Territorios de Houellebecq *
Miguel Barberena
Para el lector mexicano el principal interés de la nueva novela del francés Michel Houellebecq, La carte et le territoire (El mapa y el territorio) es la fugaz presencia en sus páginas de Carlos Slim. En su faceta de coleccionista de arte, el empresario asiste, en una galería trendy de París, a la exposición de un prometedor fotógrafo y pintor de nombre Jed Martin, personaje central del libro. También andan por ahí otros coleccionistas millonarios como Román Abramovitch, el ruso dueño del equipo Chelsea, y François Pinault, conocido aquí como el esposo de Salma Hayek. Arriesgo la traducción de lo que Marylin, la attachée de presse, dice a Jed en un momento del concurrido vernissage:
“¿ Ves aquel tipo, frente al cuadro del Bugatti?” (Marilyn) señalaba a un hombre viejo, de rostro cansado y ligeramente abotargado, con bigotito gris, vestido con un traje negro de mal corte. “Es Carlos Slim Helú. Mexicano, de origen libanés. Parece un donnadie, ya lo sé; pero gana muchísimo dinero en las telecomunicaciones: según las evaluaciones, es la tercera o cuarta fortuna mundial. Y es coleccionista…”
Slim Helú permaneció ante el cuadro por lo menos cinco minutos, casi inmóvil, acercándose y alejándose algunos centímetros. Había escogido, notó Jed, la distancia de visión ideal para ese formato de cuadro; evidentemente, era un verdadero coleccionista (…)
Después el millonario mexicano dio vuelta para dirigirse hacia la salida; no había saludado ni hablado con nadie. Cuando pasaba a su lado, François Pinault le lanzó una mirada acerada; ante tal competidor, en efecto, el hombre de negocios bretón era de poca valía. Slim Helú subió a la parte trasera de una limosina Mercedes negra que se había estacionado frente a la galería.”
Slim, Abramovitch y Pinault no son los únicos ricos y famosos de la vida real que aparecen en esta novela, ganadora del Premio Goncourt 2010. A Michel Houellebecq siempre le ha dado por el name dropping de actualidad, pero aquí se supera. Parte de la historia ocurre en las altas esferas del arte contemporáneo, así que tenemos, desde la primera página, a Jeff Koons y a Demian Hirst. Aparecen también Bill Gates y Steve Jobs, posando juntos en otro cuadro de Jed Martin, titulado La conversación en Palo Alto; y una legión de celebridades francesas de la política, la cultura y el infotainement. Cuando es cuestión del ambiente literario de París, no falta Frédéric Beigbeder —“en el apogeo de su gloria mediática”— ni el propio Michel Houellebecq, convertido en personaje de su novela, a la vez el retrato al óleo que de él hace Jed Martin, y el autorretrato de un hombre “solitario, de fuertes tendencias misantrópicas.”
En La carte et le territoire, su quinta novela, Houellebecq prosigue lo que llama su “disección fría y descarnada” de la sociedad moderna. Lo hace a través de la historia de Jed Martin, un artista treintón de París que lo tiene todo de héroe houellebequeano, con la madre que se suicida cuando él tiene siete años, un padre desinteresado y ausente, y una novia de rasgos orientales que alterna como prostituta (“cobraba 250 euros por hora, más un suplemento de cien euros si era por la vía anal”.)
El título —El mapa y el territorio— hace referencia a una exposición temprana de Jed Martin con el tema: “El mapa es más interesante que el territorio”. Son fotografías de gran formato, amplificadas a 8000 x 6000 pixeles, de los mapas de las guías Michelin del territorio de Francia. Estas “intervenciones fotográficas” alcanzan el rango de “arte” y se cotizan en miles de euros. Pronto, Jed y la empresa Michelin han formado un lucrativo partnership. Más importante: también a través de Michelin ha conocido Jed a su amante, la Relaciones Públicas de la empresa, Olga Sheremoyova, una belleza rusa, afrancesada y francofila a más no poder. Porque en la teoría de Houellebecq, los extranjeros son los únicos que todavía admiran a Francia, en la realidad un país embrutecido y vulgar.
La guía Michelin sirve a Houellebecq para introducir un tema del libro: el de Francia como mera atracción turística o amusement park, un país que hoy sólo sirve para vender perfumes, fabricar foie gras o hacer visitar los chateaux del siglo XVIII. Ya en anteriores novelas, el autor había tratado el tema del turismo en la época de las masas, con particular interés en la rama del turismo sexual: colonias nudistas alemanas en Las partículas elementales (1998); Tailandia y Cuba en Plataforma (2002); la costa de Alicante en La posibilidad de una isla (2007). Aquí Houellebecq se olvida del extranjero y del sexo —una lástima tratándose de un autor de buena pluma erótica y de los pocos franceses que han saltado la cortina de foie gras que esconde a la literatura contemporánea de su país.
El turismo en La carte et le territoire es a “la Francia profunda”, lejos del sendero frecuentado, en regiones como “la Creuse” o “la Haute Vienne”, incontaminadas aún por la civilización turística y los jubilados ingleses. “La campagne est devenue tendance”, dice un personaje. La provincia es la tendencia, y pronto será cuestión del “hotel de charme” y de “una experiencia gastronómica vintage, dígase incluso hard core”. Es la explotación del bon vivre francés para los ingenuos que aún lo compran. El nombre de la nueva revista, French Touch, lo dice todo…
La novela toca otro tema recurrente en la obra del autor, el de la relación padre-hijo, aquí entre Jed Martin y su progenitor, un arquitecto exitoso, pero que no pudo superar el “shock” del suicidio de la esposa. Obvio, a pesar del éxito, de la mujer que tiene, Jed será siempre un hombre infeliz y atormentado, en parte porque es francés, en parte porque es un personaje de novela de Houellebecq. Cuando Olga decide regresar a Moscú, Jed queda devastado…
La carte et le territoire fue la primera exposición exitosa de Jed, la que lo puso en el mapa, literalmente. En un momento, llegará a ser el artista francés mejor cotizado. En el ranking de fortunas artísticas (con Hirst en primer lugar y Koons en segundo), Jed llegará a ocupar el lugar 523 mundial, pero 17 en Francia. Sus fotos de mapas llegan a costar miles de euros. Sus posteriores retratos expresionistas de Koons y Gates —los que interesaron a Slim— rozan el millón. Para otra exposición, Jed pide al escritor Michel Houellebecq (“mundialmente conocido”) escribir el texto del catalogo. Sorpresivamente, el misantrópico autor, que vive en Irlanda y no se baña, como el Houellebecq de la vida real (“apestaba un poco, pero menos que un cadáver”), acepta el encargo, y entra así al mundo novelesco de su homónimo autor. En una parte de la novela, Jed viaja a Irlanda para conocer a Houellebecq y hacerle un retrato.
El escritor ficticio no saldrá bien librado de estas páginas: el tercer capítulo del libro, escrito al estilo de novela negra à la Simenon, narra la investigación policiaca, a cargo del detective Jasselin, del salvaje asesinato de un famoso escritor de nombre… Michel Houellebecq. El escritor se inmola ante sus lectores. Allá él…
A cada publicación de una novela de Houellebecq ha seguido un escándalo “mediático”. Con La carte et le territoire la cosa no pasó a mayor, y la novela obtuvo, como se cantaba, el prestigioso premio Goncourt, el más importante y burgués de la literatura francesa. Como para significar que Houellebecq, el agente provocador y enfant terrible de la literatura francesa, ha ganado al fin en respetabilidad. Ahora se le podría llamar incluso un enfant sage o bien portado.
En efecto, los lectores que busquen aquí al Houellebecq guarro y ofensivo tendrán que volver a las anteriores novelas. Mereció antes el Goncourt por Las partículas elementales, la novela donde mejor despliega su visión “corrosiva y desesperada” de la humanidad, pero se lo ha ganado ahora por esta versión descafeinada y franco-francesa de sí mismo. Enhorabuena…
Michel Houellebecq
La carte et le territoire
Flammarion, 2010
428pp.
*LABERINTO de MILENIO
Houllebecq siempre vuelve a los mismos temas pero el aura de vacío vital se encarna en 'El mapa y el territorio'como nunca, incluyendo su propio asesinato...
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