Viaje al centro de la manzana
Por Alberto Chimal
Steve Jobs (1955-2011). El fundador de Apple, fallecido el miércoles, era una celebridad global por la forma en que integró la tecnología a la realidad cotidiana.
(9 octubre 2011).- Escribo al día siguiente de que Apple Computer avisara de la muerte -debida a complicaciones de un cáncer de páncreas- de Steve Jobs, el fundador de la compañía y una de las personas más famosas del mundo: la cara visible de casi cuatro décadas de avances en la computación personal, el entretenimiento y las telecomunicaciones.
Las redes sociales, cuando miré, estaban llenas de notas, imágenes y videos. Las opiniones eran diversas, pero muchas personas parecían sinceramente afectadas por la muerte del empresario: publicaban elogios, cambiaban las fotos de sus perfiles y avatares por fotos de Jobs o el logotipo de Apple, se referían al inventor de la computadora personal y de tantos aparatos maravillosos. Para los más entusiastas, Jobs no era menos que el responsable directo de que hubiera electrónica -es decir, modernidad- en la vida moderna. Él, personalmente, la había puesto en nuestras manos.
Se debe recordar que eso no es exactamente verdad: que Steve Jobs, por ejemplo, comenzó encargándose de la mercadotecnia de su empresa, sólo había hecho una carrera trunca de electrónica y no fue programador, ingeniero ni diseñador industrial. Que Steve Wozniak, su socio durante los 70, fue quien construyó los primeros prototipos de Apple. Que la famosa interfaz de las computadoras Macintosh, con su ratón como control del aparato y la representación de "escritorio" y "ventanas" en la pantalla para mostrar y manipular información, no es invento de Jobs ni siquiera de Apple, sino adaptación de un sistema operativo experimental desarrollado por la Xerox. Que el diseñador Jonathan Ive, contratado por Apple en los 90, ha creado el aspecto de todos los productos de la compañía desde entonces, incluyendo los diversos modelos de la iMac, el iPod, el iPhone y el iPad, con sus controles simples y su aspecto deliberadamente agradable, tan decorativo como funcional...
(No faltarán otras aclaraciones de biógrafos e investigadores por venir. La historia de las celebridades es siempre el relato de su leyenda, que se compone de hechos documentados, pero también de invenciones, suposiciones, interpretaciones desinformadas o interesadas.)
Por otra parte, la fama de Steve Jobs es inusual en nuestro tiempo porque no es injustificada: su obra no son los consumer products que veneran muchos (los "fieles de la religión de Apple", se dice burlonamente de ellos), sino una serie de ideas, y en particular dos: el valor de su propia visión creativa, que persiguió tenazmente incluso cuando lo condujo al fracaso, y la noción de que las computadoras, que en la década de los 70 se percibían como armatostes para científicos e ingenieros, no sólo podían tener otros usos -éste es el origen del concepto de la computadora personal- sino que pueden integrarse del todo en la existencia cotidiana y, además, complementarla: ser más que herramientas para un fin preciso y convertirse en símbolos de bienestar o, mejor todavía, de expresión personal: de creatividad e independencia.
Ésta es una ilusión, por supuesto, hecha para ser vendida y dar ganancias, pero una ilusión distinta de la imagen de eficiencia absoluta, inhumana y fea -estéticamente fea, utilitaria del peor modo posible- que tantas veces se ha asociado con la tecnología avanzada en la imaginación popular. Bajo el mando de Steve Jobs, un grupo numeroso de especialistas talentosos ha cambiado esa tendencia: ha banalizado las invenciones más complejas y, a la vez, de un modo sumamente extraño, las ha vuelto más entrañables.
La verdadera estirpe de Jobs no es, de hecho, la de otros santones de la informática como Bill Gates, sino la de artistas como George Lucas, Francis Ford Coppola o Philip K. Dick: todos se formaron en la contracultura californiana de los años 60, todos buscaron a la vez influencias de la alta cultura de su tiempo (Dick, de la música y la literatura; Lucas y Coppola, del cine ajeno a Hollywood; Jobs, del diseño) y todos convirtieron esas mezclas en el material de obras que, sin vergüenza, se integraron en mercados establecidos y los transformaron por completo. Como ellos, Jobs es parte del legado más perdurable y más extraño de esa etapa extraña, idealista y alocada, de la historia del Occidente.
Escribo en el día siguiente de que Apple diera la noticia. Falta agregar que completo el texto en un iPad, desde el que lo enviaré a Reforma por correo electrónico; que en casa tenemos iPod y lo usamos; que (sobre todo) completé mi primer libro, hace muchos años, en una Mac de la universidad, que estaba en el centro de cómputo y nadie usaba para cosas "serias" (al contrario de las inevitables PC), pero cuyo procesador de textos, el humilde MacWrite, ofrecía una experiencia totalmente distinta de escritura, más grácil y más simple que las que había conocido hasta entonces. Pero si esto me acerca a los fieles de Apple, no me preocupa demasiado: todos vivimos ahora en el mundo de Steve Jobs, y seguiremos en él durante mucho tiempo.
Escritor
Conózcalo
Nombre: Steven Paul Jobs
Fecha y lugar de nacimiento: 24 de febrero de 1955; San Francisco, California
Fecha y lugar de fallecimiento: 5 de octubre de 2011; Palo Alto, California
Algunos momentos: a los 21 años, funda Apple en un garage y lanza la computadora Apple 1. Nueve años más tarde es despedido de su propia empresa (1985), periodo en el que funda NeXT, donde se dieron sus primeros esfuerzos en cambiar la manera en que los usuarios interactuaban con las computadoras, su sello distintivo. A finales de los 80 compra la empresa que luego se convertiría en Pixar.
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