Los Beatles conocen a Cassius Clay
Vargas Llosa, su esposa Patricia Llosa, José Donoso,
Mercedes Barcha (esposa de García Márquez), Pilar Donoso (esposa de José
Donoso) y García Márquez.
Parece que alguien se hubiera tropezado con Cassius Clay
Los B e a t
l e s
Gabriel
García Márquez
Así es: la
única nostalgia común que uno tiene con sus hijos son las canciones de los
Beatles. Cada quien por motivos distintos, desde luego, y con un dolor
distinto, como ocurre siempre con la poesía. Yo no olvidare aquel día memorable
de 1963, en México, cuando oí por primera vez de un modo consciente una canción
de los Beatles. A partir de entonces descubrí que el universo estaba
contaminado por ellos. En nuestra casa de San Angel, donde apenas si teníamos
donde sentarnos, había solo dos discos: una selección de preludios de Debussy y
el primer disco de los Beatles.
Por toda la
ciudad, a toda hora, se escuchaba un grito de muchedumbres; "Help, I need
somebody”. Alguien volvió a plantear por esa época el viejo tema de que los
músicos mejores son los de la segunda letra del catálogo: Bach, Beethoven,
Brahms y Bartok. Alguien volvió a decir la misma tontería de siempre: que se
incluyera a Bosart. Alvaro Mutis, que como todo gran erudito de la música tiene
una debilidad irremediable por los ladrillos sinfónicos, insistía en incluir a
Bruckner. Otro trataba de repetir otra vez la batalla a favor de Berlioz, que
yo libraba en contra porque no podía superar la superstición de que es oiseau
de malheur, es decir, pájaro de mal agüero. En cambio, me empeñe, desde entonces,
en incluir a los Beatles. Emilio García Riera, que estaba de acuerdo conmigo y
que es un critico e historiador de cine con una lucidez un poco sobrenatural,
sobre todo después del segundo trago, me dijo por esos días: “Oigo a los
Beatles con un cierto miedo, porque siento que me voy a acordar de ellos por
todo el resto de mi vida”. Es el único caso que conozco de alguien con bastante
clarividencia para darse cuenta de que estaba viviendo el nacimiento de sus
nostalgias. Uno entraba entonces en el estudio de Carlos Fuentes, y lo
encontraba escribiendo a maquina con un solo dedo de una sola mano, como lo ha
hecho siempre, en medio de una densa nube de humo y aislado de los horrores del
universo con la música de los Beatles a todo volumen.
Esta tarde,
pensando todo esto frente a una ventana lúgubre donde cae la nieve, con mas de
cincuenta años encima y todavía sin saber muy bien quien soy, ni que carajos
hago aquí, tengo la impresión de que el mundo fue igual desde mi nacimiento
hasta que los Beatles empezaron a cantar. Todo cambio entonces. Los hombres se
dejaron crecer el cabello y la barba, las mujeres aprendieron a desnudarse con
naturalidad, cambió el modo de vestir y de amar, y se inicio la liberación del
sexo y otras drogas para soñar.
Fueron los
años fragorosos de la guerra de Vietnam y la rebelión universitaria. Pero,
sobre todo, fue el duro aprendizaje de una relación distinta entre los padres e
hijos, el principio de un nuevo dialogo entre ellos que había parecido
imposible durante siglos.
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