Este es un
poema que está en mi libro Espejo de
Mareas. Es un viaje por la literatura y algunos de sus personajes.
Para su
disfrute y el mío al compartir:
Literarios
Un sócrates
derrotado
tres
quijotes deshierbando
seis
dulcineas artríticas
el cid llora
en un rincón
nueve
inconclusos poemas
que el
arturo rey no lee
cien sanchos
tartamudean
febriles de
andar al sol
catorce
helenas bubosas
un paris
muerto de amor
trece
antígonas intactas
un solo
edipo en la cruz
doce
brunhildas hinchadas
dando el
último estertor
seis
afroditas vestidas
todo recato
y horror
cuatro
ximenas altivas
el tiempo no
las cambió
un moisés
confuso y solo
oyendo de
nuevo a Dios
abraham
perdido en colinas
sara
planchando un mantel
tres ángeles
dicen algo
sobre la
torre de babel
hamlet
persiste en la duda
y no puede
envejecer
ofelia es
ninfa del lago
siempre
húmeda su piel
ninguno
desface entuertos
nadie se
juega el honor
ulises no
tiene fuerza
la nostalgia
lo atrapó
siente
dolores de piedra
que asedian
su corazón
cinco borges
cuentan algo
que cuatro
saben leer
cervantes
regala rosas
en el
semáforo aquel
las gracias
se multiplican
penetran en
mi dormir
me piden
soñar historias
que los
puedan redimir.
ME ENCANTO ESTE POEMA DE TOMAS TRANSTÖRMER*
*Estocolmo 1931. Poeta
y traductor sueco. Desde muy joven
alternó su trabajo de psicólogo con la escritura de poesía. Aclamado por la crítica desde la publicación
de su primer libro, 17 Poemas, de 1954m su producción creció sin prisa y sin pausa, al tiempo que
su obra fue siendo traducida a distintas lenguas. Ha ganado varios premios,
entre ellos, el celebérrimo Nobel que recibió en 2011.
Kyrie
A veces mi vida abría los ojos en la oscuridad.
Una sensación como de multitudes ciegas e inquietas,
que pasan por las calles camino de un milagro,
mientras yo, invisible, permanecía inmóvil.
Como el niño que duerme con miedo
escuchando los pasos pesados de mi corazón.
Largo tiempo, hasta que la mañana pone sus rayos en
la
cerradura
y se abren las puertas de la oscuridad.
EL TURNO ES PARA EDUARDO MITRE
Eduardo
Mitre nació en Oruro, Bolivia, en
1943.
Ha publicado
los siguientes libros de poesía:
Morada, Mirabilla, Desde tu Cuerpo,
Razón Ardiente, Ferviente Humo y Elegía a una Muchacha.
Como ensayista ha escrito Huidobro,
Hambre de Espacio y Sed de Cielo y la antología El Árbol y la Piedra.
Dice la contraportada de esta
selección: “El poeta no pide ya el vivir
en la totalidad, no pide ya el saberse dentro, integrado a un orden que de
alguna manera otorgue valor a su estar aquí.
Pero sí pide el matiz, el detalle, las prolongaciones que remiten a esa
ausencia, a ese centro presente de tan intuido.”
He
aquí algunos de sus poemas.
Para
un Adiós
Un abrazo y
palabras entrecortadas
habrán dicho
el adiós increíble.
Y entre tu
cuerpo y el mío
manará sin
cesar la distancia.
Como se
apela a una hierba mágica
para sanar
el mal de ausencia,
escribiré
entonces estas líneas.
Y si el
tiempo que une y que separa,
lo entrega
un día a tu mirada,
léelo, mas
no vuelvas la cara.
Hermosa y
feliz en tu presente,
no cometas
el error de Eurídice;
que yo, al
recordar tu dulce voz,
cuidaré que
me aten como Ulises.
******
La
Ausente
Emigran los
pájaros
pero se
quedan
el árbol y
el tiempo.
Tengo miedo.
Hay mucha
trampa
y poca luz
en el
recuerdo.
Qué pena
amor,
que tu
presencia
dependa
tanto de tu cuerpo.
********
Epílogo
El olor que
deja
en la piel
la ausencia.
El sabor de
un nombre
que quema la
lengua.
El dolor que
queda
en la mujer
y el hombre.
Y el tiempo
que cuelga
las cuatro
estaciones.
******
Y,
mi favorito de favoritos:
Prólogo
al Presente
Abre los
ojos. Despierta.
El Paraíso
está aquí,
de vuelta.
Con todos y
todo
en la luz
pasajera.
Es (no hay
otro) esta tierra:
mesa de
encuetros,
cuna de
ausencias.
El Paraíso
está aquí
a la
espera. Abre tus ojos
que abren
sus puertas.
Despierta. Está aquí.
No es la
dicha.
Es la
presencia.
Rubén Darío
Este poema de Dario me ha estado
rondando durante varios días. Me sé de
memoria algunas estrofas, como seguramente muchos de ustedes. Se alojó en mí durante la infancia. Mi madre se lo sabe de memoria creo que
completito porque recuerdo que lo declamaba.
Es muy fácil de memorizar por su ritmo y porque las imágenes van cayendo
en cascada dentro de nosotros y las podemos recrear. Es un cuento en verso lleno de color. Los invito a disfrutar. ¿Quién no quisiera entrar al palacio de
diamantes o al kiosko de malaquita?
A Margarita Debayle
Rubén
Darío
Margarita está linda la mar,
y el viento,
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar;
tu acento:
Margarita, te voy a contar
un cuento:
Esto era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha de día
y un rebaño de elefantes,
un kiosko de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita, como tú.
Una tarde, la princesa
vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.
La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y una perla
y una pluma y una flor.
Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti:
cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.
Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.
Y siguió camino arriba,
por la luna y más allá;
más lo malo es que ella iba
sin permiso de papá.
Cuando estuvo ya de vuelta
de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.
Y el rey dijo: «¿Qué te has hecho?
te he buscado y no te hallé;
y ¿qué tienes en el pecho
que encendido se te ve?».
La princesa no mentía.
Y así, dijo la verdad:
«Fui a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad».
Y el rey clama: «¿No te he dicho
que el azul no hay que cortar?.
¡Qué locura!, ¡Qué capricho!...
El Señor se va a enojar».
Y ella dice: «No hubo intento;
yo me fui no sé por qué.
Por las olas por el viento
fui a la estrella y la corté».
Y el papá dice enojado:
«Un castigo has de tener:
vuelve al cielo y lo robado
vas ahora a devolver».
La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el Buen Jesús.
Y así dice: «En mis campiñas
esa rosa le ofrecí;
son mis flores de las niñas
que al soñar piensan en mí».
Viste el rey pompas brillantes,
y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.
La princesita está bella,
pues ya tiene el prendedor
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.
* * *
Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.
Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento.
Lee todo en: A Margarita Debayle -
Poemas de Rubén Daríohttp://www.poemas-del-alma.com/a-margarita-debayle.htm#ixzz2KEREAyMN
Rubén Bonifaz Nuño
Acaba de
morir este gran poeta mexicano. Aquí van algunos poemas suyos. Que los disfruten.
(Córdoba 12
noviembre 1923 - México, D.F., 31 enero 2013)
REGINA KALACH A.
Alguna vez te alcanzará
el sonido...
Alguna vez
te alcanzará el sonido
de mi
apagado nombre, y nuevamente
algo en tu
ser me sentirá presente:
más no tu
corazón; sólo tu oído.
Una pausa en
la música sin ruido
de tu luz
ignorada, inútilmente
ha de querer
salvar mi afán doliente
de la
amorosa cárcel de tu olvido.
Ningún
recuerdo quedará en tu vida
de lo que
fuera breve semejanza
de tu sueño
y mi nombre y la belleza.
Porque en tu
amor no alentará la herida
sino la
cicatriz, y tu esperanza
no querrá
saber más de mi tristeza.
Si nace de tus manos y
es oscura...
Si nace de
tus manos y es oscura
la angustia
de sentirme atardecido;
si sueño, si
por ti me es concedido
hacer eterna
y fácil mi amargura;
Si es
evidente mi dolor y es dura
tu voluntad
de verme oscurecido
como el
viento de noche sucedido
entre su
arteria vegetal madura,
te puedo dar
como si fuera tarde,
una sola
palabra, y retornar
a lo
perfecto que en mis manos arde.
O dejarte
llegar inesperada
hasta tu
misma voz, adelantar
y hacerte
nula ante la sombra dada
Tú das la vista a mis
pupilas ciegas...
Tú das la
vista a mis pupilas ciegas
y a mi voz
la ternura que te nombra;
amor, cuánta
amargura, cuánta sombra
se destruye
en la luz en que me anegas.
En hoces
claras a mi pecho llegas
y la
esperanza al corazón asombra,
por ti la
mano del olvido escombra
los restos
tristes del dolor que siegas.
Por ti
vencido, el peso de la angustia
inútilmente
ya su fuerza mustia
contra tus
simples luces abre inerte.
Amor,
ardiente lámpara en la oscura
soledad,
segador de la amargura.
Está lejano
el miedo de perderte.
DAVID
HUERTA
Poemas que redescubro de un gran
poeta mexicano. Ojalá los
disfruten. Váyanse despacio y recuerden
que los subrayados son míos. Es lo que
hoy me encanta en el más amplio sentido.
Ustedes busquen los suyos.
Escribir
En memoria del poeta Jaime García
Terrés
He de cerrar
los ojos
y cruzar con
golpe de arcilla
la
flama arcangélica
de
la tinta.
(Pobre
litoral de la página
emblanquecida
de fertilidad
y de
averno.)
Hundo la
mano entonces
en una curva
orilla
de cercanas
palabras.
Recojo
larvas lentas de signos
grafías
anulares
para mi ojo
intempestivo.
Escribí. El tiempo lúcido
se desgarró
en los
ángulos
de fuego del
silencio.
Nadie en el bosque
En medio de
la negrura
de los
arroyos,
la brisa se
extiende.
Los árboles
aparecen
debajo
de la niebla.
La hierba
luce
una pedrería
tenue: reguero
de gotas
cristalinas.
Los animales
duermen.
El
verdor se desmaya
bajo
la grisura lunar.
Nadie en el
bosque. Y todo
en
equilibrio, durando.
Plegaria
Señor, salva
este momento.
Nada tiene
de prodigio o milagro
como no sea
una sospecha
de
inmortalidad, un aliento
de
salvación. Se parece
a tantos
otros momentos..
Pero está
aquí entre nosotros
y crece como
una luz amarilla
de
sol y de encendidos limones
- y sabe a
mar, a manos amadas,
huele como
una calle de París
donde fuimos
felices. Sálvalo
en la
memoria o rescátalo
para la luz
que declina
sobre esta
página,
aunque
apenas la toque.
Sediento
Bebo del
cosmos de tu mano
el polvo
fluido
de los
vientos solares.
Bebo arcilla
de tus dedos
la
semilla luciferina
del
deseo.
Bebo magia
en la
frescura de tu piel.
Día de Muertos
El dominio
de lo anaranjado. La muerte/mujer
pulula. Catrina vestida de fiesta que
evoca un baile antiguo.
Ciudad
luminosa de noviembre, de cielos planos y sol rasante. Ciudad que alberga su propio deseo de vida en
su colorida ofrenda a la muerte.
-Regina Kalach Atri-
Uno
a la Muerte que escribí
hace un tiempo Está en mi libro Voces en el Alba que fue una publicación de varias
voces de poetas, entre ellas la mía.
Todas del taller de Jenny Asse, mi maestra y amiga.
Uno la
invoca y le teme, le da la vuelta y en México, uno se burla, se ríe, le
brinda colores a sus muertos, a la
muerte. Quizás para alejarla. Uno se sabe mortal y no quiere irse y entonces baila, canta,
recita, compone: todo al final es una
ofrenda.
Por la vida,
queridos, va el poema.
Uno a la Muerte
¡Qué prueba de la
existencia
habrá mayor que la
suerte
de estar viviendo sin
verte
y muriendo en tu presencia!
-Xavier
Villaurrutia-
¡Ah!,
muerte, muerte,
te propongo
comenzar con
un flirteo
y acabar por
desdeñarte.
Desde un
diálogo lejano,
pretendernos
inventadas,
y en un roce
temblorino
iniciar la
danza lenta,
muerta.
Ni te
abrazo, ni te toco
sólo a ratos
te vislumbro
y tu tacto
tan ligero,
tan escaso,
tan en fuga,
me desmieda
un poco,
muerte,
y levanta mi
pisada.
Me penetras
por instantes
y en un solo
tremular
te siento,
muerte.
Invoqué
todos tus nombres
con tu erres de morirnos
y tus tes de
muertos todos.
Eres siempre
enamorada
y fatal
insatisfecha, fatua,
muerta.
Ni me matas
ni me dejas
y me alivia
murmurarte:
al final
eres comienzo.
Esta vez, celebro. Celebro mis días y mis noches, mis años, mi infancia. Dos poemas de mi cosecha que tienen que ver con mis primeros años.
De
mi libro Espejo de Mareas
A Alberto Buzali
Te ves en el espejo.
Podrías ser la madona de un cuadro renacentista, la Venus de Boticelli,
la rubia de Tamayo, pero eres la niña sentada sobre un banco de piedra, áspero
y desigual. El torso echado hacia
delante, tu peso sobres tus brazos. Las
piernas se mecen al ritmo de un vaivén crepuscular.
Repites tu nombre
de tres sílabas, lo recorres al tacto con tu lengua; acaricias los bordes,
saboreas. Pero te estorba, te incomoda; no es ligero, no se desliza, ni se
cuela entre la niebla. No eres Lorelei,
ni Elena, ni Laura, ni Lorena; te faltan eles de nostalgia, de largura. Tu nombre es gutural y ruge; arremete y es
garganta. Regina: la reina, de qué, no
sabes; jamás lo averiguaste. A ratos
juegas y asumes tu realeza, como te dijeron.
Sin embargo, te asusta la consigna, te confunde. Ni cetro, ni corona, ningún trono de rojos
terciopelos. Entonces te preguntas, para
qué.
Te miras de nuevo
en el espejo: eres siempre la niña que contempla el lago, la madona, Venus, la
rubia de Tamayo.
A Esther Uziel
A tu lado, la niña de siete años, sentada justo sobre el
rayo de sol; El rayito de sol tan
codiciado. La cercanía de sus cuerpos,
el silencio, la mañana que se ha vuelto tibia.
Ata los cordones
de sus zapatos bicolores con cuidado.
Dos nuditos, para que no se desaten, tener los pies firmes en tierra y
no caer. Se levanta. Su andar, de pasos cortos, su ritmo
sincopado. Le brota una gracia natural,
sin contradicciones.
Se miran con
pudor, se adivinan. Ha llegado a ti
cargada de silencios, fruncido el ceño.
El cabello lacio y rubio le llega a la cintura y ese vestido de falda
plisada con flores azules y amarillas; las mangas cortas y abombadas. Su elegancia te divierte.
Le gusta
columpiar sus piernas; nunca alcanza el piso.
Sonríe, pero no a ti; su mirada es larga y no sabes hasta dónde llega.
Suspiras, la observas dos instantes: ella es quien te amasa y te hace blanda.
Se queda a tu
lado a calentarse. Cuando el rayo
desparezca, ella se esfumará. Por un
rato te quedarás inerme, sola, a gotas; hasta que vuelva.
DOS POEMAS DE GENARO HUACAL
Genaro
Huacal nació en
Sihochac, Campeche, en 1957. Radica en
Monterrey desde 1980. Ha publicado los
libros Bahía de la mala pelea (1990) y Duendecillos mayas (1992). Los poema que he elegido vienen de
Noctambulario. Son poemas del mar, sobre
el mar. Espero que los disfruten.
Playa
Bonita
La mar de
nuevo anta mis ojos murmura bienvenidas de salitre.
He aquí la
vieja mar, antigua bienhechora de mis días,
Reptil en el
verano de las playas campechanas.
De nuevo el
mar, caracolas minan la huellas de mi paso.
La tarde es
una muchacha presurosa apretándose el bikini.
Gentilicio
Primero la
mar, después lo que Dios quiera.
Pero primero
el mar en alas de gaviotas.
Gavillas de
veleros juegan al sube y baja
remontando
la redondez del cielo.
Reflejo de
la luz iridiscente, la pupila
realiza el
milagro del mar, el rayo verde
se posa en
el poniente dintel del horizonte.
Primero el
mar, hasta la noche tiembla.
Con su
aullido pulula penetrante.
Horada ufano
su atavío de sombra.
Primero lo
primero: el mar.
PLAYA CAMPECHE
Un poema de Blanca Luz Pulido
Amanece
Ya los nombres despiertan de su sueño.
Cada noche las formas se liberan
y abandonan su ser en el hastío.
La mañana es la tierra del principio,
y surge de la luz y el claro espacio.
Ya poblará la tarde con su tedio
de indecisión los gestos y las horas.
Ya alumbrará tal vez mi rostro
el inasible prodigio de otra luna.
Yo vuelvo a las mañanas. Ellas nombran,
en ellas tiembla el aire.
Surge tu voz:
se puede renacer.
Estación del Alba
Blanca Luz Pulido
http://www.prometeodigital.org/MUESTRA_PULIDO_0425.htm
http://www.conspiratio.com.mx/conspiratio/?p=726
REGINA KALACH A.
JorgeFernández Granados (DF, 1965). Ha publicado los libros de poesía La música de las esferas
(Castillo, 1990), El arcángel ebrio(UNAM, 1992), Resurrección (Aldus, 1995), El
cristal (ERA, 2000) y Los hábitos de la ceniza (Joaquín Mortiz, 2000); así como
el volumen de cuentos El cartógrafo (CNCA, 1996) y La fábula del tiempo,
antología de la obra poética de José Emilio Pacheco (ERA, 2005). Fue becario
del Centro Mexicano de Escritores (1988) y del Fondo Nacional para la Cultura y
las Artes (1992 y 1997). Pertenece al Sistema Nacional de Creadores de Arte
desde 2001. Ha obtenido, entre otros, el Premio Internacional de Poesía Jaime
Sabines (1995) y el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes (2000).
http://www.letralia.com/77/le04-077.htm Más poemas del autor
Antes de leer La perfumista, les pido que se dejen llevar por la
sonoridad y entren al mundo que el poeta imagina o describe, como lo quieran
ver. Déjense tocar por las delicias. Hay
nombres enigmáticos que quizás no conozcan; yo tampoco. Quizás los quieran ir a buscar al
diccionario. No sé, pero lo que sí sé es
que les pido se permitan este espacio.
La
perfumista
Urna de otras reliquias
ante la babilonia de cristal de los estantes
olisca el seco olor del palisandro, la resina
de estoraque (Venus)
o el aroma lunar de la alhucema.
En las alturas habitadas por el polvo
reconoce, con una orientación
de pájaro, los sitios
migratorios de los frascos.
El ámbar gris junto al pebete
y la sortija de durazno del almizcle,
el emoliente de la mirra, la cananga
siamesa que no conoce el frío, el cinamomo,
la perezosa goma del gálbano, el aura de la algalia
y la aromosa Quío de trementina.
Su anciano cuerpo de nao
navega los no muchos
metros cuadrados del negocio
a donde devanó una vida de vahos.
Humecta el heliotropo, el rayado
corazón del opopánax, fija el aceite
de lilas sumisas, glicinas, rododendros,
el inminente jazmín, lavándula, retama.
Líquidas querencias que sahúman
un instante el aire
como un destello íntimo
o un enigma en las narices de los legos.
Ella sonríe (ojos bilingües) satisfecha
del uso y del atisbo y del aviso
que su olfato le fabrica
en ámbar negro.
Reconoce a tiempo, como nadie,
cada temperamento
del planeta persa de las rosas o del dragón
de la gardenia.
(Algún día la busqué en su biblioteca de espíritus. Quería hallar uno.
Tuvo conmigo la paciencia de una pitonisa; revolvía y probaba y negaba y volvía
a probar. Dimos por fin con la síntesis, la sintonía del perfume que mi memoria
fijó años atrás con la imagen de una muchacha en la playa a medianoche con los
labios en un verso de Lorca: y que el mar recordó ¡de pronto! los nombres de
todos sus ahogados. Salí de ahí con un frasquito. Ella tenía ese lugar de mí en
un rincón de sus vitrinas.)
Cajas, etiquetas que
ella dictamina con el catálogo de un gusto
desconocidamente enciclopédico
mientras afina el pianoforte de
una armonía aromática.
Cálidamente sus muñecas
son un matraz
de enfrascados universos
que frota y airea para regocijar las aletas
de su nariz octogenaria.
Puede que existan tres centímetros de ciencia
en esa silla. Por lo menos
la esencial de los detalles.
De la mano del poeta entremos a este otro mundo.
Los
peces
Fuimos bajando hasta el fondo
por las calles del puerto. La noche
remaba en el abismo de los ojos. No recuerdo qué tanto
la brisa nos cubrió de sal y estrellas.
Es conveniente dormir a menos que amanezca, dijo,
pero éramos legión para esas horas ya rancias de cantinas.
El ron juntó a los peces
y a todas las criaturas que no duermen
esa noche de pescadores y viajantes, de grasa y aguacero.
Emigramos a La Luna,
que era una carpa improvisada en los
dudosos territorios del suburbio.
Sudores y cervezas, baile, sedimento
de géneros grotescos de alegría,
se fueron combinando con torpeza
hasta temblar en una sombra, un amasijo
de danza, alcohol y extrañas vidas.
Los círculos que lees con tu mirada
no están en realidad aquí,
pero a ti te fue dado contemplarlos,
—dijo sonriendo y se perdió bajo los cuerpos
en la anchurosa fiesta de esa carne.
El ritmo gobernaba la sordidez o la gracia
y en medio de su lago nos fundimos.
Más tarde, ya cansados
los pocos rezagados en La Luna,
sin sueño y con nostalgia de horizonte,
fuimos a buscar el mar:
la sonata del agua, el apetito de su hechizo,
en esa vigilia donde el límite
del cielo y el océano es todavía tiniebla.
Algo nos lleva ante la orilla
a ver cómo la luz se recomienza
y estar aquí sin comprenderlo,
testigos de este mar alucinado,
súbitamente viejos, silenciosos,
oyendo de su más oscuro corazón
una alabanza.
Sentados en el muelle esperamos el día:
poco a poco fue llegando su violeta,
la noticia azul de su marea,
y en el silencio de su gloria amanecimos.
Y para cerrar con broche de oro este poema que es algo totalmente
distinto.
CREDO
nunca
nunca tiene sentido
nunca tiene sentido esa descarga
nunca tiene sentido esa descarga de fuerza
nunca tiene sentido esa descarga desigual de fuerza
nunca tiene sentido esa descarga desigual y desesperada de fuerza
nunca tiene sentido esa fuerza desigual y desesperada
nunca tiene sentido esa desigualdad de la fuerza
nunca tiene sentido esa desigualdad
nunca la fuerza sin sentido
nunca la fuerza
nunca
Por esto él es poeta. En el más amplio sentido de la palabra.
No tengo más
nada que decir.
JORGE ESQUINCA
Manos de
reseco betún, de pintor de brocha gorda, de carbonero itinerante. Vestigios de una muy joven Altamira en la pared de la
barriada. Manos en un siglo de manos
Cálidas
herramientas de la lenta caricia, instrumentos del crimen que se comete a sangre
fría, repartidoras de caridad y bendiciones.
Manos en las manos del que llora, entre la boca y el oído donde pasa el
secreto. Manos para beber en su cuenco,
para jugar con sus sombras, para mandar un beso. Manos de injuria callejera, del reclamo civil,
del áspero boxeo. Huellas de raros
pájaros terrestres que, a falta de alas, aprendieron a escalar por las paredes.
Manos de anciana...
Rafael Vargas Pasaye nos platica de este libro de Regina Kalach en la Revista SIEMPRE:
haz clic aquí: http://www.siempre.com.mx/2012/08/espejo-de-mareas/
Poema del día
Me encuentro un pequeño libro editado por al
Universidad Autónoma Metropolitana. Se
llama El Mar de
la Memoria de Carmen Espinosa Maldonado. Me encuentro con muchos poemas que me gustan y
elijo estos dos. Hallé poco acerca de la
autora, yo no la conocía; pero así he
conocido a otros tantos. Siempre, lo que
más ha importado es el poema.
He aquí una voz fresca, clara, con matices sutiles y
un excelente manejo de lenguaje.
Carmen Espinosa Maldonado: Uruapán, Michoacán 1966. Estudió Contaduría Pública en a la
Universidad Don Vasco en su estado natal y después Lengua y Literatura Hispánicas en la
UNAM. En 1992 publicó “Poemas para leer bajo la lluvia”
Lee despacito:
Niño
nuevo de pan
niño de octubre
tantas lunas hace que te espero
para ir a tu lado por la calles de piedra
bajo las bugambilias
y el
invierno
Niño nuevo de sed
mi niño aurora
tus labios fueron hechos a mis labios
y tus manos inmóviles
(refugio de mis manos)
han moldeado mi ser
mi luz
mi canto
Niño nuevo vigilia
sueño siempre pospuesto
tu mirada es mi mar
mi arena tibia
mi embarcadero
Voy a
acercarme a tu piel
a perderme en tu agua
voy a nacer
de ti
más niña
más viento
Hay una mujer
que ronda mi casa
que la recorre sigilosa
no reconozco su rostro
ni su talle
un las huellas que marcan sus manos
sobre el muro
Hay una mujer
que ronda mi casa
la oigo caminar
la veo a lo lejos
pero no sé en qué recóndito lugar
se duerme
ni quién le dicta versos
que riega como flores
ni de dónde mana la melodía inmensa
que la envuelve
Sólo disfruten, no hay
más.
Dos poemas de Blanca Luz
Pulido
Nació en México en 1956. Estudió Lengua y Literatura
Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue miembro del
Tercer Programa para la Formación de Traductores del Colegio de México. Ha
publicado traducciones, ensayos y poemas en diversos suplementos literarios y
revistas; las plaquettes "Fundaciones" (Cuadernos de Estraza, 1979) y
"Ensayo de un árbol (Oasis, 1983); "Raíz de sombras" (Fondo de
Cultura Económica, 1988); "Estación del alba" (serie "Margen de
Poesía" de la revista "Casa del Tiempo" de la Universidad
Autónoma Metropolitana, 1992); "Reino del sueño" (Aldus, 1996) y
"Cambiar de cielo" (1997, obra que reúne sus primeros libros, más el
poemario que da título al libro).
Vuelo
A cada paso
lento
sucede otro,
y el
siguiente,
y otro más.
Siempre tan
cerca de las sombras,
y siempre
aquí,
atados a la
tierra.
Ellas son
leves.
El aire es
el camino de sus pasos.
¡Cuántas
fugaces calles en el cielo,
qué
invisibles geografías
dibujadas en
la altura con su vuelo!
Y sigo
lentamente caminando
mientras las
aves regresan del misterio.
Acaso mi
libertad tan sólo sea
imaginar el
aire
corriendo
suavemente entre sus alas.
Yo sólo
puedo ver cómo se pierden
serenas en
el ávido horizonte.
Amanece
Ya los
nombres despiertan de su sueño.
Cada noche
las formas se liberan
y abandonan
su ser en el hastío.
La mañana es
la tierra del principio
y surge de
la luz y el claro espacio.
Ya poblará
la tarde con su tedio
de
indecisión los gestos y las horas.
Ya alumbrará
tal vez mi rostro
el inasible
prodigio de otra luna.
Yo vuelvo a
las mañanas. Ellas nombran,
en ellas
tiembla el aire.
Surge tu
voz:
se puede
renacer.
OLGA OROZCO
Es una
poeta grande. Su nombre siempre se debería
escribir todo con mayúsculas: su voz es un grito, una ráfaga. Lo que les envío me lo acabo de encontrar. Hay que leerlo varias veces para sentir la
vehemencia. Prueben en voz alta, frente al espejo. Ya sé que no hay tiempo pero dense esta
pausa. Ella es toda fuerza, denle un
espacio a su voz. Ya saben, de repente hago mis subrayados. Este poema tendría que ir por
completo marcado. Pero ahí, les dejo mi
huellita que mañana sería distinta si lo volviera a hacer.
https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhSI3im69t8c8cPeHdljCq_UvqoS5x1CoijukDWKgiThK0otbwsqAFtgvncTbC1jot0ew4dQJGsBzjaBe2HWKOzufRRx7NRLR3V3n6OGQKs8QVBaW7a1gXZfMEtzRKTl_bTq4grSH2Fqow2/s400/olga_orozco.jpg
Duro brillo, mi boca
Olga Orozco
Como una grieta falaz en la apariencia de la roca, como
un sello traidor fraguado por la malicia de la carne, esta boca que se abre
inexplicable en pleno rostro es un destello apenas de mi abismo interior, una
pálida muestra de sucesivas fauces al acecho de un trozo de incorporable
eternidad.
Casi no se diría con los labios cerrados. Más bien sólo
un error, un soplo de otra especie en la obra incompleta. Y de pronto, un
desliz, un relámpago acaso, un salto de animal que descorre los bordes del
paisaje sobre la sumergida inmensidad, y se enciende el peligro y estalla la
amenaza. Un lugar de barbarie bajo el fulgor lunar.
Dientes como blancura tenebrosa, verdugos alineados en
feroces fronteras al filo de la luz, amuletos de viva hechicería erigidos en
piedras para la inmolación; y en su sitial el monstruo palpitante, el ídolo
cautivo, la leviatán de felpa, esta oficiante anfibia debatiéndose a ciegas
desde su raigambre hasta las nervaduras de su propio sabor, de mi dulzona
insipidez.
¿Quién hablaba de bocas celestiales para la eucaristía,
para el trasvasamiento con los ángeles?
Me adhiero por mi boca a las posibles venas del planeta,
extraigo la sustancia de mi vida y mi noche en las arterias de la perduración,
y sólo paladeo brebajes y alimentos adulterados por el latido contagioso de la
muerte.
¡Ah, me repugna esta voracidad vampira de inocencias,
esta sobrevivencia siempre colmada y siempre insatisfecha bajo la mordedura de
los tiempos!
¡Y esta risa, con retazos de huesos que iluminan la
exhumación a medias de mi cara final! ¡Tanto exceso en la fatua, innoble
alegoría!
¡Y tanta ambivalencia en esta boca, bajo el siglo de la
carencia y la embriaguez, bajo los dobles nudos ceñidos por el amor y el
aislamiento!
¿Aquí no empieza acaso ese maelstrom ardiente que
arrebata los cuerpos y trueca los alientos y aspira el corazón de cada uno
hasta el fondo del otro corazón, y que a veces devuelve sólo un grano de sal,
un jirón de intemperie en medio del invierno?
Y un poco más acá de lo visible, debajo de esta lengua
que celebra el silencio y escarba en la prohibida oscuridad, ¿no comienzan
también las canteras del verbo, las roncas fundiciones de la poesía, el acceso
a las altas transparencias que hacen palidecer la pregunta y la respuesta?
Duro brillo, este oráculo mudo.
Aquí está el link a LABERINTO: http://impreso.milenio.com/node/9036009
Poesía
Espejo de mareas
Estos versos —anclados en la mitología y los vaivenes de la conciencia— son una declaración de amor al mundo contemporáneo, laberíntico pero luminoso.
2011-10-01•Antesala
Aprendiz de cretense
Ariadna,
ojo en la espesura,
espera.
Teseo sabe siempre
en cada recoveco
que la abandonará.
Ariadna, ovillo en mano,
lo invoca.
Desde la madeja,
el verbo,
el verso.
ojo en la espesura,
espera.
Teseo sabe siempre
en cada recoveco
que la abandonará.
Ariadna, ovillo en mano,
lo invoca.
Desde la madeja,
el verbo,
el verso.
Al querer decir su nombre
humo sale de su boca.
Del ovillo, cercano a sus entrañas,
fluye el ahogo:
su próximo abandono.
humo sale de su boca.
Del ovillo, cercano a sus entrañas,
fluye el ahogo:
su próximo abandono.
Ronda
Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra
traspasado por un rayo de sol:
y de repente la noche.Salvatore Quasimodo
traspasado por un rayo de sol:
y de repente la noche.Salvatore Quasimodo
Sopla el viento sobre el pinar,
la memoria aspira ecos de risas,
sabe a musgo el agua de la fuente,
la luz de la tarde ondula en una piedra.
la memoria aspira ecos de risas,
sabe a musgo el agua de la fuente,
la luz de la tarde ondula en una piedra.
Solos sobre el corazón de la tierra,
desnudos, a cielo abierto,
hendidos por el último rayo de un sol
que nos salva de orfandades.
desnudos, a cielo abierto,
hendidos por el último rayo de un sol
que nos salva de orfandades.
Juguemos,
el lobo no está.
Qué importa si la noche
nos cae adentro.
el lobo no está.
Qué importa si la noche
nos cae adentro.
Foto: Especial
El teatro y la poesía son dos de los principales intereses de Regina Kalach Atri (Ciudad de México, 1953), autora de Voces en el alba y Espejo de mareas que, publicado por la editorial Praxis, se presentará el próximo 13 de octubre en la librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica. Kalach es maestra en Humanidades por la Universidad Anáhuac y participó durante más de ocho años en el taller de análisis de dramaturgia de Hugo Argüellles. Sobre Espejo de mareas, del que tomamos los poemas que aparecen en esta página, comenta: “He querido expresar por medio de la palabra mis fascinaciones, abismos, asombros y obsesiones. Asomarse a ese ‘espejo de mareas’ es adentrarse en el mundo íntimo de un ser humano que ha querido abrir una ventana al lector”.
Regina Kalach Atri
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