La
máquina de respuestas
José Gordon
La mecánica
del juego televisivo llamado Jeopardy (“Riesgo”) enfrenta a tres concursantes
en seis categorías de preguntas durante cada programa. De emisión en emisión
las categorías cambian. Un ejemplo: elementos químicos; Shakespeare; escritores;
cantantes; física; juguetes. Uno de los participantes elige la categoría
(digamos, escritores), y en el tablero se revela la pregunta: “Karen Blixen
escribió Memorias de África bajo un seudónimo…”. Uno de los concursantes se
apresura a tocar un timbre. Enseguida da la respuesta: “Isak Dinesen”. Los
conocimientos más disímbolos se ponen a prueba: “El número atómico es 98, este
elemento radiactivo es el único que se vincula con el nombre de un estado
norteamericano”. Suena el timbre. Un participante responde: “Californio”. Quien
acierta va ganando una recompensa económica hasta que se declara un triunfador
de la sesión.
El 14 de
febrero de 2011, el concurso tomó un giro inesperado. En el estudio de
televisión se encontraban dos de los más destacados participantes de Jeopardy:
Brad Rutter, el mayor ganador de dinero en toda la historia del programa, y Ken
Jennings, quien poseía la más larga cadena de triunfos (75). El tercer
concursante era una computadora llamada Watson. Desarrollada por IBM, la inteligencia
artificial tenía el reto de contestar preguntas formuladas en lenguaje
coloquial. La máquina “escuchó” la pregunta: “Puede significar un desarrollo
gradual en la mente o el proceso que ocurre durante el embarazo”. Watson
respondió de manera correcta: “Gestar”.
Al finalizar
la contienda de tres días, a pesar de que en algunas áreas no era del todo
eficiente en sus respuestas (tenía sus debilidades), la computadora había
ganado una bolsa acumulada de un millón de dólares, contra los 300 mil que
obtuvo Jennings en esa ocasión y los 200 mil que se llevó Rutter. Ken Jennings,
parafraseando a Los Simpson y a unas líneas de una adaptación fílmica de un
relato de H. G. Wells, dijo: “Doy la bienvenida a nuestros nuevos amos, las
computadoras”. Por su parte, Sebastian Thrun, quien fuera director del
laboratorio de Inteligencia Artificial de Stanford, señaló: “Watson es más
inteligente que el jugador promedio que contesta las preguntas de Jeopardy.
Esto es impresionantemente inteligente”. El destacado lingüista Noam Chomsky no
comparte esa valoración: “Watson no entiende nada. Nada más es una gran
aplanadora”.
En el libro
Cómo crear una mente, el experto en inteligencia artificial Ray Kurzweil
plantea cómo funciona esta aplanadora. Para Kurzweil lo notable es, por un
lado, que la máquina Watson puede “leer” y “entender” el lenguaje sutil de las
preguntas que se formulan en Jeopardy (ello incluye juegos de palabras y
metáforas). Por otra parte, obtiene su información (sin consultar en vivo en
Internet), del “entendimiento” de cientos de millones de páginas de documentos
con lenguaje natural, entre los que se encuentra toda la Wikipedia y diversas
enciclopedias. Su banco de conocimiento es del orden de 15 terabytes de datos.
Dice Kurzweil: “Necesitó dominar, virtualmente, todas las áreas del quehacer
intelectual humano. Ello abarca la historia, la ciencia, la literatura, el arte
y la cultura”. La máquina de IBM tiene la capacidad de analizar 500 GB de
información por segundo (equivalente a un millón de libros).
Esta
aplanadora de datos no es ni por asomo consciente. Sin embargo, puede
“interpretar” el lenguaje natural —considerado hasta hace poco tiempo una
capacidad exclusivamente humana— y dar respuestas certeras en unos instantes.
Para darle
sabor al caldo Kurzweil aporta una interesante reflexión: “Algunos observadores
argumentan que Watson no ‘entiende’ realmente las preguntas de Jeopardy o las
enciclopedias que lee ya que se trata nada más de un análisis estadístico”. No
obstante, dice Kurzweil, las técnicas matemáticas que se han desarrollado en el
campo de la inteligencia artificial (como las usadas en Watson) son —en los
mismos términos matemáticos— muy similares a los métodos que la biología
utiliza en la neocorteza cerebral. Remata Kurzweil: “Si entender el lenguaje y
otros fenómenos mediante el análisis estadístico no cuenta como un verdadero
entendimiento, entonces los humanos tampoco tenemos entendimiento”.
Por lo
pronto, Kurzweil plantea que hoy en día se está trabajando en una nueva versión
de Watson que leerá la bibliografía médica de las revistas y blogs más
destacados del campo, con el fin de contribuir en los diagnósticos de salud con
el poder de la aplanadora. ¿Sustituirá al fino ojo de un doctor? No lo creo.
Sin embargo, pondrá en sus manos, en unos segundos, una especie de biblioteca
borgesiana del conocimiento médico en donde no se escapará un dato. Más que una
lucha del ser humano contra la máquina, se trata de una fabulosa extensión de
la memoria.
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