MARGO GLANTZ DE VISITA EN ARGENTINA
Margo Glantz y Saña en Eterna Cadencia. Foto: Mario Bellatin
Luego de su paso por Lima, la escritora mexicana Margo Glantz dio un salto a Argentina, donde vive una de sus hijas, donde se lleva a cabo la Feria del Libro y donde además ha publicado su estupenda novelaSaña en el sello Eterna Cadencia. La Revista Ñ envió a Fernanda Nicolini para que le haga una entrevista donde habló de su obra, de la literatura femenina y, desde luego, de los zapatos de diseñador:
Margo Glantz tiene tantas maneras de mezclar sus obsesiones literarias como pares de zapatos en su placar del DF. Tantos ensayos sobre Sor Juana como sandalias; tantos textos sobre Bacon, Scarlatti y Rimbaud como botas; tantos fragmentos disparados por lecturas eruditas o por ridiculeces de la vida diaria como tacos. Margo Glantz es inclasificable, pendular, movediza. Y por eso puede escribir un libro como Saña (Eterna Cadencia), y en sus páginas pasar de una pintura de Spencer a la vida de Ferragamo o del Holocausto a Giorgio Armani.
(…)
“Mi vida es eso: la enseñanza de la alta cultura, la visita a museos, oír música, pero también comprarme unas medias de un color especial, conversar de cosas intrascendentes y tomar un pisco sour en Perú. Todo eso me parece tan vital como escribir sobre alta cultura”, dice unas horas antes de presentarse en la Feria del Libro, mientras balancea un pie calzado con un hermoso zapato verde con medias al tono (“Me los compré en una tienda catalana que se llama Vialis. Son divinos, ¿verdad”).
(…) ¿Mezclar lo frívolo con la alta cultura es una manera de desmarcarse del prejuicio de que la mujer solo hace literatura de lo doméstico? Es algo que ya Virginia Woolf hacía: Mrs. Dalloway es sobre una mujer que está preparando una fiesta y el texto habla de eso, de comprar flores, comprar un pastel; pero al mismo tiempo, van apareciendo cosas más profundas como la locura del personaje. Lo mismo pasa con Katherine Mansfield: en las cosas más elementales se va gestando poco a poco una tragedia, que asoma desde la primera palabra, aunque no nos demos cuenta.
¿Qué siente cuando la literatura escrita por mujeres se encasilla como literatura femenina? Muchas mujeres han elegido un tipo de literatura que lleva esa etiqueta. Son las que siguieron a Gabriel García Márquez, como Isabel Allende, Marcela Serrano, Angeles Mastretta. Una amiga mía colombiana las llama “Las Gabitas de la Literatura”. Quizás no en la Argentina, pero en muchos países de América Latina, como las mujeres entraron tarde a la literatura, encontraron ese método de hacer best sellers. Yo no podría escribir así, ¡aunque me encantaría porque ganaría mucha más plata! ¿Por qué sus textos siempre son autobiográficos? No sé, es inevitable. Pero escribo de las cosas más ridículas. Se me cayó una maleta encima de la uña y me nació una uña monstruosa y escribo de ella todo el tiempo, y le agrego un verso maravilloso de Blanca Varela, que dice: “La corona violeta del escarnio”, ¡y eso es mi uña! Pero lo autobiográfico también incluye la lectura de otros autores. Muchos de ellos son parte de mi digestión mental, ya no tienen copyright, tienen mi forma.
Pero no solo en la Revista Ñ ha dejado declaraciones Margo Glantz. También participó en un encuentro en la librería Eterna Cadencia y, una vez ahí, Patricio Zunini aprovechó para resumir una entrevista pública. La extensa conversación aparece en el blog de Eterna Cadencia. Ahí habló sobre el libro (no sé si llamarlo novela necesariamente) sobre la India, del que comentó en Lima en el Festival Eñe.
Algunas respuestas:
“Soy muy proclive al fragmento. Mis textos se van organizando como mosaicos, con pequeños fragmentos que al principio no tienen identidad definida y que poco a poco, por una organización textual que es un trabajo diario pero al mismo tiempo inconsciente, se va organizando un fragmento que tiene cierta homogeneidad y va conformando un paisaje.”
Esa fragmentación de textos tiene un ejemplo culminante en Saña (Eterna Cadencia, 2010). El libro nació por un encargo de Mario Bellatin, que había organizado un Congreso de dobles en París. Cuatro escritores mexicanos (Margo Glantz, Sergio Pitol, José Agustín y Salvador Elizondo) debían escribir diez textos que luego serían leídos por unos “clones”.
—A esos diez textos inmediatamente les puse “Saña”. Luego vi que yo misma necesitaba ensañarme con esos textos y seguí trabajándolos. Me parecía que muchos de los textos que andaban sueltos en mi mente, en apuntes, en la computadora, en mis diarios, en diferentes carpetas, podían funcionar muy bien en un libro como Saña. Había textos más orgánicos, como un texto de 15 páginas sobre Rimbaud cuando dejó de escribir, que estaba dividido en fragmentos pero que tenían una ilación. En Saña funcionaba bien, pero más fragmentado aún. También me interesaba trabajar a un personaje como Domenico Scarlatti: cómo transcurrió su vida y cómo funcionó con el tipo de música que escribió. Lo organicé dividiéndolo en fragmentos. Había hecho también un viaje a la India, tenía varios textos y decidí que podían perfectamente utilizarse en Saña. Como toda la vida me ha interesado la moda y he escrito para revistas como Vogue, decidí también coleccionar los textos sobre la moda que había escrito o que podía escribir. Coleccioné textos que aparecen distribuidos de una manera errática, pero que a la larga acaban de tener una ilación muy determinada. Otro tipo de textos que formaban un conjunto y que incluí son los textos relativos al Holocausto. Otros tienen que ver con distintas religiones y con las condiciones que le imponen a sus fieles, cómo se mutila, se reglamenta, se cancela un ser humano a través de los preceptos religiosos. Muchas cosas más: anécdotas sobre Schubert o sobre personajes que tienen que ver con el Holocausto pero que conforman una historia distinta como Primo Levi.
(…)
—Cuando mis padres tomaron el barco sabían que se dirigían a América latina. El barco iba a Cuba y al llegar a Cuba advirtieron que si daban diez dólares más podían llegar a México. El capitán del barco les prestó los diez dólares y nací en México. Ese es el azar. Pero parientes de mi madre emigraron a la Argentina, otros a Estados Unidos. Mis abuelos maternos pensaron en emigrar a la Argentina, pero mi abuela pensó que a lo mejor no iba a tener servicio doméstico, se quedaron en Europa y como premio les tocó la revolución de la Unión Soviética.
Antes de terminar la entrevista, Margo Glantz dijo que tiene dos trabajos pendientes: una novela a medio camino y un libro que registra sus viajes a la India que le está consumiendo todas las energías, no sólo por el interés sino por prestar atención a aquello que excede los clichés previsibles en esos tours. “No sé yo entreno la mirada o la mirada me entrena a mí”, dijo y contó que ella no saca fotos:
—Yo viajo y no fotografío: hago diarios. En los viajes a la India, lo primero que hacen mis compañeros de viaje es sacar una foto. Casi no ven los lugares por sacar fotos. Yo escribo dos o tres palabras que me remiten a un recuerdo muy particular y esos recuerdos luego pueden organizarse como escritura.
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