“Shalom”
Agua
de azar
Jorge
F. Hernández
2013-02-14 • CULTURA
No es más
que necedad de la verdadera amistad intentar justificar aquí el muy merecido
Premio Jerusalén que recibió en días pasados Antonio Muñoz Molina. También se
debe a sincera gratitud de lector, desde este país donde se ha premiado a
plagiarios y se confunde la palabra resarcimiento o el ya olvidado acto de
constricción sincera con el callado regreso lacrimógeno, descarada impunidad
solicitando apapacho y aplauso.
Shalom,
Antonio, desde este país donde se trastoca la admiración con el afecto: yo
admiro profundamente a muchos escritores hacia quienes difícilmente podría
sentir alguna forma de amistad y quiero mucho a muchas personas que, en
realidad, no han firmado nada admirable (hasta hoy). Pasa con Antonio lo que
sucede con muy pocos otros a quienes tengo la fortuna de ver con más
frecuencia: cada vez que retomamos la sobremesa o el paseo parecería que no ha
transcurrido ni un instante desde el último punto y coma, el abrazo en la
esquina de un bar perdido en la niebla, el apretón de manos en medio de un
gentío, el párrafo que se queda dormido sobre la almohada de un tren.
El Premio
Jerusalén se concede a escritores de gran estatura literaria precisamente por
su calidad y trascendencia, porque son leídos y cuaja en silencio el dialogado
intercambio de comunicarse con los demás, con los espacios e incluso los
pretéritos en esa conversación maravillosa de los párrafos con quién sabe quién
los lea, entre paisajes del pasado o futuro inventados o pasajes de la memoria,
música callada de personajes que son espejo de quien toma entre sus manos las
páginas y lee —en varios idiomas— a los escritores de veras… muchos de los
cuales han recibido el premio que hoy es honrado por el que honra.
Antonio Muñoz
Molina es un novelista al óleo, con 13 títulos a la fecha en este género, donde
lo mismo pinta las facciones minuciosas de sus personajes palpables como la
noche estrellada de sus tramas; es un cuentista que debería regalarnos más
perlas de ese género a sus lectores que navegamos los 15 o 20 relatos cortos
que ha publicado ahora como buenos ejemplos de lo bueno breve, y es ensayista
de por lo menos seis volúmenes y quién sabe cuántos textos sueltos más que
valiosos de eso que los gringos llaman equivocadamente No-Fiction, quizá por
ahorrarse la clasificación detallada o desmenuzada entre crónicas, memorias,
artículos, diarios, ponencias, conferencias o esas joyas semanales que
acostumbra publicar Muñoz Molina en forma ejemplar desde hace ya tanto tiempo y
bajo varios títulos como “Columna semanal” en El País.
Quiero
imaginar que el premio también reconoce lo buen lector que es Antonio, y las
muchas buenas lecturas que ha contagiado con sus cátedras y conferencias, tanto
como los muchos libros y sombras de autores entrañables que literalmente ha
promovido en elegantes alusiones, guiños o abiertos llamados a su lectura, y en
muchas ocasiones resurrección de la amnesia. No alcanza este párrafo para
intentar enlistar la nómina de libros indispensables y escritores ahora tan
íntimos que Muñoz Molina ha recomendado como quien señala un hermoso detalle
imperceptible al mirar una pintura de Velázquez, o el hermano mayor que va por
delante de nosotros en su bicicleta y avisa del bache donde seguramente nos
iríamos de bruces. Con todo respeto (y perdón por la metáfora), pero Antonio es
de las figuras del toreo literario que en pleno tercio de varas es capaz de
hacerle ver al joven matador que ya se cree importante un mínimo detalle del
inmenso toro novela-cuento-poema-ensayo (que en ese momento está probando su
bravura estrellado en el peto del caballo del picador enciclopédico)… y en ese
detalle nos va la vida, o por lo menos, la faena que le pensamos escribir.
Sucede, sin
embargo, que la concesión del Premio Jerusalén motivó la demencia descarriada
de algunos que intentaron disuadir su aceptación, abiertamente solicitando al
premiado no asistir a la entrega en el marco de la Feria del Libro donde se
acostumbra entregar año con año, y donde también ya es costumbre que se filtre
el despropósito: una cosa es que se conceda y reciba un premio literario (más
que merecido y bien otorgado en su decisión colegiada) y otra —muy diferente—
que se aproveche la circunstancia feliz para debatir, dirimir, digerir, hacer
diatriba, denostar o defender las políticas públicas, la política o
politiquerías del Estado de Israel. Con elegancia y eso que antes se llamaba
educación, con inteligencia y la luminosa palabra de su imbatible ecuanimidad
(incluso desde su íntimo desasosiego), Muñoz Molina, sin entrarle al pleito con
nadie (y más allá de los cobardes anónimos que incluso quisieron intimidarlo
con amenazas), entiende perfectamente que los enredos de Medio Oriente no se
reducen a la fórmula ñoña y simplona de que todo lo israelí es bueno y todo lo
palestino es siniestro. No todo se reduce a la simplificación de los lugares
comunes: no es lo mismo decir “judío” que “israelí”, no todo el paisaje
palestino es Playa Girón, no es sensato ni cuerdo establecer comparaciones con
metáforas al vuelo, no todas las caricaturas merecen considerarse verdades… y
en sus propias palabras: “Yo no tengo que ir a Israel armado de suficiencia o
de arrogancia a decirles a los ciudadanos cosas que muchos de ellos saben,
denuncian y debaten, en una sociedad abierta en la que la libertad de expresión
se practica con viveza, un apasionamiento y una seriedad ejemplares. Si acaso,
me conviene escuchar y aprender de muchas personas, escritores o no, que siento
que se parecen a mí, en sus aficiones, en sus intereses, en sus convicciones
democráticas y laicas, en su defensa de la igualdad entre las personas y la
justicia social”.
Yo aprendo
mucho de los escritores de veras, que además son grandes personas; abrevo de la
desatada imaginación y honesta pasión ante la página con la que escriben, tanto
como de la decencia y cordura civil con la que caminan por las calles… Yo
admiro la literatura de Antonio Muñoz Molina, aprecio su amistad tan cerca, tan
lejos, y celebro el Premio Jerusalén con la palabra shalom, que significa
“paz”, y que se parece tanto al vocablo en árabe Salaam, con el que a la larga
se dibujará el espejo sin manchas con toda la arena de los desiertos y la clara
espuma de los mares, tejido de nubes, piel de paisajes, la cara amable del
mundo que leemos.
Muñoz
Molina recibe el premio Jerusalén a pesar de la polémica
Un grupo de intelectuales le había pedido que renuncie a
él como rechazo a la ocupación de Palestina
DAVID ALANDETE Jerusalén 10 FEB 2013 - 15:31 CET89
Muñoz Molina charla con el presidente israelí Simón Peres
tras recibir el premio Jerusalén. / JIM
Antonio Muñoz
Molina aceptó ayer el premio Jerusalén con una defensa de la tolerancia, y del
papel y la responsabilidad que el escritor tiene en la sociedad para asegurarse
de que las voces de los más débiles son escuchadas y preservadas. Citando los
ejemplos de autores tan diversos como Vasily Grossman, Ana Frank o Emily
Dickinson, el escritor jienense reivindicó el papel del escritor como alguien a
veces desarraigado en la sociedad, frecuentemente enfrentado a las élites y a
la ortodoxia imperante, garante, en última instancia, de la libertad del
individuo, cuya defensa reconoce cada dos años el premio Jerusalén.
En su
discurso, Muñoz Molina criticó la intolerancia, de cualquier tipo. “Tanto a los
creyentes fanáticos como en los oportunistas políticos a los que les gusta
alimentar y alimentarse de lo que el escritor David Grossman ha llamado ‘Los
prejuicios y las ansiedades mitológicas en las que nos capturamos a nosotros
mismos y atrapamos a nuestros enemigos’. Lo que la escritura logra es
exactamente lo contrario. Leyendo literatura he aprendido a sospechar de las
certezas y a apreciar los matices y las ambigüedades”, añadió.
“Nunca
quedamos libres de los peligros de la intolerancia y el barbarismo, en muchas
instancias convirtiéndonos nosotros mismos en intolerantes o bárbaros, si
desarrollamos la certeza de que la razón absoluta está en nuestra parte o que
otras personas no merecen los mismos derechos que a nosotros nos pertenecen”,
dijo Muñoz Molina. “He sido un ciudadano en democracia durante la mayor parte de
mi vida. Pero en mi niñez y en mis años de adolescente fui sujeto a una
dictadura, y por ello se me permitió experimentar de primera mano la fea cara
de la sumisión voluntaria a un líder, la brutalidad policial y la ortodoxia
religiosa forzosa”.
El premio
Jerusalén se entrega bienalmente en el marco de la Feria Literaria de
Jerusalén. Según sus organizadores, reconoce la labor de promoción de “la
libertad del individuo en la sociedad”. En sus 50 años de historia ha habido 26
galardonados. Cinco de ellos han recibido posteriormente el premio Nobel de
literatura: Bertrand Russell, Octavio Paz, V. S. Naipaul, John Coetzee y Mario
Vargas Llosa. La dotación económica, modesta comparada con otros galardones, es
de 10.000 dólares (unos 7.400 euros), que Muñoz Molina donará íntegramente a
una organización caritativa.
Al evento
acudió el presidente de Israel, Simón Peres, que citó la novela de Muñoz Molina
Sefarad, un relato de minorías perseguidas y amenazadas por la violencia
irracional que afloró en muchos momentos del siglo XX. “Y tú qué harías si
supieras que en cualquier momento pueden venir a buscarte, que tal vez ya
figura tu nombre en una lista mecanografiada de presos o de muertos futuros, de
sospechosos, de traidores”, leyó. Peres describió la novela como “una fuerza
increíble” que “trata temas como las relaciones más penetrantes en la vida”. La
cita que eligió cuadraba en cierto modo con su experiencia vital. Él emigró a
Palestina de niño, en 1934. Los miembros de su familia que quedaron atrás
murieron en el Holocausto.
“Millones de
personas, y un nutrido grupo de escritores entre ellos, sufren de injusticia,
pobreza, opresión política, ocupación militar, fanatismo religioso”, señaló
Muñoz Molina. “La literatura es gente que escribe y gente que lee. Pero también
son padres y profesores que transmiten sus a los niños la posibilidad de leer y
escribir y el amor a la palabra hablada y escrita. Escuelas públicas para
aquellos que no se pueden permitir la educación privada. Bibliotecas públicas
abiertas a todos. La literatura no puede desarrollar todo el potencial que
promete sin un ambiente público de libertad de expresión”.
El premio no
ha estado exento de polémica. Siete intelectuales hicieron circular la semana
pasada una carta abierta en la que le exigían a Muñoz Molina que renunciara al
premio, porque los “artistas que aceptan participar en eventos oficiales
israelíes como es esta ceremonia de entrega, prestan sus nombres, indirecta y a
menudo inconscientemente, a la Hasbara o propaganda sionista”.
Los
firmantes eran el ensayista Stéphane Hessel, autor del libro ¡Indignaos!; el
poeta Luis García Montero, el dramaturgo John Berger; la escritora Alice
Walker; el músico Roger Waters, los cineastas Ken Loach y Paul Laverty y el
poeta surafricano Breyten Breytenbach.
Ayer, antes
de recoger el premio, Muñoz Molina afirmó que una de las cosas que hace el
escritor “es luchar contra el cliché, el estereotipo”. “Y desde luego, y ese es
mi argumento más importante, no conozco a nadie que sea más lúcido y crítico de
lo que hace el Estado de Israel que algunos israelíes”, añadió en una reunión
con periodistas.
Antonio Muñoz Molina:
“No pienso rechazar el Premio
Jerusalén”
Entérate de toda la información, haz clic en:
Ahora llevará una placa con el nombre de
ANTONIO MUÑOZ MOLINA
Hace aproximadamente un mes, un jurado habría seleccionado a Muñoz Molina como Premio Jerusalem 2012 “...porque es un autor
excelente, pero también porque su obra expresa la libertad del individuo”, había explicado Joel Makov, director del festival literario, en conversación telefónica con El País.
Makov detalló que el autor de Sefarad o El jinete polaco confirmó que
viajaría a Jerusalem para recibir el premio a principios de febrero.
Lee más en http://bit.ly/VRXPw5
"Escritores e intelectuales como Stéphane Hessel (escritor y ensayista, autor del libro
Indignaos), el músico Roger Waters, los cineastas Ken
Loach y Paul Laverty, el poeta Luis García Montero, el dramaturgo y
ensayista John Berger, la escritora Alice Walker y el poeta surafricano Breyten
Breytenbach; enviaron una misiva al galardonado solicitándole boicoteara el Premio. Antonio Muñoz Molina explica por qué no solo no lo rechaza sino que lo aplaude cuando se identifica con sus contemporáneos, algunos galardonados, y alaba la pluralidad del Estado Judío."
Galardonados con EL PREMIO JERUSALEM (http://bit.ly/VHj8DO):
2012 Antonio Muñoz Molina
2011 Ian McEwan
2009 Haruki Murakami
2007 Leszek Kołakowski
2005 António Lobo Antunes
2003 Arthur Miller
2001 Susan Sontag
1999 Don DeLillo
1997 Jorge Semprún
1995 Mario Vargas Llosa
1993 Stefan Heym
1991 Zbigniew Herbert
1989 Ernesto Sabato
1987 J. M. Coetzee
1985 Milan Kundera
1983 V. S. Naipaul
1981 Graham Greene
1979 Isaiah Berlin
1977 Octavio Paz
1975 Simone de Beauvoir
1973 Eugène Ionesco
1971 Jorge Luis Borges
1969 Ignazio Silone
1967 Andre Schwarz-Bart
1965 Max Frisch
1963 Bertrand Russell
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