Entrevista con Santiago
Roncagliolo
Acaba
de publicar su novela más reciente, 'Óscar y la mujeres'
"El
culebrón es
el
Shakespeare de América Latina"
Por ALBERTO
OJEDA | Publicado en EL CULTURAL el 19/02/2013
Cuando un escritor confunde la vida
con sus ficciones tiene un problema. Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) confiesa
que lo padeció alguna temporada. Perdió de vista cuáles eran las referencias
sólidas a las que debía aferrarse: su hijos, su mujer... Estaba más volcado en
sus narraciones y las servidumbres promocionales de sus libros que en su propia
familia. Al protagonista de Óscar y las mujeres (Alfaguara), su última novela,
le sucede lo mismo pero multiplicado por mil. Es guionista de los culebrones
más exitosos de América Latina pero en su esfera personal, sobre todo en su
relación con el universo femenino, todo es fracaso. Cuando escribe se siente un
demiurgo capaz de controlar cada detalle pero cuando sale de ese ámbito se
pierde irremisiblemente. El escritor peruano despliega un ejercicio de
autoparodia hilarante que invita a la carcajada ante las dificultades que tiene
un hombre-niño para convertirse en un hombre adulto.
Pregunta.-
Tres citas encabezan el libro. "El arte imita a la vida",
Aristóteles. "La vida imita al arte", Oscar Wilde. "La vida
imita a la televisión barata", Woody Allen. ¿Cuál le parece más acertada?
Respuesta.-
La de Woody Allen, sin duda. La vida está llena de giros fallidos, de historias
que no se cierran, o que nunca se abrieron bien. Dios es un guionista de
telenovelas baratas, igual que Óscar, el protagonista de mi novela.
P.- En su
caso la confusión de la realidad y la ficción es un síndrome grave. ¿En qué
medida le sucede a usted también cuando escribe?
R.- Todos
mis personajes tienen mucho que ver conmigo. Suelen ser una deformación. Yo
también escribí culebrones. También viví inmerso en mis ficciones y en mi vida
de escritor, viajando por medio mundo promocionando mis novelas. Me costó mucho
darme cuenta que mi vida estaba en mi gente más cercana, en mis dos hijos, en
mi esposa... Pero hubo un momento en que vi claro que debía convertirme en un
adulto funcional. A Óscar le pasa lo mismo. Él es una autoparodia de mí mismo.
P.- ¿Cómo
fue su experiencia de guionista de culebrones? ¿Le ha servido mucho para su
carrera posterior como novelista?
R.- Los
guionistas de culebrones no pueden permitirse el lujo de bloqueos creativos. De
pronto, tienes que rellenar 40 páginas de un día para otro. Aunque estemos
hablando de culebrones malos, es un trabajo duro... Además, tienes que cumplir
con una regla de oro: la protagonista buena debe mantener la virginidad durante
120 capítulos. Algo muy complicado: en la vida real la pierden a los tres. Todo
eso supone que tienes que manejar la historia para demorar la consumación del
amor hasta el final. Después de hacer algo así, uno está preparado para
escribir las historias más inverosímiles.
P.- ¿Sentía
que era necesario dignificar el culebrón?
R.- El
culebrón ya está dignificado por sí mismo. Es el Shakespeare de América Latina,
el único género que hemos inventado nosotros y que cuenta nuestra historia del
último siglo. En realidad, lo que yo hago es desdignificar el culebrón, porque
Óscar escribe los de la peor especie, basados en clichés anticuadísimos sobre
las mujeres y vida en general.
P.- El que
sí ha reivindicado mucho las bondades del culebrón ha sido Boris Izaguirre...
R.- Boris es
un fenómeno de la naturaleza. He trabajado varios años en radio con él. Es una
de esas personas que si entras con ella en un lugar con gente consigue que
nadie te mire a ti. Tiene un talento fascinante.
P.-
¿Entonces es Miami la capital del culebrón?
R.- Sí, es
allí donde se facturan las telenovelas que luego se emiten por toda
Latinoamérica. Es un lugar muy peculiar. Es Estados Unidos pero no es Estados
Unidos. Es Cuba pero no es Cuba. Es un sitio perfecto para ambientar una
comedia. Y me daba mucho juego porque yo sabía que Óscar odiaría Miami. Fíjese
que es un tipo que no sabe conducir. Eso en Miami es como un suicidio.
P.- Ha dicho
que la mejor literatura no se está escribiendo ahora para los libros si no para
la televisión. ¿No es tirarse piedras a su tejado?
R.- Es así.
Puede verse en series como The Wire, o Boardwalk Empire... Están superando
incluso al cine, que es mucho más previsible y convencional y aburrido... Yo
soy un contador de historias. No pienso en cuestiones gremiales.
P.- Óscar
ofrece una visión de los hombres bastante deplorable. ¿Más piedras sobre tejado
propio?
R.- Está
claro que el hombre es una especie en decadencia. Desde que asiste a la
liberación de la mujer no sabe qué papel debe ocupar en el mundo. Está muy
perdido y asustado. Óscar tiene ese problema todavía más agravado porque sólo
sabe relacionarse con las mujeres que él mismo diseña en la ficción pero con
las reales todos sus contactos son un desastre.
P.- ¿Y cómo
fue la comercialización por entregas en digital de la novela, al estilo de los
folletines decimonónicos?
R.- Yo tengo
bastante interés por Internet y sus posibilidades para la literatura. Ya hice
en su día una novela colectiva junto a Fernández Mallo y Cristina Fallarás.
También he tenido un blog. Esto me lo propuso la editorial y me pareció muy
buena idea. Al fin y al cabo era fiel a la estructura de las telenovelas, que
entran cada día en el salón de tu caso. Ha tenido mucho impacto en las redes
sociales. Tengo muchos amigos intelectuales que piensan que Internet es el fin
de los libros. Este experimento demuestra que se puede utilizar para
promocionar un libro de papel. Los dos formatos no tienen por qué mutilarse.
Pueden complementarse.
Óscar
y las mujeres
Santiago Roncagliolo
Óscar
Colifatto viste de riguroso negro y detesta la luz del sol, las calles frívolas
y chillonas de Miami, los animales y los niños..., lo detesta todo menos a sí
mismo. Maniático e hipocondríaco hasta el extremo, trata de mantenerse aislado
del mundo para que nada ni nadie trastoque su monótona rutina como guionista de
culebrones.
Ha de
escribir una nueva telenovela que restituya su fama perdida, pero su
creatividad se ve mermada a raíz del abandono —debido a un pequeño incidente—
de Natalia, la mujer con quien convive desde hace seis años.
Una vecina
explosiva e iluminada de los libros de autoayuda, el adorable perrito de ésta,
un exigente productor de telenovelas, una prostituta enviada por este último
para calmar el desamor y un hijo que tuvo trece años atrás se entrometen en su
proceso creativo. Y en el centro de la trama, Óscar, uno de esos personajes
maniáticos, patéticos y freaks pero al mismo tiempo entrañables que quedan en
la memoria para siempre.
Comentarios:
«Tiene
oficio y una mirada llena de fuerza.»
The Times
Literary Supplement
«Un lenguaje
poderoso y un estilo brillante y ágil.»
The New York
Times
«Roncagliolo
reinventa el realismo mágico con métodos modernos.»
Süddeutsche
Zeitung
«Constatar
la destreza de Roncagliolo para retratar la complejidad de la experiencia, con
sus luces y sombras, así como para trazar conexiones entre las peripecias de
sus personajes.»
Ricardo
González Vigil, El Comercio (Perú)
«Roncagliolo
posee un pulso seguro, con hallazgos constantes.»
Antón
Castro, Heraldo de Aragón
«Un autor de
escritura ágil y efectiva.»
Lluís
Satorras, Babelia, El País
«Si una cosa
caracteriza a Roncagliolo es la habilidad co la que se enfrenta a cualquier
género así como su capacidad para salir indemne.» Óscar
Carreño, Quimera
RECUERDA: EN LIBRERÍAS EN MÉXICO, A PARTIR DEL 20 DE FEBRERO EN LA MESA DE NOVEDADES
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