Las pirámides de Egipto, los templos de Angkor, la ciudadela de Machu Picchu… Ruinas fabulosas que nos hablan de pasadas glorias de la Humanidad. Pero están ya más vistas que el Thriller de Michael Jackson. En el mundo existen otros yacimientos arqueológicos también espectaculares y mucho menos manidos. Estos son algunos de ellos:
Ver pirámides en Egipto entre miles de turistas es una cosa, y ver pirámides (no tan espectaculares como las egipcias, desde luego) en completa soledad en las arenas ardientes del desierto de Nubia, es otra. Se te congela el aliento (y eso que hay 45 grados a la sombra) cuando caminas tú solo entre estos campos de ruinas, con tumbas abiertas y sin protección alguna llenas aún de frescos murales. Los reinos de Meroe y Napata llegaron a dominar el Bajo Egipto hacia el 747 a. C. De aquella época son los principales yacimientos arqueológicos de Nubia, como los templos y necrópolis del Djebel Markal, cerca de Karima; los campos de pirámides de Nouri y Kourrou; los de Amara, Sebisi, Soleb y Saddenga, entre la segunda y tercera catarata, y el templo de Kawa, al este de Dongola.
Aunque nadie lo crea, en África subsahariana existen unas ruinas de una gran ciudad construida con piedra finamente tallada hacia el siglo XII, obra de una civilización que dominaba la técnica constructiva como ninguna otra -ni antes ni después- lo hizo en el continente negro. Aquel pueblo desapareció y el misterio de cómo aprendieron a usar la piedra murió con ellos, pero nos quedaron las soberbias ruinas de Great Zimbabwe, a 50 kilómetros de la ciudad de Masvingo, como testimonio de su grandezas.
Tikal es el gran conjunto arquológico de Guatemala, el país "más maya" de Centroamérica. Pero al norte de la selva del Petén, cerca ya de la frontera con México, se descubrió otra ciudad mucho más grande y espectacular que Tikal: El Mirador. Para hacerse una idea bastan estas cifras: la pirámide mayor de El Mirador tiene 72 metros de altura (la más alta de América) y en volumen es mayor que la pirámide de Keops, en Egipto. De momento El Mirador apenas se ha excavado (los trabajos están en curso) y para llegar hay que pegarse una caminata de cinco días por la selva. O alquilar un helicóptero.
Las ruinas de Angkor son maravillosas, nadie lo duda. Pero en la carretera que lleva de Phnom Penh a Siam Reap pueden verse otras mucho más antiguas: las de Sambor, la vieja capital del imperio pre angkoriano de Chenla entre los siglos VII y IX, anterior por tanto a Angkor. Los templos y construcciones no son tan impresionantes como los de aquella porque fueron construidos dos siglos antes y con mampostería de ladrillo. Les rodea una espesa vegetación, que en ocasiones atrapa con sus tentáculos algunos de los templos. En el terreno se notan aún los efectos de los bombardeos masivos americanos durante la guerra del Vietnam.
Solo por ver la fachada de la Biblioteca de Celso merecería la pena visitar esta antigua ciudad griega que también fue persa y romana. El enorme conjunto arqueológico está lleno de grandes construcciones, como el teatro o el templo de Artemisa, pero también de guiños y pequeños detalles mundanos que hablan de las gentes que allí vivían, como el cartel anunciador de una casa de prostitución. Muchas de sus columnas acabaron en Estambul como material reutilizable en la construcción de la mezquita de Santa Sofía.
Además de Petra, Jordania atesora -como buen cruce de caminos- muchas otras evidencias de la historia. Y una de las más espectaculares son las ruinas de la ciudad grecorromana de Jerash. Ciudades de este periodo clásico hay muchas, pero Jerash sobresale por lo bien conservado de su patrimonio: caminas por el foro o por el Decumanus, la larga avenida enlosada y flanqueada de columnas que en él desemboca y te crees que estás “en una peli de romanos”.
Calificar de ruinas a estas iglesias trogloditas de Etiopía quizá sea un atrevimiento, porque siguen en uso, tal cual lo estuvieron en el siglo XII. Pero lo que nadie discute es que es uno de los lugares más fascinantes de África. Una ciudad monástica excavada en la roca rojiza del norte de Etiopía, la nueva Jerusalén del cristianismo copto.De los muchos templos tallados en la roca como bloques monolíticos destaca el de la foto, Biet Ghiorgis, la iglesia de San Jorge. Lalibela fue construida por la dinastía Zagüe, que gobernó el país hace 800 años. Uno de los lugares más sobrecogedores que he conocido en mi vida.
Stonehenge es el crómlech (monumento megalítico) más famoso de las islas Británicas. Y lo es porque además de ser espectacular está en una zona muy habitada, al sur del país, con buenas comunicaciones. Este anillo de Brodgar no le va a la zaga en valor arqueológico, pero tiene en contra que está en el culo del mundo. O por decirlo de una forma más académica, en las islas Orkney (Orcadas, en español), un remoto archipiélago en el mar del Norte, frente a las costas septentrionales de Escocia. Lo construyeron manos desconocidas hace más de 4.000 años. Tuvo 60 piedras de hasta 4 metros de altura en una circunferencia perfecta de 103 metros de diámetro. Hoy quedan solo 36 de ellas en pie. Ver atardecer en la soledad que las envuelve te pone la piel de gallina.
Bangkok como capital de Tailandia tiene una historia muy reciente. Hasta mediados del siglo XVIII la verdadera capital del reino de Siam era Ayutthaya, 75 kilómetros aguas arriba del río Chao Phraya. Dicen que en esa época los comerciantes y embajadores extranjeros que remontaban el río sabían que estaban llegando porque el brillo que arrancaba el sol a los templos y palacios era visible a kilómetros de distancia. Hasta que en 1767 los birmanos, enemigos seculares de los tai, la asaltaron y destruyeron. Las casas de madera y las casas-barco desaparecieron para siempre. Pero han quedado templos, fortalezas y restos de palacios que nos hablan de la grandeza que llegó a alcanzar aquel reino de Siam.
Nada menos que 2.500 años lleva el sol abrasando la antigua ciudad de Persépolis, una de las ruinas más majestuosas de todo Oriente Medio. La antigua capital de Persia fue un fabuloso conjunto palaciego hasta que Alejandro Magno se la pasó por el arco del triunfo para demostrar a los persas quién había ganado la guerra. Pese a los destrozos, lo que ha llegado hasta nuestros días es fantástico, incluida la puerta de la Naciones, con sus dos toros alados, los delicados relieves únicos y las colosales columnas.
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