EL PAIS
Y ANTES:
JON BANDRÉS lo entrevista:
14.10.2011
Andres Neuman (Buenos Aires, 1977) publicó su primera novela, Bariloche, a los 22 años.
Hoy, tiene en su haber premios como el Alfaguara (en 2009, por la novela 'El
viajero del siglo), o el Nacional de la Crítica, en 2010.
Ahora publica Hacerse el muerto
(Páginas de Espuma), una colección de relatos cortos que por lo que cuenta, le
ha planteado más de un conflicto moral. Como el de atreverse a incluir en
ellos, bajo el aparente manto de la ficción, experiencias personales
trascendentales, vividas por el autor en los últimos cinco años.
PREGUNTA:
El libro comienza con ‘El fusilado’ un retrato que da sentido en parte al
título de esta colección de cuentos…
RESPUESTA:
Parte vagamente de una historia real que fue la que sucedió al escritor
argentino Daniel Moyano. Me apetecía rendirle homenaje a él y a todos los que
sufrieron el 'simulacro de fusilamiento', una de las torturas más indecibles,
que se dio mucho durante la guerra civil española.
A Moyano le
secuestraron durante los primeros días de la última dictadura argentina en el
76, estuvo secuestrado un tiempo y luego, le hicieron el simulacro y le dejaron
marchar. Se exilió en España y fue un narrrador extraordinario. Además era
violinista, como mi madre.
Me atrajo no
sólo el recuerdo de su figura sino también el escalofriante estado de
conciencia en que queda alguien que cierra los ojos con la certeza de que está
muriendo y sigue viviendo. La conciencia póstuma que desarrolla alguien así. Eres
un muerto en vida y un vivo que ha muerto, tu percepción de la vida cambia
porque todo lo que ves oyes, pertenece a un más allá terrenal. Me parecía un
inicio adecuado para un libro que habla de cómo ponerse en el lugar de la
muerte
P:Leyendo
alguno de los primeros cuentos, el lector tiene la sensación que el escritor ha
conocido la muerte de los padres, o en este caso de la madre. Es sin duda, una
de las experiencias que se relatan con más intensidad.
R:Hay un
momento en el que uno se convierte en el padre de sus padres, es el verdadero
momento del final de la infancia.
Entonces tus
padres comienzan una imprevista y a veces escalofriante infancia…Ese momento es
muy doloroso y también quizás, muy literario porque el tiempo se ordena de otra
manera
En Madre
atrás, no sólo hablo de mi madre, sino también de la extraña inversión de
infancias. El narrador pasa la esponja a su madre que a penas acierta a
encontrar las palabras para pedirle que lo haga…y esa esponja le retrotrae a
los baños que a él le daba su madre
A mi me daba
miedo escribir esas piezas porque no me siento identificado con la sociedad del
sensacionalismo del caso real en que vivimos. Sentía pudor y me despertaba
dudas sobre la naturaleza literaria de lo que yo pudiera escribir al respecto.
Me sentía
dividido entre el cabrón del escritor que busca el adjetivo y las necesidades
emocionales de quien está paralizado por el dolor.
P:
Pero es una vivencia tuya y universal que relatas de forma muy precisa –fijando
la mirada en objetos como los zapatos del padre entregados en una bolsa que
concentran todo el drama- y poética al mismo tiempo
R: Madre
atrás, La silla o Estar descalzo han sido los cuentos más difíciles de corregir
de toda mi vida.
Mi madre
murió hace cuatro años. Lo que me dañó y me enseñó esa experiencia fue no solo
la pérdida de mi madre muy joven sino su viaje hacia la vulnerabilidad y la
fragilidad completa. Mi madre era violinista profesional, una mujer fuerte,
independiente, y con la habilidad manual prodigiosa propia de los violinistas…Ver
como alguien así no podía ni sujetar una taza, no poder caminar…
Eso fue en
sí una pérdida dentro de la pérdida y te hace reconsiderar tus ideas acerca de
la juventud y la fortaleza…
En pocos
años vi a mi padre casi morir de un infarto (por suerte, se salvó) y poco
después mi madre cayó enferma de cáncer. Así que me pasé casi una década
reflexionando sobre la orfandad real o temida.
Cuando me
entregaron en el hospital una bolsa con los zapatos de mi padre mientras él
estaba entre la vida y la muerte, mientras sostenía la bolsa en mis manos, me
dí cuenta de que mi vida había cambiado para siempre, ocurriera lo que
ocurriera.
P:
Hay un relato titulado “Una silla para alguien” sobre el paseo en silla de
ruedas de la madre…que tiene dentro del drama, sentido del humor, ternura,
optimismo, mucha delicadeza . ¿Es cómo un rayo de luz dentro de la tragedia?
R: Ese
cuento nos habla de cómo la imaginación trabaja sobre los casos reales.Cuando
mi madre aceptó por fin utilizar una silla de ruedas, murió. El paseo que
cuento ess el paseo que no llegamos a dar. Lo poético es haber podido dar ese
paseo al escribir ese cuento.
P:
Finalmente, te hizo bien el escribirlo
R: Me
produjo dolor todo el tiempo, pero un dolor que me produjo mucho alivio. Fue en
cierto modo, como aprender a nombrarlo (el dolor). No se trata tanto de hacer
desaparecer el dolor sino aprender a manejarlo.Y esto me remite a la ficción
que para mi no es amable evasión de la realidad sino la única posible digestión
de la realidad. Y es el caso de estos cuentos.
P:
Cambiando de tema, hay un cuento muy placentero, ‘Las cosas que no hacemos’ que
parece un canto al hedonismo.
R: Me alegra
que lo definas como hedonista, porque es un libro que también es alegre.
Ese texto
desmitifica la épica romántica que consiste en enumerar todo lo que las pareja
hacen. Esto es una declaración de amor a todos los viajes que no hicimos, los
gimnasios que no visitamos, o las mañana en que nos quedamos sin hacer nada. A
veces, el amor se compone en compartir “un dulce no hacer nada”
P:
Otro cuento divertido es Vidas instantáneas: una selección de anuncios por
palabras. Lo más curioso es la forma tan calculada de decir y no decir (ocultar
sutilmente) de este tipo de anuncios: “caballero educado, no gordo”, “joven
delgado, casi tímido”…
R: Cuando
pensamos que tienes que formular tu autorretrato (quién eres y qué quieres) en
sólo 20 palabras, pienso que tienes que ser un micronarrador consumado. El
anuncio por palabras sería una ‘disciplina literaria’ que exige gran síntesis.
Leyendo el
periódico se me ocurrió este cruce de voces buscando el amor. Siguiendo la
estructura del anuncio por palabras que consiste en encerrar la vida en medio
párrafo.
P:
El método de acercarse a las personas y las situaciones a través de objetos
cotidianos reaparece en ‘Teoría de las cuerdas’ que nos muestra a un voyeur que
imagina la vida de sus vecinos con un método peculiar
R: Es
alguien que disfruta conjeturando la vida de sus vecinos a través de la ropa
que cuelgan en sus cuerdas. No está el cuerpo del vecino o vecina pero si su
camiseta, la braga, el calcetín…
El cuento
nos habla también de lo “no dicho”. “He comprobado”, asegura el narrador “que
las palabras que cruzamos con el prójimo son fuente de malentendidos (…) Su
ropa en cambio, es transparente”
P:
¿Cual fue el plan original del libro?
R: En el
libro de cuentos, más que la idea importan las ideas. Más que en un plan
prefijado, confío más en el modo intuitivo en que las piezas poco a poco van
agrupándose.
En mitad del
proceso, sí me dí cuenta que había unos leit-motiv que originaba una estructura
en seis partes: las dos primeras partes hablan de la muerte.
La cadencia
sería: muerte, familia, amor, voz y literatura. Obviamente, algunas partes
comparten varias de estas temáticas. El registro común está en la tragicomedia
a la que alude el título: la mezcla de diversión y dolor presente en todo el
libro.
P:
Para terminar, Fahrenheit.com, un homenaje a Ray Bradbury en el que imaginas un
colapso informático mundial. ¿Sería un descanso que pararan las máquinas o una
tragedia?
Lo del
descanso es una lectura posible, pero en realidad lo que pensé más -en esta
sátira sobre el terrorismo digital- fue en la vulnerabilidad de que todo esté
centralizado en una nube como ahora se dice. La red amplia pero cada vez todo
pasa por el mismo sitio. Entre Google, Facebook y cuatro más lo tienen todo lo
cual supone uan contradicicón politica interesante.
Si en un
mundo en que solo hubiera libros digitales, de pronto se borrara toda la
memoria, regresaríamos a una situación de ignorancia.
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