NOTA DEL AUTOR
Hace varios años, en lo más intenso del traslado de tropas [estadounidenses] a Vietnam, una compañía de paracaidistas de la 101a División Aerotransportada (Screaming Eagles, “Águilas Gritonas”) estaba formada en el Aeropuerto Internacional de San Francisco, esperando embarcarse a su gran aventura. Algo no estaba bien en el avión y mientras lo arreglaban los soldados se quedaron de pie, rígidos, durante horas bajo el calor del sol. Hacia el final de este periodo dos opositores locales de la guerra decidieron pasar panfletos a los muchachos a ver si animaban a alguno a cambiar de parecer. Caminaron entre las filas de soldados ofreciendo paz, amor y papeles.
Cuando llegaban al extremo de la fila, un joven paracaidista de Texas sonrió. El hippie se detuvo y le devolvió la sonrisa, y en ese momento el texano se quitó el casco de acero y golpeó al joven de pelo largo en la cabeza, causando un ruido sordo y metálico. Su camarada se lo llevó a rastras, gritando ¡brutalidad!, ¡injusticia! Un sargento llegó y gritó:
—¿Quién de ustedes le pegó a ese muchacho, cabrones?
A lo que la compañía entera respondió gritando:
—¡Fui yo, señor!
Esta muestra apabullante de “esprit de corps” no impresionó al hippie lastimado, que dijo:
—Animales, son sólo un montón de animales.
Su amigo los miró con temor y dijo:
—Sólo piensa cómo serán cuando regresen.
FUENTE
MÁS DE NO TE LO CALLES
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