Después de cinco temporadas, la exitosa serie gringa dice adiós. Los productores prometen un desenlace que dejará a los espectadores sin aliento. ¡El fin de un magnífico sociópata!
Cuando el creador de Breaking Bad, Vince Gilligan, escribió las últimas palabras de la serie, lloró. El coctel explosivo de sangre, doble moral y metanfetaminas que había creado, alcanzó su punto culmen con un paradójico ataque de lágrimas. ¿Esto quiere decir que al público le espera un final trágico? No necesariamente. Su llanto pudo ser señal de nostalgia.
Terminaban cinco años dedicados a construir la historia de ese cortés profesor de química transformado en brillante y rudo productor y traficante de drogas. Pero también pudo indicar que, al final, la muerte tocó la puerta de ese espléndido y temible personaje. Solo lo sabremos con seguridad cuando se transmitan los ocho capítulos que le quedan a este programa, cuya última temporada se estrenó el 11 de agosto en Estados Unidos y llegará a Colombia el 14 de octubre.
En esta temporada, Hank, el cuñado policía de Walter que aparece en silla de ruedas, será clave. Gilligan asegura que es el personaje que más ha florecido.
Después de cinco años, en los que la audiencia ha ido en aumento –el primero de los ocho episodios finales fue visto por 5,9 millones de personas–, Breaking Bad se convirtió en una serie de culto. Desde el primer capítulo, el profesor Walter White –interpretado magistralmente por Bryan Cranston– resultó perturbador y atrayente. En un principio parecía insólito que un padre de familia amoroso y trabajador decidiera dedicarse a producir metanfetaminas luego de enterarse de que sufría un cáncer terminal, pero tenía una justificación: antes de morir, quería asegurar la tranquilidad económica de su esposa, su hijo discapacitado y su hija a punto de nacer. Sin embargo, a medida que la historia avanzaba, las razones detrás de sus actos empezaron a verse borrosas.
White supo manejar con ingenio el mundo del crimen, se tornó calculador y violento, y demostró que su familia no era su única motivación: ese sumiso educador necesitaba libertad y justicia.
Seguir las reglas de la sociedad implicaba vivir para sobrevivir, aguantar los pisotones de los poderosos y soportar el abuso de aquellos que se aprovechan de los más nobles. Por eso, cuando White ya no tuvo nada que perder, se negó a seguir las reglas y dejó salir el sociópata que todos llevamos dentro, ese que se asoma cada vez que un avispado decide colarse en la fila del banco o que un ventajoso se nos atraviesa y nos quita el espacio libre en el parqueadero. White sacaría a golpes al colado y destrozaría el carro del atravesado, por eso se convirtió en el tipo de delincuente que el público quisiera ser; y así enamora a la audiencia, para la que no es difícil entender que haya perdido la cordura.
Durante estas cinco temporadas, la serie ha sobresalido, en especial, por la creatividad y la consistencia de su historia. Nunca ha perdido su ritmo frenético, nunca ha dejado de sorprender, nunca ha decepcionado al espectador. Por esta razón, la llegada de la última temporada implicó un desafío enorme para sus creadores. Debían idear un final igual de fuerte y contundente. Gilligan pasó muchas noches en vela. “No podemos darles gusto a todos, no podemos darles gusto a todos”, se repetía para tratar de conciliar el sueño –según cuenta en la revista Vulture–. El equipo de escritores, perfeccionista y esquizofrénico, tardó el doble de tiempo en escribir el libreto, es decir, tres semanas y media por capítulo. “Es como jugar una partida de ajedrez –aseguró Gilligan en el Huffington Post–. Si Walt hace esto, ¿qué hará este otro personaje?”.
El productor quería despertar en la audiencia algo visceral, quitarle el aliento y dejarla satisfecha. Para ello, se aseguró de que el final fuera cerrado; es decir, evitaría esos remates ambiguos y frustrantes en los que el espectador no entiende qué fue lo que pasó. Además quiso que el protagonista ganara más: “La pregunta de esta temporada será: ¿qué se necesita para mantenerse en la cima? ¿Qué hará Walt con el poder?”, dijo Gilligan. A partir de lo que han alcanzado a revelar, no será un final bonito. Cranston lo describió como “un viaje en montaña rusa hacia el infierno”, y se arriesgó a proponer un posible desenlace, sin confirmar o insinuar que era el verdadero: “¿Qué pasaría si el mayor deseo de Walt, mantener a su familia unida, fuera amenazado? ¿Si él viviera y ellos no? ¿No es ese el peor infierno en el que se puede estar?”.
Màs de EXTRA EXTRA
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