Fue en el Museo Nacional de Historia Natural donde comenzó la búsqueda del alfabeto en las alas de las mariposas pues encontró que en una de sus alas la letra “F” era absolutamente legible.
Quedó tan impresionado que se preguntó si podía encontrar en otras crisálidas otras letras del abecedario. Treinta y nueve años después, publicó The Butterfly Alphabet.
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