de Constantinopla curaban las enfermedades del sueño de sus hermanos, o de otra gente, solicitándole a toda la hermandad de su monasterio que una determinada noche soñara el mismo sueño, previamente descrito. Algo semejante se necesita aquí también. Sólo que aquí el modelo tiene que ser un sueño femenino, por lo que vamos a aprovechar un sueño que había soñado mi media hermana. Así que la lectora que se sentó a leer este cuento habiendo olvidado en algún lugar una llave, por lo que tiene derecho a llevar el nombre de Aseneta, debe soñar el siguiente
Sueño femenino

Sueño que camino de noche por una calle desierta. Es tarde, está oscuro, empiezo a sentir miedo cuando de pronto escucho unos pasos detrás de mí. Son pesados y resuenan cada vez con más velocidad. Aún estoy lejos de mi casa, me apresuro, y luego empiezo a correr con pánico. Los pasos pesados son cada vez más frecuentes y el desconocido a mis espaldas está corriendo. Me persigue. En una esquina alcanzo a verlo con el rabillo del ojo. Es un hombre más robusto que yo, que apresura su paso sin hablar en la oscuridad. Allí ya no hay calles, sólo una zona densamente poblada, uno atraviesa los patios de las casas, viejas escaleras, pasa por los pórticos, a veces por las antesalas abandonadas de las casas. De pronto, como suele ocurrir en los sueños, las piernas ya no me obedecen. Sigo corriendo, pero no me muevo de un portal que me observa con su oscuridad. Me quedo paralizada. El desconocido se acerca cada vez más, casi me cubre su sombra, pero en el momento decisivo de repente deja de perseguirme, se detiene en una esquina, se para junto a la pared y orina por un largo, largo rato…

3. Por supuesto que a la mañana siguiente, en cuanto se despierte, querida Aseneta, usted se dará cuenta que no lo ha logrado. No ha soñado el sueño solicitado, sino algún otro, diferente, quién sabe cuál. Pero no se preocupe. Eso no importa en absoluto. El sueño, en realidad, no le fue solicitado para que lo soñara, porque hoy en día ya nadie sabe hacerlo, sino para recordarlo muy bien. Incluso, hay una razón adicional, pero cada cosa en su momento. Ahora debe buscar algún arete suyo. Cualquiera. Necesitará sólo uno. Póngalo en su bolso.

4. El siguiente miércoles debe ir a la terraza de la taberna más cercana a la iglesia principal de su lugar (aquí en Belgrado, sería la terraza de la taberna “El signo de interrogación” en la calle Kralja Petra, número 6). Al medio día debe sentarse allí, al sol, y ordenar un té. Mientras lo esté bebiendo ponga sobre la mesa aquel arete. Luego ya no tendrá que hacer nada, salvo esperar. Debe esperar a un joven que pondrá sobre la mesa ante usted una llave sin cortar. Sin embargo, la espera es un oficio difícil. También una buena escuela…Pero, tenga cuidado, el cuento en este punto puede dejar de ser un cuento de amor en un sentido clásico. Porque, sólo Dios sabe a quién traerá la casualidad ante usted un miércoles en la terraza de la taberna para que en un té para dos se tope con quien le hace falta en la vida…Puede suceder que nadie con una llave aparezca no sólo ese miércoles, sino tampoco el siguiente. O puede suceder que un solo joven con una llave sin cortar se tope con diez chicas con aretes sobre la mesa. Es decir, este cuento se convirtió en una tienda de elixir de amor, pero éste, como todas las demás pócimas mágicas, no es inocuo.


*

En este lugar de pronto dejé de escribir porque en mi mente apareció una pregunta clara como el cristal:
-¿Por qué le mientes? ¿Por qué mientes a Aseneta, si sabes muy bien que es totalmente incierto que algo ocurra y qué cosa puede ocurrir el miércoles siguiente en la terraza de dicha taberna?
Al pensarlo un poco me respondí a mí mismo:
-Porque cada gran amor empieza con tres pequeñas mentiras…

Instrucciones para Aristin

1. Querido Aristin,
Usted puede tener las manos y la voz que hacen temblar los oídos femeninos, los bigotes que embellecen su sonrisa y la sonrisa que embellece sus bigotes, pero eso no va a ayudarle a convertirse en el héroe de este cuento. El lector atinará fácilmente si él es el verdadero, si es el único que puede lograrlo, si por la noche, en la cama, cuando se disponga a leer este cuento, recordara que hace poco encontró en el pasto o en la calle un arete perdido. Un arete femenino común que no tiene que ser caro en absoluto. Ese lector es el elegido. Y sólo él tiene derecho de llevar el nombre secreto del héroe de este cuento: Aristin. Los demás ya pueden desistir de los intentos y la lectura de este cuento ya no les va a concernir.

2. Si ha leído la instrucción del punto 2 para Aseneta se refiere a usted también. Aquí está el sueño que se requiere de usted para los fines mencionados con la advertencia de que se trata de un sueño masculino que yo había soñado, por lo que supongo lo podrá soñar usted también, Aristin…
Sueño masculino
Sueño que estoy acostado en una cama. Arriba de mí está el techo de madera al cual está sujeta una mesa cuadrada puesta para comer. Parece como si estuviera clavada a un suelo de madera volteado. En la mesa están de cabeza, pero sin caerse, un plato lleno de comida, tenedor, cuchara y cuchillo, una fuente con pan y un vaso de aguardiente de ciruela pasa. Tal vez en el plato está el bagre frito en agua para el Día de San Nicolás. El techo es bajo y la mesa está justamente a una distancia que acostado pueda tomarme el aguardiente y almorzar todo lo que hay en ella. Y eso resulta tan fácil que causa un placer supremo, una calma y felicidad que desconocemos en la tierra. Todo allí es completamente “natural”, adaptado al cuerpo, un cuerpo astral, que está conectado con mi cuerpo a través de mi ombligo astral…Mientras aquí, en la Tierra, camino por un bosque y me duele cada hoja.

3. Querido Aristin, creo que usted no pudo soñar el sueño exigido y comerse allí el almuerzo, aquel bagre frito en agua para el Día de San Nicolás. Pero no se desespere. Usted ya sabe, porque echó un vistazo en las instrucciones para Aseneta, que el sueño no se le exige para soñarlo, sino para otros propósitos. Por eso, continúe ahora su camino, es decir, pase por una tienda y cómprese la llave sin cortar.

4. El siguiente miércoles váyase a la terraza de la taberna más cercana al templo de su lugar (aquí, en Belgrado, está en la calle Kralja Petra, número 6, donde se encuentra la taberna “El signo de interrogación”). Tendrá que estar allí al mediodía y buscar a una persona femenina que esté tomando té y sobre la mesa ante ella tenga un arete femenino. Acérquese a ella, ponga la llave sobre la mesa y pregúntele si usted puede sentarse. Si ella no le da permiso, preséntese, dígale que se llama Aristin. Si ella es Aseneta, se puede suponer que le ofrecerá el asiento y usted le contará lo que soñó la noche anterior. En realidad, el sueño que no ha soñado, sino que le fue exigido. Cuénteselo como si lo hubiera soñado, aunque no lo hubiera hecho. Si también ella le cuenta un sueño que le fue pedido, el cual usted ya leyó en este cuento, se cumplió el objetivo y todos los requisitos están ahí. Es decir, cada amor grande empieza, como dijimos, con tres pequeñas mentiras. Esa condición la habrán cumplido los dos parcialmente, mintiendo haber soñado lo que no soñaron y presentando sus nombres falsos. Eso significa que están en el mejor camino para aprovechar el elixir de amor y convertirse en los protagonistas de un gran amor. Si Aseneta le pregunta a usted, querido Aristin: ¿por qué precisamente una llave y por qué precisamente un arete?, usted contestará lo siguiente: No tiene ninguna importancia si es una llave o un arete. Lo importante es que a los hombres, por lo general, les falta algo de atención, así que alguien que fue lo suficientemente atento para notar en el pasto o en la calle un arete perdido es muy recomendable. A las chicas, por lo general, les falta ser un poco distraídas, entonces, es recomendable la que puede llegar a perder unas llaves. Esos dos, según parece, podrían formar una pareja bastante armoniosa…


*

En este lugar interrumpí por segunda vez la escritura de este cuento porque en mi mente apareció una pregunta clara como el cristal:
-¿Por qué le mientes? ¿Por qué mientes a Aristin, si sabes muy bien que todo es totalmente incierto? Porque los que lo intenten experimentarán por sí mismos que una relación basada en llaves sin cortar y una chuchería femenina no debe significar gran cosa. Puede ocurrir que Aseneta y Aristin simplemente no se gusten. O aún peor, puede darse el caso que, yo mismo me lo imaginaba, que Aseneta o Aristin no encuentren a nadie para tomarse un té para dos con ellos, alrededor del medio día en la terraza junto a la iglesia. La cosa puede convertirse en la amistad entre dos chicos, un compañerismo mutuamente útil entre un viejo y una joven, la plática entre dos viejas, un romance entre dos lesbianas o quién sabe qué más. Entonces, ¿por qué mientes a Aristin?
-Porque cada gran amor –me respondí a mi mismo- empieza con tres pequeñas mentiras…

II
Casi dos años después de que este cuento fuera escrito y publicado en un periódico me llamó por teléfono una voz masculina, me dijo que no nos conocíamos, que era mi lector y que tenía que decirme algo extraordinario en relación con el cuento “El té para dos”. Quedamos en encontrarnos en la terraza de la taberna “El signo de interrogación”. En ese entonces yo ya había cumplido setenta años, había entrado en el siglo XXI y empezaba a olvidar sin orden muchas cosas – cazar cornejas, tirar los guijarros sobre la superficie del agua, entrar por la puerta de espaldas, días de la semana primero en ruso y después en francés, mientras que los nombres de días en inglés brotaban de mi memoria a pesar de que jamás lo había aprendido bien. En resumen, el alma se me salía por la nariz, y yo tenía que estornudar cada mañana. Aunque todavía no me olvidaba cómo reír. Por eso me reí en el auricular, él no lo hizo, y nos encontramos en la terraza de la taberna “El signo de interrogación”. Él estaba tomando café y leyendo el periódico “La voz pública”. Estaba en la mejor edad, cuando las virtudes aún no empiezan a convertirse en vicios. Vestía bien, de negro, tenía tres caras transparentes una encima de la otra, cada una hermosa a su propia manera. Y tres tipos de cabellos en la cabeza – uno cerdoso, otro parecido a plumas y un corto pasto hirsuto en la mollera. Con su mirada podía congelar el agua en el vaso delante de él…Yo me desconcerté y concluí: Dios cura, nosotros sólo cambiamos vendajes…

Me contó lo siguiente.
El cuento del lector
“Antes que nada, quiero decirle que yo no soy ningún ratón de biblioteca. Es todo un milagro que haya leído su cuento y el milagro se dio de la siguiente manera. Un día mientras paseaba por Kalemegdan, mi mirada cayó, por pura casualidad, sobre un objeto que brillaba en el pasto. Me agaché y encontré un arete femenino. Parecía un poco aplastado, probablemente pisado, pensé, y lo metí en el bolsillo. Lo olvidé allí, porque los bolsillos son los mejores lugares para olvidar cosas. Cuando después de algunos días volví a ponerme el mismo saco palpé el arete en el bolsillo, primero sorprendido de que estuviera ahí, pero luego pasé por “El Bazar del Milenio” a visitar a un joyero que fue mi compañero de escuela.
- ¿De dónde sacaste esta maravilla? –preguntó.
- La encontré.
Examinó el arete bajo la lupa y dijo:
- Oro de catorce quilates con tres diamantes, tres verdaderos diamantes.
- ¿Cuánto vale eso?
Mi amigo dijo una suma aproximada que hizo dar vueltas a mi cabeza. Siguió examinando el arete cuidadosamente bajo la lupa.
-En el arete hay un poco de sangre seca. Fue arrancado de la oreja de una chica. Por eso está un poco deformado…
Al devolverme la joya mi amigo quedó un poco pensativo y agregó:
- Yo sé de quién es ese arete.
Me quedé pasmado.
- ¿Estás bromeando?
- Lo sabe todo el mundo. Perteneció a Ksenia Kaloper. Hace un mes todos los periódicos escribieron sobre ella. Fue robada y asesinada en Kalemegdan. Sabes aquello: “Nena, ¡quítate la chuchería para que no te arranque la oreja!” No obedeció. A juzgar por los periódicos, le arrancaron los aretes, le quitaron las sortijas de las manos y un anillo de un pie, todo con violencia y rapidez. El asesino tenía prisa. El anillo del pie fue encontrado ahí mismo. Lo demás no…
- ¿Y qué hago ahora con esto?
- Tienes varias posibilidades, cada una peor que la anterior. Entregar el asunto a los órganos de justicia, devolver el arete a la familia de la difunta Ksenia Kaloper, vendérmelo a mí bajo la condición de que yo quiera comprarlo. En los tres casos tendrías que explicarle a la policía cómo lo obtuviste.
Desesperado regresé el arete al bolsillo y decidí olvidarlo allí de nuevo. Por ahora. Antes de salirme de la tienda mi amigo me gritó:
- Todo eso tiene un lado bueno.
- ¿Cuál?
- Te convertiste en el personaje de un cuento.
- ¿Cuál cuento? –me quedé asombrado de nuevo.
- El cuento se llama “Té para dos” y sus personajes llegan a ser todos aquellos que encontraron cualquier arete en cualquier lugar. Yo leí hace poco en un periódico. Un momento…aquí está.
De un montón de periódicos sacó uno y me tendió su cuento. Así llegué a “Té para dos”. Y así se dio que leyera su cuento. En un momento pensé irme a la cita en la terraza del “Signo de interrogación”, hasta conseguí una llave sin cortar por si acaso, pero esas intenciones se vieron impedidas entonces por un gran cambio en mi vida.

Dos semanas después de haber leído “El té para dos” me dieron inesperadamente un empleo en el extranjero. Estuve fuera de Belgrado varios meses, trabajaba en Moscú y tenía la intención de continuar mi vida allá cuando me avisaron que mi padre había muerto, así que vine a enterrarlo y a encargarme de su departamento. Después del funeral y de los demás trámites regresé al desierto hogar paterno lleno de cosas viejas que desde hace mucho habían perdido sus aromas y adquirieron una especie de tufo común. Miraba fijamente esas cosas y a mí mismo en medio de ellas a través de un espejo de mi padre, gastado y con un agujero y sentí que el hombre cada día tenía la oportunidad de ser inteligente al menos por un instante. Porque todo hombre pasa cada día, sin siquiera percatarse, por un semi-instante anterior a su nacimiento y por un semi-instante posterior a su muerte. Entre esos dos semi-instantes está la gota de la sabiduría que apenas notamos…Con esos pensamientos me tumbé en la cama, pero no pude dormirme. Toda la noche estuve dando vueltas y me levanté tarde sin pegar un ojo. Miré por la ventana, me di cuenta de que era casi mediodía y de que era primavera; me puse mi viejo saco que estaba en el armario y que no me había puesto en mucho tiempo. Palpé una llave en el bolsillo, la saqué, me pregunté de qué era y con sorpresa noté que no tenía cortes. Me acordé, por supuesto, que estaba preparada para la cita en la taberna “Signo de interrogación”, pero que jamás tuve tiempo de verificar si funcionaba o no. En el otro bolsillo estaba, desde luego, el arete de oro con diamantes.
De pronto se me ocurrió que podría tomarme el café de la tarde, que necesitaba sobremanera, justo en “Signo de interrogación” y me fui directamente a la calle Kralja Petra. Hacía calor, en la terraza había mucha gente sentada, y no quedaban mesas desocupadas. En una mesa noté a una chica sola tomando té. Tenía un zapato negro con el tacón blanco, y otro blanco con el tacón negro, junto a su taza estaba un arete. De oro con tres piedritas brillantes. Con tres diamantes. Algo deformado. Me quedé petrificado. El otro igual a ése, estaba en mi bolsillo. Al acercarme, puse aquella llave sobre la mesa y dije:
- Buenas tardes, soy Aristin, ¿puedo sentarme?
- Cuéntame un poco de eso –contestó la chica- ¿quién se llama así hoy en día? Es decir, mientes, pero siéntate, ya que el lugar está lleno. Tomate un café y largo de aquí.
Me senté, pedí un café e intenté una vez más. Le pregunté:
- ¿Quiere que le cuente lo que soñé anoche?
- Está bien, si no va para largo. De todos modos estamos matando el tiempo –dijo.
Entonces empecé a contarle el sueño que me fue encargado en el “Elixir de amor””:
- Sueño que estoy acostado en una cama. Arriba de mí está el techo de madera al cual está sujetada una mesa cuadrada puesta para comer. Parece como si estuviera clavada a un suelo de madera volteado…
- Mientes de nuevo. En tus ojos veo que anoche no pegaste un ojo. ¿Cómo pudiste soñar despierto?
Ante esas palabras yo quise levantarme de la mesa cuando ella preguntó:
- ¿Y dónde está tu arete?
- ¿Disculpe? –me desconcerté, pero empecé a revisar mis bolsillos aunque sabía que, por ahora, no iba a enseñarle el arete de ninguna manera. Finalmente pregunté sólo por decir algo:
- ¿Cuál arete?
Creo que mi rostro lucía una sonrisa acartonada mientras pagaba el café, pero ella no desistía:
- ¿Cómo que cuál arete? El que es prerrequisito para que te conviertas en el héroe del cuento “Té para dos” y vengas acá. ¡Felicidades! Es tu tercera mentira hoy. ¡Mentiste antes de que terminaras de leer el cuento! Tú no encontraste ningún arete en absoluto…
Me reí y regresé a la mesa. Desde entonces empezamos a vernos a diario. En las mañanas, mientras me iba a trabajar, la dejaba sola en mi apartamento. Era fácil notar que revisaba los cajones en mi ausencia. Buscaba los diamantes. Anteayer, por fin, le enseñé el arete. Le dije que lo había comprado para mi hermana, que supuestamente usaba esos adornos siempre en una sola oreja. Sabía que eso iba a obligarla a ella y a su cómplice, probablemente el asesino de Kalemegdan, a descubrirse y comenzar a actuar con rapidez antes de que el arete que apenas pudieron encontrar en mi casa, se esfumara de mis manos. Así podía agarrarlos y entregarlos a las manos de la ley…”


*

Ese fue el cuento del joven. Estábamos sentados tomando café y callamos por un instante, cuando el joven apuntó con la mano hacia la chica que estaba entrando en la terraza. Tenía los labios pintados de un brillo labial negro, y en el moño una aguja de plata con una canica de vidrio verde. Calzaba un zapato blanco con el tacón negro y otro negro con el tacón blanco…
Un paso blanco, un paso negro, otra vez blanco, otra vez negro. Y luego un silencio particular. Un silencio salado, diría. Él se levantó, se besaron y mientras todos miraban ese beso, ella le dio la mano a pesar de que él tuviera sus dos manos alrededor de los hombros de ella. Después se volvió hacia mí y se presentó:
- Aseneta. Se ve que usted ha desechado más gorras en su vida que las que yo he comprado. Usted tuvo razón. Aquel elixir suyo sí funciona. Cada amor grande empieza con tres pequeñas mentiras…
Entonces la chica puso ante mí,  sobre la mesa,  una caja de dulces con whiskey para hombres “Laroshell de Luxe”.
- Es para usted –agregó-, además le tengo dos preguntas, profesor. Primero, el elixir del amor, su té para dos, ¿también le concierne a usted? Segundo, ¿se puede considerar como una pequeña mentira algo que en el futuro llegará a ser una gran verdad?
- Por supuesto –dije.
- ¿Por qué, entonces, no toma un poco de su elixir de amor que con tanta generosidad nos ofrece a nosotros?
Me reí, ellos se despidieron y se fueron abrazados, y yo ordené en vez de café un té de menta con alcaravea. Como si esperara a alguien en un té para dos. Al abrir “La Voz Pública” que Aristin dejó en la mesa, leí en el periódico que ese día yo había muerto en las primeras horas de la mañana.


*

Mi querida lectora y mi querido lector, seas quien seas, recordarás que mis palabras al final de este cuento son, en realidad, mi declaración de amor hacia ti. Mi tercera pequeña mentira que llegará a ser verdad en el futuro.
Porque cada gran amor empieza con tres pequeñas mentiras.





Sobre encontrarse a la chica 100% perfecta una bella mañana de abril
Haruki Murakami



Una bella mañana de abril, en una callecita lateral del elegante barrio de Harajuku en Tokio, me crucé con la chica 100% perfecta.

A decir verdad, no era tan guapa. No sobresalía de ninguna manera. Su ropa no era nada especial. En la nuca su cabello tenía las marcas de recién haber despertado. Tampoco era joven –debía andar alrededor de los treinta, ni si quiera cerca de lo que comúnmente se considera una “chica”. Aún así, a quince metros sé que ella es la chica 100% perfecta para mí. Desde el momento que la vi algo retumbó en mi pecho y mi boca quedó seca como un desierto.

Quizá tú tienes tu propio tipo de chica favorita: digamos, las de tobillos delgados, o grandes ojos, o delicados dedos, o sin tener una buena razón te enloquecen las chicas que se toman su tiempo en terminar su merienda. Yo tengo mis propias preferencias, por supuesto. A veces en un restaurante me descubro mirando a la chica de la mesa de junto porque me gusta la forma de su nariz.

Pero nadie puede asegurar que su chica 100% perfecta corresponde a un tipo preconcebido. Por mucho que me gusten las narices, no puedo recordar la forma de la de ella –ni siquiera si tenía una. Todo lo que puedo recordar de forma segura es que no era una gran belleza. Extraño.

-Ayer me crucé en la calle con la chica 100% perfecta –le digo a alguien.
-¿Sí? –él dice- ¿Estaba guapa?
-No realmente.
-De tu tipo entonces.
-No lo sé. Me parece que no puedo recordar nada de ella, la forma de sus ojos o el tamaño de su pecho.
-Raro.
-Sí. Raro.
-Bueno, como sea –me dice ya aburrido- ¿Qué hiciste? ¿Le hablaste? ¿La seguiste?
-Nah, sólo me crucé con ella en la calle.

Ella caminaba de este a oeste y yo de oeste a este. Era una bella mañana de abril.

Ojalá hubiera hablado con ella. Media hora sería suficiente: sólo para preguntarle acerca de ella misma, contarle algo acerca de mi, y –lo que realmente me gustaría hacer- explicarle las complejidades del destino que nos llevaron a cruzarnos uno con el otro en esa calle en Harajuku en una bella mañana de abril en 1981. Algo que seguro nos llenaría de tibios secretos, como un antiguo reloj construido cuando la paz reinaba en el mundo.

Después de hablar, almorzaríamos en algún lugar, quizá veríamos una película de Woody Allen, parar en el bar de un hotel para unos cócteles. Con un poco de suerte, terminaríamos en la cama.

La posibilidad toca en la puerta de mi corazón.

Ahora la distancia entre nosotros es de apenas 15 metros.

¿Cómo acercármele? ¿Qué debería decirle?

-Buenos días señorita, ¿podría compartir conmigo media hora para conversar?

Ridículo. Sonaría como un vendedor de seguros.

-Discúlpeme, ¿sabría usted si hay en el barrio alguna lavandería 24 horas?

No, simplemente ridículo. No cargo nada que lavar, ¿quién me compraría una línea como esa?

Quizá simplemente sirva la verdad: Buenos días, tú eres la chica 100% perfecta para mi.

No, no se lo creería. Aunque lo dijera es posible que no quisiera hablar conmigo. Perdóname, podría decir, es posible que yo sea la chica 100% perfecta para ti, pero tú no eres el chico 100% perfecto para mí. Podría suceder, y de encontrarme en esa situación me rompería en mil pedazos, jamás me recuperaría del golpe, tengo treinta y dos años, y de eso se trata madurar.

Pasamos frente a una florería. Un tibio airecito toca mi piel. La acera está húmeda y percibo el olor de las rosas. No puedo hablar con ella. Ella trae un suéter blanco y en su mano derecha estruja un sobre blanco con una sola estampilla. Así que ella le ha escrito una carta a alguien, a juzgar por su mirada adormecida quizá pasó toda la noche escribiendo. El sobre puede guardar todos sus secretos.

Doy algunas zancadas y giro: ella se pierde en la multitud.



Ahora, por supuesto, sé exactamente qué tendría que haberle dicho. Tendría que haber sido un largo discurso, pienso, demasiado tarde como para decirlo ahora. Se me ocurren las ideas cuando ya no son prácticas.

Bueno, no importa, hubiera empezado “Érase una vez” y terminado con “Una historia triste, ¿no crees?”



Érase una vez un muchacho y una muchacha. El muchacho tenía dieciocho y la muchacha dieciséis. Él no era notablemente apuesto y ella no era especialmente bella. Eran solamente un ordinario muchacho solitario y una ordinaria muchacha solitaria, como todo los demás. Pero ellos creían con todo su corazón que en algún lugar del mundo vivía el muchacho 100% perfecto y la muchacha 100% perfecta para ellos. Sí, creían en el milagro. Y ese milagro sucedió.

Un día se encontraron en una esquina de la calle.

-Esto es maravilloso –dijo él- Te he estado buscando toda mi vida. Puede que no creas esto, pero eres la chica 100% perfecta para mí.

-Y tú –ella le respondió- eres el chico 100% perfecto para mi, exactamente como te he imaginado en cada detalle. Es como un sueño.

Se sentaron en la banca de un parque, se tomaron de las manos y dijeron sus historias hora tras hora. Ya no estaban solos. Qué cosa maravillosa encontrar y ser encontrado por tu otro 100% perfecto. Un milagro, un milagro cósmico.

Sin embargo, mientras se sentaron y hablaron una pequeña, pequeñísima astilla de duda echó raíces en sus corazones: ¿estaba bien si los sueños de uno se cumplen tan fácilmente?

Y así, tras una pausa en su conversación, el chico le dijo a la chica: Vamos a probarnos, sólo una vez. Si realmente somos los amantes 100% perfectos, entonces alguna vez en algún lugar, nos volveremos a encontrar sin duda alguna y cuando eso suceda y sepamos que somos los 100% perfectos, nos casaremos ahí y entonces, ¿cómo ves?

-Sí –ella dijo- eso es exactamente lo que debemos hacer.

Y así partieron, ella al este y él hacia el oeste.

Sin embargo, la prueba en que estuvieron de acuerdo era absolutamente innecesaria, nunca debieron someterse a ella porque en verdad eran el amante 100% perfecto el uno para el otro y era un milagro que se hubieran conocido. Pero era imposible para ellos saberlo, jóvenes como eran. Las frías, indiferentes olas del destino procederían a agitarlos sin piedad.

Un invierno, ambos, el chico y la chica se enfermaron de influenza, y tras pasaron semanas entre la vida y la muerte, perdieron toda memoria de los años primeros. Cuando despertaron sus cabezas estaban vacías como la alcancía del joven D. H. Lawrence.

Eran dos jóvenes brillantes y determinados, a través de esfuerzos continuos pudieron adquirir de nuevo el conocimiento y la sensación que los calificaba para volver como miembros hechos y derechos de la sociedad. Bendito el cielo, se convirtieron en ciudadanos modelo, sabían transbordar de una línea del subterráneo a otra, eran capaces de enviar una carta de entrega especial en la oficina de correos. De hecho, incluso experimentaron otra vez el amor, a veces el 75% o aún el 85% del amor.

El tiempo pasó veloz y pronto el chico tuvo treinta y dos, la chica treinta

Una bella mañana de abril, en búsqueda de una taza de café para empezar el día, el chico caminaba de este a oeste, mientras que la chica lo hacía de oeste a este, ambos a lo largo de la callecita del barrio de Harajuku de Tokio. Pasaron uno al lado del otro justo en el centro de la calle. El débil destello de sus memorias perdidas brilló tenue y breve en sus corazones. Cada uno sintió retumbar su pecho. Y supieron:

Ella es la chica 100% perfecta para mí.

Él es el chico 100% perfecto para mí.

Pero el resplandor de sus recuerdos era tan débil y sus pensamientos no tenían ya la claridad de hace catorce años. Sin una palabra, se pasaron de largo, uno al otro, desapareciendo en la multitud. Para siempre.

Una historia triste, ¿no crees?



Sí, eso es, eso es lo que tendría que haberle dicho.