LOTERIA
I. Pino, violonchelo, garza, dama
Lo mantuvo largo rato entre sus brazos, pegado a su cuerpo. Sentía su propia piel llena de escamas, el cabello erizado, sus lagrimales le dolían de resequedad. No encontraba fórmula alguna para lubricar lo seco de su alma, la única señal de vitalidad era la sensación de su rígido pantalón haciendo fricción con su pene. Con la palma de su mano sostenía a la Hermana Consuelo, pero la culpa de sentir placer le dio entrada a la Señorita Nostalgia y ésta lo acogió, lo sedujo; lo llevaría lejos. Sólo así pudo dejar a Doña Chelo, recostada sobre la cama reclamando ser tocada. Se fue, como Pancho Villa, de una mano lo cogía La Soledad y de la otra La Nostalgia, y así entraron los tres a una cantina, llamada “EL REFUGIO” que para estas alturas del partido si hubiéramos quitado el “EL” hubiera sido la mejor acompañante de la noche, pero el destino estaba escrito así. Al poner el cantinero la botella sobre la mesa, se vio obligado a despachar a La Soledad para ocupar su lugar con la anforita de Tequila, La Nostalgia aferrada a la otra mano decidió ocupar su silla. Se empinó tres tragotes a garganta abierta, esperando que al final de la noche La Catrina lo encontrara y de una buena vez se lo llevara.
Al poco rato una dama se acercó y ocupó el lugar de La Señorita Nostalgia. ¿Puedo? Preguntó ella mostrándose muy decente, ¡Pus ya qué! -contestó- ¿Cómo? Preguntó de vuelta. Pues ya estás sentada ya pa’qué preguntas. Tras decir “pelado” la mujer se levantó cediéndole de nuevo el lugar a La Nostalgia. Unos cuantos tragos más le dio a la botella, cuando un hombrecito que lo veía todo desde lejos, se acercó y volvió a quitarle el lugar al fantasma que le hacía compañía al pobre Pino.
¡De la que te salvaste! , le dijo el teporocho de la esquina mientras ocupaba su lugar en la mesa.
¿De quién, de esa? Preguntó Pino.
¡Sí! ¿Pues qué no sabes quién era?
No, contestó sin interés alguno.
Hay hijito pues ándate con la cabezota despejada y las orejas bien lavadas, no vaiga a ser que un día destos te chupe la bruja por andar en la pendeja.
Ojalá contesto para sus adentros, ¡ojalá!
II. Dama, sandía, diablito, muerte
Te lo voy a platicar
Es la dama del mercado
la que vende las sandías
sabe dios si esto sea cierto
o nomás habladurías.
Por ahí andan diciendo
que da los últimos suspiros
pues el diablo en la mañana
por sus venas se ha metido.
De adulterio la señalan
al parecer con un chiquillo
y al verse descubierta
la muerte la ha seducido.
Suplicando la vieron hace rato
Implorando le den castigo.
¡Agarren a la condenada verdulera!
Porque ya agarró el cuchillo.
Y así sin más, salió corriendo el teporocho dando fin a la conversación.
Era el diálogo más largo que Pino había tenido en mucho tiempo. Y así es como yo me presento en su vida. Entro a la cantina y al parecer toda la gente está presenciando el suicidio o más bien “el intento de”, de la verdulera.
A la derecha veo a Pino que hace caso omiso de la situación y para ser sincera a mí tampoco me importa lo que está sucediendo así que, porque sí, me senté en las fantasmales piernas de la pobre Soledad, que entre todo este ajetreo, sólo hasta ahora había podido recuperar su lugar. Observo por unos minutos a Pino, creo que son los minutos de silencio más cómodos que jamás haya tenido, tomando en cuenta que él me había reconocido. Pero lo que le siguió no me la esperaba: tras un buen trago y una buena sacudida de cabeza, Pino me miró y dijo:
III. Venado, sandía, rana, sirena
Me considero una persona cuerda, pero mi mente filosófica se pierde en lo banal. Hoy es uno de esos días en los que encuentro sumamente interesante la comparación entre la distancia que alcanza un venado cuando corre, la sirena cuando nada, y la rana en alcanzar la longitud perfecta para quedar expandida en el aire. Pero por alguna extraña razón no me vienen a la mente criaturas voladoras. Probablemente sea porque mi cerebro se rehusa a aterrizar, y no hay lugar en el ambiente para nadie y para nada que pueda alzar un vuelo real.
No hagas las cosas más difíciles Pino, el mundo no está como para quedarse sin poetas, ni filósofos, ¿para qué me has llamado, si sabes que no justifico a los pendejos? Ven vamos a tomar un poco de aire, te invito una cerveza.
Salimos de la cantina. En este momento Pino sabía que yo era lo único real de esa noche, la única compañera con la que podía mantener un dialogo. Aunque a los ojos de los demás era un borracho dando un absurdo monólogo:
IV. Corona, barril, maceta, diablito
Tomando una corona
sentado en un barril
me siento una maceta
plantada en el jardín.
No puedo ni moverme
engarrotado estoy.
El diablito muy sonriente
va rondando sin parar
pues a este pobre borrachito
pronto se lo va a llevar.
Lo repitió, una y otra vez. Al principio asombrado por la rima, después ahogado en sus carcajadas y al final desesperado en un llanto. Trató de convencerme, me habló de sus planes, de todo lo sucedido antes de que llegara, era inútil, la decisión estaba tomada, este hombre era para mí. Poco a poco la resaca empezó a apoderarse de su cuerpo, fue el momento perfecto para llevármelo, pues como dice el viejo refrán “Más vale morir borracho para no sentir tan gacho” de cualquier forma una buena cruda y la sensación de morir es la misma.
V. Campana, bandera, paraguas, muerte
Suenan las campanas anunciando el final de la misa. El cuerpo va envuelto por alguna bandera, la caja va escoltada por músicos y familiares. Al salir puedo observar cientos de paraguas negros que desde las alturas dan la impresión de un inmenso tapete. Llueve, poco a poco voy alejándome, discreta, serena. Dejo tristeza en la tierra, pero yo me saque la lotería.
Galia Ini
*Galia Ini pertenece al taller de redacción que dirige Regina Kalach A.
Te felicito, Galia
ResponderEliminarGalia es fascinanate tu cuento, sobre todo porque escribirlo fue un reto que sólo los que estamos en el taller conocemos. El chiste, la gracia es que te quedó un cuento redondo, divertido, interesante.
ResponderEliminarTu grupo del Taller