domingo, 18 de marzo de 2012

EN EL ÁNGEL DE REFORMA, DE ED. ANAGRAMA, UN LIBRO DE MITHU M. SANYAL



CON V DE VULVA








Entrevista / Mithu M. Sanyal /

Revela el sexo invisible

Por Yaotzin Botello

Mithu M. Sanyal. Desde la religión, el arte y la cultura, la escritora alemana rastrea cómo ha sido visto el cuerpo de la mujer y su sexualidad a través de la historia

(18 marzo 2012).- BERLÍN.- Ahí donde los hombres tienen un pene, las mujeres no tienen nada... Alrededor de esta idea, la periodista y escritora alemana Mithu M. Sanyal decidió explorar desde la cultura, la historia, el arte y la sociedad la valoración de ese espacio contenido entre las piernas de una mujer, llamado vulva y que equivocadamente muchas veces se identifica como "vagina".

Sanyal realizó una investigación bibliográfica, pictórica y con fuentes vivas para escribir el libro Vulva. La revelación del sexo invisible, que comienza a circular en México editado por Anagrama.

Para su ensayo, la historiadora cultural de origen indio visitó desde prostíbulos japoneses hasta iglesias irlandesas para reconstruir el significado de ese "espacio en blanco" de la sexualidad femenina.

En Vulva, la escritora trata de responder con ejemplos de historias y leyendas, que han perdurado por años o por siglos, a la pregunta de qué significa negar un hecho biológico como la vulva para la comprensión del cuerpo humano.

"La vulva ha sido vista como la salvadora del mundo, pero también como un motivo de culpa", dice Sanyal en entrevista con El Ángel.

El hombre, el macho, se veía también como aquel cuerpo único capaz de tener tanta energía como para desarrollar un pene, asegura.

Teóricos como Jean Baudrillard o Roland Barthes veían que una mujer al desnudarse públicamente, léase un striptease, no mostraba un sexo, explica Sanyal, sino la ausencia de éste, la falta de un falo.

¿Por qué le interesó escribir un libro sobre este tema?

Yo estaba atraída por el arte de los años 1970. Me llamaron la atención las formas femeninas de los objetos de arte de entonces, las curvas, esas formas de vulva y esa tematización del órgano. La vulva es algo que se confrontó durante siglos y que se fue negociando. Después queda oculto y explota de nuevo con el arte de esos años.

Entonces, me dije que quería escribir una historia cultural al respecto y analizar cómo se ve hoy en día.

La palabra "vulva" no es una que cualquier persona conozca, ¿usted sí la conocía?

Antes de la investigación, yo pensé que "vulva" y "vagina" se referían a lo mismo, pero me di cuenta que eran diferentes cosas. Yo crecí en una época en que no se hablaba tan fácil de esto (Sanyal nació en 1971). En mi libro fue tomando un papel central porque encontré que incluso antes la vulva era vista como la salvadora de la humanidad. Existe el mito de la mujer que fue considerada la diosa de las cosechas, Baubo, quien salía a levantarse la falda y de repente había cosecha para comer. Era un genital muy poderoso.

Pero después se le demoniza, ¿por qué?

En las encuestas que hice y la información que encontré, la vulva siempre fue algo querido. A los hombres les gusta mucho, la adoran. Pero el ejemplo de cómo cambió la forma en que era vista comenzó con las religiones monoteístas.

Antes, en las mitologías, siempre había mujeres que habían llegado a ocupar el lugar de diosas. Muchas veces lo lograron por su propio cuerpo, y el razonamiento era que si una mujer lograba dar a luz a un niño, también podía crear el mundo.

Pero llega la religión monoteísta con un dios que no tiene una figura concreta, que no tiene cuerpo de persona, y se cambia entonces radicalmente la forma de ver el cuerpo de la mujer.

Todo el poder creativo de los genitales femeninos fue negado desde entonces, todo lo que la mitología había creado antes de la religión se acabó con la seducción de Eva por la serpiente.

¿Cómo cambia este libro su vida?

Yo no soy ninguna experta sexual, pero a raíz de la publicación del libro (en Alemania, a comienzos del 2009) constantemente se me pregunta acerca del tema. De pronto, parezco estar en la posición de tener que aclarar el cuerpo femenino, pero yo soy una científica cultural. Me gusta, pero cuando se trata de la sexualidad no puedo contestar todo.

Hoy, entre las mujeres, impera la depilación, ¿están redescubriendo su sexo?

Existe esa teoría, sí, pero también hay otra teoría, y es la de que la mujer quiere regresar a la niñez. Quiere verse nuevamente como una niña, alguien inocente. Es una discusión en donde uno trata de escapar a ciertos preceptos sexuales, pero que al mismo tiempo habla de una necesidad de saber más sobre la sexualidad.

Mientras una generación aclara lo que es la sexualidad, la siguiente generación quiere creer en sus propias cosas. Afeitarse por completo es algo que ya se hacía desde antes. Era una norma. Baubo lo hacía, los romanos también. Era visto como señal de belleza, pero también de fuerza.

Las normas cambian y tener vello también ha implicado tener una sexualidad. Hay un libro en el que la depilación completa se describe como un ritual con grandes implicaciones: si una quería estar bien rasuradita para salir el fin de semana, una debía comenzar el lunes para sanar las heridas que pudieran salir. Absurdo.

¿El porno moderno, estilizado, ha cambiado la forma de verla?

La pornografía por definición es la interpretación de fantasías sexuales a través de un medio. Y aunque ahora hay más acceso a la pornografía, este medio es un monopolio y tiene más lados negativos que positivos. Por ejemplo, la pornografía como monopolio entrega la idea de cómo debería de verse una vulva, de cómo una persona debería de verse.

Pero, entonces, ¿dónde debería verse la vulva?

En libros de escuela. Ahí se dice que el hombre tiene pene y que la mujer una vagina, en lugar de decir vulva. El órgano es complejo. Por ejemplo, yo escribí hace poco el prefacio de un libro sobre el clítoris (de Rebecca Chalker, The Clitoral Truth, de reciente aparición en Alemania), y al leerlo comprendí que el órgano es muy complejo.

Que puede ser muy grande, que tiene mucho tejido cavernoso, que tiene varios músculos, y por el que se desprenden muchas hormonas. Pero si no sabemos lo que significa ni cómo se llama, no podemos valorarlo.

¿No se puede quedar en la zona íntima a la que pertenece?

Sí, pero hay que encontrar una forma de hablar de ella, de lo contrario pierde su valor. Se nos debe explicar desde la infancia para no crecer después con conceptos en los que uno sólo encuentre culpa.

¿Hay alguna relación del sexo biológico con el social, concretamente con los derechos de las mujeres?

Creemos que vivimos en una sociedad de dos sexos, pero en realidad es de uno solo. Ambos quedan completamente diferenciados en sus papeles, el hombre es activo, la mujer es pasiva, por ejemplo.

Lo que yo quiero hacer con mi trabajo es pensar en un sexo que no sea el empaque del otro, y a partir de ahí pensar en que hay otro concepto posible. Si no, pues sólo tenemos el pene y la nada.

Corresponsal de REFORMA en Berlín




¿Ser incompleto?


Por Mithu M. Sanyal

Vulva. La revelación del sexo invisible. En la antigüedad, llegó a verse a la mujer como un nacimiento fallido y hoy, incluso, es común caer en imprecisiones al hablar de sus genitales



(18 marzo 2012).- Debido a que el lenguaje es el sistema con el que nos orientamos en el mundo y evaluamos las cosas, la desaparición de denominaciones que expresen aprecio o sean simplemente precisas va siempre acompañada de la desaparición de un contexto positivo de aprecio, la refleja o prepara su llegada. Y puesto que los seres humanos se identifican tan fuertemente con sus órganos sexuales que en razón de ellos se diferencian incluso en dos grupos fundamentales -hombres y mujeres-, las expresiones acerca de los órganos sexuales deben ser leídas por norma general como declaraciones sobre la totalidad del sexo. El médico romano Claudius Galenus (129-199 d. C.), llamado Galeno, autoridad absoluta en el terreno de la enseñanza europea de la salud hasta el Renacimiento, explicó: "De igual modo que la humanidad es la más perfecta de las especies animales, así también el hombre es, dentro de la humanidad, más perfecto que la mujer [...]. La mujer es menos completa que el hombre en relación con las partes que asisten a la reproducción. [...] Naturalmente no debe creerse que nuestro hacedor habría creado deliberadamente a la mitad de toda la especie imperfecta, y, como es el caso, mutilada, de no existir alguna gran ventaja en una falta de completitud tal".

Esta ventaja se hallaba, según Galeno, en la supuesta disposición natural de la mujer a someterse y a servir. La superioridad de los órganos sexuales masculinos era explicada por Galeno, basándose en Aristóteles, en la mayor temperatura corporal interna del hombre, un concepto que fue dado por bueno durante más de mil años y que podía encontrarse todavía, por ejemplo, en el compendio medieval Secreta mulierum, cuyo autor advierte que durante el acto sexual la mujer quitaría al hombre el calor, hasta el punto de que el hombre que tuviera demasiado sexo con mujeres se debilitaría y se volvería oligofrénico. A diferencia de su vehemente colega medieval Pseudo Alberto Magno, Galeno no veía a la mujer como una amenaza directa para el hombre, pero sí la consideraba débil, lisiada y, en sentido amplio, inhumana, ya que sólo el ardiente feto masculino estaba en condiciones de volver sus genitales hacia fuera y con ello convertirse en un ser humano completo, mientras que los órganos sexuales femeninos permanecían invertidos y poco desarrollados en el interior del cuerpo. Alberto Magno fue más allá en esta línea de pensamiento: "Si en este proceso se origina una niña, esto se debe a que ciertos factores han impedido la fijación del cuerpo, de allí que la mujer no sea en su naturaleza un ser humano sino un nacimiento fallido".

La concepción del sexo femenino como equivalente idéntico al del hombre sólo que dentro del cuerpo se mantuvo obstinadamente. Así, a mediados del siglo 16, Andreas Vesalius representó en su tratado De humani corporis fabrica, obra básica de la anatomía moderna, la totalidad de los órganos sexuales femeninos como un inmenso pene con la vulva como bellota. Y a la pregunta de por qué "la sabia naturaleza no ha plantado los testículos en el exterior de las mujeres de la misma manera en que lo ha hecho en los hombres", el sucesor de Vesalius en la cátedra de anatomía en Padua, Prospero Borgarucci, daba una respuesta que relacionaba la fisonomía "de inferior calidad" de la mujer con su psicología, también "de escaso valor": "A sabiendas de la inconstancia y de la soberbia de la mujer, y para contrarrestar así su permanente anhelo de dominio, la naturaleza dejó a la mujer de esta manera para que, cada vez que ésta piense en su presunta carencia, deba volverse por contra más pacífica, más sumisa y finalmente más pudorosa que cualquier otra criatura en el mundo. No debe suponerse ninguna otra razón para el hecho de que la naturaleza haya dejado las partes sexuales de la mujer en su interior más que su deseo de refrenar su arrogante exigencia".

Aún entrado el siglo 18, los ovarios eran descritos como "conducto espermático femenino". "Esto significa simplemente que una doctrina anticuada y arbitraria dictaba que el hombre era la norma de acuerdo con la cual debía orientarse la mujer, y su pene, la norma para sus genitales", resume Catherine Blackledge en su libro Historia de la vagina. En rigor, deberíamos decir que el discurso occidental no está basado en la dualidad de los sexos sino en su unicidad, puesto que ha fijado un sexo, a saber el masculino, y únicamente ha construido el femenino en oposición a él.


MONÓLOGOS DE LA VAGINA


La pieza teatral (Monólogos de la vagina, de Eve Ensler), aparecida como libro en 1998, fue saludada como una Biblia para una nueva generación de mujeres: "un viaje conmovedor e hilarantemente cómico a la última frontera, a la zona devenida tabú". La autora había preguntado por sus genitales a 200 mujeres y había resumido los resultados de las entrevistas de forma ligeramente literaria. Ensler escribe: "Esta pieza teatral nació porque yo comencé a preocuparme por la vagina. Me preocupaba por lo que pensamos de las vaginas, pero mucho más me preocupaba que no reflexionáramos sobre ellas. Aunque también me preocupaba mi propia vagina: necesitaba la compañía de otras vaginas, una comunidad, una cultura de vaginas. Están rodeadas de tanta oscuridad y secreteo como el triángulo de las Bermudas: tampoco de allí regresa nadie. En un primer momento, a las mujeres les repugnaba hablar de ello. Eran bastante tímidas, pero, cuando comenzaban, ya no se las podía detener más. Secretamente, las mujeres aman hablar de su vagina. Pueden entusiasmarse realmente, especialmente porque nadie se había interesado antes por ellas".

Aunque un poco exagerado, el enorme eco de los Monólogos de la vagina demostró que Ensler, sin ser tampoco la primera, servía a una necesidad vital. Los monólogos fueron traducidos a incontables idiomas y representados en escenarios de todo el mundo, y su autora fue colmada de premios. Las estrellas se daban codazos por obtener un papel en la obra, en famosas series televisivas los personajes compraban entradas para la representación e incluso se informó sobre ello en las noticias, en parte como sátira de la realidad, sin mencionar siquiera una vez la palabra que empieza por "v", como en una emisión especial de CNN de 10 minutos de duración.

La psicoanalista Harriet Lerner fue al teatro con las mayores expectativas:

"Sin embargo, al ver los Monólogos de la vagina con mi marido, Steve, en Nueva York sentí como si cayera en la madriguera del conejo de Alicia en el País de las Maravillas. Había allí una pieza teatral cuyo objetivo era restituir el orgullo por los genitales femeninos -incluido el orgullo de su correcta denominación- y, sin embargo, no podía representar la realidad genital de forma menos precisa.

"Para mi sorpresa, hombres y mujeres presenciaban la pieza y fingían que todo estaba en su lugar, como si los genitales femeninos no fueran mal nombrados continuamente o como si esto no tuviera importancia".

El problema era que, siguiendo la tradición médica desde el siglo 17, Ensler había reducido el genital femenino -al menos lingüísticamente- a un tubo flexible de membrana mucosa. Lerner explica: "Aunque algunas de las historias en la obra trataban realmente de la vagina, por regla general era necesario reemplazar 'vagina' por 'vulva' para que tuvieran sentido pese a todo. ¿Existe una masiva y repentina amnesia feminista en relación con la diferencia entre la vulva y la vagina?", caviló mi muy querida amiga Emily Kofron, "dudo que los hombres toleraran una supuesta celebración de su sexualidad en la que se confundiesen los testículos con el pene".

Extractos de Vulva. La revelación del sexo invisible, de Mithu M. Sanyal, editado por Anagrama





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