jueves, 6 de enero de 2011

LA COLUMNA DE VERA MILARKA: LA DIABLA EN REFORMA


LA DIABLA



Y en el papel de Bichir...
Por Vera Milarka


Hoy en día, no es raro encontrar propuestas de índole '"comercial" en recintos universitarios, lo que los ha empobrecido mucho; pero también se observa una aproximación cultural al teatro comercial, siendo notoriamente favorecido éste último, en este extraño e insólito intercambio de valores de uso y de cambio. Es el caso de Éxito a cualquier precio de David Mamet, actualmente en el Teatro Ignacio López Tarso del Centro Cultural San Ángel.

Producida por Jorge Ortiz de Pinedo, quien ha demostrado salirse del puro telemercadeo impulsando obras con elencos e historias de cierta relevancia, aunque con resultados disparejos o artísticamente intrascendentes, esta puesta ha ido más lejos en la búsqueda de nuevos derroteros escénicos.

Su primer acierto es un texto sólido: Glengarry, Glen Ross, título original en inglés de Éxito a cualquier precio, trata de un grupo de vendedores de una inmobiliaria con problemas financieros. La historia se sostiene no tanto por la anécdota implícita en la traducción del título; sino en los diálogos que hacen posible que cada personaje tenga su gran momento monologal, o en su defecto: su eminente instante de impotencia.

Son hombres acomplejadamente complejos, diseñados para mostrarnos esa mentalidad de Og Mandino que busca estar en la cúspide, pero que en este caso ya derrapan en la rampa o, definitivamente, ya reptan en la recta final de sus esforzadas y mediocres vidas.

Alberto Lomnitz hace una traducción muy contundente de Mamet, lo que hace que se goce plenamente cada parlamento y Enrique Singer es quien dirige la puesta, con su habitual estilo correcto, digamos que es "el chico bueno" que dibuja siempre sin salirse de la línea negra, imágenes un tanto pre-hechas. Ha sabido liderar a grande actores para llevar a buen puerto una obra que se urde a base de unidades emocionales, estaciones de acontecimientos que indudablemente predicen el final, pero que no radica en ello su importancia, sino en el ejecución histriónica de cada actor.

Así tenemos a Héctor Bonilla en en papel de Shelly Levence, Julio Bracho (John Williamson), Patricio Castillo (George Aaronow), Juan Carlos Colombo (Dave Moss), Javier Díaz Dueñas (James Lingk), Juan Carlos Beyer (Baylen) y Bruno Bichir, en el papel del mismísimo Bruno Bichir, cuando debería estar en el papel de Richard Roma, el vendedor estrella.

Todos los actores están en ritmo y en tono, con total expansión quienes tienen la posibilidad, y en genuina contención cuando el personaje se los exige, lo que es realmente disfrutable, al grado de que la escenografía pesada y "sobre-evidenciada" de Jorge Ballina se pasa... pero lo que resulta una pesadilla es ver a Bichir en una cuasi parodia de Robert De Niro, sobreactuando en forma cretina la propia "cretinez" del personaje, algo totalmente botado que le resta humanidad, arte, originalidad y sentido del conjunto.

Lo cierto es que el público, adorador de figurines de la televisión y el cine, que sabe poco o nada de teatro, aplauden a la menor provocación, sin percatarse que son los diálogos de Mamet los que son realmente maravillosos y no cómo los dice Bichir...

Sabemos que el teatro comercial no tiene subsidio, que debe buscar actores que atraigan al público, y es legítimo; pero si ya se dieron a la tarea de exigirse más calidad, de traer gente universitaria y un elenco sólido, lo mínimo que se le debe pedir a Bruno es que se salga de esa zona de confort que hace que: "haga lo que haga, la gente lo halaga".

Sabemos que a este tipo de teatro sólo le interesa la opinión de las secciones de Espectáculos de la TV (piquete de nalga, besito al aire y cotilleo personal); pero hay público que atisba demandar de estos profesionales algo más; aquí si aplicaría que busquen el éxito real "a cualquier precio" para ganarse el aplauso, además del jugoso sueldo; de lo contrario, sólo deberían de darle -al que no trabaje-, como en la obra: tan sólo "un juego de cubiertos".


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Fecha de publicación: 2 May. 13










¡Viva Zapata!
Por Vera Milarka

No pude menos que evocar la serie del Superagente 86 (una combinación cómica y demente de espionaje de Mel Brooks) protagonizada por Don Adams, como Maxwell Smart, el agente 86, y Barbara Feldon, como la 99, cuya última emisión transmitida por la CBS fue (en la actualmente icónica fecha) del 11 de septiembre de 1969 al 11 de septiembre de 1970.

Encabalgamiento de parlamentos sagaces y cómicos por su naturaleza satírica, urdidos con la mejor cepa intelectual del teatro de la posguerra, El siniestro plan de Vintila Radulezcu, escrita y dirigida por Martín Zapata, es una obra impredecible; bordada con toda clase de hilos metalingüísticos que jocosamente nos llevan por subterfugios y peripecias teatrales y para-teatrales que nos subyugan como espectadores.

Su construcción es un complejo entramado dialógico de pistas ecuménicas a través de dos personajes: Vintila Radulezcu y Peter O'Brian, como si fuesen precisamente los espías de aquella legendaria serie que parodiaba la Guerra Fría en la que KAOS y CONTROL eran la némesis de la KGB y la CÍA.

Con la textura de la obra que se configura de varias capas de significación polivalente, asistimos al encuentro "fortuito" de una mujer que está vacacionando en la Acrópolis de Atenas en tanto que un hombre, que parece provenir de otro mundo; da pie a un coqueteo de escaramuza; de desenmascaramientos mutuos que abrigan en su interior calamidades psicológicas sobre el abandono, el amor, la pasión y la intriga.

Y como si lo anterior no fuese suficiente, la historia entraña una rara pedagogía perversa de los años 30 que intentará acabar "curiosamente" con dos niños inusitados: Samuel Beckett y Eugène Ionesco.

Cuando vi esta obra en la edición 25 de la Las Jornadas Alarconianas de Taxco, lo único que lamenté es que no hubiera casi público, pero al parecer, fue su presentación en la 33 MNT cuando la "Revolución le hizo justicia" a este Zapata, lo que sin duda fue la clave para traerla al DF al teatro El Galeón en el CCB, donde se presenta actualmente con la hipnótica actuación de Manuel Domínguez y Adriana Duch.

Los actores están sostenidos por su talento, pero con total disciplina, por eso hacen "juego" con la mano obsequiosa y obsesiva de Martín, como si se tratara de un teatro Kabuki en el sentido hiperesteticista de un ritual, pero realizado en un campo minado.

Aquí la metáfora no es un simple elogio a la milicia del oficio escénico de Zapata, sino a que el trazo opera en esa cautela que nos tiene realmente expectantes como público, atentos al pisar los distintos territorios que surgen de esa inmensidad arqueológica donde se reconstruye el pasado, y para más retorcimiento... hasta el futuro.

Salto cuántico, misterioso laberinto de ciencia oculta o de ficción, vemos la trasmutación o combustión del ser, "imposible" de imaginar (salvo una que otra mente avezada o polimorfa y perversa... como la de los niños o algunos críticos de teatro).

Con Vintila Radulezco, Zapata atraviesa los lindes de la realidad y se dirige a una "ultra-realidad". La misma que pone en jaque a la razón en cada diálogo, en ese tejido de "un derecho y un revés" donde lo que prima es que "Ventila su Ridiculez" (¿un acrónimo transliterado del título y metonímico de la vida con sus absurdos?)

Estratagema de persecución al estilo Sherlock Holmes y el Dr. Moriarty, pero en esa lucha de poder entre los géneros, donde todo acaba en un acto de crimen e inmolación simbólica y esotérica: simbiosis significante de la pasión retorcida con el amor que incendia su propio infierno, pero ¡claro!, en un entorno de suspense; irónico y paradojal donde todo es atizado por una especie de óxido nitroso que nos puede hacer llorar de hilaridad....

Viva pues este Zapata que alguna vez fue también gloria de los hombres ilustrados de Morelos, pero que hoy forma parte de la capital cultural de Veracruz, me refiero desde luego a Xalapa, no al Puerto, recién nombrado como tal, por el Presidente de la República.



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Teatro apantallante
Por Vera Milarka

El llamado "Teatro en plazas públicas" de la Secretaría de Cultura de GDF, que implicaba proyectar obras de teatro en 16 delegaciones de manera gratuita a cambio de que el público llevara "su propia silla y palomitas"; tal como lo declararon sus autoridades, provocó el rechazo categórico de la comunidad teatral (no sólo de la capital sino del país), por -obvias, explícitas y evidentes razones- a lo que inicialmente la SCGDF dio una respuesta tan necia y tan absurda como la propuesta misma, lanzando una acusación "estiercolada" de "falta de solidaridad" por parte de los teatristas, quienes simplemente estaban indignados por la inverosímil triquiñuela política disfrazada de difusión del teatro.

Ya sabemos que el Infierno está empedrado de "buenas intenciones", por eso me gustaría dedicar a Lucia García Noriega, titular de la SCGDF, un texto que puede darle una mínima idea de lo que es el teatro.

El teatro es un fenómeno incorporado completamente al ámbito cultural de las sociedades actuales, es por eso que debemos asumir la responsabilidad de conocerlo y entenderlo como parte integral de nuestra formación. Es una función compensatoria de la vida cotidiana y se encuentra allí presente donde los hombres están dispuestos a dejarse hechizar, por el encanto imaginario de una realidad superior a la de su vida prosaica.

Es esa imperiosa necesidad vital de expresar, de compartir el reflejo fantástico de la existencia humana, resultado de la exacerbada ilusión y ensueño. Por eso es una actividad propia del artista en un presente continuo frente al espectador. Además de estar relacionada con el intelecto, se vincula con la capacidad emocional, dirigida a transformar su medio, satisfaciendo sus sentimientos, en un intercambio directo y no unidireccional como los medios electrónicos.

La vivencia escénica es una de las formas que adquiere la ficción en la realidad; la más apremiante para el ser humano. Es tan grande y tan poderosamente vital como la experiencia amorosa o mística en esa entrega unívoca. El hombre es un actor implícito de la vida, en ese sentido, la actitud humana en acción es la fuente primordial de la producción teatral a la que todos tenemos un acceso libre e inmediato a través del contacto con la creación en el tiempo y el espacio de la representación (acontecimiento, suceso o hecho escénico).

El teatro es por excelencia una actividad lúdica, inacabada, que busca dentro del corazón y la inteligencia del espectador su par, sea igual o diametralmente opuesto al discurso que enuncia en todas las aristas de este arte polisémico por excelencia.

El teatro es espejo, no reflejo. Actores y público CO-CREAN la experiencia estética porque es una fuente de experiencias cambiantes que alimentan el espíritu del ser en cada función; tan distinta, tan única, en tanto que la retroalimentación es a las artes escénicas lo que el instrumento a la música, hablamos de que el actor in situ es el soporte físico que materializa la esencia de la mise en escene.

El teatro puede no tener edificio, butacas, luces, vestuario, utilería o sonido; ¡vaya! ni director. Lo único imprescindible, señora Lucía, es que los actores realicen en presencia de nosotros su magia.

Por eso, la premisa de que: "Se trata de que la gente tenga la posibilidad de ver teatro aunque sea filmado, ya que no es posible regalar 24 mil boletos", como usted lo afirmó públicamente queda totalmente descalificada.

Andrea Salmerón, Ilya Cazés y Édgar Álvarez Estrada han recibido a más de 75 compañías con cerca de 100 proyectos para un plan de teatro de calle que han entregado a la SCGDF; un concepto ex profeso para realizarse en plazas públicas, al que no se le ha dado aún viabilidad.

La comunidad logró frenar ese "teatro apantallante" que simula ofrecer masivamente un derecho ciudadano o peor, que revela -lo que es más probable- mera ignorancia supina.

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Fecha de publicación: 21 Mar. 13











40° a la Línea de Sombra
Por Vera Milarka

Dentro del Ciclo de Teatro de los Estados 2013 en el Teatro El Milagro se presentó: Manual de cacería (Mérida, Yucatán) una coproducción del grupo Murmurantes Teatro y Teatro Línea de Sombra, proyecto cuya dramaturgia es de Noé Morales Muñoz, dirigido por Juan de Dios Rath, con las actuaciones de Ariadna Medina, María José Pool, Josué Abraham y el director.

Esta puesta surge como resultado de una experiencia de laboratorio escénico entre la compañía de Jorge Vargas y Murmurantes, grupo local fundado por Juan de Dios Rath, emigrado de la capital a la península en 2004.

Dicho proyecto recoge el tema de la violencia en latitudes menos ostentosas que las del crimen organizado, pero no menos escalofriantes que la de la psicopatología criminal. Se trataba de urdir pequeños fragmentos de realidad, algunos incluso casi imperceptibles, sobre la violencia cotidiana, entrecruce de historias con casos documentados en el forense.

Construida la dramaturgia con base en tensiones más que en anécdotas, la escena parateatral es la "escena del crimen y del criminalista". En la puesta: espacio en blanco; asepsia gélida donde se trabaja con pruebas, señales, e indicios han de reconstruir las vidas momentos antes de ser asesinadas.

Si bien todo prometía, el esfuerzo devino en la somnífera creación de un clima emocional sofocante "40 grados a la Línea de Sombra". Y es que el sustento conceptual no alcanza dotar a la materia significante su sentido con la sola experiencia audiovisual. La audaz realización tecnológica sepulta el impacto reflexivo y estético que intuimos se busca en el espectador.

Las fallas principales radican en una actuación sin rigor, lo que hace que aquella parafernalia estilo pieza de arte contemporáneo, se vea insulsa y doméstica, atenuando toda la presión emocional que está obligado a denunciar en el discurso.

Existe una discordancia total entre las historias, que parecen salir improvisadamente de la vivencia de los actores (deliberadamente "espontáneas") y la concreción tangible (e intangible) del documento dramático; esto es, la personalización nulificada de los sujetos "revividos" re(de)construidos en la "escena-teatro:escena-criminal".

Los recursos técnicos, claves de toda la estética en acción, no están a la altura de tan pretencioso montaje; y es allí donde uno se remite a confirmar una mala copia de las puestas de Vargas, y todo el trabajo queda en entredicho. No vemos la entraña del grupo de Mérida como una conclusión propia, sino como un producto de imitación; por desgracia, muchos maestros caen en este drama pedagógico sin meter las manos.

Si bien muchos estados han mejorado su teatro gracias a toda clase de estancias de artistas de la capital, y bajo los programas que promueve el INBA para apoyar y profesionalizar a los grupos; la didáctica teatral no es la adecuada, porque está sucediendo un "teatro transgénico" sin sus cualidades nutricias locales.

El caso de estos "estados alterados", no alude a la perturbación necesaria que exige el arte; sino a una alteración impostada, a una creatividad a la que no se llegó como un proceso indagatorio e identitario propio; sino a manera de "inoculación estética" de una sangre que hierve a otros grados, como es Teatro Línea de Sombra, un teatro que siempre asombra (sorprende), pero que en este montaje a-sombra (quita luz a sus pupilos).

A veces las fórmulas se quedan en la enunciación del concepto, no lo concretan por fallas sistémicas y metodológicas, lo mismo en la actuación que en la iluminación, tendientes a sofocar todo en la pura visualidad lúdica; citando a Rubert de Ventós, "las imágenes son 'el medio' del pensamiento, como la luz es el 'medio' de la percepción; pero si el pensamiento hechizado y cautivo de las imágenes está ciego, como la vista deslumbradora de la luz, ambos carecen a un tiempo, de distancia respecto de las cosas y no las penetran".

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Circ du Solei Aztek?
Por Vera Milarka

Desde la entrada ya se veía cierta "rareza": las mesas de invitados y prensa en plena calle, como si el Jardín Borda no tuviera espacios dónde ubicar la recepción del espectáculo: Venus, la voz del tiempo, de Víctor Zapatero y Nacho Maldonado.

Lo que sí fue una anomalía es que, no sólo quienes estaban al frente se comportaban como cadeneros de antro, sino que separaban a hombres de mujeres y te "cateaban"; algo que nos remite a la situación de inseguridad que se vive en el estado, pero que nunca se había evidenciado en las puertas de un recinto cultural.

Así que el ambiente "gangsteril" fue la nota de color para lo que luego fuera un espectáculo descolorido. No sólo no llegó la gente que se esperaba, todo estaba apartado como si fuera llegar el gobernador Graco Ramírez y sus 60 escoltas, sino que Rubén Albarrán, el vocalista de Café Tacuba, invitado esta vez al concierto, no convocó por sí solo al público. Razones hubo porque su voz y actuación estuvieron bastantes deslucidas.

El grupo Atlántida se presentó con este trabajo en el pasado FIC, entonces el escenógrafo e iluminador Víctor Zapatero señaló que su valor era especial en el clima de violencia y de oscuridad que se vive en el país. "El espectáculo es una propuesta de luz, entonces, Venus representa la esperanza, ese camino por donde saldrá el nuevo sol que necesita México, porque necesitamos creer en algo".

Esta puesta multimedia, "multi a medias" realmente, porque aunque hay grandes nombres en la producción que lo respaldan, visto en conjunto no tiene unidad conceptual; y sus partes (poesía, danza, teatro, música, canto, fotografía, video, luz y circo) están plagadas de lugares comunes tanto en lo textual como en su estética general, lo que resulta en una especie de 'Circo del Sol', pero azteca.

La narrativa gira alrededor de la figura de Venus, se recrea un collage músico-vocal visual donde una mujer va a las diferentes regiones del mundo, encara su sombra y restituye el nuevo ciclo del tiempo, donde volverá a salir el sol y "la esperanza".

En ese transcurrir todo el movimiento escénico redunda en una plasticidad antitética y artificial entre la danza ritual y un show de luz y sonido; porque no hay una organicidad que permita hablar de una metáfora contemporánea basada en sustratos míticos prehispánicos, lo que se supone fue su propósito inicial.

Lejos de ello, tanto las evoluciones de los bailarines, como la mescolanza de elementos visuales, iconológica y técnicamente mal secuenciados, caen en el pastiche a la manera de los ballets turísticos que contratan los hoteles de cinco estrellas o se dejan ver en algunas zonas arqueológicas del país.

La debilidad está precisamente en la concesión que hacen los productores en vender una especie de "Performance Dance New Age", pero de temazcal; de dudosa autenticidad ritual, en un ambiente glamuroso de Spa. Hay que ver que durante la hora que esperamos a que empezara la función, fuimos "introducidos" al legendario mundo de nuestros ancestros mexicas, aromatizados con aceite esencial Ylang-ylang.

Como la idea de la esperanza, es un elemento fundamental de la puesta, y la impositiva figura estilizada del símbolo del sol azteca del PRD se dejó ver grandiosamente en un momento clave, sólo que de color rojo; obviamente hizo pensar en la nada casual posibilidad, de estar ante una creación casi propagandística del partido que hoy asume las riendas de un estado como Morelos en franca descomposición social.

Un reto, por cierto, para Cristina Faesler, secretaria de Cultura, quien no sólo deberá aprenderse bien los nombres de los municipios, sino comprender claramente la diferencia de la entidad respecto del Distrito Federal sin menospreciar a la gente valiosa, que al parecer no está siendo tomada en cuenta, por dejar lastres de burócratas ineficientes de la pasada administración.


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Del Punchis al Saiyajin


Un monólogo, actuado por Esteban Castellanos y dirigido por Jesús Jiménez, se estrenó en el teatro Sergio Magaña el pasado fin de semana, pero con el multifestejo de la "chinaca popular" había más almas en un cementerio que en la sala.


Por Vera Milarka

"El Punchis" -dicen-montaba todo un show para torturar y decapitar a sus víctimas, y cuando no cumplía con su cuota para el Cartel del Pacífico Sur, agarraba a cualquier inocente y lo ejecutaba sin el menor resquemor para justificar su "chamba".

"El Punchis" es un sicario de Morelos de 14 años de edad que en diciembre quedará libre. Y a mí se me hace que "el Saiyajin", protagonista de la obra El Kame Hame Ha, de Jaime Chabaud, semeja a este escuincle, dibujado como un asesino amoral.

Este monólogo, actuado por Esteban Castellanos y dirigido por Jesús Jiménez, se estrenó en el teatro Sergio Magaña el pasado fin de semana, pero con el multifestejo de la "chinaca popular" había más almas en un cementerio que en la sala.

"El Saiyajin" entró a las ligas mayores a los ocho años, la vida y la suerte le han dado tono y a los 14, justo cuando nosotros lo conocemos contando sus hazañas, parece que su historia no acabará como su héroe de caricatura japonesa.

El chamaco ya se ha tronado a siete "cristianos", pero él permanece incólume. La tesis del texto y de la puesta evidencian que para ese chico no hay una diferencia entre la realidad y el juego; entre la vivencia alucinada de una caricatura con su violencia intrínseca y el sadismo criminal del que, hasta ahora, ha escapado de sufrir las consecuencias.

La obra rompe un momento con la convención escénica para detallar las condiciones de estos muchachos que se alistan a las mafias, por convenir a una estrategia criminal que sabe que la ley los dejará libres en poco tiempo.

Se trata de comprometer al espectador a repensar y discutir sobre lo que se ha dicho de los llamados "ninis", expresiones de autoridades a su vez "ninis", porque ya ni pueden gobernar, o ya ni la chingan al estar coludidos con los maleantes.

El texto se ayuda de muchas frases hechas jocosas algo manidas, lo que no sería tan malo si el actor fuera capaz de darles sentido, como cuando le pide uno a ese amigo que te cuenta mil veces un chiste y te sigues riendo aún a sabiendas de qué trata.

Un monólogo mal actuado puede irse en picada en los primeros 20 minutos, que es lo que pasa con Castellanos, quien abusa del tonito estilo Pepe El Toro y no matiza, amén de que no la pega como adolescente; craso error en el que caen muchas puestas cuando se trata de niñas, vemos a mujeres "tetonas" hablando como tontas y nunca se crea la ficción adecuada.

Otro elemento a reconsiderar es el recurso del teatro de objetos, que aunque se justifican (el joven juega con carritos para explicar los atracos), la escala de los mismos ante la dimensión del espacio pierde todo efecto. En cambio, la iluminación, es realmente un trabajo a detalle que salva el fracaso escenográfico.

Al final se convocó a debatir la obra, y no faltaron los que hicieron comentarios al estilo de Daniel Murillo Karam o Luis Walton, que padecen hipertrofia e incontinencia verbal ante los hechos trágicos que aquejan a nuestra nación.

Especie de indolencia declarativa que se propaga como si fuera la "gripe labiar foxista", convertida posteriormente en una tara (falla del cromo-somos sexenal de Calderdown) y que hoy amenaza convertirse en Síndrome de Inmunodeficiencia Cultural cuando se trata de analizar, a través del arte, los grandes escollos de un país que no tiene opciones para estos jóvenes.

La gente que repite la versión oficial sólo atina a descripciones inanes sobre un problema de fondo que crece exponencialmente debido a la ingobernabilidad que padecemos. Sólo hay que ver el movimiento de autodefensa del municipio de Ayutla de los Libres, en la Costa Chica de Guerrero.

La PGR, hace poco más de dos años, recopiló testimonios de niños sicarios capturados e interrogados por el Ejército y apuntan que los adolescentes (cuyo número no se ha precisado) "recibían 3 mil dólares por cada cabeza cercenada o cuerpo torturado con tiro de gracia, de un tal Julio Jesús Radilla o Padilla, capo en la región de Jiutepec, un empobrecido municipio semirural de Morelos".


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Se Renta

Por

Vera Milarka

(24-Ene-2013).-
Mientras recibía mensajes casi imaginarios de un viejo amigo con el que "pudo haber sido y no fue" y como van las cosas, ni será.. Mi amiga querida, Alejandra Chávez, me cancelaba el café de la tarde. Llevó a su padre recientemente diagnosticado con cáncer de colón al Hospital General y fue recibida ocho horas más tarde (¡!). Todo parecía una burla siniestra.

Hice tiempo en un Café donde me atendió Cecilia, quien resultó ser la prima de Claudia Wega, actriz e inquilina del departamento 102 de Casas Grandes 39 en la colonia Narvarte, donde se presenta los sábados a las 20:00 horas la segunda temporada de la obra escrita y dirigida por Hugo Wirth.

Este alambique de situaciones semejaba parte de dicha obra: Intervenciones, un serpientes y escaleras escénico, un sui géneris thriller mexicano que se sucede en un tiempo desdoblado ante nosotros.

En un ambiente patético y sórdido; en la sala de ese pequeño departamento real y ahora también simbólico vemos, como testigos presenciales, ese tipo de acontecimientos del "new surrealismo kikiri-kitch churriguerezco" de nota roja, como los que ocurren todos los días en la Ciudad de México sin que -aparentemente- nadie se entere.

Hay 20 sillas y somos, como algunos de los personajes, invisibles. Pero miramos -como algunos personajes- cómo las cosas han cambiado de lugar, cómo las personas han cambiado de tiempo: un quantum de no-tiempo. Las energías de las inquilinas por alguna extraña razón se rozan.

Nadie que rente ese departamento -irónicamente- debe mover nada ni tiene la llave de arriba de la puerta. El espejo y el cuadro junto con el sillón desvencijado rojo y manchado de sangre son las únicas pistas.

Jorge Salas (Rafael) es el casero de ese extraño departamento y Eynar Villanueva (Martín), su inquilino reciente. Alexa Martín, Jazmín Arizmendi, Claudia Wega, Gabriela Moncada y la voz de Paulina Martínez actúan a las mujeres que han habitado el espacio y los delirios del arrendador. Lo que provocan, más que asombro histriónico, es una relación poco convencional entre actores y espectadores.

No se trata sólo de la proximidad, sino de la tensión de que no hay siquiera cuarta pared como en el teatro. Estamos imbuidos en la ficción que de tan realista atosiga y angustia; por más que a ratos hay una distensión cómica. La necesaria. Hugo ha sido precavido, como su casero, en todos los detalles de la corrientes emocionales que controla como un relojero.

Como pocas veces, el hecho de que el propio autor dirija es un hallazgo porque nadie como Wirth sabe cómo debe ser el tono: mesurado, sin anticipaciones gratuitas, sin "grandielocuencias".

Los actores trabajan en close-up, cualquier exageración se tornaría grotesco, alteraría el ambiente de "nociva secrecía" que debe producirse en todo momento.

Lo que sí, como suele también pasarle a los autores que dirigen sus propias obras, Hugo no se autoedita, y el final pudo sucederse los últimos 10 o 15 minutos antes del "final- final", que sobra porque deriva en una sobreexplicación, justo lo que se había evitado. Ni hablar, no "hay crimen (ni teatro) perfecto".

Experimentar porque sí no es la meta. Se trata de provocar una sensación que cuando uno la piensa, o más bien, cuando uno la vive así: dentro de un edificio donde hay vida cotidiana e inquilinos reales, se vuelve escalofriante.

A la manera de cualquier tragedia griega que se respete, en la más elaborada estructura dramática "mouawadiana" (de Wajdi Mouawad) pero con cero melodramatismo, y superando el "tetrismo" de humor nacional de Carlos Olmos, Wirth ha sabido imponer su estilo separándose un poco de la moda del "bequismo post-dramático" (pus-dramático) con la que hoy día triunfan sus contemporáneos.

Quizá sea porque la obra de Wirth "se renta", no "se vende" (eso esperamos), aunque tardará más tiempo en que el público lo vea, lo conozca y, finalmente, lo reconozca.



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Para no morir del todo

Por

Vera Milarka



(01-Nov-2012).-
Hoy termina temporada en el Centro Cultural del Bosque (18:30 horas) una de las mejores obras de la Compañía Los Endebles: Bashir Lazhar, de Evelyne de la Chelenière, que más allá del tema de moda (el bullyng), habla de la verdadera pesadilla que es la educación en algunas escuelas.

Antes de entrar a las bondades por las que esta obra es recomendable, quisiera hacer un paréntesis en un espacio que sé que Boris Schoemann, actor de esta obra, y Mahalat Sánchez, directora, no me van a reclamar.

Se trata de hacer un llamado urgente -de nueva cuenta-,a la iniciativa de cooperación voluntaria que ha encabezado Ana Graham (buscarla en Facebook o en la red como Kidney for LEGOM Project) para apoyar la operación que Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio requiere de forma inmediata; el mismo al que convocamos hace unos meses a la presidenta de Conaculta, Consuelo Sáizar, en esta columna.

La respuesta de la titular no se hizo esperar, y si la información es correcta, como me hicieron saber los amigos del dramaturgo, se consiguieron 200 mil pesos; lo que a razón de los 30 mil dólares que -luego supe-se buscan para consumar el trasplante de riñón que requiere para seguir viviendo, resultan, no despreciables, pero sí irrisorios.

Como casi toda la estrategia financiera y económica en nuestro país, basada en la mendicidad sobre todo cuando se trata de los ciudadanos de a pie, vuelvo a exhortar a las instituciones, y en particular a esa iniciativa privada encabezada por uno de los hombres más ricos del mundo, el señor Carlos Slim, o empresarios "Similares", que ostentan misma fortunas, menos opulentas por no decir "más baratas", a que no sólo depositen al Teletón -una empresa que se beneficia en materia de impuestos- sino también a la causa de un artista a quien queremos vivo y no cómo un mártir del teatro mexicano.

Dicho lo anterior, y sabiendo que en este país las personas talentosas que no se coluden con las capillas en el poder no tienen opciones laborales dignas ni seguros de gastos médicos mayores ni mecenas, aspiro a que, al menos por volumen de donantes, Legom no perezca por razones económicas.

Volviendo a la obra que trata de un argelino a quien la tragedia en su país lo despojó brutalmente de su familia; Bashir, exiliado en Canadá, busca trabajo en una escuela donde por encima de las diferencias culturales, lo que priva es la confrontación en diversos tópicos que desenmascaran la tradición educativa de la escuela.

La injusticia y la violencia en el salón quedan al descubierto por una pedagogía que lejos del conductismo y la rigidez tradicional, opta por hacer pensar a los estudiantes, invitados a la libertad, a la creatividad y al enfrentamiento de los problemas amargos de la vida.

Chalenière afirma que si ella fuera maestra, no sólo buscaría no aburrir a los alumnos, sino, también, no romper "una gran historia entre el niño y el aprendizaje", y de esto trata fundamentalmente la meta de Bashir.

Los mínimos elementos escenográficos y de utilería bajo una luz bien focalizada, logran levantar los escenarios imaginarios e imaginantes que el personaje y la historia necesitan para situarnos diacrónica y sincrónicamente en la historia.

Una vida interior sutil y tímida, pero tenazmente poderosa como la del personaje, a quien el público le sirve como alumnado, viaja a través de situaciones irónicas moviendo en el espectador fibras hondas donde puede reivindicarse la figura del maestro y su misión de vida.

Si tan solo el teatro llamado escolar se saliera de su trabajo clientelar, y los maestros se dieran a la tarea genuina de mostrar obras consistentes, realmente cuestionadores y educativas, seguro que esta puesta sería bienvenida en múltiples foros escolares tanto de instituciones públicas como privadas.

Veamos teatro, donemos algo, no sólo para no morir del todo espiritualmente, sino para evitar que nuestros escenarios y sus artistas sean el motivo principal de nuestras ofrendas el día de mañana...



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Acarrear no es crear

Por Vera Milarka          18-Oct-2012


"La palabra más soez y la carta más grosera son mejores, 
son más educadas que el silencio".

Friedrich Nietzsche


La visión del teatro para quienes poco o nunca han ido a ver una obra resulta aleccionadora para mí. No hay nada más divertido o demoledor que escuchar a jóvenes y adultos tratar de explicar los "porqués de una obra", o "reclamar" a nombre de la moral sobre aquellas palabras altisonantes que los personajes dicen y que confrontan a los espectadores sacándolos de su zona de confort y haciéndolos reflexionar.

A los espectadores entrenados nos resulta familiar presenciar toda clase de ironías metafóricas en el escenario, porque sabemos que es una condición sine cua non del teatro, lenguaje cuyo significado sólo es posible comprenderlo desde su construcción y de-construcción polisémica.

La experiencia de llevar autobuses llenos de estudiantes al teatro constituye no sólo un esfuerzo físico, una resistencia al vencimiento de la comodidad, sino que implica un reto ir trabajando en un sentido ampliado: el de la dinámica de una energía que demanda activamente la disposición mental y emocional del espectador, así como el de pensar en términos de aprendizaje, y no sólo del "me gustó" o "no entendí", porque dicho gusto o entendimiento no tiene referente más que la estrecha vida personal.

Muchas veces hemos oído decir a los promotores culturales "estamos creando públicos", tras el momento de convocar casi a la fuerza a hordas de chamacos para llevarlos a las experiencias más aburridas de sus vidas: el teatro, el museo, la zona arquelógica, el concierto de música clásica o la presentación de un libro de poesía.

Desde luego, tal y como muchos maestros lo hacen: "te pongo un punto o te bajo cinco, si no vas", la experiencia se torna coercitiva, manipuladora y reticente para el joven. Lo que muchas veces termina en una contradictoria "vacunación" contra el arte y la cultura.

Es claro que toda expresión estética requiere de un conocimiento, una explicación que sume significado a la vida del espectador lego, para que pueda ir conjeturando la experiencia en terrenos de mayor profundización, desde el nivel más básico de trascender la anécdota, hasta los más complejos que lindan en la comprensión de distintas estéticas.

La experiencia de ir a ver Cartas de amor a Stalin, de Juan Mayorga bajo la dirección de Guillermo Heras, con la Compañía Nacional de Teatro en el Teatro Casa de la Paz de la UAM, para los cultos espectadores es una obra tradicional que parece 'vieja', han dicho, no así para quienes por primera vez han logrado materializar la figura de un personaje como Stalin (por cierto, actuado de una manera subyugante por Luis Rábago) que crea incluso una simpatía adversa, si pensamos que su régimen devino en una tiranía recalcitrante, misma que hizo que Mijail Bulgákov fuera precisamente un escritor perseguido.

Volviendo a la idea de que "acarrear no es crear públicos", porque sin la formación, se puede caer simplemente en confundir más al espectador sin que aprenda nada. Lo primero que hay que entender es que el teatro impacta mucho más que la literatura o la pintura, porque cimbra al público, porque el grado de intimidad perturba.

Hay que ver por qué un desnudo dibujado no "atenta" contra el pudor y en cambio en teatro puede hacer que la gente se salga indignada por la "humillación" de ver un cuerpo frente a otras personas, entre las que pueden estar padre e hijos compartiendo una vivencia censurada en el seno familiar.

Aprender arte exige un riesgo, un esfuerzo decidido e inteligente de quienes lo procuran y promueven para sobrepasar el entretenimiento. Hay niveles de públicos, pero sean legos o entrenados, el análisis es absolutamente necesario; la re-creación de la crítica aporta, incluso, a los creadores porque establece puentes, ayuda al logro de ese vínculo imprescindible que resulta de toda manifestación estética: comunicar y producir emociones diversas entre las que evidentemente no se descartan las sensaciones más desagradables.



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Teatro para todos

Por  Vera Milarka
04-Oct-2012


Es claro que el arte es invaluable y que la verdadera inversión está por encima de su precio en el mercado. No obstante, hay quienes todavía no comprenden la "rentabilidad" de dicha inversión, cuya "plusvalía" (para manejar el léxico de los administradores) se podrá observar en la actitud de la sociedad a mediano y largo plazo.

¿Cómo?: en la civilidad, en una forma de entender el mundo desde la comprensión y la tolerancia en su compleja muticulturalidad; desde la profundidad que emana de los cuestionamientos que los artistas nos hacen, para evidenciar la necesidad de la mejora humana; desde una basa colectiva solidaria y sinérgica que permita la convivencialidad.

Con este mismo propósito, que es dotar a la mayoría de la experiencia artística, es que celebramos la disposición de cuatro instituciones vinculadas con la educación y la difusión de la Cultura para hacer realidad el proyecto: Teatro para todos, que opera desde una visión innovadora liderada por el Tecnológico de Monterrey, Campus Cuernavaca.

Esta iniciativa, inédita en el estado, se enfoca en promover el teatro desde el entrenamiento de espectadores (alumnos de preparatoria, educación superior, padres de familia, y derrama a comunidades aledañas al municipio de Xochitepec, donde se enclava el ITESM); además de procurar la organización de actividades escénicas vinculadas.

Todo esto gracias al apoyo de la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad Autónoma Metropolitana y el Instituto Nacional de Bellas Artes, que han hecho posible viajes a la Ciudad de México en autobuses completos de espectadores para ver obras comoÓskar y Jack, de Andrés Roemer bajo la dirección de Raúl Quintanilla; El Amor de las Luciérnagas, escrita y dirigida por Alejandro Ricaño, y Cartas de Amor a Stalin, de Juan Mayorga, bajo la dirección de Guillermo Heras y con la Compañía Nacional de Teatro.

Así mismo, este esfuerzo que resulta monumental por la cantidad de personas que se movilizan por puro amor al arte -literal-, porque todo opera por acuerdos que hacen que la experiencia del teatro sea gratuita para todos; ha conseguido un plus adicional: la presentación de La Paz, de Aristófanes adaptada y dirigida por Juan Carlos Vives con el Carro de Comedias de la UNAM, el próximo sábado 13 de octubre a las 13 horas en la Explanada Central del Tec, Campus Cuernavaca.

Esta visita teatral será toda una fiesta -en la recién inaugurada Dirección de Asuntos Estudiantiles (DAE)- promovida por Difusión Cultural y en la que Grupos Estudiantiles agregará vitalidad a la comunidad con sus vendimias de alimentos, un evento de significativa relevancia abierto a todo el público de Morelos.

Quiero reiterar que nada de esto hubiera sido posible, sin la visión estratégica con miras a generar un movimiento cultural sinérgico por quienes están al frente de dichas instituciones.

Por la Dirección General del Tec, Campus Cuernavaca, el Lic. Luis Raúl Domínguez Blanco, quien en poco más de un año en su puesto ha logrado conformar y reconfigurar equipos de trabajo en áreas claves como la DAE a cargo del Mtro. José Alfredo Salazar Díaz.

Por parte de la Coordinación de Teatro de la UNAM, gracias a Enrique Singer; por la Jefatura de Artes Escénicas de las UAM, a Jaime Chabaud, y, sin duda, por el reiterado apoyo de Juan Meliá al frente de la Coordinación Nacional de Teatro del INBA, quien sin Alicia Martínez en Difusión, (la mismísima 'Alicia en el País de la Cortesías') este programa no existiría.

Hablamos de que formar públicos, para toda clase de teatros, es la "pura milagrería" emanada de la buena voluntad de personas sensibles, en la inteligencia de que sólo un arte vivo como éste nos puede llevar al logro educativo de contar con seres altamente preparados en Arte y Cultura en un pueblo como el nuestro, ayuno especialmente en estas materias.

Jesusa Rodríguez, hace algún tiempo, hacía hincapié en que "la cultura es lo único que te permite aceptar y asombrarte de los demás, pues cuando te asombras de la vida de los otros, los respetas y respetas tu propia vida".














No hay más ruta que la nuestra


Por

Vera Milarka


(20-Sep-2012).-
Efectivamente, como dice Alejandro Román, joven y reconocido dramaturgo morelense, en el teatro de Viqueira "no hay lugar para la indiferencia"; suena sencillo, pero no lo es y menos en estos tiempos, en los que captar la atención de los espectadores no entrenados, significa prácticamente una proeza.

Monster Truck, ópera vial escrita y dirigida por Richard Viqueira apenas ha dejado la Sala Xavier Villaurrutia en una corta temporada, para brincarle a otra más prometedora aún en el Centro Cultural Helénico, así que no habrá pretexto para no vivir la experiencia de esta construcción escénica que, nacida de una nota periodística, ha pasado a las filas del arte teatral y cuya exploración ha dado magníficos resultados.

La puesta toma un acontecimiento acaecido en una autopista mexicana: el escape de un circo de una elefanta y el subsecuente choque con ésta de un autobús de pasajeros, de este impacto de fierros y animalidad monumental, crecen las entrañas de esta ópera en la que el Chofer, la Elefanta y el Motor, son los personajes del encontronazo y, acaso también, de los encuentros de cada uno de ellos consigo mismo.

Fábula contemporánea sonora, Monster Truck describe, a pesar de esta brutal, accidental y surrealista colisión, de la subsistencia de otro 'choque de trenes' interno; el del amor, el del dolor, el de la muerte, todo ello ha de cantarse de algún modo, porque toda la obra es canto, en donde la palabra acompaña a la vocalización que está en primer plano.

Richard Viqueira ha dicho que su interés por realizar esta puesta es el resultado de un golpe "dramático y poético"; porque "todo lo que nos sucede" se da en los entrecruces de caminos y no deriva de una vida lineal.

Por eso, no sólo actúa Viqueira mismo en el montaje, sino una cantante de ópera: Denise de Ramery; un poeta: Rojo Córdova y un actor: Ángel Luna quienes también desde sus universos particulares friccionan sus talentos para aceitar esta maquinaria musical, cuyo gozo estriba en que vuelve lírica esta tragedia de tránsito nunca más transitoria.

El autor y director, ha logrado desde sus primeros montajes una especie de impronta genómica. Cuando vemos sus obras ya podemos decir, sin temor a equivocarnos: "es un Viqueira", y quizá es lo que hace que este saltimbanqui ser sobresalga de la mancha teatral urbana, donde siempre hay menos teatreros de los que parecen... (teatreros).

Ciorán decía que en la literatura, o mejor dicho, en el oficio de escribir lo difícil no era hallar una forma adecuada, perfecta, culta o mayormente inteligente. Señalaba que lo complejo era que el escritor encontrara su 'tono', y que éste, era lo único que iba a distinguirlo de las abundantes páginas que muchos muy buenos, pero indefinidos escritores, escribían a diario.

El escenodrama viqueiriano tiene ese tono personal que le da apellido a su originalidad; una casi imperceptible marca de agua en la superficie blanca de su imaginación lúdica y entusiasmada, como lo es él mismo. Siempre a punto de que una sencilla travesura se convierta en un acontecimiento teatral abarcador; jocoso, de donde saltan ruidos, música y rotos acontecimientos, como de un sombrero de vago.

Monster Truck no es la excepción; las entrañas mecánicas del autobús... ¡hablan!, producen toda clase de extraños y reconocibles sonidos ignorados por el hombre común en un día de tráfico intenso; las vísceras de la robusta elefanta también emiten sus propios quejidos, pero su esencia es menuda, de una sensibilidad delgada y exquisita como el batir de alas de una graciosa libélula.

El chofer muere sin darse cuenta de su propio drama amoroso, sus ojos cansados de no dormir, irónicamente no pueden cerrarse y descansar en paz; y el pasajero, como muchas personas en la vida, simplemente cumple su destino: sólo pasar... sólo pasear, transportarse.. qué se yo... sabemos por Viqueira ahora, tal como lo supimos alguna vez por Siqueiros que "no hay más ruta... que la nuestra", aunque la de Richard sea la Ruta: México-Teotihuacán.



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Vida y Consuelo

Por

Vera Milarka


(06-Sep-2012).-
Monster Truck, ópera vial de Richard Viqueira, actualmente en temporada en la Sala Xavier Villaurrutia, ha tenido que esperar para la siguiente vez, a razón de un hecho que nos lastima a toda la comunidad teatral.

Se trata de la vida de Luis Enrique González Ortiz Monasterio (Legom) cuya larga y terrible enfermedad renal lo aqueja hace años manteniéndolo pegado a una máquina de diálisis, lamentablemente no hay plazo que no se cumpla y hoy se encuentra en la urgente necesidad de ser trasplantado de un riñón.

Yo conocí a Legom en Querétaro en la Muestra Nacional de Joven Dramaturgia que él, junto con otros dramaturgos mexicanos, organiza anualmente desde 2003 en estas fechas para estimular la escritura con talleres, mesas redondas, puestas en progreso, etc., y en esa ocasión la mal llamada crítica "nacional" (sólo chilangos) fuimos convocados a presentar ensayos de índole reflexivo y analítico sobre la obra de varios dramaturgos, a fin de ir conformando una cartografía de los autores que despuntan.

Aquella vez lo cité en mi ensayo, haciendo alusión a lo que él suele decir, que algunos dramaturgos "lo copian", esto me dio ocasión más tarde para titular unos de mis artículos en este mismo espacio como "Legocentrismo", porque me parecía realmente aumentada la declaración; no obstante, al paso del tiempo, entre más voy conociendo a los dramaturgos jóvenes, le doy ampliamente la razón.

Y es que la singularidad de su escritura, la crudeza de sus palabras y la potencia de su tejido dramático, así como la descarnada ironía que horada en canal las contradicciones sociales y sus intrincados subrepticios culturales, resultan asuntos tratados con esa elocuencia "legonaniana" que ha marcado tendencia en otros, aunque también le han traído afectos, admiración y reconocimiento, mismos que él se encarga de repulsar a la menor provocación.

Legom, autor de Civilización y Odio a los putos mexicanos, en cartelera en el 2011-12, a mi juicio es un dramaturgo que impone aún a sus propios amigos, lo que hace que, para su fortuna, queden muchos directores de altos vuelos que realmente hagan crecer sus obras escénicamente.

No puedo decir que Legom es mi amigo, en éste, mi oficio crítico, los amigos se cuentan con los dedos de la mano y sobran. Pero ellos pueden dar fe de que, tratándose de temas capitales, a la única que me le doblego es a mi conciencia; y en este sentido es la impronta de mi sino la que me obliga a hacer eco de una petición gremial que solicita la ayuda concreta de Conaculta para buscar el apoyo económico que se requiere (100 mil pesos) a fin de no dilatar lo que, sin duda, se trata de vida o muerte.

Así que, más allá de esta carta que ya circula desde el martes para juntar firmas, este espacio es una petición, no de simple consuelo (aunque todos los artistas e intelectuales que no gozan de seguridad social lo requieren) sino "a" Consuelo, la maestra Sáizar, en quien están puestas todas las esperanzas de solventar humana y económicamente este caso.

Hace una semana Daniel Herrera, una joven promesa de la danza y actor de artes circenses, se desplomó en una improvisación fracturándose las cervicales a riesgo de quedar inválido.

Estudiante del Centro Morelense de las Artes, sin apoyo familiar y sin Seguro Social requería ser operado de inmediato. Afortunadamente todos los jóvenes de dicha escuela salieron a las calles y ese mismo día se consiguieron 35 mil pesos de los 50 mil que costó su intervención.

Es conmovedor la solidaridad de los chavos, su compromiso con la vida y el talento; pero no podemos seguir dejando en manos de los "cuates" una responsabilidad que debe asumir el Estado y sus instituciones. Hay que procurar no sólo el arte en abstracto, sino a quienes lo hacen posible, en un país que invierte en el "arte" de la guerra y no en la Cultura, la única vía de reversibilidad de la barbarie.



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Un golpe a la conciencia

Por

Vera Milarka


(16-Ago-2012).-
Siempre me he interesado por la sangre que no corre por las venas de la vida "oficial". Por aquellos humanos cuyo único "pecado" es su incompatibilidad con el mundo establecido.

La era de la globalización ha dividido la vida en "targets" que aparentan la inclusión de grupos humanos, pero los ha marginado aún más en esta estratificación de "perfiles" de idoneidad normalizada.

La llamada "calidad de vida", esa que tanto se cacarea pero que muy pocos pueden decir que viven, y menos en momentos tan convulsionados como los que actualmente padecemos no sólo en México sino en el mundo, ha creado nuevas subdivisiones sociales, tribus y segmentos de población que, pese a tener toda clase de leyes en el papel, en la cotidianidad siguen sufriendo segregación. Son lo que se dice: excluidos.

Por eso, cuando Felipe Galván me hizo llegar Exclusión, una antología de dramaturgos contemporáneos (mexicanos, españoles y argentinos) convocados por él y el argentino Jorge Huertas, bajo el sello de editorial Sierpe, Vanética y la Red de Investigaciones en Arte (RIA), se me hizo una publicación no sólo oportuna sino necesaria como parte de testimoniar estos otros idearios humanos que permanecen soterrados por sus peculiaridades.

Como parte del diseño editorial a cargo de Luis Vargas se integran a esta edición 36 reproducciones de su trabajo como artista plástico; se trata de acrílicos de poderosa línea expresionista que abona completamente al concepto total del compendio, cuya unidad es un golpe a la conciencia.

La RIA está integrada por distintos órganos académicos de universidades de México y del extranjero, entre las que se pueden mencionar las universidades de Puebla, Querétaro, Ciudad Juárez, Morelos, Guadalajara y la Universidad de Barcelona en España.

Durante la reciente presentación del libro, el pasado 5 de agosto en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, asistieron como presentadores Édgar Chías, Luis Mario Moncada, Carmina Narro y Thelma Ramírez Cuervo, esta última, una de la prologuistas de la antología junto con el filósofo teatral argentino Jorge Dubatti.

Thelma Ramírez confirma que el concepto que corola el esfuerzo de Galván y Huerta -quienes han buscado breves dramaturgias ex profeso para esta edición- es la exclusión como un detonador de realidades marginales, evidenciando el andamiaje donde todo pende desde una alteridad padecida.

Ramírez afirma que estas dramaturgias asemejan un "abanico donde, en cada varilla, encontramos las distintas formas que adquiere la exclusión: del rechazo a la incompatibilidad, de la negación a la supresión, pasando por descartar, quitar y reservar".

"(...) los textos se entretejen, a partir de un elemento particularmente teatral; puesto que el teatro, de suyo, es también excluyente", afirma. He aquí quizá otro hallazgo, el reconocimiento del oficio teatral en una realidad que parece "robarle" espacio al propio teatro; lo desplaza por una especie de desconsideración en relación a otras artes y desde el frente de ciertas para-teatralidades espectaculares.

Jorge Dubatti atina a ratificar la vocación de la antología como un ejercicio de "acuerdo y de pluralismo, de organización en común; puesta en la mira la multiplicidad de mundos diversos y experiencias coexistentes relacionadas con la exclusión".

Para fortuna de lectores y teatristas, esta antología reúne siete autores argentinos (Susana Gutiérrez Posse, Jorge Huertas, Lucía Laragione, Héctor Levy-Daniel, Susana Torres Molina, Malena Winer y Víctor Winer), seis españoles (Antonio Álamo, Guillermo Heras, Alejandro Jornet, Juan Mayorga, Itziar Pascual, Eduardo Quiles) y seis mexicanos (Édgar Chías, Felipe Galván, Estela Leñero, Enrique Mijares, Luis Mario Moncada, Carmina Narro).

Exclusión es finalmente, de acuerdo con el doctor Dubatti, más que un compendio de naturaleza temática, "la propuesta práctica de un programa poético-político de trabajo en conjunto, felizmente concretado".



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Debut y despedida

Por

Vera Milarka










(02-Ago-2012).-
Así, tal cual, luego de tanta expectativa de lo que sería Cielos, la obra que cierra la tetralogía: La sangre de las promesas (Incendios, Litoral, Bosques) de Wajdi Mouawad bajo la dirección de Hugo Arrevillaga y la compañía Tapioca Inn, nos encontramos con un debut que es despedida, dada una temporada realmente corta de una semana (¡¿?!)

Por razones que desconozco y en un ambiente realmente atípico en la compañía, el estreno de Cielos, del que se esperaba anudar con un gran cierre luego de un trabajo tan acucioso como profundo demostrado en los anteriores montajes, resultó decepcionante.

El agotamiento fue visible, no sólo de sus actores en su evidente falta de energía y concentración, sino también en el tono interpretativo de los personajes, amén de toda la concepción de la puesta sin contraste ni ritmo. Vimos un largo "chicloso" dramático que no fue capaz de generar la tensión necesaria ni la atmósfera cool tecnológica, salvo en los ambientes sonoros y algo de video, dado que la luz y los elementos de la producción dejaron mucho que desear.

Escrita en 2009, Cielos, como el resto de las obras, vincula la historia social, generacional y familiar como un complejo entramado de fatales destinos cruzados. En esta ocasión se refiere a un centro altamente calificado para descifrar códigos encriptados de células y organizaciones terroristas. Se trata de una base militar donde trabaja un equipo especial de profesionales que -a pesar de que sus vidas están acotadas para no mezclarse con su misión secreta-, termina siendo el elemento sensible de una historia familiar lo que hará detonar simbólica y realmente un fenómeno de terror humano, social, político y patrimonial.

La obra, situada en el presente, mezcla hechos reales con ficticios articulando una tensión especial de realidad que obligadamente -parecía obvio que lo observara el director- tenía que causar un impacto tremendo en el espectador, no sólo en la resolución trágica del conflicto como sucede, sino en todo su desarrollo.

Precisamente es en el proceso, donde Arrevillaga y Tapioca Inn no pudieron conseguir su eficacia en esta ocasión; y donde el hit del melodrama (odiado y amado por el público en las otras obras), no forma parte de los recursos que el propio autor plantea esta vez; quizá por ello cae en un bache, producto de repetir un modelo exitoso, conveniente como sistema, pero ahora fuera de lugar, que desveló sus inconsistencias escénicas, sobre todo en la dirección.

Esta tetralogía concebida a la manera del teatro clásico griego, pero que toma de la guerra civil de Líbano sus principales motivos escénicos, se aboca a buscar los destinos ocultos de las relaciones humanas en todas sus extrañas combinaciones genealógicas. Desde los atropellos y escollos filogenéticos -familiares, sociales y culturales-, hasta la reivindicación de éstos a través del perdón y las promesas que anudan el pasado con el presente hacia el futuro.

Cielos, a diferencia del resto de la tetralogía es una tragedia pura y dura. Una desmoralizante paradoja sin solución, cruel desgajamiento de la realidad donde el arte, la poesía; no son sino el acicate que deja ver un mundo sin sentido, regido por los poderes fácticos, donde la destrucción es una forma de operación industrializada de la guerra, en manos de acaparadores que luchan para situarse en la cúspide del poder.

La escenografía de Auda Caraza y Atenea Chávez si bien resulta unitaria con las anteriores propuestas, esto es lo que no le permite reflejar la especificidad que plantea Cielos. Lo mismo sucede con la iluminación, cálida y "romántica" en un ambiente tecno o el vestuario del comando que parece salido no de un centro de inteligencia, sino de una milicia venezolana.

El desaliño, la densa oratoria casi abúlica de las tres cuartas partes de la obra, además de esa corta temporada no hacen más que hacerme sospechar de improvisación, desgano y decadencia sexenal vinculada al proyecto.



Vera Milarka










Más que Adelitas


Por Vera Milarka

(19-Jul-2012).-

Ignorar el papel histórico de las mujeres en cualquier época es una forma de violencia. Hoy en día, cuando se evidencia la intención de formalizar acuerdos de paz en el país, no sólo habría que considerarla como ausencia de guerra, sino como esa forma de vivir que incluye y reconoce el valor de sus mujeres, respetando sus derechos en todos los ámbitos de su existencia y acción.



Por eso resulta muy gratificante ver una obra como Soles en la sombra de Estela Leñero, bajo la dirección de Claudia Ríos, montada con la Compañía Nacional de Teatro; porque es una obra que reivindica el papel de la mujer en la gesta revolucionaria desde el movimiento anarquista precursor a ésta, más allá del "único" papel que parecen haber jugado las mujeres de entonces: de Adelitas.



La historia se centra en el hipotético encuentro humano y político de tres mujeres capitales por su participación ideológica y como activistas: la editora Juana Belén (Luisa Huertas) María Talavera (Mariana Giménez) y Leonor Villegas (Emma Dib).



Este triángulo de fuerzas femeninas se sostiene a partir de la periodista que se opone al gobierno de Porfirio Díaz, se enfrenta como colega a Ricardo Flores Magón y encara al propio Emiliano Zapata; la leal esposa de Flores Magón activista fundamental de movimiento magonista en Estados Unidos, y la mujer que encabezaría los trabajos de la Cruz Blanca Constitucionalista.



La aportación de Leñero está en rescatarlas históricamente y ubicarlas en primer plano, sacar a la luz a estos soles soterrados por las impactantes figuras masculinas y observar a detalle sus esfuerzos, su valía, y el papel fundamental a través de su activismo incansable; amén de buscar los puntos equidistantes entre ellas, en una reinvención dramática que nos permite una solidaridad imaginada, deseada y comprendida por la autora, entre esas mujeres que sirven de una u otra forma a una causa común: la Revolución Mexicana.



La dirección de Claudia Ríos abona a esta lectura situando la escena en dos ejes narrativos. Por un lado, un realismo que permanece presente en proscenio, con la fogata siempre encendida, aspecto sin duda también simbólico de la llama revolucionaria; y en otro plano más abierto, el espacio que se transforma en oficina de prensa, comisaría y en el baluarte de San Juan de Ulúa. Aquí la propuesta de Phillipe Amand resulta funcional, la mancuerna directora-escenógrafo resuelven los "adentros y los afueras" en espacios donde la luz y ciertos elementos sitúan al espectador con total eficacia.



El trenzado dramático unido como por listones, vía la ensoñación del corrido muestran un telar de hilaza, donde lo que resulta fascinante es la filigrana de los detalles más sutiles; el concepto escénico hace crecer la historia a tamaño natural, en el sentido de que da cuerpo a lo que históricamente sólo es un apunte... El sólido trabajo actoral, logra redimensionar el objetivo de Leñero y aporta una visión, insisto, que rebasa la mirada folclórica de las Adelitas.



Por último, una suerte de epílogo de arriesgado final conecta la trama con el presente; resulta sin embargo algo totalmente inesperado que la directora subraye con tal intensidad la importancia de vincular ese momento histórico con los movimientos del 68 a la fecha; detona como una bomba en el tiempo arrojada al espectador para que a través de una especie de "premonición" de los personajes, sobre los venideros movimientos político-sociales, el público se dé cuenta de lo mucho que se ha traicionado el ideal revolucionario.

Proyecciones de masacres y dichos movimientos que culminan con la figura de un Calderón llevado al mismo plano que Díaz Ordaz resultan un balde de agua fría, sobre todo cuando la elección 2012 se reconoce en México y el mundo como fraudulenta por la masiva denuncia ciudadana, que no tolera más el regreso de un PRI corrupto e infame con el pueblo que pretende gobernar.



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LA DIABLA


LA DIABLA / Del teatro electorero*

Por  Vera Milarka

 (28-Jun-2012).-
Estamos a tres días de una de las elecciones más controvertidas de México, en relación a todo el aparato mediático que las monitorea e incluso "manipula", según se sabe ya por la prensa extranjera. Todo parece estar pendiente de un hilo que no precisamente cuelga de la mano del elector a saber.
Qué mejor que los teatristas lleven a la escena una visión actualizada de lo que son los procesos electorales; la crítica a la democracia y todas esas similitudes que la Grecia de hace más de 2 mil años, nos puede enseñar en este preciso momento.
El Corral del Comedias termina temporada este sábado de La Paz dirigida por Juan Carlos Vives, en la explanada del CCU de la UNAM; y el INBA cierra un puñado de funciones de Los Caballeros dirigida por José Solé el 1 de agosto en el Teatro Julio Castillo; ambas son obras de un comediógrafo crítico de la demagogia política: Aristófanes (Atenas, 450 a.C.-id., 385 a.C.).
En La Paz, Trigeo reprocha a Zeus la situación de guerra en la que se encuentra Grecia y señala cómo es que alguna ciudades y clases altas se benefician de ésta, ya que la diosa de la paz está secuestrada; así que Trigeo apoyado por Hermes inicia una "epopeya" personal para salvarla, siendo los pobres los que realizan el mayor esfuerzo para lograr esa titánica" lucha.
En Los Caballeros, Atenas está subyugada a los mandatos de un tirano que mantiene a la ciudad en la pobreza y tiene un poder plenipotenciario sobre el viejo Demos, se trata de Paflagonio. Ante esta situación la nación busca un cambio y un digno representante para derrocarlo, y es así como aparece Agorácrito, un iletrado, vulgar y miserable choricero: su posible gobernante. Los atenienses deberán hacer su elección con la esperanza de no errar.
Ambas obras, adaptadas a la realidad mexicana y haciendo alusiones evidentes a la política actual con las problemáticas principales y sus candidatos, sin duda son jocosas puestas didácticas que nos ponen de frente a los absurdos de nuestro país para reflexionar, concientizarnos y, en una de esas, modificar nuestro voto.
Las obras, no obstante, son diametralmente opuestas, el montaje de Vives está lleno de imágenes sintéticas, organizadas en una plasticidad de gran guiñol, ese sentido aumentado que exige la comicidad, en una estética de lo grotesco; y está colmada por la actuación precisa, chispeante, de los actores de la Universidad, dispuesta al aire libre como un verdadero ágora.
La obra de Solé en cambio, es un trabajo que exhibe el patetismo de lo decadente, y no en relación a lo que denuncia, sino en su visión de un teatro de cartón con actores de TV anquilosados; plagados de clichés, abusando de viejos recursos y morcillas; al lado de otros actores que por buenos que sean (algunos), simplemente son objetos de relleno, bajo una ridícula producción sometida al mal gusto del director, quien diseñó prácticamente todo.
Es sorprendente la vitalidad que las obras de un clásico pueden tener bajo una conceptualización adecuada como la puesta de Vives. La Paz se hace vigente no sólo por la adaptación del tema, sino usando todas las herramientas de la contemporaneidad para impulsar sus cometidos estéticos de forma y contenido.
Por otro lado, es lamentable que una obra que busca denunciar la corrupción como Los Caballeros, sea en sí misma adversativa de lo que pretende mostrar. Se trata de una "puntada" de coyuntura puesta en seis semanas, bajo una concepción caduca en sus elementos, al más puro estilo de los cuentos de Cachirulo, pero más cascada incluso, abominable en su diseño y factura.
¿Cómo es posible que sea una producción INBA-Conaculta?
Resulta muy aleccionador ver cómo se ha degradado el sistema cultural a la par de la política que representa. Revelación holo-gramática, donde los significantes del discurso estético institucional y los usuarios (antes actores-directores) de ese sistema, reproducen su ineficacia, sin agregar la mínima originalidad transformadora que el arte debe procurar al espectador.
*Perteneciente o relativo a las intrigas o maniobras en elecciones.
milarquinarte@yahoo.com.mx



Antes de Cuernabalas
Por Vera Milarka
Antes de que fuera "Cuernabalas", una ciudad insegura sin ley y sin justicia, sin ninguna proyección cultural donde lo único que crece es la indigencia social y artística, Cuernavaca fue Quauhnahuac; así le decía el ex cónsul, Geoffrey Firmin, personaje central de Bajo el Volcán de Malcom Lorwry donde se ha inspirado David Hevia para la escritura y dirección de su obra: Por el gusto de vivir bajo el volcán, que se presenta en el Teatro Helénico.

Hevia se dispuso la ardua tarea de resolver escénicamente una novela considerada como una de las más importantes del siglo XX y no fue fácil conseguirlo; sin embargo, logra su enfoque, como señala Sandra Schiffner, al poner en el centro de la historia el reencuentro de tres personajes donde la pesadilla consiste en el desenmascaramiento de "la confianza rota, las insubsanables heridas por las traiciones, el abandono físico y espiritual, la obligación de la apariencia insostenible y el acceso último a la verdad a través de las destrucción absoluta", un conjunto de complejas cartas que se juegan en la mesa de un dipsómano: Geoffrey Firmin (Rafael Sánchez Navarro) con el que es imposible ganar una partida.

El concepto de la puesta parte, sobre todo en la escenografía de Julia Reyes Retana, de una síntesis plástica que juega con la realidad y con una visión de vértigo, de hecho todo lo que acontece resulta muy difícil de discernir al principio. No sabemos si sucede en la mente ahogada por los humos del alcohol de Geofrrey o si en verdad es un episodio que transcurre en una línea temporal de la realidad.

El vestuario en cambio de Lissete Barrios, concretamente el de los personajes femeninos es muy "setentero" y rompe con la atmósfera de los años 30; es un distractor de esa estética deliberadamente enrarecida, que responde a una visión deformada de la realidad pero que es coherente en su propia ambigüedad.

Otra distinción, necesariamente buscada desde el texto, es que prevalece la retórica de Geoffrey, y cuya actuación a cargo de Sánchez Navarro suponía un trabajo contenido, más acucioso y de poderosos alcances; lamentablemente se torna en un vaivén estereotipado del borracho típico con una voz garrasperosa, que anula absolutamente los matices de la desfachatez, la ironía, la herida, la rabia o bien la burla despiadada y divertida; el discurso se convierte en una perorata aturdida y falsa, salida de una actuación muy formal, que contraste con el resto del elenco mucho más expresivo y vivencial.

Así tenemos que el personaje de Ivonne (Mariana de Tavira) que al principio aparenta un tanto insulso, va creciendo hacia una transformación de sí misma, donde su gestualidad expresa con toda precisión la problemática psicológica que vive a cada momento: deseo, amor, fastidio, hartazgo, decepción, indignación, sensualidad, esperanza, ansiedad, evasión, embriaguez, diversión, preocupación, hastío, tristeza y finalmente obnubilación y desvanecimiento, entre otros tantos momentos imprescindibles para sentir la densidad de la historia.

Es gracias a Mariana que Rafael Sánchez se salva, porque es a través de ella que vemos lo que en realidad él debería estar expresando y no tan sólo "vomitando" con la frialdad emocional que es lo único de lo que no adolecía el personaje de Bajo el Volcán.

Miguel Cooper en el papel de Hugh resulta también un pilar de donde se sostiene la obra, no sólo un eje clave de la estructura dramática, sino en la meta que supone poder llevar al público al clímax con la fuerza de cimbrar su piedad hacia el personaje central y; al mismo tiempo, lograr su liberación emocional.

Rafael tendrá que salirse de su área de confort del teatro comercial y sacar la casta, el director le ha puesto todo para que él se luzca, ahora necesita estar a la altura de la arriesgada apuesta para resolver a plenitud la visión de Hevia, que tiene hallazgos notables, considerando la enorme dificultad que se impuso.

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Natán: una grafía personal
Por Vera Milarka

Como un libro que no queremos que termine, así pasa al ver Natán, el sabio de Ghotthold Ephraim Lessing (1729-1781), una adaptación de Luis de Tavira y Stefanie Weiss para la Compañía Nacional de Teatro, bajo la dirección de Enrique Singer.

La obra situada en Jerusalem durante la Tercera Cruzada plantea una historia que somete a cuestionamiento las tres religiones en permanente pugna: judía, musulmana y cristiana, además de elevar el discurso a un plano filosófico más profundo, bajo la premisa de un acuerdo enteramente humano y proponiendo el valor del amor por encima de la verdad.

Un templario sobreviviente (Claudio Lafarga) rescata de un incendio a una joven judía de nombre Rea (Ana Isabel Esqueira) y éste es indultado por el Sultán Saladino (Luis Rábago) ya que tiene un parecido impresionante a su hermano muerto.

Natán, "el sabio", como lo conocen en el pueblo, es un judío mercader (Ricardo Blume) padre de la chica, quien ha de hacer ver a sus opositores religiosos que Dios es uno para todos, amén de desvelar otros inquietantes misterios del Creador.

Esta obra despliega reflexiones de índole político y filosófico que hoy en día resultan deslumbrantes por el momento histórico que vivimos, por eso resulta un oasis donde refrescar el alma. Lessing, admirador de Shakespeare, consigue una belleza reposada con la elevación moral de sus personajes y a diferencia del dramaturgo inglés, sólo deja esbozada la fatalidad.

La adaptación es un poético concentrado del original y en la propuesta de Singer es una bella grafía personal, como la entiende el tipógrafo Longinotti: "es el estado elemental de la forma gráfica, su instancia genética, molecular. Es a la vez idea, materia y acontecimiento". Tan sólo el vestuario (Mario Marín), es un crisol plástico donde cada personaje es la recreación viviente de una obra de arte.

Desde la construcción del Hermano Lego (Héctor Holten) que parece salido de una obra de Brueghel, pasando por el personaje de Sita (Yulleni Pérez Vertti), Daya (Adriana Roel) o el séquito de sirvientes que parecen salidos de cuadros de Goya o Delacroix; de grabados árabes, así como la magnífica presencia del Patriarca (Rosenda Monteros) un homenaje en su atuendo a Klimt pero con una caracterización digna de un Rembrant.

La actuación de Rosenda es monumental en su doble juego (la crítica incrustada en su patetismo satírico); por eso resulta insustituible como cualquiera de los otros personajes, únicos en esta convivencia disímbola, bajo una nueva armonía contemporánea.

El maquillaje en este sentido es un lujo, parece pintura al óleo, y el conjunto queda unido por el preciosismo místico y exótico del imbolismo, tanto en la escenografía como en la iluminación de Philippe Amand que, contrario a su tendencia, aquí es una huella vaporosa apenas perceptible; son paneles de transparencias bizantinas, vegetales y geométricas, que dan el toque de Oriente en esa sensibilidad deslumbrante y etérea; cuya belleza sensual y hedonista nos subyuga.

El simbolismo de la obra radica en que se une por su fondo filosófico a la tendencia estética, ya que busca varios planos de realidad; porque urga en abismos, surca sueños y plantea enigmas aparentemente irresolubles. Singer logra en su grafía personal convocar a todos los participantes a desplegar lo mejor de sí mismos, donde el levantamiento artístico de este castillo fantástico es como un cuento de hadas del que no queremos despertar. Artistas conceptuales y realizadores parecen uno mismo.

Para una obra como esta considerada patrimonio teatral de la humanidad, bien resulta una cita del escritor Sˆr Mérodack Joséphin Péladan que reza: "Artista, tú eres rey: el arte es el verdadero reino. Cuando tu mano ha escrito una línea perfecta, los propios querubines bajan del cielo y se miran en ella como en un espejo. Dibujo superespiritualizado, línea llena de alma, forma plena, tú encarnas nuestros sueños".


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Sangue Sabur

Por

Vera Milarka

(21-Abr-2011).-
La piedra de la paciencia, una adaptación para teatro de la novela de Atiq Rahimi, actualmente en el Teatro El Milagro y bajo la dirección de Daniel Giménez Cacho se sitúa en Afganistán en medio de la guerra cotidiana entre hermanos, como acontece en muchos rincones del mundo.
Sangue sabur, en la mitología persa, es una piedra a la que se le cuentan todo los secretos, desgracias y sufrimientos, y cuando esa roca se rompe, el confeso queda liberado de sus miserias. Esta idea mágica acoge la trama de una mujer cuyo marido guerrillero yace en coma por una bala alojada en su cabeza, mientras ella y sus dos hijas lo cuidan y viven el terror de una vida amenazada por el fuego cruzado, en la peor de las circunstancias de una mujer de oriente, ya que al no morir el hombre de la casa, ningún otro varón de la familia puede hacerse cargo de ella, según las tradiciones.
Es así que durante 16 días de abnegado cuidado, de esmero religioso y doméstico, la mujer (Daniela Schmidt) ha de convertir poco a poco a su esposo (Adonay Guadarrama) en su sangue sabur, al ir desdoblando de su lecho, como un gran sudario, cada una de sus vivencias, de sus pensamientos más reprimidos como mujer en un ambiente en el que la feminidad tiene un valor ínfimo.
En este encierro íntimo, secreto y de resguardo ante los horrores de los bombardeos, el espectador no tiene otra alternativa que vivir "en carne propia" la experiencia, gracias a una recreación realista de una casa de medio oriente, donde se sucede todo, con lujo de detalles. La escenografía a cargo de Gabriel Pascal resulta avasalladora, no sólo porque se traslada uno a ese ambiente perdiendo la noción de estar en un teatro, sino porque la ambientación termina por ser con mucho la cualidad estética y metafórica que mejor ilustra el núcleo de la narrativa.
El texto en cambio, no abunda en un lenguaje de grandes alcances poéticos y eso demerita mucho la historia que es muy buena, pero que se agota en una formalización muy llana, sin relieves, y quizá eso tampoco ayuda para que la actriz logre los matices necesarios en las más de dos horas que dura su monólogo discursivo más que dramatizado.
Se evidencia del director un intención cimentada en recursos más cinematográficos que teatrales, donde el espacio termina por ser un set, y donde cierta naturalidad excesiva de parte de la actriz se acerca más al cine; amén del subrayado de los efectos especiales, que si bien están magníficamente realizados, le restan belleza realmente escénica a una obra que parece un ensayo fílmico.
Otro factor que llama la atención, por su desequilibrio, es el ritmo y la densidad de los acontecimientos. El primer acto, es muy pesado, la actriz no logra todavía comunicar esa cotidianidad ritualizada, aunque haga cada una de las acciones y el transcurrir del tiempo nos traslade vívidamente a cada instante, gracias a la espléndida iluminación del maestro Pascal que enriquece toda la dinámica de la obra, pero que no es suficiente para disfrutar la trama contada a una sola voz.
La concepción del montaje es abarcador, estéticamente logrado en todos sus aspectos técnicos, los efectos a cargo de Alejandro Jara y el vestuario de Beatriz Russek, la producción de El Milagro, no tienen tacha; pero le falta una depuración al texto para extraer de éste, los momentos esenciales, y darle quizá más elementos a la actriz para que profundice su quehacer actoral que se queda en la pura enunciación. Sólo en el segundo acto, muy eventualmente, conecta el cúmulo de emociones que se gestan en el interior del personaje y que se entiende que si no los externara ella misma podría "reventar" en cualquier momento.
Por último, la presencia de Adonay Guadarrama, que permanece todo el tiempo sin mover una pestaña constituye una proeza del dominio del cuerpo y la concentración, que merece su reconocimiento especial, ya que muy pocos actores tienen el entrenamiento profesional y del ego para aceptar un papel así con total entrega.
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Ya ni, ni ni...
Por Vera Milarka

Gracias a la policía "montada", montada pero en su macho, como son los vigilantes del estacionamiento del Centro Cultural del Bosque, especie de "cadeneros de discoteca" que no me permitieron entrar para asistir a la función de Hitler en el corazón escrita y dirigida por Noé Morales, en el Teatro El Galeón, esta colaboración se la dedico a Javier Sicilia y a los deudos de las casi 40 mil víctimas de esta guerra bajo la consigna de: ¡Ni uno más!

Pues bien, tras el encuentro cercano del tercer tope, allí en la caseta, estos individuos que no entienden de razones, y menos ahora que cualquiera que trae uniforme se siente con el "estatus" de maltratarte a sus anchas, decidieron que mi nombre, que nos les suena sino a trabalenguas, no era de nadie dedicada a la prensa, ellos me exigen "la charola". "¿Charola?"-les contesto yo-, "pero si no soy mesera, ni judas, ni policía de caminos... para entonces, ellos, ni me ven, ni me oyen...

Para mí, la violencia en Cuernavaca comenzó en 2008 cuando iba a pagar 15 mil pesos como enganche de mi camioneta, a un lote de autos situado en Río Mayo y Teopanzolco. Era sábado al mediodía, mientras le daba el dinero al vendedor y éste me extendía el pagaré, entraron dos sujetos con arma en mano y con todo lujo de violencia nos ordenaron tirarnos al piso, sus ojos inyectados de ira, y tal vez coca, les hacía ver dispuestos a todo.

Tras el incidente y de habernos cateado y robado; pálidos y temblorosos, nosotros, con los ojos también inyectados, pero de lágrimas, buscamos ayuda, pero ni un policía, ni una patrulla, ni un alma... Luego vino el vía crucis de levantar el acta...

Después de aquella experiencia que me dejó "tocada"; hace 6 meses, cuando me intentaron robar en Guadalajara en pleno domingo a las 13:00 horas en 16 de septiembre, sin arma pero con violencia; me regresó la paranoia, el temor, pero ya más bien... la rabia, y eso fue lo que impidió que al menos ese robo fuera consumado.

En Cuernavaca, tras el abatimiento de Beltrán Leyva, se levantó una alcantarilla de atrocidades con las que vivimos cotidianamente: tiraderos de muertos en Subida a Chalma, robos a casa habitación, descuartizados, colgados en los puentes de la carretera y secuestros en Jiutepec y Temixco; asaltos a automovilistas y transeúntes en el Centro, levantones, asesinatos entre criminales y contra policías en cualquier municipio; pero el horror mayor de esta guerra sin cuartel: son los asesinatos despiadados de civiles inocentes en ésta y cualquier ciudad de México.

El crimen reciente de Juan Francisco Sicilia Ortega (Juanelo), hijo del poeta y periodista Javier Sicilia, junto con otras seis personas, nos ha consternado no sólo a la comunidad cultural y artística del estado de Morelos sino a toda la sociedad mexicana, y ha prendido mecha a nivel nacional por la indignación general de todos los que habitamos este país convertido ahora en matadero.

La muerte de la activista social y poeta, Susana Chávez, quién lanzó la frase: "Ni una más", que exigía justicia para las asesinadas de Ciudad Juárez, hoy nos retumba en la cabeza al convertirse en "otra más". No es creíble que las activistas en México "se suiciden" o "se vayan de parranda con sus propios criminales". Ya ni, ni... ni la chingan, de veras.

Todo México es territorio del narco, y a diferencia de una guerra donde existen reglas y un campo de batalla, nosotros estamos en un campo minado, donde no sabemos si el fuego cruzado está entre las mesas de un bar, junto a un jardín de niños, en un centro de salud, una fiesta de 15 años o tras la puerta de nuestra propia casa.

Queremos un gobierno que vele por la ciudadanía y no que nos use como carne de cañón en esta guerra a la que le entró como el Borras. Nuestro Presidente (o debemos llamarle ¿presunto?) si no repliega para atacar cuando esté seguro de que sofocar a 30 capos no justifica 40 mil muertos civiles, quedará marcado de por vida como el principal responsable del mayor derramamiento de sangre de la historia mexicana contemporánea.

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Entre aquella obra inspirada en Artaud, En un almacén extraño, estrenada en 2007 en el Centro Cultural Dragón de Jade, y Hann, basada en cuentos de Marguerite Yourcenar que se presenta allí pero con otra connotación (el Dragón de-Jade-ser, porque se cierra), hay un crecimiento artístico notable.


Sarimé Álvarez, autora y directora de ambos trabajos, propone esta fábula en la que la emperatriz del reino de Hann, quien no conocía el mundo salvo por los cuadros del viejo pintor Wang-Fo, al darse cuenta de que la vida no es así decide urdir una venganza contra él. A través de una joven campesina, famosa por hacer aparecer las historias que cuenta, logra revivir a los personajes de los cuadros de su galería y es así como llega a Wang-Fo. Pero el viejo es más sabio de lo que cree la emperatriz y éste la hace sucumbir para siempre en un bello pasaje poético.


Sólo Dios y el Odin Teatret de Dinamarca, quien le otorgó la beca Odin Week a Sarimé el año pasado, saben lo que ha trabajado para ser una teatrista "totalmente Odin". Ser discípula-autónoma de uno de los "últimos grandes" del teatro alternativo internacional como Eugenio Barba no es cosa fácil; pero mucho menos recrear su concepto, sus técnicas y llevarlas al ejercicio cotidiano con un grupo de reciente formación en Cuernavaca como Talbot.


Esta tribu teatral conformada por Mariana Dantiacq, Adriana Ocampo, Ricardo de la Luz, Alejandra Serrano, Pedro Acevedo (actores) en colaboración con Daniel Castillo en el cello y Galo González en la guitarra, han logrado una puesta orgánica donde convergen teatro y danza oriental, resultado de horas de entrenamiento, con voces bien colocadas y música en vivo.


La fuerza de su disposición anímica logra -eficaz y sutilmente- que la audiencia esté hipnotizada durante la función y seducida por la belleza de los textos y el acompañamiento de ritmos antiguos y modernos, orientales y occidentales en completa sincronía con el concepto de la obra.


En un espacio austero, seis lámparas de piso, instrumentos de percusión, y algunos apoyos de luz superior, crean el universo de un palacio, de un lago, de un paisaje campestre, y de cada estampa que entornan la realidad de cada cuento. ¡Ah!, si por lo menos Consuelo Sáizar hubiera visto esta obra antes que la de Vargas Llosa -ésa sí- "Totalmente Palacio"; el "Teatro Blanquito" como le decía Salvador Novo al coloso de mármol, seguro se lo hubiera dado a Sarimé y los resultados hubieran sido estéticamente mucho más dignos y profesionales.


Claro que la vida no es justa, y menos cuando se trata de aquilatar los méritos de aquellos artistas que son ignorados por las instituciones culturales, por el público, por la crítica, y por supuesto, por quienes en México reparten las "bulas" teatrales (pase directo al paraíso de los recintos escénicos) que sólo los destinan a los "consagrados", a los becados del Conaculta, a los preferidos y preferidas del gusto ramplón de la Cancillería o del inopinado deseo del Presidente de la Nación y no a quienes al menos "técnicamente" lo merecerían.


De jueves a domingo, este montaje que termina su temporada el 3 de abril para buscar algún otro recinto que lo cobije en la ciudad o en el País, da funciones para unos 60 espectadores con quienes comparte al final un recogido ritual del té.


Hasta ahora, en aquel hermoso lugar de Subida a Chalma, donde se ha desarrollado el Teatro Laboratorio La Rueca, y gestado los grupos Tercer Teatro y Talbot Teatro, además de haberse iluminado con música, coro, danza hindú, artes marciales, cine, literatura y otras actividades artísticas de propios y extraños, Hann ha cautivado a niños y adultos en una propuesta tan exacta y aleccionadora como un enigmático haiku.

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Algo de Hidalgo
Por Vera Milarka
La autora reseña 'La Barca', de Fernando de Ita, montada en Pachuca
Dicen que el mejor favor que se hacen los críticos entre sí es no hablar de sus obras. Así que cuando Fernando De Ita me invitó a ver su puesta La Barca, parábola del fin del mundo, supongo que lo hizo rogándole a Dios que no llegara. Pero no sólo llegué, sino que lo hice un día antes. Y es que cerró su temporada con 100 funciones, al parecer un hecho inédito tratándose del Programa de Teatro Escolar, en Pachuca, en el Teatro Guillermo Romo de Vivar.

Cuando se trata de teatro de niños me hago acompañar de un verdadero público para ello: mi hijo Darío, pues si yo me considero una crítica sin compromiso con nadie, mi pequeño menos; así que sus comentarios sobre lo que ve son imparciales y apelan a sus intereses como niño.

Y el veredicto, luego de ver con él días antes Past Half Remembered, de la compañía de teatro noruego Nie, que trata de un viaje al siglo 20 soviético a través de las memorias de un mujer, fue que La Barca le gustó más; y es que además de que la actuación fue reconocida por las autoridades de Cultura local, fue el público -ávido de obras que no sean ñoñas- lo que validó rotundamente este trabajo. Cuando hay concepto sin concesiones, un equipo sólido (actoral y de producción), presupuesto y voluntad política, los resultados dignifican el teatro para niños.

La obra que plantea en una pregunta todo su argumento de valores reza: ¿matarías a tu mejor amigo para salvar tu vida o darías la vida por él? Esta fábula presenta a los habitantes de una aldea que se atrincheran en una probable torre de Babel ya que se ven amenazados por lo que resulta ser el nuevo diluvio universal.

A partir de mostrar los vicios y las virtudes de esa comunidad se observa que el futuro que necesitamos procurar es aquel en el que se construya una realidad, con nuevas bases para conservar lo que la humanidad, en su estupidez rampante, ha depredado como si mayo y el mundo fueran eternos.

Sobresale una jocosa estructura dramática sustentada en la metonimia, amén de que -conscientes o no- la atmósfera recuerda el cante jondo y el baile de las cuevas de los gitanos; De Ita cobija a su grupo y a su público en un ritual íntimo, donde bajo la lluvia intensa (sonorizada por palos de lluvia) y un zapateado cuyo montaje fue asistido por Ana Luisa Rubio, se genera la condición de un círculo mágico: es la llama interna de la energía actoral la que sustituye a la fogata, espacio simbólico y escénico donde cada integrante exhibe su historia (lo peor o lo mejor de sí mismo) ante la afrenta de una adversidad ineludible.

La fábula con el ritmo elocuente e irónico de las palabras y los acentos musicales, arranca la carcajada a niños y adultos; he ahí parte de su inteligencia como espectáculo. La clave también es que no se ha minimizado la estética del vestuario y espacio escénico (Cordelia Dvorak) y del diseño de iluminación (Darío Pantaleón), ricos en texturas y en trazos de una simpleza tan "nórdica" como la del teatro Nie, que es el puro buen gusto y la elegancia de los mínimos elementos escénicos con máximos resultados.

Sé de buena fuente que hay en otros estados, dos o tres montajes para niños de estupenda calidad que sobresalen incluso al teatro que se hace en el DF, lo que habla del trabajo eficaz que las cabezas de estos programas y su debida relación con los creadores están haciendo.

En un momento sexenal crítico donde lo que prevalece es "Pan y circo", reconocer la labor de algunas personalidades de la Cultura resulta "sospechosista". Yo, que no gusto de pertenecer a la "Asociación de los Halagos Mutuos" a riesgo de vivir como apestada en el medio cultural, puedo sin embargo decir algo de Hidalgo sin temor a caer en el halago ramplón: este montaje es muestra digna y fructífera en todos sus elementos para orgullo no sólo de los oriundos del estado, sino en el contexto nacional.

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Entre el amor y la green-card
Por
Vera Milarka
17-Feb-2011
Conocí a Saviana Stanescu en el Teatro La Capilla, en la VII Semana Internacional de la Dramaturgia, y aunque me hice entender a señas por mi pésimo inglés, su forma de ser y su humor me dijeron que se trataba de una mujer talentosa de la que había que saber más. Hoy sé que de la lectura dramatizada de su obra: Inmigrantes con habilidades extraordinarias en aquella semana surgió la compañía Los Aliens que llevó a escena su obra, bajo la dirección de Alberto Lomnitz y que actualmente se repone La Capilla con el apoyo de Lark Play Development Center de Nueva York.
La obra, cuya traducción es del propio director, está perfectamente adaptada al idioma que nos es familiar, de hecho hay palabras y yo diría (tratamientos de algunos asuntos) que agregan -a los diálogos y a los personajes- una fina textura "mexicana" como lenguaje y que nos significa mucho, tratándose de inmigrantes en Estados Unidos.
Saviana lo ha vivido en carne propia, y por eso resulta tan genuino y encantador el sentimiento que expresa Nadia, esa mujer moldava que pertenece a una de las familias con más talento y tradición del clown soviético, al llegar a Nueva York; con todo lo que supone una especie de fantasía "franksinatriana" de los años 50, en la que parece que los "amigos de la ex URSS" se hubieran quedado totalmente out del ambiente actual.
Así ella, y un camarada del circo ruso, ido a taxista en tierra norteamericana, buscarán la manera de encontrar "un rincón cerca del rascacielo neoyorquino", y su encuentro con una streepear portorriqueña y un yankee promedio, van a convertir lo casual en lo irónicamente causal del momento histórico que vivimos, en la era de la globalización y el fenómeno de los movimientos migratorios y la transculturación.
El texto plantea sin duda toda la comicidad, llena de contrastes entre dos personajes eje, como son Nadia (Cassandra Ciangherotti) y Lupita, la portorriqueña (Olivia Lagunas); pues mientras la primera es toda ingenuidad, una candorosa payasita que divierte a niños, Lupita es una castañuela, vivaz y aguda, con todos los recursos de malicia que hay que tener para sobrevivir en el país vecino, en una ciudad donde todos se arrebatan por sobresalir y ser alguien más que un simple mortal ordinario.
Como contraste, los dos varones, Borat, el taxista ruso (Pedro Mira) y Bob, un típico gringo sin pena ni gloria que asiste a terapia, (Fernando Bonilla), serán los personajes donde se equilibran las problemáticas emocionales del sino existencial del inmigrante: "entre el amor y la green-card".
Por supuesto, la obra no podría estar completa sin los agentes migratorios, representados por los mismos actores, que van a darle el suficiente movimiento de intimidación que se necesita para que la obra no se quede en la pura anécdota cómica. La armonía estética de la propuesta encuentra su pináculo en la actuación, que es francamente disfrutable, desde luego Olivia Lagunas sobresale, porque además de ser excelente actriz, su personaje es muy lucidor; pero en general no hay desperdicio.
Lomnitz ha sabido encontrar en la simplicidad de los elementos de producción propios y de sus colaboradores, los momentos a subrayar que son claves; ha conseguido una visión decantada y eso le confiere el mérito de que, el mejor director es el que no se nota. Los actores parecen gozar de una autonomía singular, cada uno ha llegado a encarnar con tanta exactitud y vida a su personaje, que inclusive Pedro Mira, a quien he visto en dos tres ocasiones en la línea de una actuación bastante formal, en esta puesta es otro, completamente fundido con su papel.
Dicen que "en gustos se rompen géneros y en empedrados tacones", tratándose de Alberto, me quedo con este montaje que, como otros suyos es de total sinceridad estética y los de Seña y Verbo; dejo el pretencioso desaliño de Idiotas contemplando la nieve de Ricaño para los auto indulgentes.
No cabe duda de que, parafraseando a Beckett, estoy "fracasando" mejor que nunca.
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'Feisbuc' y teatro
Por Vera Milarka
03 febrero 2010
Más allá de encontrar "el amor que pudo haber sido y no fue", en ese mega directorio que uno nunca pudo tener más a la mano, como aquel día en que súbitamente por un flash neuroemocional vino a nosotros su recuerdo y -con sólo teclear su nombre- apareció como un fantasma revivido, Facebook sirve para satisfacer necesidades informativas inmediatas.

Las redes sociales, divididas tecnológicamente por selección "natural", por segmentos de mercado bien definidos y deliberadamente marcados, son recursos que bien utilizados son un positivo abrevadero en el campo del arte y la cultura, como ambientes donde se padece siempre de insuficiente espacio para su difusión y discusión.

Además de ser un escaparate con variables informativas en diferentes niveles comunicativos, las redes tienen la particularidad, a diferencia de los medios tradicionales, de contar con flashmobs (reuniones breves) donde participa activamente un gran número de personas, incluso desconocidas, para realizar una acción determinada, sea de carácter lúdico, como entretenimiento o bien con objetivos político-sociales o artísticos.

Teatreros de México, que opera hace ya más de dos años en Facebook, es una opción para gente del medio y para todo público, interesados en el acontecer de la escena; en donde diversos grupos, actores, directores, productores, promotores de teatro independiente, instituciones, así como periodistas, dramaturgos y críticos publican todo lo relativo a su actividad dentro del teatro, y eventualmente también en la danza.

Con una participación de mil 379 miembros y administrado por Edgar Álvarez Estrada, quien se autopresenta como burlón, cínico y manipulador incontrolado, pero quien bipolarmente expresa ser también "chido con la banda, educado, condescendiente, divertido, bondadoso" y, sobre todo "humilde"; el sitio ha logrado lo que quizá muchas revistas electrónicas no cuajan todavía: la inmediatez de las noticias, la polémica en tiempo real y una difusión diversificada bastante incluyente, lo que en parte se debe a la eficiencia de Edgar, que es un webmaster teatrero, involucrado activamente con el acontecer del medio teatral.

La página, más allá de ostentar un buen diseño en su logo (que es bastante malito por cierto), invita a ser visitado por su operatividad porque, además de contar con difusión gratuita, es una cartelera actualizada (abierta a quien envíe su información), tiene enlaces de compañías, convocatorias institucionales y proyectos como Iberescena o el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral, por ejemplo.

También cuenta con galería fotográfica (es la parte más floja), pero enlista toda clase de eventos, desde estrenos y develaciones de placa, descuentos, cortesías y boletos dos por uno; hasta información de emergencia sobre el estado de salud de personas del medio o su lamentable deceso.

En la página se pueden consultar también convocatorias, castings de teatro, televisión y cine; así como talleres, cursos y noticias de diferentes periódicos sobre hechos tan polémicos y relevantes como las recientes acusaciones que Andrea Salmerón hizo a la CNT, la oscura tramitología del FONCA y las respectivas contestaciones de Luis de Tavira; se pueden abrir toda clase de temas en los foros sentando un precedente de seguimiento que es imposible tratar en la prensa habitual.

Estos son algunos de los aspectos positivos de una herramienta que se ha vuelto un referente obligado de los procesos "mediáticos", tal vez como apunta Baudrillard acabe por originar una "masa de posibilidades rechazadas; la idea de tener una máquina para almacenarlas y filtrarlas es una idea tranquilizadora...", estas máquinas que pretenden ser de "interacción directa en realidad lo son de responsabilidad diferida". "Luego la leo" parecemos decir... aunque eso pueda no suceder nunca... esa ilusión metafísica de Internet como la ve el filósofo, es con todo una idea democrática elevada a categoría de derechos humanos actualmente en Finlandia.



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Rara adultescencia
Por Vera Milarka

Vivimos una temporada en el edificio Vicente Guerrero de Tlatelolco en el departamento 103; y como éramos cinco de familia, y el espacio era como de 47 metros cuadrados (lo más parecido a las casas 'Feo' y de 'Infiernavit'), pues nunca pudimos desempacar los juguetes. Eran dos recamaritas, y en la ventana que daba al cubo de la escalera, yo jugaba con las medicinas.

El colirio Eyemo, la emulsión de Scott, el Colubiazol, los goteros y los pomos de Vick VapoRub, así como las ampolletas de Benzetacil eran mis muñequitos: tenían nombre y personalidad.

Yo los veía claramente; sabía lo que decían y qué voces tenían, y en ese filo de la ventana me la pasaba inventando toda clase de historias; no muy felices, pero divertidas todas. Casi siempre giraban en torno a mi soledad en una familia -que ya desde mis cinco años- estaba fragmentada y era disfuncional.

Así que ver a Lautaro Vilo en el Teatro Casa de la Paz, con su 'tinglado' de mesas a manera de un laboratorio, para narrar con objetos su historia sobre aquel memorable viaje a Disney World, me hizo rápidamente entrar en esa convención que uno tiene de niño.

Sí, la actuación y la dirección sobre todo, hacen mucho por este teatro que conjunta muchas aspiraciones artísticas para presentarse ante nosotros como un simple ejercicio de recuerdos, donde un "inocente" viaje a un parque de diversiones, puede resultar en un marasmo de pistas que terminarán en un alambicado thriller... o al menos ésa era la intención.

American Mouse, un thriller en Disney World de la compañía argentina Rara Avis Escena, extraña mezcla de texto objetual y de "conferencia escénica" como la llama su director Pablo Gershanik, en la que el propio Lautaro actúa sus impactos infantiles; logra involucrar al público en la ficción no sólo por la autenticidad de la mancuerna director-actor, sino muy especialmente por el talento de los artistas visuales que hacen el montaje realmente mágico, sin recurrir al realismo, y a partir únicamente del reciclaje de objetos.

Es una maravilla recrear la fantasía lumínica de Disney, lo que le imprime su dosis de fascinación, además de instar al espectador a poner su propia capacidad imaginante. He allí el principal mérito de la puesta, ya que el texto plantea muchos problemas a resolver.

La bizarra historia, no obstante, fluye jocosa, pero llega un punto en que se estanca, que todo se repite y el "juego" aburre, se instala cómodamente en el regodeo de moda de los 'adultescentes'; es decir, treintañeros eternizados en su onanismo lúdico (que incluye el coleccionismo mitificado de juguetes) actitud y arma para no crecer y hacerse cargo de nadie más, que no sea ellos mismos.

Es lo que priva en este tipo de espectáculos que hoy pululan por todas partes, donde el espectador deja de importar. Y en ese momento el montaje cae en picada.

Palidecen algunos objetos realmente hermosos por su factura, para dar entrada a una obsesión tipo suspense que no logra detonar en ese supuesto thriller anunciado, y el personaje se ha centrado tanto en sí, que se hace imposible llegar al final con interés; y es que la escala de los objetos respecto al escenario está mal calculada, son muy pequeños y de la cuarta fila para atrás ya no se ven.

El problema con este tipo de teatro es que termina por exigir una pantalla gigante si se quiere que el público participe, y cuando eso llega a suceder como pasó con el Ubú Rey de Ihonatan Ruiz, con el grupo Tlakuache, con el que se inauguró la 21Muestra Nacional de Teatro pasada, en el Teatro Degollado de Guadalajara, es que la propuesta íntima se anula y no consigue más que sabotear su propio estatuto estético, auto imponiéndose una salida lateral para comunicar, a través de ese paliativo mega visual (teatro "multi-a-medias") al que se recurre irónicamente por falta de visión de muchos grupos de teatro.



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In Memoriam idem
por Vera Milarka


Yo no sabía quién era Héctor Mendoza, pero mis padres me llevaban a ver teatro (no apto para adolescentes), y me quedé totalmente impresionada y fascinada con la puesta In Memorian del director, autor y maestro de muchas generaciones de teatristas.

Esa obra, que yo vi en la UNAM, no la entendía muy bien, pero sí me percataba -con la debida explicación erudita de mis progenitores- del pitorreo absoluto con el que uno de nuestros próceres de la poesía, Manuel Acuña, era tratado como un simple ser humano.

Acuña era un dios erótico, y en realidad, aquel escenario desnudo donde Julieta Egurrola, Rosa María Bianchi, Margarita Sáenz, José Luis Cruz, José Caballero, Jaime Estrada, Lucía Payés y Carlos Mendoza actuaban en pelotas y se divertían como enanos bajo una sábana blanca era realmente un rito pagano al dios Pan.

Desde entonces se propagaron toda clase de mitos y realidades sobre el maestro que en esa época (y por mucho tiempo) fue entre demonio e iluminado al que se le enamoraban y se le hacían adictos actrices y actores por igual. Desequilibrados mentales y genios, constituían con mucho sus huestes de alumnos, suicidas, kamikazes, adictos, profesionales y amantes que compartieron con él secretos inconfesables y que fueron constituyendo su cuestionable personalidad.

La verdad, daba miedo y atracción, y sin duda la obra del maestro que muchísimos años más tarde, en 1985, dirigiera Flora Dantus en el Juan Ruiz Alarcón, Del día que murió el Señor Bernal dejándonos desamparados, especie de obra autobiográfica, agregó hechicería a este personaje 'chamuquezco' que luego, para las nuevas gene- raciones fue solamente un maestro cascarrabias que ya nada tenía que ver con su rebeldía teatral.

Desde que el INBA le hiciera en 1994 un homenaje a Mendoza por 40 años de trabajo, se han dicho sobre él las cuestiones fundamentales de su labor, entre ellas, que dio ocasión para hacer un "teatro de autor" considerado a la manera del cine: lanzando una generación de nuevos directores con un teatro eminentemente propositivo y que se convirtieron en nuestras vacas sagradas.

Me refiero a Luis de Tavira, Juan José Gurrola, Ludwik Margules, Julio Castillo y José Caballero, y que han corolado los más importantes proyectos de la escena nacional de los últimos 30 años y, salvo Julio Castillo que murió muy joven, sus montajes se fueron retirando del gusto de público incluso asiduo a sus obras.

Un raro fenómeno que partió primero de concepciones muy osadas, muy contestatarias, para terminar en una formalidad ortodoxa y didáctica. Mendoza y sus "mendocinos", como se autonombran sus selectos actores, que despreciaban a la "caja idiota" terminaron no sólo en proyectos del "Canal de la trata de estrellas", sino siendo portavoces del Estado y no siempre con buenos resultados.

A diferencia de los héroes intelectuales populares como Carlos Monsiváis, los hombres de teatro cuando mueren no causan mucha pena en el anónimo público, salvo en el ambiente cerrado de teatreros y la oficialidad. Es irónico que no establezcan vínculos emocionales con la razón de su quehacer artístico.

Los medios, sobre todo la televisión, ha sido "incapaz" de catapultar su éxito en la pobre mentalidad del espectador promedio. Al contrario, convirtió a Juan José Arreola, en un pelele, cuando cayó en las garras y en las babas de Talía; ya era como "El Loco Valdés de los intelectuales"... eso sí fue triste.

Como todos los años hice mi petición a Los Reyes ahora en forma de oración: Teatro nuestro que estás por los suelos, satanizado ha sido tu nombre, llévanos a tu convivio, hágase tu texto realidad, aquí en la arena como en el foro. Danos hoy el parlamento nuestro de cada día, y perdona nuestras fallidas actuaciones así como nosotros perdonamos a los odiosos críticos. No nos dejes caer en la tentación del teatro comercial y líbranos y guárdanos de todo trámite institucional para cobrar. Amén.


LA DIABLA
Vera Milarka
OTRAS ENTRADAS...


...Y otro al garabato
Vera Milarka
23 Dic. 10

En la entrega pasada le eché un ojo al "gato" y me referí a los logros heroicos de la publicación de teatro Paso de Gato. Esta vez, mientras pedimos a Santa Claus aprobar la iniciativa en la Cámara para que los artistas ¡por fin! tengan derecho a un seguro de asistencia médica -fundamental para cambiar el estado de indefensión en el que se encuentran los creativos-, doy un vistazo al "garabato", al contenido y la estructura formal de la publicación que les hizo merecedores a otro premio: El Teatro del Mundo 2010 de la Universidad de Buenos Aires.

Hay que señalar que la historia de las revistas de teatro en México, aunque efímera, ha contado con magníficos diseños, ideas y realización editorial, lo que hace que Paso de Gato se inscriba en esa tradición, y cuenta con el peso de plumas que forman su consejo editorial, como Luz Emilia Aguilar Zínser, Fernando de Ita, Hilda Saray o Rodolfo Obregón, por mencionar algunos.

Además incluye colaboradores que celosamente dotan los números de reflexiones y análisis vicarios de los académicos poco difundidos en México, que completan y dan una visión en planta del acontecer teatral del País y otras latitudes, amén de ser semillero de dramaturgos y abordar tendencias retrospectivas o en gestación.

La revista no se agota en un puñado de escritores consuetudinarios, sino que su estructura, donde las secciones fijas son las menos, le permite abrir un espectro amplio de espacios que van y vienen según el criterio de cada trimestre, que se dirige hacia lo monográfico.

Abriendo la publicación de atrás para adelante, como se leen las revistas a diferencia de los libros, podemos detenernos en las novedades editoriales, e ir seleccionando en esa lectura veloz -que es la que enamora-, dónde hacer escala para leer completo un artículo con la certeza de que podemos hallar de pronto un honesto texto de José Ibargüengoitia, un análisis antoló-gico de Jorge Dubatti, una reflexión teórica (impracticada) de Luis De Tavira o la reseña del Año Grotowski (2009) un pilar del teatro mundial ignorado por nosotros.

La fruición de su impecable impresión mate en blanco y negro, con imágenes de los más destacados fotógrafos escénicos del País, sobre un papel fino de gran peso, totalmente sensual, apoyan notablemente la relación con el lector, amén de su dinámica portada a color con barniz a registro; lo que la hace un objeto editorial caro, menor a lo que cuesta, e infinitamente invaluable tan sólo por cuando menos tres o cuatro artículos de su contenido en cada número.

Sin duda, sus casi 100 páginas no tienen desperdicio: reseña, dossier, convocatorias, premios, pedagogías, entrevistas, reportajes y análisis, además de biografías forman un corpus realmente coleccionable e intemporal.

Salvo que su diseño ya exhibe abigarramiento gráfico noventero, hay abuso de la mancha tipográfica por sobre su limpieza visual y pide más fotografías; al tiempo que somete al lector a un tamaño de letra molesta para mayores de 35 años, (hay "sobrecupo" de artículos, la mayoría de una extensión que raya en la paja).

Aunque la publicación aporta en su diversidad literaria, lo que finalmente define la vocación de una revista, hay que darle una "manita de gato": abrirse a la crítica (abunda la "mojigata" autocensura), hacerla bimestral o mensual sin competir con su boletín, que si bien intenta ir al día, también peca de una visión harta de reseña acrítica y a ratos por conseguir anuncios es hartantemente institucional y complaciente con el teatro comercial.

Las revistas son prensa, no son libros, y hay parámetros establecidos tanto de mercadotecnia como de oportunidad y de investigación periodística que deben impulsar la discusión, tomar postura o impostura; no se puede tener un ladrillo ilegible sobre un arte que es un blanco móvil, hay que ir tras la nota incisiva así como van los teatristas trasladando su lenguaje hacia nuevas paradojas y rompiendo paradigmas.

milarquinarte@yahoo.com.mx



Otras entradas:

La sonrisa de Cheshire

9 Dic. 10

Soy editora por ejercer un oficio de familia y conozco a fondo este difícil trabajo. En casa decimos que: "hacemos libros, los escribimos, los diseñamos, los corregimos, los distribuimos, los vendemos, los guardamos, pero sobre todo los cargamos". Y quien sepa de esto, comprende dos problemas monumentales: financiar publicaciones y cargar con ellas.

Por más de 15 años específicamente sé de revistas y publicaciones periódicas, mundo de competencia a lo bestia; sólo hay que echar un vistazo a locales cerrados para que se entienda lo que el lector tiene a su disposición para elegir.

En ese "mundillo" he editado, dirigido, escrito y proyectado no únicamente revistas de arte y cultura, lo que sería un primor, sino revistas de temas comerciales que van de la informática hasta el petróleo, y aún es esas líneas, la venta de publicidad ha sido una pesadilla y los propios empresarios no han podido subsistir a los tirajes y la periodicidad; menos al trabajo ingrato que sólo se ve cuando falla, ése es el sino fatídico de un editor y de las "artes trágicas" (entre el ser y la errata).

El hecho de que la revista especializada en teatro Paso de Gato al cumplir su noveno año sea galardonada con la Medalla Especial que otorga el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (CELCIT-España) en el marco del 25 Festival Iberoamericano de Cádiz y del 35 aniversario de la fundación del CELCIT, resulta alentador y un respiro a tiempo para reconsiderar en México -por toda la comunidad cultural- este logro que ha vencido los vaivenes de sus patrocinadores institucionales.

Una revista vive de sus plumas sí, pero económicamente opera distinto, no se paga por la venta de ejemplares ni suscripciones sino por la publicidad, que en nuestro país se reduce a la del Gobierno, ya que la iniciativa privada está privada de iniciativa cultural.

Esta publicación dirigida por el dramaturgo Jaime Chabaud en la que si bien no están todos los que escriben bien, ni escriben bien todos los que están; sí da cuenta de la escena nacional y es una ventana de resonancia de la internacional con una cobertura en la República Mexicana y España, además de América Latina, y hay mucho más que decir en torno a su concepto editorial y contenido, de los que luego hablaremos para hacer honor al verdadero lugar que merece.

http://www.artezblai.com/artez/artez163/irudiak/16PasoDeGato.JPG

Un esmerado trabajo que visto en números, como les gusta a quienes sólo son capaces de admitir la realidad bajo la única lupa que les dice "algo", da un resumen, como sigue, en estos 9 años: ha generado 15 empleos directos y 40 indirectos, cuyas ganancias principales se destinan el 60 por ciento a los impresores y 40 por ciento a los voceadores. En los últimos 3 años han sacado 4 colecciones de cuadernillos de dramaturgia y teoría de autores mexicanos y extranjeros.

Cuenta con 85 títulos que implican más de 250 mil ejemplares a 20 pesos, más de lo que en los últimos 40 años ha hecho una dependencia de gobierno en el mismo ramo.

"Si las Industrias Culturales producen cerca de 7 por ciento del Producto Interno Bruto y se le otorga al Subsector menos de un punto porcentual de retorno en los presupuestos anuales,- señala Jaime Chabaud- "¿no significa que hay algo podrido en la Dinamarca de nuestros gobernantes?".

Sí, hace falta regular esa política que destina altos recursos a proyectos que ni dan cuentas ni resultados. Y hablando en plata, se sigue "jineteando" la paga de los que escriben, no se vive del puro regocijo de ser publicado.

La sonrisa de Cheshire deviene de que países de eminencia editorial como España y Argentina reconocen un trabajo que a México le es indiferente aunque les sirva para difundir lo que el Estado es incapaz de hacer; pero Paso de Gato no debe de dejarse engatusar con apapachos, debe defender su espacio como gato panza arriba para atraer mayores recursos, Lewis Carroll nos da una lección de lógica matemática: "puede haber un gato sin sonrisa pero nunca una sonrisa sin un gato".


milarquinarte@yahoo.com.mx


OTRAS ENTRADAS:

¿Aburrida?


¿Duele más la indiferencia?


El jardin de bostezos
LA DIABLA
Reforma



Uno de los "platos fuertes" de la 31 Muestra Nacional de Teatro celebrada a principio de mes en Guadalajara, fue la puesta de la Compañía Nacional de Teatro "El jardín de los cerezos" -que según los buenos traductores como Boris Shoemann no es jardín sino huerto de cerezos- y que clausuró la fiesta escénica en el marco del homenaje a Alejandro Bichir como maestro y director vinculado a la tarea con los estados del País y un minuto de aplausos ante el triste deceso de Claudio Obregón, actor de la CNT.


Llama la atención cómo un montaje tan fastuoso como éste, resultó "insultante" para la comunidad teatral que -por cierto- hizo mutis apenas empezaba la obra que duró cinco horas con los intermedios.


Y es que su director, Luis De Tavira, no ha hecho frente a los reclamos y cuestionamientos acerca de todos los apoyos económicos que ha recibido y se ha limitado a darles "atole con el dedo" como respuesta, diciéndoles que su parentela "no cobra sueldo", cuando legalmente no se permiten ni como voluntarios a familiares hasta en tercer grado de parentesco, y hay legiones de personas que quisieran operar allí incluso sin cobrar.


Más allá de esta afrenta, lo que sí es de lamentar es una concepción teatral tan vieja, y no me refiero al clásico de Chéjov que habla de una clase social aristócrata que da paso al nuevo orden económico y político en la Rusia del siglo 19, sino a esa hiperrealidad (falsedad auténtica) que sobrepasa el Naturalismo en el que se suscribe la obra, donde observamos a Julieta Egurrola y Luis Rábago actuando en un falso preciosismo; sin convicción alguna de sus personajes, amén de ver a una Erika de la Llave gritando sin ton ni son en el escenario del majestuoso Teatro Degollado, que dicho sea de paso nos remontó a esas compañías decimonónicas de provincia o bien donde Ángela Peralta actuaba para presentarse precisamente en este espacio.


De pronto, haciendo cuentas con el sexteto de críticos de teatro que asistimos a la función, por lo menos hay unas 20 puestas contemporáneas de Chéjov donde se ha desterrado esa caduca visualización que hizo Tavira con la mancuerna de su escenógrafo "estrella" Philippe Amand, que salvo por la iluminación (para lo que su trazo por computadora sí es muy útil), en el caso de la escenografía es realmente un fallido armatoste mostrenco. Una necedad de llevar a cabo un bosque gigante, pesadísimo; y lo mismo sucede con la reproducción "holliwoodezca" de la casa, que parece que la tramoya se viniera abajo de un momento a otro.


Es penoso que nuestro nuevo "Hombre Teatro" no sea Morris Gilbert, sino Luis De Tavira quien ya desde hace un rato hace montajes al estilo Manolo Fábregas (claro, más largos, ¿mamotretos o mamoteatros?) para "cabecitas blancas" y público de los alrededores de la colonia San Rafael; lo cual no sería criticable si fuera costeado por el productor, pero se trata del erario nacional y de ser representados como el mejor teatro de México, lo que da pena y coraje al mismo tiempo.


Pena de ver la decadencia de un director que se distinguió por una estética de búsqueda, una provocación constante a la imaginación y al sistema. Ahora está totalmente "domesticado", creando al servicio de las rancias estéticas gubernamentales; lo que explica ese "fuero" e inmunidad en el que se ampara dentro del aparato de políticas culturales de selectos notables del que forma parte.


Y coraje, porque ver que ya Miguel Sabido es más audaz que Tavira, y que con esos millones de pesos de presupuesto se podrían hacer cinco montajes de excelente calidad con propuestas realmente innovadoras, indigna a cualquiera con el mínimo sentido común.


Finalmente, tras esa somnolencia que resultaron las cinco horas del ya "jardín de los bostezos", meter un perrito en la escena desembocó en que, en el momento más difícil de la obra, ladrara, y el público riera sin percatarse del clímax, ¿qué afán de meter a la nómina a tanto animal? Antes no se orinó en los árboles, ¿hubiera sido un triunfo para el escenógrafo y el director?.




milarquinarte@yahoo.com.mx




Vera, puntual y precisa con su reseña de lo que ocurre en Guadalajara:

LA DIABLA



Su columna en REFORMA.COM

Muestrario (I)
Vera Milarka
11 Nov. 10

(Primera Parte)

Han pasado seis días desde que inició la 31 Muestra Nacional de Teatro en la ciudad de Guadalajara y, aunque el flujo de la organización operativa y la logística tardó en arrancar, se vive un momento clave de esta fiesta en la que siempre hay hallazgos artísticos, reafirmaciones de talento y mucho más potencial de grupos y obras en progreso que están en la vía de consolidar sus conceptos en la confrontación con públicos diversos.

Las actividades académicas se han llevado a cabo en el Instituto Cultural Cabañas y van de la filosofía del teatro a la dirección, de la práctica actoral a la escenografía, de técnicas de producción a la crítica, y al menos en esta última ha visto ya resultados con la participación de colaboradores en El Diario de la Muestra, un periódico que se edita al día con las reseñas, los comentarios y las fichas de las obras y que de no ser por cierto acartonamiento en su concepción editorial es toda una aportación al ejercicio histórico testimonial que un evento como éste requiere para agregar experiencia en cada emisión.

Hablar del vasto programa de actividades y del conjunto de obras que a esta fecha se han presentado no es posible, pero hay algunos puntos que quiero subrayar y que dan cuenta de la eficacia de la movilización del gremio en relación a temas para reflexionar. Los ciclos de conferencias y mesas redondas, así como el encuentro de los artistas dialogando sobre sus trabajos y sus estéticas, han posibilitado atisbar las principales preocupaciones de los creadores, los investigadores y teóricos en el quehacer de los últimos tiempos: el teatro contemporáneo, las transversalidades, las micropoéticas, los lindes con otras disciplinas y con la propia relación entre lo que sucede en el espacio escénico y el intercambio de rol con los espectadores.

La edición 31 de la Muestra a la que se ha subtitulado "Paradigmas y desplazamientos" -en un afán de darle unidad a los trabajos seleccionados a partir de una convocatoria previa y en la que 12 estados de la República son los participantes, más como un recurso para inspirar el debate que como una curaduría, porque esta "antología teatral" no se elige a partir de un concepto a priori-, ha dado como resultado en la discusión la urgencia de encontrar, en principio, una base teórica y metodológica para abordar los temas, ya que se evidencia una ausencia de unidad en este aspecto; mientras en una mesa todavía se pone en duda si el teatro prehispánico era o no "teatro", o forma parte de los hitos del teatro histórico mexicano, en otra mesa se encajona con la semiótica el fenómeno escénico cuando sólo explica fragmentariamente algunos de sus componentes, lo que orilla a recurrir obligadamente a un concepto filosófico más amplio.

Esta dificultad para enunciar las bases de sentamiento de una teoría del arte, específicamente del teatro, hace que se tienda a desterrar del mapa teatral no sólo nociones como "representación" como un concepto que limita las nuevas expresiones performativas, sino también supone reflexionar nuevos vocablos multidimensionales con los que se hable de "acontecimiento" como aquello que sucede en el espacio-tiempo, de un discurso donde fundamentalmente se crea una metáfora sustentada en una poiesis, entendiendo ésta como la propia fabricación del objeto artístico.

En la jornada de ayer, un foro polémico de análisis de las políticas públicas relativas al sector teatro dejó abierto un campo puntualmente documentado por la tesis doctoral de Tomás Egea, cuyos datos duros y reveladores evidenciaron la opacidad de una estructura (FONCA) de estímulos a la creación, que si bien es el mejor modelo de los últimos 20 años en el País, empuja a la comunidad a cuestionar críticamente sus grandes escollos, ya que prevalece un sistema vertical donde los principales beneficiarios son un grupo de "notables" que relativizan la tarea democrática que exige no sólo la administración cultural efectiva, sino la supervivencia de las estéticas disponibles en el real quehacer escénico mexicano.


milarquinarte@yahoo.com.mx













Las crudas de Jesusa
Vera Milarka
28 Oct. 10

Ante los despropósitos y la tomadura de pelo que resultaron ser los espectáculos de los festejos del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana, es mejor pasar por alto dichos numeritos, algunos realizados por lo "más granado" de nuestros directores y directoras de teatro.

Como quien dice, "herir susceptibilidades" por desmenuzar cada montaje, cuyo conjunto resultó un "bodrio bizarro, barrococó y totalmente kikirikicht" no tiene caso. Lo único que quedaba por hacer, era asomarse a un espectáculo que al menos prometía el escarnio de este anómalo suceso de festejos seudonacionalistas.

Así llegué a ver Las crudas del Bicentenario de Jesusa Rodríguez, en un atípico lugar de presentación, tanto por la vocación del montaje como del propio foro: el Museo Universum de la UNAM. Allí estuve junto a espectadores como Elenita Poniatowska, Marcela Lagarde y otras divas y divos de la escena y la cultura mexicana actual.

A propósito de Universum y a "ciencia cierta" no sé si Jesusa ya dejó el "vicio" (el espacio teatral y etílico), pero lo que sí vi es que este show trasladado a un teatro "convencional" es lo más solemne y lejano al divertido teatro de cabaret.

La anécdota no tiene mayor importancia, la idea es una especie de acto de prestidigitación; un mago que es Francisco I. Madero hace diferentes "suertes" al tiempo que su acompañante es una mujer embarazada y maltrecha, que se mete unos alcoholes, unos churros de marihuana y unas líneas de coca para bajarse la borrachera, y no es otra más que la mismísima Patria (Matria) representada como aquella vieja portada de los libros de texto de la SEP. "Lengua Nacional", -se decía en vez de Español-, y era una recia mestiza vestida con una túnica blanca y sosteniendo el lábaro patrio.

Es inútil contar las ironías, los chistes y las parodias de una actriz que goza un género que bien domina, al lado de su compañera de vida y andanzas teatrales: Liliana Felipe, al piano... Tanto Madero, como Carlos Salinas, Jesusa se ve "igualita" a ellos, así que la jocosidad, la rabia contra el sistema, la chispa del chiste rápido y coyuntural ejercen su natural estímulo... Y sin embargo, en conjunto, resulta todo muy visto, muy agotador y agotado el discurso.

¿Qué si hacen falta los tragos, para tomarse bien la obra? Yo creo que sí. Al desnaturalizar el concepto del teatro de cabaret, que bien visto podría ser de carpa, el show no resiste la sobriedad (la de los actores sí) pero no la del espectador. Y menos el fondo de esos "eskeches" que terminan evidenciando el patetismo en el que vivimos, y donde el público (a quien se le han dado una boletas antes de entrar al teatro, para pedirle que escriba por quién votaría y porqué en estos momentos), obvia el nivel de ignorancia y falta de sentido del humor.

Resulta desmoralizante especialmente para la propia Jesusa quien tiene que lidiar con respuestas que no producen más risa, sino un poco más de vergüenza en algunos casos, propia y ajena. El punto es que, tanto los efectos teatrales, como algunos chistes y la representación de estos es predecible, repetitiva, falta de imaginación; el muy sobado recurso de incorporar la televisión y desfasar la imagen con lo que se dice de ésta ya no dota al espectáculo de frescura sino de tedio.

La obra es una expresión efectiva de la cruda realidad, de la crudeza de los momentos que vivimos, de la flatulenta política, de la nauseabunda iglesia, de un six de héroes, de un vomitivo presidente Salinas al estilo reeleccionista porfiriano, etc., pero lo que causa un dolor de cabeza migrañoso y real es ver la resaca de una talentosa mujer como Jesusa que está amodorrada haciendo lo que ya les heredó bien y bonito a las Reinas Chulas; y a la que quisiéramos despertar de su sueño perredista, para que levantara el vuelo de sus enaguas. Hace falta un teatro más profundo, creativo y punzante, sabemos que se puede ser abstinente a todo, menos al arte.


milarquinarte@yahoo.com.mx

Para Muestra...
Vera Milarka
14 Oct. 10

En menos de un mes se llevará a cabo en la ciudad de Guadalajara la fiesta más importante del teatro nacional: la XXXI Muestra Nacional de Teatro organizada por la Coordinación Nacional de Teatro del INBA y las instituciones culturales de la sede, del 5 al 13 de noviembre.

A pesar de contar con más de 30 años de mostrar la diversidad creativa del País en el campo de las artes escénicas, a diferencia del Festival de Cine de Morelia, la sociedad está ajena a esta celebración que moviliza a centenares de personas; incluso ahora en uno de los momentos de mayor calidad teatral en México, quizá equiparable a la que hubo en la década de los años 70.

Sabemos que las comparaciones nunca fueron buenas, pero establecer parámetros sirve. Algunas actividades han corrido con mejor suerte que otras por diversos factores: popularidad, inserción en el mercado, mejor organización gremial, coyuntura política, cobertura mediática y, finalmente, "conciencia ciudadana"-tan de moda- pero inexistente en ambientes como el teatro.

Y es que los mismos teatristas han confabulado contra su propio oficio, con una actitud de poca o nula solidaridad entre sí; discusiones que no buscan puntos de encuentro sino la supremacía de estatus en los que se lucha por determinar, si son los dramaturgos los "reyes" del teatro o los directores; o se discute sobre las becas como si fuese un botín "democráticamente" a repartir.

Y en esas diatribas, el público -al que se ofrenda todo arte- no es tomado en cuenta, no en vano a éste tampoco le interesa lo que pase dentro o fuera de los teatros. Y los espacios, salvo honrosas excepciones, están vacíos y los grupos siempre en la tablita de la bancarrota.

No obstante todas estas carencias, estamos en un momento decisivo para impulsar la actividad teatral, y es allí donde la lección de los cineastas nacionales abre brecha en los pasillos del Legislativo. Precisamente con la iniciativa de ley presentada por la senadora María Rojo, que busca conseguir los respectivos estímulos fiscales para los productores teatrales con el artículo 226 de la Ley del Impuesto Sobre la Renta, tal como se hizo para fomentar la producción cinematográfica nacional.

En su defensa a favor, María Rojo afirma: "se ha comprobado su bondad toda vez que el número de producciones antes del estímulo era de tan solo siete películas por año y a partir de la participación de los contribuyentes esa cifra se multiplicó por diez. ¿No es ese el propósito de un estímulo, no se trata de detonar una actividad que, además de generar empleo y dar valor agregado y producir una derrama económica notable, también reactiva nuestra vida cultural...?".

Hay que sobreponerse al deterioro del medio, para observar lo que sí está funcionando y hay que impulsar. Esta iniciativa es una oportunidad para unir intereses, la Muestra Nacional de Teatro es la otra oportunidad que merece que los propios teatristas (que son los que menos ven teatro) se enteren y difundan el quehacer llevando de la mano a ese público que aún no se "estrena" en la actividad.

Si la rancia idea de que este tipo de eventos son un gasto para promover "exquisitos" y no una inversión para afianzar un derecho constitucional al que debemos aspirar, entendiendo que la cultura es una necesidad y no un adorno que da "lustre" a los individuos (claro, salvo a los presidentes, que ni por eso se cultivan); estamos condenados a consumir el único espectáculo masivo, sangriento y "gratuito", al que estamos sometidos: la famosa guerra contra el narcotráfico.

Atender los llamados del presidente Calderón para resolver la problemática de la violencia en nuestro país es una empresa fuera de nuestro alcance, para eso hay ejércitos -en el sentido real y figurado-, preparados para ello. Atendamos mejor lo que sí está en nuestras manos: interesarnos por desarrollar nuestra cultura y comprender quiénes somos desde ese lugar llamado teatro, que está más vivo que nunca.


milarquinarte@yahoo.com.mx

Hasta agotar existencias
Vera Milarka
30 Sep. 10


Al respetable público le debo una disculpa por la errata de mi artículo pasado en donde, como la mujer araña: "por una maldición de mis padres" escribí Luis en vez de Juan Villoro, un lapsus línguae que devino de, curiosamente, una conversación en la que me afané por explicar, precisamente, que era de Juan y no Luis de quien iba a escribir la nota sobre El filósofo declara.

Y si bien no es una justificante, cuando menos explica la paradoja (parajoda) de mi desbarre. Una disculpa pues, al respetable y al maestro Villoro a quien admiro y leo con mucho gusto.

Dicho lo anterior, entro en la obra de un autor que en México ha generado toda una "saga" teatral en manos de Hugo Arrevillaga y la compañía Tapioca Inn. Esta vez se trata de Pacamambo de Wajdi Mouawad, actualmente en el teatro La Capilla, una pieza que, como bien dice Sandra Narváez es "un dulce", y añado, que es capaz de quitarnos el mal sabor de la muerte.


Wajdi Mouawad

La anécdota gira entorno a una niña que desaparece casi 20 días por quedarse a enfrentar a la muerte, la que se ha llevado a su abuela. Ella y su perro han vivido una experiencia que en un ámbito de realidad resulta de un alto impacto dramático, sobre todo si consideramos que la abuela muerta no ha sido enterrada en todo ese tiempo y que su descomposición ha afectado necesariamente a la pobre criatura que ha permanecido allí, custodiándola a pesar de no tener qué comer ni beber y de apenas medio dormir.

Este hecho se ve contrastado con la forma en que la nieta en "realidad" lo ha vivido (o soñado), y esto lo sabemos por la presencia de un psicólogo quien, una vez que ella ha sido rescatada, indaga qué fue lo sucedido. Allí entra la magia de Mouawad, este empeño por rescatar la génesis de las leyendas familiares, de los pueblos, de los orígenes ancestrales, devolver a los hombres y mujeres de este tiempo nuevas razones para ritualizar su mundo, su explicación de sí mismos.

Mouawad parece insistir en que hemos perdido esos ritos que nos ayudan a comprender nuestros dolores, en este caso, es el duelo lo que está en el horizonte de una región que no existe: Pacamambo, un lugar que se parece a todos los continentes, un lugar donde ningún hombre duda que "otro hombre sea hombre", es decir, donde la humanidad se reconoce como tal, como lo hacen los animales.

Un deseo latente de igualdad, de necesidad de abolir las diferencias étnicas, raciales y de clase, entre otras; esas que hacen que ciertos seres humanos sean de "primera" y otros de "segunda", donde los hombres están por encima de las mujeres, los blancos son mejores que los negros, los jóvenes se sienten superiores respecto a los viejos, y así hasta agotar existencias.

El centro, no obstante, es la comprensión de las etapas de la muerte de nuestros seres queridos; real y simbólicamente, la muerte debe ser honrada, debemos estar allí, "al pie del cañón" como esta niña hace con su abuela, para ir comprendiendo la secuencia del dolor, desde la negación de los hechos, hasta la pena más honda de querer nosotros mismos acabar con nuestra existencia para irnos con nuestros muertos, para no sufrir lo que sin duda vivimos como un abandono que no se ha de resarcir, hasta que pase mucho tiempo, a través del recuerdo.

Esa forma de encarar la muerte, desde el momento en que tratamos de eludir la tragedia, haciendo como que todo es un sueño, hasta la definitiva partida y el adiós amoroso, es la lección de la puesta en su conjunto.

Las actuaciones son una emanación sincera del discurso unitario del autor, en el que un parlamento nos puede referir a otra de sus obras: Incendios; los actores están compenetrados con un estilo definido de conversar escénicamente con Mouawad, un lenguaje donde priva la sencillez como continente y donde fluye la narrativa cargada de elementos simbólicos (dirección-escenografía) interpretada con gran profundidad emocional y espiritual.
milarquinarte@yahoo.com.mx



Vera Milarka Ramos Koprivitza nació con la luna llena del 12 de octubre, en la calle de Corina 10, Coyoacán (DF). Es licenciada en Historia del Arte por la Universidad Iberoamericana. Diplomada en Liderazgo y Debate Político por la Fundación Cambio XXI-Luis Donaldo Colosio y diplomada en Gestión y Desarrollo Cultural por el CNCA-Museo de San Carlos y el Espacio Espiral. Ha sido catedrática de la Universidad Iberoamericana en el Departamento de Arte y en el Departamento de Comunicación; de la Universidad del Claustro de Sor Juana y en la Universidad del Mar. Fundó el Taller de Apreciación de Cine en 1983 en Difusión Cultural del Instituto Politécnico Nacional.Ha sido Jefa de Actividades Artísticas en la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Jefa de Museografía del Museo Universitario “Casa de los Muñecos” de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y Jefa de Eventos especiales de la Secretaría de Extensión Universitaria y Difusión Cultural de esa universidad. Ha sido periodista cultural desde hace más de 15 años en distintos medios nacionales donde se han destacado sus trabajos de reseña crítica sobre artes plásticas, cine y teatro. Ha sido jefa de sección, editora y directora editorial de publicaciones periódicas de cultura, arte, derechos humanos, ciencia y tecnología. El periódico Síntesis, la Revista Impacto, las revistas Personal Computing , Carmatech, Cuartoscurso, Gente en Acción y el periódico español El País son algunos de los medios en los que ha trabajado. Actualmente es crítica de teatro con su columna ‘La Diabla’ en la seccion de Cultura del periódico Refoma.
Teatrista desde 1977 se inció en la actuación infantil en el Instituto Nacional de Bellas Artes, posteriormente estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, el Centro Universitario de Teatro y el Núcleo de Estudios Teatrales, estudió con maestros como Sergio Jiménez, Luis Mandoki y Ludwig Margules. Ha trabajado en diversas producciónes teatrales y ha sido directora del grupo de teatro de la Universidad Autónoma de Tlaxcala y otros grupos independientes. Entre su trabajo sobresaliente ha dirigido La Marquesa de Sade de Yukio Mishima en una adaptación propia y La Diabla con vestido azul (monólogo para actor, video y computadora) también de su autoría, por la que recibió la Beca de Coinversión del Fonca (CNCA) en el año 2000, en el área de interdisciplina.
Ha sido directora de varios proyectos editoriade desde la trinchera de su despacho personal y compartido de diseño editorial maQuinArte. La poesía y la narrativa de humor corrosivo han sido sus actividades compartidas.

1 comentario:

  1. Y el ritual del te lo sigo haciendo despues de comer.... exelente obra que te envuelve en esa realidad de ver el mundo atravez de los ojos del alma exelente puesta ...exelentes momentos felicidades sarime felicidades pedro mi querido Wang-Fo

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