jueves, 10 de febrero de 2011

EN LABERINTO FERNANDO V ZAMORA CON HOMBRE DE CELULOIDE

Hombre de celuloide

En el principio fue la palabra

Fernando Zamora

@fernandovzamora

The king’s speech es una deliciosa comedia de humor inglés que, en un primer nivel de lectura gira en torno a la amistad entre un plebeyo australiano y el rey de Inglaterra. En un sentido más alto, The king’s speech cuenta la historia de un monarca que está dispuesto a comprometer su propio bienestar en aras de superar un defecto, así, en la disciplina del futuro rey Bertie el director exalta la virtud de cualquier ser humano decidido a ir mas allá de sí mismo para vencer los miedos que, príncipes o no, tenemos todos en eso que llaman psique: miedo a la desaprobación, miedo al ridículo, miedo a ser enano en hombros de gigantes y, en fin, miedo a no estar a la altura de lo que, quienes amamos, esperan de nosotros.

Como en toda buena película, sin embargo, The king’s speech tiene un nivel más profundo. En él, director, guionista y actor han conseguido encarnar a un paradigma, a un ser humano, ente que, como diría Heidegger en De camino al habla, se distingue esencialmente por hablar. Así es el hombre, habla dormido, habla cuando está despierto y habla en sueños; habla cuando está callado y cuando escucha música (justo como nuestro rey en una divertida secuencia de The king’s speech). El habla, en el sentido mas profundo de esta película, está arraigada en la vecindad mas próxima al ser humano y el rey Bertie no puede aprestar el gobierno de una nación a punto de entrar en guerra si es incapaz de hablar. No se trata, como podría pensarse con un poco de cinismo, de un asunto estrictamente político, esto es: lo importante aquí no es que la encarnación simbólica del pueblo inglés tenga que lanzar bonitos discursos. Lo trágico (y cómico a un tiempo) es que los problemas sicológicos de Bertie se están interponiendo entre lo que puede y lo que quiere para sí mismo de tal forma que por más que su corte se empeñe en tomarlo en serio, Bertie, el padre de la actual reina de inglaterra, más que un monarca a la altura de Jorge V se parece a Porky Pig.

Geoffrey Rush interpreta a un descarado foniatra australiano que en heterodoxa mezcla de Freud con Miyagi en Karate Kid se da permiso de golpear el pecho del rey, hacerlo gritar groserías y confesar intimidades. A decir verdad, Rush me cae tan mal como al rey hacia el inicio de The king’s speech y no consigue nunca seducirme como a Bertie quien, interpretado por Colin Firth, es el veradero rey de la película. Ganador del XVII premio del Screen Actors Guild Awards (personalmente y en conjunto, esto es: con todo el equipo de actores), yo apostaría por él para ganar el Oscar como mejor actor. Y es que Firth sí que consigue volverse adorable: elegantisimamente vestido, tiene un porte y una dignidad que yo sólo he visto en el Enrique V de Kenneth Branagh… mientras no le dé por hablar.

Con palabras se inaugura el amor y se inaugura la guerra. El discurso del rey es la historia de un monarca que comprometido con su mujer, sus hijas y su pueblo, tiene que hacer que su voz se vuelva amor y se vuelva guerra.

El discurso del rey (The king’s speech). Dirección: Tom Hooper. Guión: David Seidler. Fotografía: Danny Cohen. Música: Alexandre Desplat. Con: Colin Firth, Geoffrey Rush y Helena Bonham Carter. Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia, 2009






OTRAS ENTRADAS:




El escape de la yegua que muere

Hombre de celuloide

Fernando Zamora

Twitter: @fernandovzamora

Siempre somos demasiado jóvenes para llegar a la adolescencia. Siempre demasiado niños para morir. Y creo que en este sentido debe leerse la única poderosa imagen simbólica de Fish tank, película ganadora del BAFTA que por otra parte, resulta bastante sencilla en factura y narrativa.

Mia tiene quince años. En el estado de cosas en el que se encuentra su vida hay dos posibilidades concretas: volverse puta o criminal (tal vez incluso las dos cosas al mismo tiempo). Un día muy al principio de la película, la adolescente descubre encadenada junto a una camper a una flaca yegua blanca. Mia salta la verja. Trata de liberarla.

Fish tank cuenta la historia de un ángel exterminador(*): un hombre que —bueno o malvado— irrumpe en la familia de esta quinceañera: hija mayor de una madre soltera y alcohólica, hermana de una niña de once que fuma, bebe cerveza y espeta un bitch cada cinco palabras. Mia desafía aquí todas las leyes hollywoodenses en torno a “cómo escribir un guión”. Andrea Arnold va cámara en mano siguiéndola por el suburbio inglés. Y si Mia juzga o desaprueba su vida, la de su madre o la de su hermana es algo que debe decidir el espectador. Es de notar que la cámara y la actuación están tan bien puestos, tan en su lugar, que no es necesario saber inglés para ver Fish tank y entender claramente lo que sucede al interior de los personajes. Los diálogos son innocuos. Sirven sólo para ambientar lo que las miradas dicen, los gestos, la violencia verbal y, claro, el amor que ha irrumpido —para bien o para mal— con este ángel exterminador, nuevo ligue casual de una madre casquivana. Él, con cuerpo correoso y tatuados los brazos, inflama la sexualidad de la quinceañera. La niña de quinta, la del suburbio, la que no parece tener escapatoria, se ha propuesto (por alguna razón que tal vez ella misma no entiende) liberar a una yegua blanca que vive en el terreno de junto. Una yegua moribunda: lindo símbolo de la niñez que expira y deja en su lugar adolescentes virulentos y confundidos.

Con un dejo del cristianismo de los hermanos Dardenne, Fish Tank se levanta en forma y fondo contra los valores burgueses y trae a presencia el bien mismo, pero no el del manual de familia perfecta. En un suburbio en el que no hay escapatoria, Mia se encuentra de pronto blandiendo una rama con la que puede matar o salvar para otra niña todo lo que a ella le fue negado. Es así que la mujer, no la niña, se afirma en la existencia con base en una decisión ética. Fish Tank se transforma entonces en una fábula que trae a presencia esas historias que a la muerte de Dios construyen maestros como Lars von Trier o Thomas Vinterberg. Quien vaya por la vida contando minutos en las películas, pensando en el giro a los diez y el giro a los sesenta, tiene que ver Fish Tank. La decisión ética de una niña que hasta ahora sólo ha querido bailar, ligarse al novio de su mamá y liberar a una yegua blanca, dura sólo un segundo. Y como en la vida real es ese segundo el que nos inaugura en la vida y nos vuelve seres humanos.

FICHA

Fish tank. Dirección: Andrea Arnold. Guión: Andrea Arnold. Fotografía: Robbie Ryan. Con: Katie Jarvis, Rebecca Griffiths y Michael Fassbender. Gran Bretaña, 2009.

LE PREGUNTO A FERNANDO ZAMORA SI ÉL LLEGÓ A VER TEOREMA DE PASOLINI,1968, SI ENCONTRÓ ALGÚN PARALELISMO...



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