Futbol y cultura
LITERATURA a la CANCHA
Juan Villoro
Ciudad de México (6 junio 2010).- Hago una selección literaria posterior al siglo 17. En la portería se necesita un solitario de inquebrantable ética: Albert Camus. Los laterales de-ben correr bien y ser ligeros: Italo Calvino y Anton Chéjov. Los centrales deben tener dramática contundencia: Tolstói y Dostoyevski. El medio de contención debe mostrar resistente enjundia: William Faulkner. Los dos medios creativos deben reinventar la fantasía: Jorge Luis Borges y Vladimir Nabokov. El extremo izquierdo debe ser un conocedor de los fantasmas: Juan Rulfo. El centro delantero, un maestro en la economía de efectos: Raymond Carver. El extremo derecho, un artífice capaz de burlar a cualquiera: Georges Perèc.
Como ven, mi equipo de clásicos modernos juega en 4-3-3.
Su entrenador debe dominar las causas perdidas (Joseph Conrad), tener un asesor que le plantee escenarios pesimistas (Franz Kafka) y un motivador que le renueve la confianza en los misterios de la vida diaria (Jorge Ibargüengoitia).
Ciudad de México (6 junio 2010).- Hago una selección literaria posterior al siglo 17. En la portería se necesita un solitario de inquebrantable ética: Albert Camus. Los laterales de-ben correr bien y ser ligeros: Italo Calvino y Anton Chéjov. Los centrales deben tener dramática contundencia: Tolstói y Dostoyevski. El medio de contención debe mostrar resistente enjundia: William Faulkner. Los dos medios creativos deben reinventar la fantasía: Jorge Luis Borges y Vladimir Nabokov. El extremo izquierdo debe ser un conocedor de los fantasmas: Juan Rulfo. El centro delantero, un maestro en la economía de efectos: Raymond Carver. El extremo derecho, un artífice capaz de burlar a cualquiera: Georges Perèc.
Como ven, mi equipo de clásicos modernos juega en 4-3-3.
Su entrenador debe dominar las causas perdidas (Joseph Conrad), tener un asesor que le plantee escenarios pesimistas (Franz Kafka) y un motivador que le renueve la confianza en los misterios de la vida diaria (Jorge Ibargüengoitia).
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Hasta ahora el nacionalismo futbolero en México ha sido básicamente un pretexto comercial, en el que se infla la imagen de la Selección Mexicana de Futbol para vender productos, expresa el escritor mexicano Juan Villoro.
Sin embargo, pasada la euforia mundialista, el fenómeno se desinfla, señala en entrevista vía correo electrónico el autor de Dios es redondo.
A cinco días del silbatazo inicial de Sudáfrica 2010, Villoro valora la relación entre cultura y futbol, así como las esperanzas mexicanas para el Mundial.
En 1974, Diorama de la cultura publicó el artículo ¿Por qué los intelectuales odian el futbol?, un tema que estaría totalmente fuera de lugar hoy. ¿En qué momento y por qué se da ese cambio en nuestra cultura?
Influyen figuras decisivas: Nelson Rodrigues, en Brasil; Manuel Vázquez Montalbán, en España; Eduardo Galeano, en Uruguay; Osvaldo Soriano y Roberto Fontanarrosa, en Argentina.
También aparecen grandes cronistas eminentemente deportivos, como Santiago Segurola, en España, y futbolistas que entienden de otro modo el juego y lo interpretan con habilidad en los medios: Eric Cantona, en Inglaterra y Francia; Jorge Valdano, en España y Argentina; Félix Fernández, en México. Todo esto se da en un marco en que lo culto y lo popular ganan fuerza. De hecho, la opinión de Diorama en 1974 ya estaba atrasada. Veinte años antes, Umberto Eco y Carlos Monsiváis habían reinsertado lo popular en el debate de lo culto.
Para usted, ¿Dios sigue siendo redondo?
Por supuesto, y engorda cada día.
Existe gente que no ha visto un partido de futbol en su vida, ¿qué le diría para convencerla de ver un partido?
Nada. El futbol se acredita o se desacredita solo. Como las manitas de puerco en vinagre, es un placer especial que no tiene por qué gustarle a todo mundo.
¿Cree usted que el futbol sigue siendo el último resabio del nacionalismo en México?
La televisión y los anunciantes hacen todo lo posible por inflar la importancia de la Selección. Su verdadero objetivo es ganar dinero y vender galletas, cervezas y coches.
Cada cuatro años, nuestra selección es descrita como algo mejor de lo que es. Se espera que el entrenador sea un promotor de ilusiones y que la esperanza ayude a vender más galletas.
En este contexto patriotero, los escépticos son vistos como "masiosares". Sin embargo, se trata de un fenómeno neumático y una vez que la selección se desinfla, se olvidan las reivindicaciones esencialistas.
Hasta ahora nuestro nacionalismo futbolero ha sido básicamente un pretexto comercial para la fiesta.
Me preocupa lo que ocurrió en la fase eliminatoria después del triunfo contra Estados Unidos. La euforia desató el festejo, pero también el vandalismo y la persecución de personas que tenían la desgracia de ser rubias.
Que el triunfo lleve a la rabia es un indicador social alarmante.
En el "esperanzómetro", del 1 al 10, ¿dónde ubica a la Selección Nacional para Sudáfrica?
Donde ha estado desde hace cuatro mundiales: en un 7. Pasamos a la siguiente ronda y no llegamos al quinto partido.
¿Y cómo llegaríamos a traspasar ese mito del quinto partido?
Con la calidad que no tenemos. Es imposible trabajar a fondo en una liga donde se le pide dinero a un novato para entrar a un equipo, donde los directivos ganan más por el traspaso de jugadores que por los títulos, donde no hay torneos largos que permitan trabajar con la cantera y crear estilos de juego regulares, donde no hay una asociación que respalde los intereses gremiales de los futbolistas (viven a la deriva, con inseguridad dentro y fuera de la cancha). El secreto del futbol mexicano está a la vista: tal y como está, da muchísimo dinero (más que las ligas de Brasil o Argentina). ¿Para qué esforzarse en lo deportivo cuando la mediocridad vende tanto?
¿Cuál es su propuesta para acabar con la cultura del "ya merito" del mexicano?
Es un problema social que va más allá del futbol. En México, aceptar un error es peor que cometerlo. Asumir responsabilidades resulta impopular. Nuestros pretextos siempre son más que nuestras iniciativas. En un país donde los diputados legislan para subirse el sueldo, los jugadores cobran por fallar penaltis.
Por último, ¿hay vida después del futbol?, ¿cuál sería?
El futbol dura 90 minutos. Es uno de sus grandes logros. No agota la realidad. Siempre hay algo antes y después de un partido.
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