LA DIABLA
El 'Otro' teatro
Por Vera Milarka
"La principal ventaja que tenemos la mujeres -señaló Jesusa Rodríguez en el Congreso 7 Caminos Teatrales- es no ser hombres". Y todas las mujeres asistentes, la secundamos con una franca y cómplice carcajada. Pero no todo fue ironía, queja o "machofobia", sino arte, discurso, activismo social y denuncia, porque en esta tercera edición la red de mujeres de las artes escénicas Magdalena Project se unió a la propuesta conceptual de este encuentro celebrado en Guanajuato.
Las artistas pilares del Proyecto Magdalena -que en agosto cumple 25 años de presentarse en 50 países-, Jill Greenhalgh (Reino Unido), Julia Varley del Odin Teatret (Dinamarca) y Patricia Ariza (Colombia), apuntaron que esta red opera horizontalmente como una tela donde se urden proyectos independientes, para luego tejerse a una trama que vincula esencialmente a las mujeres pero no exclusivamente; y donde cada espacio se anuda con universos estéticos de muy diversa factura y concepto.
En todos los casos, las más de 10 participantes hicieron hincapié en que este proyecto ha sido un asidero que le has ha dado cobijo e identidad, porque los canales habituales del teatro las ha marginado (siguiendo una inercia cultural dominada por los hombres que están al frente del teatro convencional y las instituciones patrocinadoras).
Estela Leñero, quien habló de las dramaturgas en nuestro país, de lo poco que se les conoce y difunde su trabajo, puntualizó la necesidad de reforzar en la currícula de estudios teatrales la dramaturgia e insistió en la necesidad de una formación especializada.
Los dramaturgos, señaló, "no somos tomados en cuenta para los proyectos, sólo los directores son impulsados por el Estado para los montajes, no se diga las dramaturgas".
Por otro lado, Itziar Pascual, dramaturga española, en su ponencia Cultura de mujeres y mujeres de cultura, precisó la importancia de temas significativos para los estudios de género y la sociolingüística como son: la desigualdad, el génerolecto y la sororidad. "La cultura de las mujeres se ha desarrollado en condiciones materiales y simbólicas de desigualdad" afirmó, al grado de afectar sus derechos humanos y dignidad, entre otros factores.
Esta desigualdad derivada de los "micromachismos" como señala Luis Bonino, y la consecuencia, según la filósofa Amelia Valcárcel, de que el arte feminista "tienda a la mirada iracunda, como una contestación expresiva y política a una igualdad prometida y no realizada... es un signo saludable de crítica a una feminidad construida, interesada y bastante bovina".
Al conjunto de características que sitúan a la mujer desfavorablemente incluso cuando se le llama a colaborar "como 'apaga fuegos', siempre que la institución está en crisis"; Itziar documentó la estrategia de sororidad relativa a "la creación de espacios reales y/o simbólicos de intercambio, colaboración y cooperación entre mujeres" como esta red que encabezó el encuentro.
Los temas tratados, las presentaciones documentales y escénicas tuvieron un rigor estético-conceptual desde el activismo social tanto en las acciones de Violeta Luna sobre las realidades de frontera o los performances masivos de Patricia Ariza sobre dramas de infamia social en América Latina. También se observó en la labor teatral de Jesusa en comunidades indígenas orientada a derechos humanos y educación sexual; así como los performances de Jill Greenhalgh relativos a las muertas de Juárez.
El abordaje de este teatro, distinto, no sólo por sus preocupaciones y ocupaciones, sino por la búsqueda de otras pedagogías y estéticas menos alienadas y ortodoxas, no es un "tercer, ni cuarto, ni quinto teatro" sino: "Otro teatro", que va a seguir dando mucho de qué hablar y por qué luchar; porque, para variar, su impacto en Guanajuato (donde, por cierto, se encarcela a una mujer violada si aborta) y ante las autoridades más altas de teatro, la crítica y los medios pasó prácticamente desapercibido. ¿Por qué será?
vera.milarka@yahoo.com.mx
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