Rogelio Guedea*
Blackberry
No tengo un blackberry, y no podría decir que envidio a quienes tienen uno. Pocos saben –o niegan- el peligro que esto –tener un blackberry- significa, sobre todo si está conectado a facebook, twitter, y puedes de paso navegar horas largas en internet. Todo esto es lo de menos. Lo demás –me doy cuenta- es cuando los otros saben que tienes un blackberry conectado a internet, con bandeja para emails, y no reciben contestación más o menos inmediata al mensaje que te han recién enviado. No podría estar en los zapatos ni del que recibe el mensaje, que sabe que el remitente sabe que ya lo has visto –a menos que sea entrada la madrugada-, ni del remitente, que está seguro que el destinatario lo ha leído y, pasadas dos o tres horas, tiene la certeza de que no quiere contestarle, y te está literalmente dando la espalda. Yo, que cada día soy más poco sociable, no podría vivir así. Nadie me creerá si digo que en Nueva Zelanda he llegado ya a la determinación de no contestar ni el teléfono fijo. Preferí mejor pagar el servicio de mensajes para que aquellos que desean contactarme dejen un mensaje, su recado y su teléfono. Ya les volveré la llamada, si no tengo más remedio. El asunto con el email me fascina porque uno puede simplemente decir: no lo recibí. Me está fallando mi servidor. Etcétera. Y no hay Dios que pueda rebatirlo. Pero con el blackberry la cosa se complica, porque aquel tiene otra arma: coger su propio blackberry y llamar para decir que acaba de enviarte un mensaje o un email y no has recibido respuesta, que qué pasa. Yo viviría helado, patizambo, siempre en la cuerda floja, y el solo hecho de pensar que alguien me hablará para reclamarme me hace –no se me tome a broma- enmudecer.
* Rogelio Guedea
Senior Lecturer
Spanish Programme Coordinator
Department of Languages and Cultures
University of Otago
95 Albany Street
9015
Dunedin, New Zealand
www.rogelioguedea.com
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