Dígase lo que se diga, lo que hemos visto en otras de sus películas, aquí se manifiesta de nuevo, salvo algunas cuestiones desternillantes como el interpretar frente a una nutrida audiencia, ópera bajo la regadera. Los sueños aquí se frustran y recordemos que "siempre es mejor ser famoso que no serlo".
A los dioses se les venera y la película hay que ir a verla.
Un
viejo Nabokov
Publicado en Laberinto de MILENIO, por:
Fernando Zamora
ELLEN PAGE
Cuando a
Woody Allen Nueva York le quedó pequeña, le dio por filmar en todas esas
ciudades en que la sensualidad se sienta en las bancas y mira pasar a los
turistas. Londres en Match point; Venecia en Everyone says I love you Vicky;
Cristina Barcelona, Media noche en París y hoy To Rome with love. En todas
ellas hay una huella, un periodo en que el autor avanza su propia historia
creativa dispuesto a morir —llegado el momento— al grito de “Corre cámara y
¡acción!”
El único
retiro en el que Woody Allen parece estar pensando es el retiro a una ciudad
con buenos restaurantes, impactantes locaciones y una tradición fílmica
inobjetable. Llegó el tiempo de Roma; de poner en escena una farsa en que el
cantadito romanaccio brilla hasta en el acento de la prostituta que interpreta
Penélope Cruz.
Y si hoy
Jesse Eisenberg es el alter ego joven de Allen, Ellen Page es la enamorada
menor de edad; el director no anda por las ramas y sabe lo que es la belleza.
No creo con toda sinceridad que en ninguna de las películas que ha filmado
hasta ahora, Page haya logrado la sensualidad discretamente vulgar de este
personaje en el que el viejo Allen se vuelca para mostrar la belleza frívola de
quien, nacida en California, tiene todo para enamorar (en todos los tiempos) a
un arquitecto de Nueva York.
Digo “en
todos los tiempos” porque la forma en que se desarrolla la historia de amor
abre algunas interpretaciones con respecto al tiempo diegético en el que tiene
lugar la principal historia de amor: ¿el arquitecto que pasea por el Trastevere
se ha encontrado a sí mismo?
Como sea,
Page ocupa en To Rome with love el
opulento lugar del deseo prohibido; el tabú del viejo encantado con la frescura
de una niña cuya belleza radica en esto: paideia y sensualidad. En To Rome with love, Page ocupa el lugar
del deseo que ocupó Mariel Hemingway en Manhattan, Evan Rachel Wood en Whatever
works. Y la admiración que produce Woody Allen en la pequeña burguesía no
parece mellada por su abierto deseo hacia las mujeres inteligentes, sensuales y
muy jóvenes. Impresionados por lo llamativo de sus nuevas locaciones, por lo
absurdo de una trama que recuerda a veces un capítulo de Top cat, los críticos
del mundo no se atreven a decir que, como Virgilio, Woody Allen sigue enamorado
de la juventud en su sentido más griego: la pedagogía. No es que Woody Allen
sea incapaz de elogiar la belleza femenina en su madurez intelectual y física
pero es notorio que en cada película nueva aparece una intrigante niña que
parece salida de la novela de Nabokov. Ahí donde Roman Polansky tuvo que
refrenarse para evitar dar leña a los cazadores de brujas, Allen sigue atizando
el fuego con el desparpajo de un cómico que todo lo dice entre broma y broma.
Page tiene la gracia de una modelo de Balthus. Y aunque la película tiene sus
momentos, lo más importante es, creo, confirmar los temas más inquietantes en
la filmografía de Allen; muy particularmente la pequeña descocada que con
sensualidad de colegiala puede poner de cabeza cualquier matrimonio en
cualquier ciudad del mundo.
To Rome with
love (De Roma con amor). Dirección Woody Allen. Guión Woody Allen. Fotografía
Darius Khondji. Con Jesse Eisenberg, Woody Allen y Ellen Page. Estados Unidos,
2012
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