INSTRUCCIONES PARA DISFRUTAR DE SU ÁNGEL DE LA GUARDA D.R.
por ALBERTO BUZALI
Ángel de la guarda,
dulce compañía,
no me desampares
ni de noche
ni de día.
I. El Señor está con nosotros
Dios nos ha asignado a cada uno de sus hijos una entidad espiritual, un soldado de su confianza: un ángel que nos inculque la ética y nos ayude a preferir el bien sobre el mal. Cada uno de nosotros creyente o no, va escoltado –a su pesar a veces – de esta esencia celestial conocida como “Ángel de la guarda”. Este ángel es una criatura dotada tanto de inteligencia excepcional como de poderes extraordinarios, los cuales tenemos derecho a disfrutar.
¿Disfrutar?
Estrictamente hablando, ¿qué significa esto que llamamos “disfrutar”?
Pues se define como “el beneficiarse de los productos y utilidades de una cosa determinada”. En un orden lógico de ideas, para alcanzar este objetivo, lo que motiva, además, el título de nuestro ensayo, lo primero, es saber cómo revelar a la criatura en cuestión para poder disfrutarla. En otros términos, lograr que nuestro inseparable compañero se materialice frente a nosotros. ¿Será difícil detectar a un ángel de la guarda?. Tal vez no lo sea tanto como suponemos.
¿Quién no ha presentido más de una vez esa divina presencia –cercana– ese espíritu por demás entrometido, puesto que nadie lo llama pero es al que atribuimos nos pusiera a salvo en tal o cual ocasión de riesgos o accidentes? Es el mismo seguramente, que también nos inspiró la respuesta apropiada en un examen o guió nuestros pasos al éxito como una fuerza providencial. Es esa energía –en cierta forma ajena a nosotros– que es ni más ni menos que nuestro ángel guardián.
¿Me explico?
No es difícil identificarlo. ¿Alguien dijo…? Ah sí, en voz de El Principito “sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”. Por eso nos dejamos llevar por nuestros presentimientos, por nuestro sexto sentido.
Ahora nos mereceremos disfrutarlo:
II. Invocación “Kyrie Eleison”
Instálese primero, en la habitación donde pasa usted la noche, éste es un territorio con el que su ángel guardián está familiarizado, es donde vela, como incondicional centinela sus horas de sueño, y lo protege de los espíritus de la oscuridad.
Aquí será, no lo dude, el encuentro; y la cabecera de la cama, el mejor sitio, así que adelante. Consígase un libro de poesía mística que considere particularmente hermosa, con una portada tal vez pintada a mano, pero indiscutiblemente bella, de esas que inspiran a la reflexión, recuéstese cómodamente sobre almohadones cómodos y lea ahora, pero de principio a fin, en voz alta, verso tras verso, deteniendo su lectura en donde la ortografía así se lo indique, descanse en las comas y un tanto más en el punto y seguido, más aún en el punto y aparte. Solloce cuando lo necesite, sonría cuando el texto lo provoque; convoque al éxtasis mientras su ángel de la guarda acude, a la invocación que estará usted listo a hacer en unos minutos más.
Acompáñese de un té de nomeolvides, siempre recomendable para que este evento perdure en nuestra memoria.
Ambientar bien musicalmente la habitación es muy importante: entre otras piezas recomendamos, por ejemplo, Cantata para el oratorio de Navidad de Bach, el oratorio La Creación de Haydn, o bien El Mesías de Händel. Sin lugar a dudas cualquiera de éstas, hará feliz a su soldado celestial.
Hay un recurso más que recomendamos, dependiendo de su capacidad económica: el acomodar justo al otro lado de la ventana que mira hacia esos magníficos rosales en flor, un coro infantil, un grupo de niños que interprete una y otra vez, los tradicionales Ángelus.
Sabemos de diferentes instituciones educativas administradas por religiosos, donde por un costo módico, le alquilan grupos que van: desde cuatro hasta trescientos niños, los hay para casi todos los presupuestos, y se manejan por catálogo de fotografías acompañadas con discos de diferentes versiones de música sacra. Vienen en diferentes colores de piel y edades, pero usted exija que los que seleccione sean todos varones menores de doce años, circuncisos y sin experiencia sexual. El resultado será místico –se lo aseguro- absolutamente increíble.
Es ahora que la música establece una atmósfera propicia. Es momento de iniciar la invocación. Pero primero, dé un sorbo a esa tacita con té por favor.
Bien, todo listo. Ahora: para que tenga lugar el encuentro, recordemos que la paciencia es el primer don requerido e indispensable. El segundo, la humildad, tenemos que estar concientes que no estamos invocando a una mascota, no es un animalito simpático, sino, un mensajero de Dios.
Tanto la humildad, como la paciencia, se convierten en el vehículo para la más propicia materialización de la criatura.
Enseguida, súbitamente sobrevendrá un intenso aroma a flor de naranjo, y una brisa de esas que acarician el rostro y seducen el alma. Una corriente de aire fresco que transporta polvos para dormir el sueño de los justos, pétalos de diversos colores se arremolinan en el jardín, y comienzan a ingresar, mágicamente a la habitación donde esperamos que ocurra el milagro.
Serenidad y santidad llenan el ambiente. Un lejano repicar de campanas anuncia que el ángel está por llegar.
III. Gloria “Gloria in excelcis Deo”
En cuanto ubique a su ángel, levante poco a poco la mirada, sin movimientos bruscos: sólo la mirada, no haga todavía ningún movimiento. Usted lo que quiere es disfrutarlo, no ahuyentarle. Discretamente obsérvelo, detenidamente memorícelo, haga un recuento de todo en él –cosa que aprovechará más tarde para el logro de sus propósitos–.
Observe con atención esa carita y cuerpecito, esos ojos enormes de mirada serena, eterna, profunda y curiosa.
El ángel, le comento, comenzará a pasear por la habitación, gócelo nada más con la mirada. Tranquilo, no se inquiete, esos paseos de reconocimiento los hacen habitualmente, si quiere finja estar dormido, eso le dará mayor libertad. Nuestro visitante ahora materializado, disfruta también del aroma del té y de la brisa que llega del jardín, pero lo que más le atrae es el sonido de la música –por ello nuestra insistencia en los coros–, son irremediablemente nostálgicos, un gran anzuelo para estos espíritus que nos custodian. La criatura, es su costumbre, se acerca y se arrodilla, como si fuera a orar al pie de la cama, quiere gozar de esta atmósfera preparada. Apoya luego su carita entre las manos y con los codos en los pliegues de las sábanas, distrae su mirada hacia el infinito, como todos los angelitos lo hacen. Su “dulce compañía” no opone resistencia, todo el entorno es etéreo. Sus defensas ceden..., suspira como un bebé satisfecho…, vuelve a suspirar una y otra vez hasta que cierra sus ojitos...
El angelito duerme.
IV. Miserere “Miserere mei, Deus”
¡Por fin! Ya tiene cerca y materializado a su ángel ¿y ahora?
Bueno, la mayoría de la gente lo prefiere desplumar primero, de esta manera obtiene relleno fino para almohadas, cojines, o simplemente de regalo para tanta gente que vive con gatos. ¿Sabe que a los gatos les encanta jugar con las plumas de los ángeles?, son particularmente ligeras y por ello, acrobáticas: vuelta tras vuelta, tras vuelta tras vuelta, tras vuelta y otra vuelta más antes de caer al piso, para volver a ascender y volar con el mínimo suspiro del felino doméstico que se entretiene con ellas. Cabe anotar que después de haberlo desplumado, hay quienes antes de sacrificarlo, hacen con su angelical e infantil rostro una mascarilla de yeso, de esas que vemos adornando tradicionalmente los frisos o capiteles, u otros tantos elementos arquitectónicos en las casas de los barrios residenciales, en casos diversos, sirven como pisapapeles o portarretratos. Hay gente sumamente creativa que inmoviliza al ángel firmemente, con ayuda de una prensa para madera, y así no dejar huellas. Le abren completamente la boca, antes de vaciar la escayola, manteniendo abierta cuidadosamente la boca, con palillos de dientes incrustados apuntalando las encías superior e inferior, teniendo cuidado de no dañar el paladar, pues sangra mucho, entonces el efecto es magnífico: consiguen una máscara incomparable con una gran boca abierta, que podría funcionar como despachador de pañuelos desechables o para cubrir el rollo de papel higiénico en el baño de casa (el papel se surte por la boca del angelito).
Anoto que este objeto siempre ha sido la envidia de familiares y amigos, independientemente que constituye uno de los más codiciados regalos para navidad.
Mientras fragua la mezcla sobre el rostro del infante, no olvide colocar en las fosas nasales sendos popotes, para que la criatura respire normalmente; recuerde que el ángel es necesario todavía vivo, aunque pronto será sacrificado, para esto, es recomendable el uso de métodos “blancos”. El motivo es que las heridas, en caso de mutilación despiadada, son muy difíciles de limpiar. Se entiende pues, por métodos “blancos”, los que no dejan huella, por ejemplo; estrangulamiento lento, pero –muy importante– evitando que los ojos se salgan de sus cuencas o que se pudiera provocar flujo diarreico –sería un verdadero fastidio enfrentar cualquiera de estas situaciones– porque no se descartan ni malos olores, ni deleznables viscosidades.
Otro método blanco, –muy recomendable por cierto– es azotarlo fuerte y continuamente con una barra de hule comprimido, que no deja ni marcas ni moretones. Esto habría que hacerlo, envolviendo previamente al ángel en una sábana blanca, pero golpeándolo intensamente.
Envolver al niño alado en un lienzo evita además, que ceda usted al cínico y melodramático recurso que emplean algunos de ellos, al gesticular expresiones de horror y de dolor.
Supongo que está sobre entendido que antes de iniciar el sacrificio, ya habrá cerrado puertas y ventanas, no vaya intentar escaparse el inocente y se vuelva todo un desastre.
No desaproveche el pulcro y refinado método de muerte por asfixia –el que más recomiendo–: es otra bellísima opción que consiste en comprimir el rostro del ángel con una almohada blanca como la nieve, presione firme pero cuidadosamente hasta que, tanto manitas como piernitas, dejen de agitarse. Con las alas no hay problema, –olvidé mencionarlo– pero ya debió separarlas del cuerpo previamente.
Si opta por la opción de asfixia será conveniente observar las recientes disposiciones que en materia de sacrificio de ángeles se establece, que entre otros deberes, por ejemplo, no es ético emplear almohadas rellenas de pluma de ángel. Esto constituye un verdadero acto criminal considerado como canibalismo en primer grado, además de manifestar, innecesariamente, tremenda crueldad emocional.
Lo conducente es hacerlo con almohadones rellenos de fibras sintéticas (Delcrón) o, en el peor de los casos, de plumas de gallina; no así de ganso: hay estadísticas de alergia al respecto.
V. Offertorium
Hemos concluido la primera etapa, ahora, a colocar cuidadosamente el cuerpo inerte en el fregadero de la cocina. Mucha atención con su cabecita, habrá que cuidarla de cualquier derrame de líquidos, pues para esos rizos dorados tenemos planes específicos. Ahora bien, si ya se hubiesen retirado vecinas, comadres y otros mirones del área de lavado, cerca de los tendederos, por ser para nosotros un lugar más cómodo por su amplitud y ventilación, puede usted recostar -si lo desea- el cadáver en el lavadero. Esté alerta que no haya testigos que lo incriminen, que no faltaría una vulgar lavandera nalgona, que a grito pelado exigiera, por ejemplo, “que le corten primero las piernas”, o la que concluya alborotando “no, así no... primero un brazo, luego el otro, haciéndolo girar como un foco, etcétera.
Ya limpio, el paso a seguir, es desmenuzar, piernas y brazos recordando que ciertas partes de la criatura, sobre todo el pene y los huevitos, se echan a perder muy pronto, por lo que inmediatamente habrá que arrojarlos al fuego, –quiero decir, al agua hirviendo–, por tanto, estos apéndices íntimos serán los primeros en ser retirados del cuerpo del ángel. Todos los cortes deberán cocinarse frescos, no se pueden congelar, pues pierden su sabor celestial: Recuerde que la carne de los ángeles es como la de las palomas, no contiene hiel, por lo tanto es dulce, sobre todo, como debe ser, cuando se come fresca.
Torso, nalguitas y muslos; deditos, muñecas, cuello, costillar, tobillo, ¡a la olla de cocción!, pero la cabeza rescátela cuidadosamente. Sin rapar, la coloca sobre un bloque de hielo con los ojos con una cinta cubiertos (no se deje impresionar por el truco de “parece que aún vive”, no sea que de tanta pureza, le guiñe post-mortem malintencionadamente un ojo).
Carne tan pura –si es que se le puede llamar carne a la santa materia prima de lo que están hechos los ángeles– no hay necesidad de agregarle sal, arrójela directamente a la olla a fuego lento. Aún la inmaculada túnica puede acompañar el cocimiento, (no es obligatorio, es cuestión de gustos, pero adereza maravillosamente nuestro guisado).
Advertencia; no remueva las uñas de los dedos, éstas se disuelven poco a poco con el calor, agregando aromas exóticos a este exquisito manjar.
Mientras las menudencias se hornean, decore la cabecita del ángel con lluvia de estrellas, peine sus cabellos dorados y pinte con carmín sus labios; sus pestañas remárquelas con carbón, impregne con jugo de arándano las mejillas... ¡Ah! si fuese necesario, con palillos sujete cada párpado, para que sus ojitos –abiertos todo el tiempo– alegren nuestra reunión, porque la cabecita, una vez arreglada se colocará al centro en una fuente gastronómica el núcleo entre tantas exquisitas menudencias –una vez terminada la cocción-. Esta será de diez minutos para termino crudo o sangriento, y diecinueve para término medio; entonces retírelas del agua hirviendo y enfríela con agua helada (no querrá usted perder el sabor de sus jugos y secar su carne); acomode cuidadosamente las piezas en la charola y métalas ahora al asador, sólo para dorar la piel, tres minutos serán suficientes para un bronceado perfecto.
Con unas pinzas de plata, saque una por una las piezas del horno, y las vuelve a colocar en una charola, previamente embadurnada con germen de lágrima de niño.
Con rojas manzanas del árbol del bien y del mal, de las más pequeñitas y por ello las más tiernas, y con ése brillo eterno, serán la guarnición de las doradas y bien cocidas carnes.
VI. Communio
Así, coronando el platón, majestuosa, quedará la cabecita, tal y como lo habíamos proyectado: sonriente, con una fuente de rizos dorados –el cabello de ángel– esparcido sobre la charola. Cuide tan sólo que los ojitos vean ambos al infinito o al cielo, pero sin hacer bizcos, sería de muy mal gusto presentar un ángel estrábico como banquete.
Indispensable acompañar con un buen vino –Sangre de Cristo o Casillero del Diablo los más aconsejables–, tal vez alguna cosecha anterior a 1980.
¡Pero nada de postres por favor, ni mentas, ni sorbete de pétalos de rosa para endulzar el sabor!, déjelo que perdure para la eternidad.
VII. Ite, Missa Est
Podéis iros, nuestra plegaria ya ha sido escuchada. Que tengan una buena digestión.
“...Amén!” (a coro).
Una página cuidada, bien equilibrada en su contenido, interesante, un hallazgo maravilloso para mi. Una observación: Margo Glantz no es de 1949, es de 1930.
ResponderEliminarFelicidades,
María Esther Nuñez
Ma. Esther, gracias por estas palabras.
ResponderEliminarLa confusión es la siguiente: la imagen es de una fotografía realizada en la calle por un ambulante en 1949.
Si observamos la foto con cuidado, ahí, con tinta, está escrita la fecha: 1949.
O sea, Margo a los 19 años.
Mil gracias.
Beto Buzali
www.lapaginadebetobuzali.blogspot.com