EL VIAJERO DEL TIEMPO
de ALBERTO CHIMAL
Mundo loco
Por Juan Villoro
Onetti pensaba comenzar La vida breve con una frase oída al azar acerca de los absurdos del destino: "Burdel de Dios", pero los editores no se atrevieron a incluir esa expresión con aire de blasfemia. En la primera línea de la novela, una voz sin nombre dice: "Mundo loco".
Aunque la frase perdió carga transgresora, introdujo de mejor manera a un escenario desastroso que a fin de cuentas puede sobrellevarse. Los defectos del mundo rara vez nos llevan a abandonarlo.
La imperfección suele percibirse como algo muy localizado (en otra parte estaríamos mejor). Al mismo tiempo sabemos que está bien repartida (en otra parte estaríamos peor). Cada susto se relativiza con otro.
El sábado pasado, poco después de las nueve de la noche, caminaba en Brooklyn por Franklin Avenue cuando escuché disparos a muy poca distancia. Me volví por un segundo: vi las sombras de tres cuerpos corpulentos, realzadas por gruesos abrigos. Sólo un objeto se perfilaba con nitidez: una pistola.
A unos pasos estaba una lavandería. Entré ahí con otras personas. No había dónde refugiarse. Las lavadoras se extendían en dos hileras sin dejar huecos. El único sitio seguro era el de la ropa, pero entrar por esas portezuelas exigía pertenecer al circo chino. Nos vimos las caras en silencio. La mitad de los presentes sostenían bandejas con calcetines y camisas; tal vez por estar ahí con un fin práctico tenían rostros más tranquilos que los de quienes sólo sosteníamos nuestro miedo.
Alguien mencionó un bar que se había vuelto problemático y lo peligroso que era ese tramo de la calle. Brooklyn se había pacificado en los últimos años, pero nunca se puede estar seguro de nada. Mundo loco.
Mientras esto sucedía, en la Ciudad de México temblaba. Mi familia había ido a una reunión en Villa Olímpica y mi hija jugaba a las escondidas en el jardín. Le tocó ocultarse cuando ocurrió el sismo. No sintió nada especial, o nada más especial que la emoción de estar sola, dispuesta a no delatar su presencia. Los demás niños supieron que pasaba algo importante y el juego se suspendió, lo cual quiere decir que Inés dejó de ser buscada. Su madre, que estaba en uno de los edificios, bajó por ella y comenzó otro equívoco: mi hija creía que el juego seguía en curso y perfeccionó su ocultamiento; mi esposa la buscó con creciente angustia, entendiendo la desaparición como una consecuencia del terremoto.
Inés pensó en la posibilidad de que no dieran con ella. Planeó hacer una camita con hojas y trató de recordar el sitio donde había una toma de agua. Ya era de noche. Dormiría como Robinson Crusoe. Tardaban tanto en localizarla que seguramente había ganado el juego. La recompensa, sin embargo, era la soledad.
Mientras tanto yo seguía en el falso escondite. Ofrecíamos un blanco seguro. La lavandería semejaba un acuario iluminado en exceso, hecho para mostrar especímenes que no saben moverse. Mi esposa dio con Inés antes de que la desesperación fuera total. Mientras tanto, ya abandonaba la lavandería. Me dijeron que si doblaba en la siguiente calle entraría a una zona más tranquila. La violencia estaba claramente demarcada. En Estados Unidos el caos tiene reglas. En la esquina, una patrulla avanzaba al sitio del delito.
Una vez a salvo, pensé en la suerte de que mi familia no estuviera conmigo. Pero no hay mundos perfectos, no en éste.
Iba por primera vez a casa de unos amigos. Ninguno era mexicano. No había noticias del terremoto. Al día siguiente supe lo que pasó con mi familia. Recordé mi infancia, que en buena medida transcurrió en la calle. Cuando anochecía, mi madre se asomaba a decirle a un vecino: "Si ves a Juan, dile que ya vuelva". A la distancia, me sorprende la tranquilidad con que se renunciaba a buscar directamente a un hijo. Alguien lo encontraría. La ciudad estaba en orden.
Obviamente también entonces el mundo incluía peligros. La mayor diferencia es que los niños conocíamos el camino de regreso. Hoy son llevados de un sitio a otro. Saben en qué hueco, en qué rincón, en qué lugar están. Pero alguien debe llevarlos de ahí a su casa. Para alguien de 11 años, encontrar su camino entre las torres y los prados de Villa Olímpica para recomponer después la ruta a casa es una hazaña digna de un precoz Ulises citadino.
"Eran tiempos difíciles, como todos los tiempos", escribe Dickens. Acaso incurrimos en una imaginativa nostalgia al suponer que hubo grandes seguridades anteriores. Mi abuelo se embarcó como polizón a México a los 13 años y padeció indecibles rigores. Sin embargo, la inseguridad contemporánea nos hace pensar que incluso en las circunstancias más extremas la noción de estar a salvo tenía más sentido en el pasado. Hay una erosión esencial de esa confianza. "Burdel de Dios" es un reclamo teológico. "Mundo loco" expresa un sinsentido sin causa.
Y sin embargo, como los atribulados personajes de La vida breve, sobrellevamos la calamidad, ya sea en compañía de unos desconocidos que sostienen calcetines que no hacen juego o en la soledad donde una niña convierte el hueco de un jardín una habitación.
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Fecha de publicación: 16 Dic. 11
Los placeres y los días / República amorosa.
Reforma.
Por Andrés de Luna
(11-Dic-2011).-
El discurso político se desplaza hacia el barranco de los disparates. Exento de reflexiones vuelca su sinsentido hacia el gesto mediático. Si en un comercial sobre un tequila un hombre toca la trompeta y de pronto la realidad se vuelve angélica: seres alados aparecen por doquier; en esa misma tónica, más cercana a las ficciones de la publicidad, de repente la idea de Andrés Manuel López Obrador es convertir a México, país de violencia indecible y problemas monumentales, en República amorosa. Detrás suenan los violines y todos se toman de las manos, se escucha Up with people! El canto de los pajarillos resuena en el fondo, un venado queda con los ojos en blanco, podría ser un Bambi remixed. Políticos de distintas facciones políticas entonan el canto de la concordia. El Peje extiende su mano y perdona las ofensas de todos quienes lo ofendieron. De su sayal brotan las rosas y en esa tela burda queda su propio retrato, en su pupila milagrosa queda otro eco de su imagen. Hace el milagro de la multiplicación de los votos. Recorre la nación en busca de correligionarios. El ánimo belicoso está anulado, como se expulsó a los mercenarios del templo. Extiende su mano y consigue que la violencia sea suplantada por la paz y la razón, que podrían traducirse en sentimiento amoroso. Todos sus partidarios respiran complacidos.
El Señor de las Ligas bendice al PAN, al fin y al cabo hasta los enemigos caben en los territorios de la bondad suprema. Él recibe las dádivas y las guarda en un portafolios. De nuevo la música
resuena con sonidos sacros de órgano y cumbia andina mientras él hace rollitos con los billetes. Dolores Padierna está transfigurada, semeja la Santa Teresa de Bernini en éxtasis; ella es otra habitante la de República amorosa. Fourier mira desde el cielo complacido: hemos pasado de la utopía a la realidad. El amor es la consigna y la felicidad es su mayor logro. Los ciudadanos tienen la sonrisa fácil de quienes se saben y son poseedores de la gloria, son felices y la certeza los colma.
El Mesías, nueva denominación para el Presidente, entrega su mano santa a sus amigos, a sus enemigos y hasta a los espurios. En cada uno de sus movimientos está la síntesis de la Madre Teresa de Toluca, ¿o era de otra ciudad? Ebrard es el nuevo secretario de Gobernación, sólo que él prefiere desplazarse en Metrobús para ahorrar gastos; deja a un lado helicópteros y toda esa clase de máquinas suicidas de gobiernos anteriores. El gesto de amargura continúa en él, sabe que era el mejor candidato pero tuvo que ceder ante las presiones y los compromisos de la República amorosa. A su corazón aún le falta un trecho para llegar a la tan anhelada felicidad. Por allá, más feliz, se ve a Carlos Ímaz que recoge dólares con fines extraños pero que son parte de un nuevo proyecto de país. Todo es felicidad. Los mariachis, ahora Patrimonio de la Humanidad, interpretan melodías celestiales. Una mano inmensa, que semeja la del Mesías Legítimo, ondea en las astas de las banderas. El amor nos llena, somos amor, somos habitantes de la República amorosa.
Vera Milarka
Gracias a la crisis, que me ha dado tanto…
Estoy tratando de darme
la comprensión y la validación a mi persona que no me dio mi madre,
la ternura, la protección y el reconocimiento que nunca recibí de mi padre,
el respeto y la admiración que jamás obtuve de mis hermanos,
el aliento y las palabras de consuelo de mi hermana cuando se aleja,
la caricia sensual, el continente amoroso y pasional, del hombre que se fue de amante con otra mujer.
Estoy tratando de vivir dándome lo que no abunda,
lo que he dado a manos llenas sin obtener más que una sonrisa de:
“sigue dándome a costa de ti,
para que cuando te dejes sin nada,
yo te deje por nadie,
por todos,
o por cualquiera que pase“
Soy rápidamente sustituible, ya lo sé.
Me doy a mí misma entonces, comprendiendo el fenómeno…
Me doy el tiempo perdido,
el reconocimiento arrebatado,
la migaja de compañía de amigos predilectos que tenían otros amigos preferidos;
me doy lo que nunca pude darme: el amor incondicional que necesito para seguir viviendo ilusionada y feliz de estar viva,
a-gra-de-ci-da
mirando al cielo por nublado que esté
agradecida a pesar de la tierra, desgajada y seca,
hervidero agonizante por efecto invernadero,
volcán pestilente de basura y hedor de muertos bajo el manto ingrato de la injusticia
agradecida a pesar del fuego, que corroe los cuerpos de bebés de una guardería, que arde en nuestros corazones heridos y maltrechos que sólo aman en la indolencia y el narcisismo,
a pesar del fuego que inflama los bosques y los extermina,
el mismo que desolla a los hombres y a las mujeres en un casino
a pesar del agua que hunde a los más pobres en la más honda pobreza,
que ahoga los gritos que navegan sobre el miedo,
agua de llanto y de fatiga viral,
agua que se acaba y que no llega a los sembradíos,
ni a las casas,
ni a los cuerpos,
ni a las gargantas
esa agua putrefacta de las alcantarillas donde se lavan los dineros y las manos los políticos y los narcos,
y los de las armas podridas que asesinan el presente y el futuro
dejándonos el puro recuerdo de nuestro pasado
sin redención ni memoria
a pesar del aire que llena mis pulmones y mis días,
aire de polusión, de gotas de lluvia ácida,
contaminado de excrecencias volátiles,
vientos violentos que arrasan con ciudades
rompen vidrios, truenan láminas, doblan semáforos, vuelcan carros,
entierran grupos humanos, arrecian al mar que se azota contra
las baldosas, aire que hace detonar fábricas de muerte,
ese aire que apaga el último aliento de los vivos,
aire que irradia las radiantes radiaciones de energía nuclear,
en lo que serán campos envenenados o el próximo cáncer enlatado en alguna leche en polvo para neonatos.
Agradezco pues eso y más si de eso se trata,
tratando de buscar más amor en mí,
que pueda con todo ese dolor acumulado
como hollín en el horno del infierno mundial,
polvo negro incrustado en mí durante todos estos años
en que la única canción de cuna que oí se llamó crisis y violencia
(intra y extra) familiar.
Luego llegaron más y mejores crisis para agradecer y para vivir:
Crisis de abandono,
crisis y menstruación,
crisis de adolescencia,
crisis vocacional,
crisis y represión,
crisis e identidad,
crisis intelectual,
crisis y Academia
crisis y ruptura,
crisis de género,
crisis y tristeza,
crisis artística,
crisis y pareja,
crisis y suicidio,
crisis y esterilidad,
crisis de embarazo,
crisis post-embarazo,
crisis y disfunción familiar,
crisis y pobreza II,
crisis matrimonial,
crisis y corrupción,
crisis laboral asalariada,
crisis laboral free lance,
crisis neo laboral microempresarial,
crisis de desempleo,
crisis y hastío,
crisis y tecnología,
crisis a plazos fijos,
crisis a cien meses con hiperintereses,
crisis y bipolaridad,
crisis de la edad,
crisis y separación,
crisis de amistad,
crisis de confianza,
crisis y divorcio,
crisis como fenómeno en crisis,
crisis e impuestos,
crisis y politización de la política apolítica,
crisis partidista y apartidista,
crisis del ateísmo,
crisis profesional,
crisis generacional,
crisis y menopausia,
crisis religiosa,
crisis esotérica,
crisis y crimen,
crisis familiar 2da parte,
crisis y perdón,
crisis y new age,
crisis y neo-apocalipsis,
crisis mundial y globalización en crisis,
crisis punzocortante,
crisis de la edad 3.0,
crisis y traición,
crisis de incomunicación,
crisis de valores,
crisis de imagen, sobrepeso y sexualidad,
crisis de los hijos,
crisis de los padres,
crisis de salud,
crisis hormonal,
crisis post menopáusica,
crisis y derechos humanos,
crisis por la guerra,
crisis por la paz,
crisis por la justicia y la dignidad,
crisis y migrantes,
crisis y violencia,
crisis del voto,
crisis y censura,
crisis y deudas,
crisis y me deben… y no me pagan,
crisis amorosa,
crisis de autocensura,
crisis por el terrorismo,
crisis por el ejército,
crisis por el ex ejército,
crisis por el narco y la narcopolítica,
crisis del milenio,
crisis de fin de año,
crisis por equis, y griega, y los Zetas
crisis de año nuevo,
crisis de (apunta tu propia crisis en el espacio_____________),
crisis del 2012,
esperanza construida bajo los escombros de nuevas crisis y crisis retro
Ciega, sorda y muda por las crisis,
no obstante encuentro
en el interior de un corazón,
que es más infinito que el universo mismo,
la sonrisa de mi hijo al final del día
y la mirada de la energía suprema a través de sus ojos.
Mi hijo me quiere
yo a él,
--afecto sólido e incondicional--,
estamos solos
llorando bajo el rayo de la luna llena
que se asoma por el cuarto creciente de luz.
Nos queremos profunda y definitivamente,
sólo por hoy, nuestra oración unánime y anónima,
con eso basta,
doy gracias por ello.
Vera Milarka
Diciembre de 2011
Seguidor de las vanguardias, el fotógrafo estadunidense llegó a estas tierras a finales de 1932. Su obra, expuesta ahora en el Palacio de Bellas Artes, adoptó desde entonces un nuevo lenguaje: el de la mirada social. Acompañamos este texto con una vista panorámica de Alfonso Morales en torno a los vínculos artísticos entre Strand y Manuel Álvarez Bravo.
FotografíaEl denominado “problema de la lectura” va más allá de la lectura. Si seguimos negando esta evidencia, continuaremos con los insuficientes programas y campañas que no saben distinguir lo estético de lo social. Resulta igualmente que los lectores de hoy no se parecen en nada a los de ayer.
De portadaPor ahí había una campaña que aseguraba que leer nos hacía mejores. ¿En qué sentido? Obviamente no en el moral.
AntesalaCon sus poemas y un texto inédito de Alberto Manguel, nos unimos al homenaje que la escritora zacatecana recibirá mañana en el Palacio de Bellas Artes.
AntesalaDesde 1994, la cultura está ausente de las campañas electorales. Hay, además, rezagos muy hondos que vienen de tiempos lejanos. ¿Habrá llegado por fin la hora de atenderlos?
EnsayoEn Reforma.com
Entrevista Sabina Berman a Herta Müller
'No escribo literatura'
(10-Dic-2011).-
Menuda, vestida de negro, siempre, siempre; hoy con un vaquero y una chaqueta negras, Herta Müller habla de prisa, pasionalmente, en esta charla de 90 minutos que sostuvimos ante un auditorio repleto en la FIL de Guadalajara. Aquí algunos trozos.
Hola Herta Müller. Para empezar a hablar de las palabras y los relatos que las palabras hilvanan, empecemos por hablar del silencio. Naciste en el seno de una familia silenciosa. ¿Por qué callaba tu madre?
Provengo de un pueblo pequeño de campesinos. Mis padres también eran campesinos, rumano-alemanes. Y los campesinos no hablan mucho. Los campesinos callan sobre sí mismos. Además, en los años 50 reinaba el estalinismo y en esa época estaba prohibido hablar, y la gente se acostumbró a callar. Especialmente, mi madre se callaba la historia de su deportación a un campo de trabajo soviético.
¿Tu padre, qué era lo que principalmente callaba?
Mi padre había estado en la SS, durante la Segunda Guerra Mundial, y no quería volver a reconocer su culpa una vez más.
Vas a la ciudad, estudias, empiezas a escribir sobre ese mundo silencioso de tu pueblo y tu familia. Cuando publicas, tu madre te dice "escribe de otra cosa, de cualquier cosa, déjanos en paz".
Mi madre vivía en el pueblo y la gente empezó a atacarla. Iba al campo y nadie quería trabajar a su lado; a mi abuelo, que entonces ya tenía 90 años, su barbero de toda la vida se negó a atenderlo. Fueron excomulgados. Y si yo llegaba al pueblo, me escupían a la cara. Así que yo nunca regresé al pueblo.
En la ciudad escribes sobre la vida en la dictadura de Ceausescu. De nuevo rompes con palabras un pacto de silencio. La policía te interroga, te quita tus escritos. De nuevo la exigencia: "escribe de otra cosa". ¿Por qué no escribes de otra cosa que no fuera la dictadura?
(Luego de reirse) Bueno, pues entonces no hubiera hecho falta que yo escribiera. Yo no escribo literatura, yo cuando escribo quiero saber cómo funciona la vida. Yo sólo puedo escribir sobre lo que está alrededor mío, lo que yo veo y lo que yo vivo, y lo que yo veo que está viviendo la gente. Pero sí, entiendo a qué te refieres, escribir fue una locura. De hecho a mí me veían como enemiga en los dos lados, en mi propia minoría y en el Estado. En Rumania en los últimos tiempos hay una autoridad que se encargó de procesar los expedientes que el Servicio Secreto hizo, y yo ví mi expediente: dos mil páginas detallando las agresiones y el espionaje a los que me sometieron. Pero, ¿sobre qué otra cosa podría haber escrito?
Sobre el amor. ¿Por qué no escribiste historias de amor?
(Luego de reirse) Historias de amor también figuran en mis textos. Te digo algo interesante. En las dictaduras se ama muchísimo, porque lo erótico es lo único privado que uno tiene. En Occidente se habla tanto del erotismo pero no pasa mucho; en Rumania no se hablaba, se hacía.
(…)
Yo pertenecía a un grupo de escritores llamado Grupo de Acción Banat. Todos proveníamos de minorías. La formación de grupos estaba prohibida, esto ya era un acto de provocación, pero encima nuestra postura era contra la literatura por encomienda del Estado. Por tanto llamábamos al realismo socialista una mierda. Dijimos: la experiencia es lo único valioso. Destruyeron al grupo, fuimos perseguidos.
En los interrogatorios, ¿te reclamaban tus relatos?
Conmigo no hablaban de literatura. Solo me decían: eres una parásita, una perra, has traicionado a la patria, te dedicas al contrabando, eres una prostituta. Inventaron que yo sostenía relaciones sexuales con ocho estudiantes árabes a cambio de pantimedias.
¿Y sobre los relatos, nada?
Bueno sí, me decían que yo escribía pornografía. Las dictaduras son muy son muy puritanas. Además el megalómano de Ceausescu quería que cada familia tuviera cinco hijos, y no habían anticonceptivos y los abortos eran castigados. Muchas madres jóvenes murieron en abortos clandestinos, o fueron encarceladas.
¿Qué piensas de que un Estado prohiba a las mujeres interrumpir su maternidad?
Yo me imagino que en México sucede por razones religiosas. El Papa va a los países más pobres y declara que el aborto es un pecado y los condones son un pecado y el SIDA tampoco es problema y morirse del hambre no es pecado. La Iglesia está integrada por hombres viejos que no tienen experiencia de vida, y no deberían de meterse en los problemas reales de otros seres humanos. Toda mujer tiene derecho a disponer de su cuerpo.
(…)
¿Por qué en las dictaduras surgen tantos chistes? En México, durante la dictadura del PRI abundaban los chistes políticos.
Las personas en tiempos de represión aprenden a regocijarse rápidamente, con lo que sea. La felicidad se sabe efímera. Por eso abunda también el alcoholismo.
Y a juzgar por tus retratos de los momentos de comicidad de los obreros rumanos, tus compatriotas tienen un enorme poder de inventiva.
Muy cierto. Por ejemplo, la gente se reía a carcajadas de los plafones donde solo colgaba un foco con un alambre pelón y le decían "candil ruso". A las semillas de girasol comestibles las llamábamos "chicle ruso". Cuando en las tiendas no había para comer más que patitas de puerco, las renombramos "zapatos tenis rusos". Era una forma de separarse de la miseria, de adquirir un grado de dignidad propia, y una forma de crítica al régimen.
(…)
Los libros que escribes en Rumania, ¿los escribes para ti, para tus amigos, o para delatar ante el extranjero al régimen? Cuando los escribes, ¿es claro para quién estás escribiendo?
No. De hecho no sé para quién los escribí. Creo que en primer lugar para mí misma, fue una ocupación para poder aguantarme a mí misma.
¿Para poder existir en tu circunstancia?
No, no. Yo hubiera existido también sin escribir. Hay autores que dicen que si ya no pudieran escribir, ya no quisieran vivir. No saben de qué hablan. Evidentemente nunca han sufrido, nunca han arriesgado la vida. Yo amo la vida por sobre todo. Y después amo esa cosa intangible, la dignidad de la persona. La literatura queda en un lugar distante.
Rilke expresa que un escritor es el que no puede vivir si no escribe. ¿Te parece lenguaje figurado?
No sé. Tal vez Rilke pudo decirlo porque tuvo suerte de no tener realmente que decidir entre las letras y la vida.
Mi patria es la lengua, decían los exiliados alemanes de la dictadura de Hitler. Escapo de Alemania nazi, pero me llevo mi patria, el alemán. A México llegaron cientos de estos exiliados, muchos aún viven, y hablan el alemán en sus casas. Tú, en cambio, citas a Semprún cuando afirma: La patria es lo que uno habla.
Entiendo a los exilados alemanes. pero mi caso fue otro. Si uno se queda en un país donde se te designa enemigo del Estado, en tu propio idioma, ¿puede uno sentirse en casa? Si un autor persa es encarcelado por una frase que ha pronunciado en persa, ¿el persa es su idioma, es su hogar? Si el Estado te sentencia a muerte en tu idioma, ¿es ese idioma tu patria?
¿Es verdad que el gobierno alemán pagó por tí un rescate?
La dictadura vendía a su gente. Años antes la dictadura había vendido a los judíos a Israel. Era una fuente de ingresos para Ceausescu. Y no estoy segura, pero probablemente Alemania pagó por mí. Una vez la esposa de un diplomático alemán me reprochó que criticara a Alemania, porque había pagado tanto por mí.
¿Cuánto?
(Luego de reirse) No sé cuánto, no lo sé. No sé cuánto valgo.
(…)
En la televisión en Alemania se ven 300 asesinatos por día. Yo me asusto al ver los disparos, los muertos, la sangre. Yo siento cada asesinato, como lo siente la gente que ha pasado por el sufrimiento verdadero. Y me asusta también que la gente normal no reaccione vivamente. Que en cambio esté cómoda viendo aquello. El umbral de indiferencia es espantoso... eso me asusta.
Reflexión sobre la vida
Una joven lectora le pregunta: Dices que amas la vida. Mi pregunta es: ¿cómo viviendo tanta desesperación y terror, podías amar a la vida?
Bueno, por esa misma razón. Sabía que me podían matar en cualquier instante y notaba que no quería morir, que quería vivir. Tampoco quería enloquecer.
Tenía amigos que no soportaron las represalias de la policía y terminaron en el pabellón psiquiátrico. La verdad nadie sabe cuánto es capaz de soportar hasta que lo soporta. Ojalá a ti nunca te toque, pero lo cierto es que hay personas, como yo, tal vez como tú, que pueden vivir en cualquier parte, que poseen ese instinto de sobrevivencia feroz. Y otros no: amigos míos se suicidaron, no porque no les gustara la vida, sino porque no soportaban la vida específica que tenían. Te confío algo. Las cosas siempre son muy complejas.