EL
CUADERNO VERDE
Las
guerras de la memoria
Por José Gordon
La doctora
Elizabeth Loftus tenía 44 años. Se encontraba en una reunión familiar cuando
uno de sus tíos le dio una información que la dejó helada. Le dijo que cuando
la madre de Elizabeth murió ahogada -ya de ello 30 años-, ella fue la que
descubrió el cuerpo en la alberca. Elizabeth pensaba que nunca había visto el
cuerpo inerte de su madre. Recordaba muy poco de lo que sucedió en esos días.
Poco después
de la revelación del tío, empezaron a despertar las memorias reprimidas. Dice
Loftus: "Las memorias retornaron como el nítido humo de una fogata en el
bosque. Mi madre, en camisón, flotaba con la cara boca abajo... Comencé a
gritar. Recordé las luces destellantes de las patrullas de la policía. Durante
tres días mi memoria se expandió y se hinchó. Poco después, por la mañana, mi
hermano me habló para decirme que mi tío se había equivocado. Ahora recordaba
bien lo que había pasado (otros parientes también lo confirmaron), en realidad
había sido la tía Perla quien descubrió el cuerpo de mi madre".
Lo paradójico
de esta experiencia es que la doctora Loftus se había dedicado a investigar las
llamadas falsas memorias. Ahora le tocaba vivir en carne propia la maleabilidad
de los recuerdos. Loftus escribe: "¡Mis propios experimentos
inadvertidamente habían operado dentro de mí misma! Me quedé con una sensación
de asombro ante la credulidad que habitaba en mi propia mente escéptica".
Los estudios
más recientes plantean que eso ocurre incluso en mentes que se asemejan a la de
Funes el memorioso, el personaje de Borges que recordaba todo con prodigiosa
exactitud. Esta capacidad se llama hipertimesia o memoria autobiográfica
altamente superior. Se trata de la imposibilidad de olvidar ni un solo segundo
de nuestras vidas.
En National
Geographic, Ed Yong señala que en 2006, James McGaugh, en la Universidad de
California en Irvine, realizó un estudio sobre una impresionante memoriosa
llamada Jill Price. Sabía exactamente todo lo que estaba haciendo en cada
minuto de cualquier fecha del pasado: que el 11 de abril de 1993 fue el Domingo
de Resurrección y que cenó espagueti; que el Challenger explotó un martes, el
28 de enero de 1986; que el 5 de marzo de 1991 se transmitió el último episodio
de la serie televisiva Dallas. Recientemente, Lawrence Patihis, en colaboración
con McGaugh y Loftus, llevó a cabo una serie de experimentos con varias
personas con hipertimesia. ¿Pueden también tener falsas memorias? ¿Se pueden,
por ejemplo inducir palabras fantasmales en los memoriosos?
En uno de
los estudios le pidieron a los sujetos del experimento que recordaran largas
listas de palabras relacionadas con una palabra ausente. Un ejemplo: aparecían
las palabras: "descanso", "siesta" y "cama" pero
no la palabra "dormir". Ese era el término fantasma. Sin embargo, el
70 por ciento de las personas "recordaron" la palabra
"dormir". En el estudio tanto los memoriosos como los no memoriosos
cayeron en la trampa.
La
investigación es perturbadora. Si la memoria no es tan confiable, con mala fe
se pueden poner en entredicho testimonios auténticos sobre crímenes terribles y
abusos sexuales. Ese es el verdadero drama que, por ejemplo, están viviendo en
estos días Woody Allen y su hija Dylan Farrow. ¿Se trata de un caso de
pedofilia cuando ella era menor? ¿Se trata de un caso de memorias falsas? En sus
declaraciones, ambos son conscientes de que lo está en juego son las guerras de
la memoria. Dylan defiende la dignidad de sus recuerdos. Allen con igual
vehemencia los pone en duda. Si fuera película estaríamos hablando de una
tragedia compleja y muy oscura.
pepegordon@gmail.com
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