Cuando era más joven, era más valiente y aguerrida; creía en D-os, admiraba su creación, pero dudaba. Hoy, más que nunca, admiro con reverencia pero sigo dudando: dudo de mi duda.
El ejemplo de Abraham es para mí, el ejemplo de la fe perfecta. Sé que habrá mil doscientas interpretaciones al respecto y deben ser mucho mejores que la mía. Pero mi sorpresa al leer sobre el sacrificio de Isaac ha sido siempre mayúscula. Sencillamente un día decidí que Abraham poseía eso, la fe perfecta. Y todo le salió bien finalmente gracias a su fe; pero también a su compromiso. No creo y cuando era joven y aguerrida tampoco, que el Creador lo haga todo. Creo que nos ha dejado tarea y nuestro compromiso (uso de nuevo la palabra) sería cumplir. Huelga decir que no estamos cumpliendo con nuestra parte tan tan bien. No creo en el castigo ni en la recompensa. Si te portas bien, es cierto, te sientes bien, incluso feliz. A fin de cuentas mi amiga Jenny (se llama como yo) dice que lo que D-os quiere de nosotros es la Simjá . No hay Simjá posible si maltratas a tus hijos o le hablas mal a tu esposo, o dices mentiritas; por mencionar algunas pequeñeces, porque hablar de nuestro descuido del planeta, o de los niños que van descalzos (de todo) por las calles o de cómo propiciamos la guerra en cualquiera de sus formas, pues ya son palabras mayores y no queremos entristecernos.
En ocasiones siento cómo se me pierde la fe en la humanidad, y en otras, la recupero y me sorprendo. Soy maestra, mi trabajo tiene que ver con eso, con creer en el otro.
Me río de mí principalmente y le pido a D-os todos los días que me permita seguir haciéndolo, que no se me olvide que soy vulnerable, que quiero aprender, que debo dejar atrás mi soberbia, que puedo dar, recibir sin tanta solepnidad (sí, así llo escribí, no es error de dedo). Le pido a D-os que me permita ver y yo por mi cuenta tendré que hacerlo. No me queda de otra.
Alguna vez, en tiempos muy oscuros para mi familia y para mí, le ofrecí rendirme; el misterio era demasiado, nos sobrepasaba a todos. Me puse en medio de mi misma, me puse en sus manos y le dije que estaba bien, que aceptaba y estaba bien. Recordé a Abraham, no porque creyera que mi fe era inquebrantable como la suya, sino precisamente por lo contrario. Pero su historia me acompañó, me hizo pensar constantemente y me consoló.
Me viene a la memoria una frase que cita Milan Kundera en alguno de sus libros: El hombre piensa y D-os ríe. ¿De qué se reirá? me pregunto. Pues de nuestra solepnidad, que está tan emparentada con la hipocresía. La plegaria, la palabra tiene su sentido y su fuerza pero no podemos olvidar a qué hemos venido. ¿Y a qué hemos venido? Para los judíos está fácil y no tan fácil. Porque hay respuesta. Ahora sí, a bajarse de la hamaca. Existe el concepto (y espero, por favor que no se quede en concepto) del Tikkun Olam. Somos los socios de la Creación, venimos a completar, a hacer tzedaká en el más amplio sentido, a hacer justicia con amor, con sabiduría, con misericordia (Tiferet,Jojmá y Jesed). Cada hombre sabe dónde pone sus esfuerzos. Elegimos aunque creamos que no lo hacemos. No sé cuánta y cómo es mi fe; pero sé que aquí y ahora tengo muuucho quehacer. Alguna vez oí a un rabino decir que estamos en el mundo de Aziyah, de la acción, eso nos tocó a los seres humanos. Claro que tenemos que pensar y que sentir; pero también que actuar
Sí, le pido a D-s todos los días, a veces en las noches, por supuesto en el avión; y sí, soy producto de una educación judía y universal. Creo que fue Antonio Machado quien dijo "Quien habla solo espera hablar a D-os un día".
En mi infinita soberbia, que no sé si es judía o universal o sólo mía, me he saltado un paso: hablo sola y todas las mañanas, o noches, o como caiga, hablo con D-os para que sepa que aquí estoy; pero sobre todo para que yo sepa que ahí está Él.
Regina Kalach Atri
mayo 2011
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