Los placeres y los días / República amorosa.
Reforma.
Por Andrés de Luna
(11-Dic-2011).-
El discurso político se desplaza hacia el barranco de los disparates. Exento de reflexiones vuelca su sinsentido hacia el gesto mediático. Si en un comercial sobre un tequila un hombre toca la trompeta y de pronto la realidad se vuelve angélica: seres alados aparecen por doquier; en esa misma tónica, más cercana a las ficciones de la publicidad, de repente la idea de Andrés Manuel López Obrador es convertir a México, país de violencia indecible y problemas monumentales, en República amorosa. Detrás suenan los violines y todos se toman de las manos, se escucha Up with people! El canto de los pajarillos resuena en el fondo, un venado queda con los ojos en blanco, podría ser un Bambi remixed. Políticos de distintas facciones políticas entonan el canto de la concordia. El Peje extiende su mano y perdona las ofensas de todos quienes lo ofendieron. De su sayal brotan las rosas y en esa tela burda queda su propio retrato, en su pupila milagrosa queda otro eco de su imagen. Hace el milagro de la multiplicación de los votos. Recorre la nación en busca de correligionarios. El ánimo belicoso está anulado, como se expulsó a los mercenarios del templo. Extiende su mano y consigue que la violencia sea suplantada por la paz y la razón, que podrían traducirse en sentimiento amoroso. Todos sus partidarios respiran complacidos.
El Señor de las Ligas bendice al PAN, al fin y al cabo hasta los enemigos caben en los territorios de la bondad suprema. Él recibe las dádivas y las guarda en un portafolios. De nuevo la música
resuena con sonidos sacros de órgano y cumbia andina mientras él hace rollitos con los billetes. Dolores Padierna está transfigurada, semeja la Santa Teresa de Bernini en éxtasis; ella es otra habitante la de República amorosa. Fourier mira desde el cielo complacido: hemos pasado de la utopía a la realidad. El amor es la consigna y la felicidad es su mayor logro. Los ciudadanos tienen la sonrisa fácil de quienes se saben y son poseedores de la gloria, son felices y la certeza los colma.
El Mesías, nueva denominación para el Presidente, entrega su mano santa a sus amigos, a sus enemigos y hasta a los espurios. En cada uno de sus movimientos está la síntesis de la Madre Teresa de Toluca, ¿o era de otra ciudad? Ebrard es el nuevo secretario de Gobernación, sólo que él prefiere desplazarse en Metrobús para ahorrar gastos; deja a un lado helicópteros y toda esa clase de máquinas suicidas de gobiernos anteriores. El gesto de amargura continúa en él, sabe que era el mejor candidato pero tuvo que ceder ante las presiones y los compromisos de la República amorosa. A su corazón aún le falta un trecho para llegar a la tan anhelada felicidad. Por allá, más feliz, se ve a Carlos Ímaz que recoge dólares con fines extraños pero que son parte de un nuevo proyecto de país. Todo es felicidad. Los mariachis, ahora Patrimonio de la Humanidad, interpretan melodías celestiales. Una mano inmensa, que semeja la del Mesías Legítimo, ondea en las astas de las banderas. El amor nos llena, somos amor, somos habitantes de la República amorosa.
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