Dos conceptos complejos que, a veces, se mezclan y que, sin embargo, tienen connotaciones diferentes. De hecho, si lo pensamos un poco, hasta misteriosamente, en nuestra sociedad hasta parece que tuviéramos menos tabúes con la violencia que con el sexo. ¿Es que acaso nos llevamos peor con la vida que con la muerte?
Un claro ejemplo: decidir cuándo cambiamos o no de canal. Parece un gesto simple y, sin embargo, si lo analizamos, vemos que podemos sacar muchas conclusiones al respecto. Escena primera, estamos viendo con los niños, a la hora de cenar, la típica película ‘de tiros’. La gente estalla por los aires en múltiples explosiones; el protagonista se va cargando, sin ton ni son, a todos ‘los malos’ que se cruzan por su camino. Ni nos inmutamos: es una escena típica y nadie le da importancia. Pero ojo, pasemos a la siguiente secuencia: esa en la que ‘el prota’, para liberar tensiones, se pasa por la casa de la chica de sus sueños y vemos cómo se van encendiendo por momentos, hasta que la cosa acaba en la cama. No queremos que los niños se nos escandalicen, así que cambiamos de canal.
Si esa escena no era especialmente explícita, mostrar un momento de amor ente un hombre y una mujer, quizás no fuera tan llamativo, como el hecho de banalizar la muerte. De esta manera, estamos dando, inconscientemente, una connotación negativa a lo relacionado con lo sexual y positiva, a lo relacionado con la violencia. Si bien hemos hablado muchas veces de que la educación sexual debe ser reglada e impartida en los centros educativos por profesionales, es igual de cierto que la educación, en todos los sentidos, también empieza en casa, y que los niños toman nota de todo lo que hacemos. También en esto.
Así, crecemos con esa idea de que lo sexual parece más agresivo que la propia violencia. Un ejemplo de ello lo tenemos en las críticas que existieron en torno a la saga de Canción de Hielo y Fuego, de George R. R. Martín y su versión en serie de televisión Juego de Tronos. Ante las opiniones varias relacionadas con el sexo explícito en sus novelas, pero sobre todo con las escenas en su versión televisiva, Martin llegó a declarar en una entrevista para Rolling Stone: "Recibo cartas sobre ello de forma bastante regular. Es un tipo de puritanismo genuinamente americano. Puedes describir con todo detalle como un hacha penetra en el cráneo de una persona y nadie se quejará. Pero si describes con igual detalle cómo un pene entra en una vagina, recibes un montón de cartas de lectores diciéndote que no volverán a leerte nunca más. ¿Qué es eso? Los penes entrando en las vaginas traen al mundo mucha más felicidad que las hachas clavándose en los cráneos de las personas".
Vale, no lo vamos a negar. En cierto sentido, es cierto que sexo y violencia pueden relacionarse. Básicamente, porque ambos responden a instintos básicos de todo ser humano. Incluso dando un paso más, es cierto que a veces el sexo puede ser violento. Lo vemos en el primer ejemplo que citábamos, los videojuegos (en algunos, las mujeres se convierten en objeto de esa violencia sexual).O volviendo al cine, podrían servirnos también de ejemplo, algunas de las escenas de la segunda parte de la última de Lars Von Trier, Nynphomaniac. No se trata, por tanto, de obviar esa perspectiva más conflictiva y visceral de lo sexual, sino de pensar por qué damos tanta importancia a esa parte negativa, en vez de plantear, al menos con el mismo ímpetu, el sexo como algo básico, positivo y saludable en nuestras vidas.
Tendemos incluso a educar en el sexo como peligro. Embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual, etcétera, y aunque es necesario conocer los riesgos, olvidamos mencionar lo importante que es la sexualidad en nuestra vida... todo lo que puede aportarnos para bien, en lo físico y en lo emocional, para que la vivamos desde una perspectiva enriquecedora y no sólo restrictiva.
No podemos cambiar los grandes tabúes sociales, pero podemos cambiar los modos y las formas de hacer en nuestra propia casa. Y ya se sabe, granito a granito se hace una playa. Si cuando somos adultos descubrimos que eso del sexo no era tan malo ni tan oscuro y que, de hecho, a veces es el motivo de buenas sonrisas, no estará de más que dejemos algunas pistas a nuestros hijos. Así, puede que el día de mañana les hayamos ayudado a ser unos adultos con una vida sexual sana y natural, alejada de ese concepto violento, para que les sea mucho más fácil conseguir cada día su propia sonrisa.
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Un claro ejemplo: decidir cuándo cambiamos o no de canal. Parece un gesto simple y, sin embargo, si lo analizamos, vemos que podemos sacar muchas conclusiones al respecto. Escena primera, estamos viendo con los niños, a la hora de cenar, la típica película ‘de tiros’. La gente estalla por los aires en múltiples explosiones; el protagonista se va cargando, sin ton ni son, a todos ‘los malos’ que se cruzan por su camino. Ni nos inmutamos: es una escena típica y nadie le da importancia. Pero ojo, pasemos a la siguiente secuencia: esa en la que ‘el prota’, para liberar tensiones, se pasa por la casa de la chica de sus sueños y vemos cómo se van encendiendo por momentos, hasta que la cosa acaba en la cama. No queremos que los niños se nos escandalicen, así que cambiamos de canal.
Si esa escena no era especialmente explícita, mostrar un momento de amor ente un hombre y una mujer, quizás no fuera tan llamativo, como el hecho de banalizar la muerte. De esta manera, estamos dando, inconscientemente, una connotación negativa a lo relacionado con lo sexual y positiva, a lo relacionado con la violencia. Si bien hemos hablado muchas veces de que la educación sexual debe ser reglada e impartida en los centros educativos por profesionales, es igual de cierto que la educación, en todos los sentidos, también empieza en casa, y que los niños toman nota de todo lo que hacemos. También en esto.
Así, crecemos con esa idea de que lo sexual parece más agresivo que la propia violencia. Un ejemplo de ello lo tenemos en las críticas que existieron en torno a la saga de Canción de Hielo y Fuego, de George R. R. Martín y su versión en serie de televisión Juego de Tronos. Ante las opiniones varias relacionadas con el sexo explícito en sus novelas, pero sobre todo con las escenas en su versión televisiva, Martin llegó a declarar en una entrevista para Rolling Stone: "Recibo cartas sobre ello de forma bastante regular. Es un tipo de puritanismo genuinamente americano. Puedes describir con todo detalle como un hacha penetra en el cráneo de una persona y nadie se quejará. Pero si describes con igual detalle cómo un pene entra en una vagina, recibes un montón de cartas de lectores diciéndote que no volverán a leerte nunca más. ¿Qué es eso? Los penes entrando en las vaginas traen al mundo mucha más felicidad que las hachas clavándose en los cráneos de las personas".
Tendemos incluso a educar en el sexo como peligro. Embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual, etcétera, y aunque es necesario conocer los riesgos, olvidamos mencionar lo importante que es la sexualidad en nuestra vida... todo lo que puede aportarnos para bien, en lo físico y en lo emocional, para que la vivamos desde una perspectiva enriquecedora y no sólo restrictiva.
No podemos cambiar los grandes tabúes sociales, pero podemos cambiar los modos y las formas de hacer en nuestra propia casa. Y ya se sabe, granito a granito se hace una playa. Si cuando somos adultos descubrimos que eso del sexo no era tan malo ni tan oscuro y que, de hecho, a veces es el motivo de buenas sonrisas, no estará de más que dejemos algunas pistas a nuestros hijos. Así, puede que el día de mañana les hayamos ayudado a ser unos adultos con una vida sexual sana y natural, alejada de ese concepto violento, para que les sea mucho más fácil conseguir cada día su propia sonrisa.
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