DEL MURO DE IVAN THAYS
MOLESKINE ® LITERARIO
Philip Roth:
“Solo un loco se hubiera escrito 31 libros para afirmar su odio”
La revista
sueca Svenska Dagblader consiguió entrevistar a Philip Roth, en su dorada
jubilación de la escritura, gracias al periodista Daniel Sandstrom. La
entrevista ha aparecido también en The New York Times. Desde luego, el hecho
que sea Suecia el lugar donde aparece la entrevista se presta a suspicacias.
¿Preparando un nuevo Nobel? La última frase es memorable: “Un novelista no es
un mecanismo diminuto en la gran rueda del pensamiento humano. Un novelista es
un mecanismo diminuto en la gran rueda de la literatura imaginativa.” La
Revista Ñ replica la entrevista en castellano:
Dice la nota:
–Sé que ha releído todos sus libros recientemente.
¿Cuál fue su veredicto?
–Cuando hace
unos cinco años decidí dejar de escribir, me puse a releer los 31 libros que
había publicado entre 1959 y 2010. Quería ver si había estado perdiendo el
tiempo. Cuando terminé, mi conclusión se hace eco de las palabras que dijo un
héroe mío del boxeo, Joe Louis, estadounidense. Fue campeón mundial de peso
pesado desde que yo tenía 4 años hasta mis 16. Había nacido en el sur profundo,
el sudeste, negrito, pobre, sin educación que mencionar, e incluso durante la
gloria de los 12 años invicto, cuando defendió su campeonato la sorprendente
cantidad de 26 veces, no anduvo en buenas migas con el lenguaje. De modo que
cuando al retirarse le preguntaron por su larga carrera, Joe la sintetizó en 9
palabras: “Hice lo mejor que pude con lo que tenía”.
–En algunos círculos es casi un cliché mencionar la
palabra “misoginia” en relación con sus libros. ¿Qué cree usted que provocó esa
reacción inicialmente y cuál es su respuesta a quienes todavía tratan de
etiquetar su obra de ese modo?
–La misoginia, el odio por las mujeres, no le
proporciona a mi obra una estructura, ni un significado, un mensaje, una
convicción, una perspectiva o un principio orientador. Esto se opone, digamos,
a cómo otra forma dañina de aversión psicopática –equivalente de la misoginia
en la abarcadora extensión de su malevolencia– el antisemitismo, otorga todos
esos elementos a Mein Kampf. Mis detractores exponen mi supuesto pecado como si
yo les hubiese echado veneno a las mujeres durante medio siglo. Pero solamente
un loco se hubiera metido en el embrollo de escribir 31 libros para afirmar su
odio. Mi cómico destino es ser el escritor que estos detractores han decidido
que no soy. Practican una forma bastante trillada de control social: “usted no
es lo que piensa que es. Usted es lo que nosotros pensamos que es”. Es lo que
elegimos nosotros que sea. Bueno, bienvenido a la subjetiva raza humana. En
algunos círculos, “misógino” es hoy una palabra que se utiliza con tanta
laxitud como la derecha macartista usaba “comunista” en la década de 1950: y
con un propósito muy similar. Sin embargo, a lo largo de la vida cada escritor
aprende a tolerar las inferencias estúpidas que se extraen de la literatura y
las cuestionables fantasías que se le imponen. ¿Qué clase de escritor soy? Soy
quien no simulo ser.
–Con frecuencia los hombres de sus libros son
malinterpretados. Algunos críticos suponen que sus personajes masculinos son
una especie de héroes o modelos sociales; si usted se fija en los personajes
masculinos de sus libros, ¿qué rasgos tienen en común, de qué tipo son?
–A mi modo
de ver, nunca he puesto el foco en la potencia masculina desatada y triunfal
sino más bien en la antítesis: el poder masculino debilitado. Difícilmente yo
le haya cantado loas a la superioridad masculina; en todo caso he representado
una hombría inestable, frágil, tímida, confundida y disminuida. No soy un
moralista utópico. Mi intención no es presentar hombres de ficción como
deberían ser sino problematizados, como los hombres están. El drama surge de la
vulnerabilidad de hombres vitales, tenaces, que ni son cautivos de la debilidad
ni están hechos de piedra y que, casi inevitablemente, están abrumados por una
visión moral borrosa, por culpabilidad real e imaginaria, lealtades
contradictorias, deseos urgentes, anhelos incontrolables, amor inviable, por la
pasión del culpable, el sueño erótico, la ira, la discordia interior, la
traición, por pérdidas drásticas, vestigios de inocencia, ataques de amargura,
enredos insanos, subestimaciones, una comprensión desbordada, temor prolongado,
acusaciones falsas, lucha incesante, enfermedad, agotamiento, separación,
locura, envejecimiento, agonía: hombres impávidos aturdidos por la vida ante la
cual estamos indefensos. Es en la lucha social del momento actual donde
cantidades de estos hombres se encuentran atravesados por la impotencia. No es
suficiente, desde luego, hablar de “furia” o de “traición”: la furia y la
traición tienen su historia, como cualquier otra cosa. La novela rastrea el
suplicio de esa historia y, si tiene éxito, al hacerlo explora la conciencia de
la sociedad que describe.
(…)
Si se entrevistara usted mismo en este punto de su
vida, debe haber una pregunta que todavía no le hayan hecho, que sería obvia e
importante, pero que ha sido ignorada por los periodistas. ¿Cuál sería?
–Por
perverso que parezca, cuando usted se interesa por alguna pregunta que hayan
ignorado los periodistas, inmediatamente pienso en la pregunta que muchos de
ellos no parecen ignorar. La pregunta es más o menos así: “¿Todavía piensa
así-y-así? ¿Todavía cree tal-y-tal cosa?” y después citan algo que no dije yo
sino el personaje de algún libro mío.
Si a usted
no le importa, ¿puedo aprovechar la oportunidad de su última pregunta para
decir algo que probablemente ya esté claro para los lectores aunque no para los
fantasmas de los periodistas que estoy convocando? Por eso cualquiera que
busque el pensamiento de un escritor en las palabras y los pensamientos de sus
personajes está buscando en una dirección equivocada. Intentar descubrir los
“pensamientos” de un escritor viola la riqueza de esa mixtura que es la
característica esencial de la novela. El pensamiento del novelista no está en
las observaciones de sus personajes, sino en los dilemas que les ha inventado,
en la yuxtaposición de esos personajes, sus existencias hechas realidad con
todos los detalles y matices, son realmente su pensamiento metabolizado. El
pensamiento del escritor está en su elección de un aspecto de la realidad hasta
entonces no analizado del mismo modo. El pensamiento del escritor está
corporizado en el enfoque moral de la novela. La novela, entonces, es en sí
misma su mundo mental. Un novelista no es un mecanismo diminuto en la gran
rueda del pensamiento humano. Un novelista es un mecanismo diminuto en la gran
rueda de la literatura imaginativa.
MOLESKINE
® LITERARIO
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