¿Quién es Coloso Bicentenario?
Heriberto Yépez
Archivo hache
hyepez.blogspot.com
Poco después del Bicentenario se supo que la figura colosal de 20 metros —clímax de fiesta— era un contrarrevolucionario.
El Coloso fue creado por Jorge Vargas, director escénico, y Juan Carlos Canfield, escultor. Su modelo fue Benjamín Argumedo, que nadie reconoció en el desfile y que provocó burlas internéticas.
Luego alguien recordó entrevistas; e historiadores identificaron a Argumedo: un traidor a Madero y Zapata y cómplice de Victoriano Huerta. La figura desató la polémica.
Cuando leí su facebook, me percaté que Vargas, uno de sus creadores, simplemente no entendía las implicaciones. Lo transcribo tal cual: “también agrego un comentario al artículo que me pareció importante de un tal Sócrates: ‘El pintor que pinto una pipa tituló el cuadro: ‘Esto no es una pipa’. El modelo no es la obra.” (sic). Sigo sin entender por qué atribuye “a un tal Sócrates” la referencia a Magritte, pero, caray, queda claro que el héroe no es héroe.
Independientemente de la pifia de sus creadores, ¿qué representa la figura? ¿Sabía el gobierno que el coloso era contrarrevolucionario? Si lo sabía, qué enfermo; si no, qué descuido. En ambos casos, qué burrada.
Se trata de una obra emblemática, ya célebre por razones tragicómicas, como la ridícula canción del Bicentenario de Jaime López y Aleks Syntek.
Como toda obra, su significado depende no sólo de las intenciones conscientes de sus autores sino de las interpretaciones ajenas.
Los comentarios en foros electrónicos atinaron en identificarla como una figura errática, criminal y reaccionaria: Malverde-Fox, combo de santón-narco y autoridad-idiota.
Oficialmente se le describe como una escultura que “encarna el espíritu insurgente de México”.
Aquí la Foxología atina: si el gobierno no lo hizo deliberadamente, entonces, la elección fue un lapsus, una revelación accidental. Creyendo mostrar a un héroe mostraron a un reaccionario que, viéndolo bien, representa muy bien las contradicciones del “espíritu insurgente” nacional: mezcla incoherente de guadalupanismo y liberalismo, revolución y contrarrevolución.
Esta obra escultórica, sin querer queriendo, es un perfecto ser partido entre lo revolucionario y lo reaccionario.
Este significado de la obra se confirma por dos hechos: la espada que trae el pobre hombre ¡está rota!, y, para colmo, como símbolo de la metida de pata, ¡su zapato derecho está abollado!
Aún hay más: si tomamos en cuenta el sentido psicoanalítico de la espada rota y del pie averiado (“Edipo” significa “pie dañado”), podemos responder qué representa el Coloso.
El Coloso, inconscientemente, es un símbolo de un hombre auto-menoscabado, un burdo contrarrevolucionario que durante un siglo completo se creyó un gran revolucionario.
Cualquier semejanza con el mexicano es mero Bicentenario.
Notas al márgen:
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