sábado, 29 de mayo de 2010

NOCHE Y DÍA . REFORMA
Gilliam, el rebelde

Sergio González Rodríguez
29 May. 10

'El imaginario mundo del Dr. Parnassus' despierta el sentido de lo prodigioso

La fabulación improvisada como especialidad, decía el escritor inglés Saki. El tema del sujeto y los deseos ocultos surgen en la cinta El imaginario mundo del Dr. Parnassus, de Terry Gilliam. Pero el verdadero relato está en su trasfondo: la pulsión de lo anacrónico bajo la ultracontemporaneidad. Las tensiones entre la urgencia del instante y la culpa que viene de un pasado cuyo peso tiende a abrumar. Un aserto moral y al mismo tiempo estético.

La historia del filme se presenta en forma simple: una compañía teatral que dirige un viejo y que componen su hija, un aprendiz de mago y un enano, ofrece a la gente un espejo mágico, en realidad una puerta a la alteridad más intempestiva y cambiante que podrá añadir una experiencia prodigiosa a quien se atreva a visitarlo. El poder extraordinario de este acto proviene de un pacto con el Diablo realizado un milenio atrás. Un advenedizo intervendrá para complicar las cosas.

Apasionado de las historias postbarrocas, postsurrealistas y la teatralidad dieciochesca adaptada al cine actual, que han logrado mayor reconocimiento con Las aventuras del Barón Munchausen, Brasil y Doce monos, Terry Gilliam vio complicarse la realización de El imaginario mundo del Dr. Parnassus por la muerte prematura del actor Heath Ledger: su papel debieron continuarlo Johnny Depp, Jude Law y Colin Farrell, en un juego de miscast que colabora al efecto delirante de la película. Y añade cierto aire esquizofrénico que se transmite de los actores al espectador.

Una de las grandes aportaciones de la dislocación en la narrativa moderna, postmoderna y ultramoderna se encuentra en el uso de la puerta, ventana o grieta que invita, absorbe o hechiza a quien se acerca a ella. Es uno de los motivos de la literatura fantástica desde el siglo 19 hasta la actualidad, y tiene como ejemplos lo mismo Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll, El jardín secreto de Frances Hodgson Burnett, o Las crónicas de Narnia de C.S. Lewis, todas llevadas al cine en los últimos años.

La editorial Nostra, que dirige Mauricio Volpi, acaba de publicar un libro tan breve como espléndido de Saki (Hector Hugh Munro) titulado La ventana abierta, que contiene un relato ya clásico del cuentista. Allí se descubre uno de los procedimientos narrativos más finos y magistrales acerca de la frontera elusiva entre la realidad y la fantasía. La edición se ve enriquecida por el excelente diseño de Alejandro Magallanes. Cualquiera que desee un modelo para este tipo de giro literario debe frecuentar La ventana abierta, que deja la sensación en el lector de haber extraviado una parte de su alma en la lectura sin que se diera cuenta mediante un truco extraordinario, como los que consumó Jorge Luis Borges, lector admirativo de Saki. La implosión del presente nunca eliminará lo ejemplar del pasado.

En El imaginario mundo del Dr. Parnassus la pulcritud narrativa está ausente debido a la voracidad de Terry Gilliam ante el despliegue teatral de sus imágenes. Por el contrario, el cineasta se esmera en dispersar las posibilidades del relato y las peripecias, las situaciones cómicas y el riesgo emotivo. La película resulta más interesante como proyecto o concepto, que como realización.

A pesar de eso, quedan las preguntas sobre las proclividades literarias del propio Gilliam: su propósito de despertar en la mente de los espectadores el sentido de lo prodigioso, del misterio, de los mundos alternos a lo cotidiano y sus instrumentos de mediación ante la realidad, que dependen siempre de un macrosistema que termina por alienar la voluntad individual y su capacidad de apreciación. Terry Gilliam, el rebelde. Saki, el sutil.


VISITA:



La ventana abierta
[Cuento. Texto completo]
Saki


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