Antihimno
La
letra desobediente
Braulio
Peralta en MILENIO
2012-09-17 •
No fui, no
soy ni seré de los “mexicanos al grito de guerra”. Los gritos patrios me causan
resquemores. La historia escrita apunta que somos una comedia de errores. Que
la tragedia de los caudillos nos heredó en una nación donde los triunfos no
fueron para las masas sino para ciertas clases sociales. Nada diferente al
resto del mundo. (Aunque celebro, sí, las hazañas de Hidalgo, Morelos, Guerrero
y Victoria, imposibles hoy en la coyuntura actual que “convoca a lidiar con
valor”).
Porque el
“extraño enemigo” somos los propios mexicanos. “Realistas” y “liberales”
seguimos en la disputa por la nación, sin virrey español de por medio (España,
ahora, en su peligrosa “autonomía”, peligra en su unidad desde que dicen que
son patria. La economía los acelera a una debacle). Acá seguimos en “el sonoro
rugir del cañón”, en una guerra donde al adversario se le ataca pues “por el
dedo de Dios se escribió”.
En el himno
nacional mexicano —digno de una telenovela donde el melodrama está rezagado a
su más elemental cursilería—, llevamos la penitencia: “al sonoro rugir del
cañón”. En vez de pensar hasta las últimas consecuencias cualquier acto de
guerra preferimos, “sin tregua…en las olas de sangre empapad”. No cuentan los
muertos, sino la hazaña “de mil héroes la patria aquí fue” (que 60 mil muertos
es nada...) Aunque del país susurre el quebranto de su gente. El concepto
colectivo de patria avasalla cualquier pensamiento individual. ¿Cómo revertir
semejante equívoco?
Desde niño
me resultaba incomprensible el himno patrio. ¿Quién es ese “arcángel divino” de
cuyo cielo “un soldado en cada hijo te dio”? Si México fuera moderno no vale a
los tiempos de hoy el fraseo nacional que nos convoca “al acero aprestad y el
bridón”. La patria es una necesaria reflexión personal. La naturaleza no tiene
patria. Son las esencias particulares que nos convocan a sentirnos en un
territorio. La patria es un paisaje, no un campo de guerra. Haz patria y
acuérdate de tu origen, sin el martirologio de un himno que nos convoca a
abandonar el pacifismo.
Acabemos con
frases como “haz patria, mata un chilango”, o ver a los tlaxcaltecas como
traidores cuando ni nación había. Busquemos el malentendido. La patria requiere
de individuos pensantes, no gritos desesperados en la calle porque estamos en
el mes patrio. No más mentadas por rabia colectiva.
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