14 de Noviembre 2014
“Nosotros podemos hablar de libros y cultura, pero a la mayoría de la gente no le interesa porque sus preocupaciones son otras, más terrenas y angustiosas”, comenta el autor de ‘Leer bajo su propio riesgo’.
Juan Domingo Argüelles vuelve al tema de la lectura y su divulgación. En Leer bajo su propio riesgo (Ediciones B), retoma tesis de anteriores títulos para concluir que los programas destinados a promover el acercamiento a los libros han fracasados por discursos anquilosados y trabas burocráticos. En entrevista, el poeta advierte la necesidad de trascender discursos y generar problemas que amplíen públicos y trasciendan a las élites.
En Leer bajo su propio riesgo hace una ampliación de lo trabajado por años.
Sí, es un libro cuyo propósito es actualizar la parte de crítica y reflexión sobre la lectura. Incorporé una sección nueva que es la de los lectores egregios, que consiste en revisar lo que han hecho grandes lectores, que a veces resultan en notables escritores. Al reparar en todo esto descubrí que el discurso, los programas y las campañas siguen siendo iguales y los problemas siguen siendo los mismos.
Usted pone énfasis en la necesidad de despojar a la lectura de los oropeles y promover su sentido lúdico.
Sí. Seguimos creyendo que la lectura está desligada de todo lo demás y no es cierto. Nuestro 2.9 de libros leído per cápita anual, es lamentable comparado con los 47.5 de Finlandia. Sin embargo, es un reflejo de cómo está nuestra educación, economía y sociedad. Seguimos pensando que la lectura debe ser obligatoria y escolar. La escuela es refractaria al placer de leer y la realidad es que debería tener un espacio para la lectura libre. No podemos conformarnos con publicar libros y hacer presentaciones. Las instituciones culturales no han sabido incrementar públicos. Entiendo que la lectura es minoritaria pero seguimos pensando que basta con abrir una librería para que la gente llegue.
Hay campañas, una Ley del Libro, ¿dónde está la falla?
El país ha cambiado mucho y se ha modernizado pero solo para un sector privilegiado, donde ubico a quienes tienen acceso a educación superior, librerías e internet, pero somos una minoría. Las instituciones siguen ancladas en la imagen de la cultura ornamental y elitista. Las campañas y programas están destinadas a lo general y por tanto son como las llamadas a misa, va quien quiere. El grave problema en México es que seguimos insistiendo en un modelo país agotado y que ya se reveló con la crisis política y de violencia que vivimos. Nosotros podemos hablar de libros y cultura, pero a la mayoría de la gente no le interesa porque sus preocupaciones son otras, más terrenas y angustiosas. Es necesario un replanteamiento de la educación y de los programas y servicios culturales. Se invierte mucho en cultura pero no existe el menor interés por conseguir que la gente consuma los productos.
Se dice que hoy, gracias a internet se lee más.
Cierto, pero el noventa por ciento de la gente que lee en la red no lee libros. Internet es el paraíso del fragmento. Esto es grave porque incluso a lectores entrenados, leer un libro grueso ya les parece mucho, es decir, internet ocasionó una nueva forma de leer pero también una forma de desentenderte de las cosas a profundidad.
J. K. Rowling, Funke, Martin o John Green, son ejemplos de lo que se define como un auge de la literatura juvenil, ¿qué opina de esto?
Desde hace rato los suplementos culturales y las revistas literarias dejaron de tener una incidencia importante en la recomendación de libros para lectores nuevos. Quienes estamos en este ámbito leemos los suplementos y más o menos estamos enterados, pero la mayor parte de los jóvenes o adolescentes, no tienen la más remota idea de una publicación cultural o literaria. Su vínculo con los libros es internet y los booktubers, que son los mecanismos con los que se identifican generacionalmente. Los lectores se fueron por otro lado porque seguimos pensando en un lector tradicional, pero quien realmente está leyendo no se identifica con el sector cultural.
Entonces sí hay lectores.
Muchos, el problema es que cuando se habla de la lectura se piensa en grupos reducidos y canónicos, en quien lee libros “de calidad”. Al usar este adjetivo defines un perfil y al hacerlo, eliminas a los otros, la gente que lee a Isabel Allende o a Paolo Cohelo, por un simple prejuicio. La cuestión es ¿quién puede emitir un juicio de calidad tan fácil? Necesitamos expandir el ámbito de la lectura de una mejor manera. Los lectores están ahí, pero no se les observa.
¿Nota un cambio en la política de fomento a la lectura entre la gestión federal pasada y la actual?
No, durante el panismo no les interesó, fueron doce años perdidos. A su regreso, el PRI piensa que el país sigue igual, y hace lo que solía hacer, por supuesto desatinadamente. Se habla de la lectura y la cultura para recomponer el tejido social; en Michoacán se autorizó un presupuesto alto y lo único que se les ocurrió es llevar orquestas, lecturas, cuando la gente tiene otras necesidades. La cultura sirve si usas mecanismos reales y prácticos, no únicamente discursos.
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